/ miércoles 5 de septiembre de 2018

Sólo para villamelones

Existen varias formas de ejecutar la suerte suprema, la de matar, durante la lidia de reses bravas. Siendo ésta, efectivamente, la más importante de todas, reviste un especial cuidado, y también, un mayor riesgo.

La más tradicional de todas las formas utilizadas por los matadores de toros, la que siempre suele verse en las plazas del mundo, es el llamado volapié; una ejecución que sigue los pasos establecidos por un canon muy bien consolidado con el paso del tiempo. En ella, el matador prepara su muleta, fija la mirada del toro en ella, levanta la espada en posición horizontal y se va sobre el morrillo del toro, utilizando la franela para desviar, al momento del encuentro, lo que representaría una cornada segura, dándole la salida al toro.

La suerte, dícese inventada por Joaquín Rodríguez Costillares, y que ejecutaba con gran parsimonia y belleza Santiago Martín, El Viti, se llama así porque, al irse sobre el morrillo del toro, el torero suele despegar las zapatillas de la arena por unos instantes, dejando que los pies “vuelen”, de alguna manera.

Otra forma de matar bastante socorrida, y que en tiempos lejanos era la más usual, es la de matar recibiendo. Consiste, a diferencia del volapié en el que se va hacia el toro, en esperar la embestida del animal tras la invitación que a ello se le hace con la muleta, de tal suerte que es el toro el que se desplaza para la reunión con el matador, que igualmente clava el estoque sobre el morrillo. Alguien destacado, en estos momentos, en la ejecución de la suerte de matar recibiendo, es José María Manzanares.

Siendo las anteriores las dos formas tradicionales, o más comunes, de matar a los toros bravos, también pueden darse otras, como la conocida como “a un tiempo”, que no es otra cosa que una combinación de ellas, pues si bien el matador inicia el viaje sobre el morrillo, el toro hace lo propio hacia el engaño, coincidiendo, o encontrándose ambos, a la mitad del viaje. Se dice que en esta forma de ejecución fue un maestro Francisco Arjona, el popular Cúchares.

Otra forma de matar al burel recibe el nombre de estocada aguantando. Es muy similar a la suerte de matar recibiendo, con la vital diferencia de que aquí es el toro el que se arranca al encuentro con la muleta, sin esperar a que el torero lo llame. Leve, pero fundamental, diferencia, que a veces el espectador común no percibe.

Ahora bien, se dice que la suerte que comúnmente hoy llamamos como volapié, en realidad es la de matar arrancando, porque el toro suele también iniciar la carrera hacia el encuentro, aunque su matador ya le lleva ventaja en el viaje, y dicho encuentro no se presenta a la mitad entre ambos, sino más cerca de los terrenos originales del toro. Y sí, lo que vemos de manera constante en las plazas en estos tiempos que corren, es la suerte de matar arrancando, más que la del tradicional Volapié.

También se habla de matar al cuarteo, término usado principalmente en el tercio de banderillas, donde, por piernas, el banderillero burla la embestida y sale airoso. Algo así suelen hacer ciertos toreros, en circunstancias de dificultad, sin arriesgar en la suerte suprema, sacando el cuerpo y evitando el encuentro con los pitones del astado. Bien podría situarse como una variación de este estilo el que llaman Julipié, en honor a que lo realiza un solo torero: Julián López, El Juli.

Es el Julipié, desde mi perspectiva, una deleznable y abusiva forma de enfrentar la mayor de las suertes taurinas, porque durante su ejecución, el torero tapa la cara del toro, libra moviéndose hacia un lado los pitones, pega un salto y coloca el estoque en el morrillo, de lado; es decir, a toro pasado.

Pese a sus claras debilidades y ventajas imperdonables, o quizá por ellas mismas, el Julipié podría convertirse, con el paso del tiempo, en un nuevo y generalizado estilo de entrar a matar. ¿Por qué no habría de serlo, si en su ejecución se corren mucho menos riesgos?

