/ miércoles 7 de noviembre de 2018

Sólo para villamelones

Esta incursión mexicana de Enrique Ponce pareciera estar convirtiéndose en el inicio de un doloroso y vergonzante adiós al romance que siempre pareció existir entre el diestro de Chiva y la afición azteca. Un rompimiento a gritos de una avenencia de largo aliento que se desmorona sin remedio. Y de ello el mayor de los responsables es el mismo Ponce.

Porque habría que decir que lo acontecido en Querétaro, en San Luis Potosí y en Guadalajara (mas lo que se vaya sumando en las próximas fechas), no se ha contenido en las viciadas prácticas que suelen abrazar las llamadas figuras, sino que ahora, de manera cada vez más notoria, se le ha aderezado de cinismo.

Los hechos llanos hablan por sí solos de lo dicho: En Querétaro, pese a estar anunciada una corrida de La Punta, Ponce lidia dos toros de Teófilo Gómez; en San Luis Potosí, donde amañadamente se anunciaron reses “de diversas ganaderías”, el valenciano toreó un bicho de Bernaldo de Quirós y otro de Xajay; y finalmente en Guadalajara, la plaza más exigente del país en cuanto a ganado, se echaron para atrás las reses de Jaral de Peñas anunciadas, para acabar recibiendo un encierro de Bernaldo de Quirós, entre el escándalo y los dimes y diretes.

Y en los tres casos también, la complicidad de las autoridades, en mayor o menor medida, se hizo presente, desde aceptar el anuncio de una corrida sin la ganadería, o ganaderías, definida, hasta el caso del señor Juez de Plaza de Guadalajara, encargado de definir que los de Bernaldo estaban mejor presentados que los de Jaral, pasado por nuestro Querétaro, donde se permitió la lidia de dos toros de una ganadería que no había sido anunciada previamente a los aficionados.

En Guadalajara estalló la bomba, pues el escándalo previo dominó el ambiente, y un sector del público se dedicó a incomodar al valenciano, acabando por abroncarlo cuando concluyó la lidia de su segundo. Ahí mismo, entrevistado por Sol y Sombra T.V., Ponce responsabilizó del desaguisado a un sector de la prensa, que, según dijo, “ha empezado a meter cizaña injusta y falsa”. Aseguró, molesto, que él no intervino en la decisión del Juez de echar para atrás a buena cantidad de los toros anunciados de Jaral de Peñas, que fue a torear con profesionalismo y hasta enfermo de gastroenteritis.

Aseguró que le daba rabia que la gente le creyera a ese sector de la prensa que contaba cuentos, pues él lo había entregado todo, y hasta preguntó, refiriéndose a la corrida de Bernaldo de Quirós lidiada finalmente esa tarde: “¿Qué hay en contra de los toros mexicanos? No lo entiendo”.

Pues no, la verdad es que no creo que haya nada en contra de los toros mexicanos, pero toros mexicanos, habría que precisar, hay muchos y de diversas procedencias. De lo que, me parece, está en contra la afición más exigente, es de los bureles cómodos, de escasísima bravura, que facilitan la labor de las figuras y los convierte, a ratos, más en enfermeros veterinarios que en matadores de toros.

Y, sobre todo, de lo que empieza a hartarse es del menoscabo que se empeñan en hacerle a la Fiesta los que mandan en ella, pasándose por el arco del triunfo las reglas más elementales de un espectáculo que debería mantener sus características de dignidad, transparencia y verdad.

No tengo porqué dudar de la afirmación de Enrique Ponce en el sentido de que él no tuvo que ver en el cambio de toros para la corrida de Guadalajara, pero me gustaría mucho saber cuál es su versión de lo acontecido en Querétaro. Saber, desde su perspectiva y conocimiento cercano, ¿cómo y de qué manera aparecieron dos toros de Teófilo Gómez en una corrida donde estaban anunciados bureles de La Punta? Y de paso, ¿cómo y de qué manera pudieron sortearse para que, justo esos, le tocaran en suerte? Ese sí que sería un bonito cuento por contar.

