/ miércoles 15 de mayo de 2019

Sólo para villamelones

La irrupción de Pablo Aguado, tan inesperada como alentadora, es un hecho importantísimo, no sólo para el joven matador sevillano, sino para la Fiesta toda, que con tardes como la lograda por este torero, se revitaliza y refresca.

Aguado ha logrado, el pasado diez de mayo en la Real Maestranza de Caballería, no sólo un triunfo que le ha valido salir por la anhelada Puerta del Príncipe, sino ha puesto de cabeza una de las más importantes plazas españolas y colocado un necesario rejón al sopor y la complacencia cotidiana. El matador sevillano, con apenas un año y siete meses de alternativa, ha venido a darle un nombre atractivo y fresco a la temporada española que apenas vive sus primeros momentos.

Las dos faenas realizadas a los toros de Jandilla, sobre todo la primera, fueron una cátedra de buen torear, de torear mesurada y clásicamente, de dar los tiempos y las distancias justas, de plantarse con seriedad y verdad ante los toros. Fue como abrir el frasco de esencias con las que siempre soñamos los aficionados a los toros.

Cuatro orejas le concedieron, aunque quizá haya sido un tanto arbitraria la segunda del que cerraba plaza, pero más allá de ello, la presencia de Pablo Aguado quedó ahí para siempre, firmando una de esas tardes que quedarán para la historia, para su historia y la de la bella plaza sevillana.

Apenas tiene 28 años, y Aguado hizo su debut en el 2015 en Olivenza, para después de una exitosa etapa como novillero, tomar la alternativa precisamente en Sevilla, en el 2017, de manos de Enrique Ponce y teniendo como testigo a Alejandro Talavante. Luego confirmaría en Las Ventas un año más tarde.

El pasado año, Aguado sólo fue firmado para seis corridas en la temporada europea, pese a haber cortado una oreja en Madrid y otra en Sevilla, poniendo de manifiesto lo injusto que suele ser el mundo del toro. Acaso, y sólo acaso, la maestría demostrada el diez de mayo le alcanzará para recorrer la geografía española de manera mucho más abundante.

La faena a “Herrador”, como se llamaba el primer burel de su corrida cumbre, fue a su juicio “medida”, como deben ser las faenas, porque, como bien ha dicho quien también es administrador y director de empresas, “en el toreo más vale poco y bueno”.

Ha nacido una nueva y revitalizante opción. A partir de la tarde en Sevilla frente a los de Jandilla, el nombre de Pablo Aguado será seguido por todos. Ahora sólo falta que, como debe ser, su actuación le abra las puertas que suelen cerrarse en los despachos. Por lo pronto, está la fecha del próximo sábado en Madrid, con la participación del mexicano Luis David Adame en el cartel. Todo buen aficionado tendrá los ojos puestos en ella.

Lo que hoy nos queda, más allá de lo que suceda en los próximos meses con él, es el agradecimiento. Gracias, Pablo Aguado, por recordarnos en Sevilla, de qué se trata esto de la Tauromaquia.

La irrupción de Pablo Aguado, tan inesperada como alentadora, es un hecho importantísimo, no sólo para el joven matador sevillano, sino para la Fiesta toda, que con tardes como la lograda por este torero, se revitaliza y refresca.

Aguado ha logrado, el pasado diez de mayo en la Real Maestranza de Caballería, no sólo un triunfo que le ha valido salir por la anhelada Puerta del Príncipe, sino ha puesto de cabeza una de las más importantes plazas españolas y colocado un necesario rejón al sopor y la complacencia cotidiana. El matador sevillano, con apenas un año y siete meses de alternativa, ha venido a darle un nombre atractivo y fresco a la temporada española que apenas vive sus primeros momentos.

Las dos faenas realizadas a los toros de Jandilla, sobre todo la primera, fueron una cátedra de buen torear, de torear mesurada y clásicamente, de dar los tiempos y las distancias justas, de plantarse con seriedad y verdad ante los toros. Fue como abrir el frasco de esencias con las que siempre soñamos los aficionados a los toros.

Cuatro orejas le concedieron, aunque quizá haya sido un tanto arbitraria la segunda del que cerraba plaza, pero más allá de ello, la presencia de Pablo Aguado quedó ahí para siempre, firmando una de esas tardes que quedarán para la historia, para su historia y la de la bella plaza sevillana.

Apenas tiene 28 años, y Aguado hizo su debut en el 2015 en Olivenza, para después de una exitosa etapa como novillero, tomar la alternativa precisamente en Sevilla, en el 2017, de manos de Enrique Ponce y teniendo como testigo a Alejandro Talavante. Luego confirmaría en Las Ventas un año más tarde.

El pasado año, Aguado sólo fue firmado para seis corridas en la temporada europea, pese a haber cortado una oreja en Madrid y otra en Sevilla, poniendo de manifiesto lo injusto que suele ser el mundo del toro. Acaso, y sólo acaso, la maestría demostrada el diez de mayo le alcanzará para recorrer la geografía española de manera mucho más abundante.

La faena a “Herrador”, como se llamaba el primer burel de su corrida cumbre, fue a su juicio “medida”, como deben ser las faenas, porque, como bien ha dicho quien también es administrador y director de empresas, “en el toreo más vale poco y bueno”.

Ha nacido una nueva y revitalizante opción. A partir de la tarde en Sevilla frente a los de Jandilla, el nombre de Pablo Aguado será seguido por todos. Ahora sólo falta que, como debe ser, su actuación le abra las puertas que suelen cerrarse en los despachos. Por lo pronto, está la fecha del próximo sábado en Madrid, con la participación del mexicano Luis David Adame en el cartel. Todo buen aficionado tendrá los ojos puestos en ella.

Lo que hoy nos queda, más allá de lo que suceda en los próximos meses con él, es el agradecimiento. Gracias, Pablo Aguado, por recordarnos en Sevilla, de qué se trata esto de la Tauromaquia.