Existen varias formas de ejecutar la suerte suprema, la de matar, durante la lidia de reses bravas. Siendo ésta, efectivamente, la más importante de todas, reviste un especial cuidado, y también, un mayor riesgo.

La más tradicional de todas las formas utilizadas por los matadores de toros, la que siempre suele verse en las plazas del mundo, es el llamado volapié; una ejecución que sigue los pasos establecidos por un canon muy bien consolidado con el paso del tiempo. En ella, el matador prepara su muleta, fija la mirada del toro en ella, levanta la espada en posición horizontal y se va sobre el morrillo del toro, utilizando la franela para desviar, al momento del encuentro, lo que representaría una cornada segura, dándole la salida al toro.

La suerte, dícese inventada por Joaquín Rodríguez Costillares, y que ejecutaba con gran parsimonia y belleza Santiago Martín, El Viti, se llama así porque, al irse sobre el morrillo del toro, el torero suele despegar las zapatillas de la arena por unos instantes, dejando que los pies “vuelen”, de alguna manera.

Otra forma de matar bastante socorrida, y que en tiempos lejanos era la más usual, es la de matar recibiendo. Consiste, a diferencia del volapié en el que se va hacia el toro, en esperar la embestida del animal tras la invitación que a ello se le hace con la muleta, de tal suerte que es el toro el que se desplaza para la reunión con el matador, que igualmente clava el estoque sobre el morrillo. Alguien destacado, en estos momentos, en la ejecución de la suerte de matar recibiendo, es José María Manzanares.

Siendo las anteriores las dos formas tradicionales, o más comunes, de matar a los toros bravos, también pueden darse otras, como la conocida como “a un tiempo”, que no es otra cosa que una combinación de ellas, pues si bien el matador inicia el viaje sobre el morrillo, el toro hace lo propio hacia el engaño, coincidiendo, o encontrándose ambos, a la mitad del viaje. Se dice que en esta forma de ejecución fue un maestro Francisco Arjona, el popular Cúchares.

Otra forma de matar al burel recibe el nombre de estocada aguantando. Es muy similar a la suerte de matar recibiendo, con la vital diferencia de que aquí es el toro el que se arranca al encuentro con la muleta, sin esperar a que el torero lo llame. Leve, pero fundamental, diferencia, que a veces el espectador común no percibe.

Ahora bien, se dice que la suerte que comúnmente hoy llamamos como volapié, en realidad es la de matar arrancando, porque el toro suele también iniciar la carrera hacia el encuentro, aunque su matador ya le lleva ventaja en el viaje, y dicho encuentro no se presenta a la mitad entre ambos, sino más cerca de los terrenos originales del toro. Y sí, lo que vemos de manera constante en las plazas en estos tiempos que corren, es la suerte de matar arrancando, más que la del tradicional Volapié.

También se habla de matar al cuarteo, término usado principalmente en el tercio de banderillas, donde, por piernas, el banderillero burla la embestida y sale airoso. Algo así suelen hacer ciertos toreros, en circunstancias de dificultad, sin arriesgar en la suerte suprema, sacando el cuerpo y evitando el encuentro con los pitones del astado. Bien podría situarse como una variación de este estilo el que llaman Julipié, en honor a que lo realiza un solo torero: Julián López, El Juli.

Es el Julipié, desde mi perspectiva, una deleznable y abusiva forma de enfrentar la mayor de las suertes taurinas, porque durante su ejecución, el torero tapa la cara del toro, libra moviéndose hacia un lado los pitones, pega un salto y coloca el estoque en el morrillo, de lado; es decir, a toro pasado.

Pese a sus claras debilidades y ventajas imperdonables, o quizá por ellas mismas, el Julipié podría convertirse, con el paso del tiempo, en un nuevo y generalizado estilo de entrar a matar. ¿Por qué no habría de serlo, si en su ejecución se corren mucho menos riesgos?