Esta incursión mexicana de Enrique Ponce pareciera estar convirtiéndose en el inicio de un doloroso y vergonzante adiós al romance que siempre pareció existir entre el diestro de Chiva y la afición azteca. Un rompimiento a gritos de una avenencia de largo aliento que se desmorona sin remedio. Y de ello el mayor de los responsables es el mismo Ponce.

Porque habría que decir que lo acontecido en Querétaro, en San Luis Potosí y en Guadalajara (mas lo que se vaya sumando en las próximas fechas), no se ha contenido en las viciadas prácticas que suelen abrazar las llamadas figuras, sino que ahora, de manera cada vez más notoria, se le ha aderezado de cinismo.

Los hechos llanos hablan por sí solos de lo dicho: En Querétaro, pese a estar anunciada una corrida de La Punta, Ponce lidia dos toros de Teófilo Gómez; en San Luis Potosí, donde amañadamente se anunciaron reses “de diversas ganaderías”, el valenciano toreó un bicho de Bernaldo de Quirós y otro de Xajay; y finalmente en Guadalajara, la plaza más exigente del país en cuanto a ganado, se echaron para atrás las reses de Jaral de Peñas anunciadas, para acabar recibiendo un encierro de Bernaldo de Quirós, entre el escándalo y los dimes y diretes.

Y en los tres casos también, la complicidad de las autoridades, en mayor o menor medida, se hizo presente, desde aceptar el anuncio de una corrida sin la ganadería, o ganaderías, definida, hasta el caso del señor Juez de Plaza de Guadalajara, encargado de definir que los de Bernaldo estaban mejor presentados que los de Jaral, pasado por nuestro Querétaro, donde se permitió la lidia de dos toros de una ganadería que no había sido anunciada previamente a los aficionados.

En Guadalajara estalló la bomba, pues el escándalo previo dominó el ambiente, y un sector del público se dedicó a incomodar al valenciano, acabando por abroncarlo cuando concluyó la lidia de su segundo. Ahí mismo, entrevistado por Sol y Sombra T.V., Ponce responsabilizó del desaguisado a un sector de la prensa, que, según dijo, “ha empezado a meter cizaña injusta y falsa”. Aseguró, molesto, que él no intervino en la decisión del Juez de echar para atrás a buena cantidad de los toros anunciados de Jaral de Peñas, que fue a torear con profesionalismo y hasta enfermo de gastroenteritis.

Aseguró que le daba rabia que la gente le creyera a ese sector de la prensa que contaba cuentos, pues él lo había entregado todo, y hasta preguntó, refiriéndose a la corrida de Bernaldo de Quirós lidiada finalmente esa tarde: “¿Qué hay en contra de los toros mexicanos? No lo entiendo”.

Pues no, la verdad es que no creo que haya nada en contra de los toros mexicanos, pero toros mexicanos, habría que precisar, hay muchos y de diversas procedencias. De lo que, me parece, está en contra la afición más exigente, es de los bureles cómodos, de escasísima bravura, que facilitan la labor de las figuras y los convierte, a ratos, más en enfermeros veterinarios que en matadores de toros.

Y, sobre todo, de lo que empieza a hartarse es del menoscabo que se empeñan en hacerle a la Fiesta los que mandan en ella, pasándose por el arco del triunfo las reglas más elementales de un espectáculo que debería mantener sus características de dignidad, transparencia y verdad.

No tengo porqué dudar de la afirmación de Enrique Ponce en el sentido de que él no tuvo que ver en el cambio de toros para la corrida de Guadalajara, pero me gustaría mucho saber cuál es su versión de lo acontecido en Querétaro. Saber, desde su perspectiva y conocimiento cercano, ¿cómo y de qué manera aparecieron dos toros de Teófilo Gómez en una corrida donde estaban anunciados bureles de La Punta? Y de paso, ¿cómo y de qué manera pudieron sortearse para que, justo esos, le tocaran en suerte? Ese sí que sería un bonito cuento por contar.