/ miércoles 11 de diciembre de 2019

Sólo para villamelones

El Payo, el mejor torero


Para gustos se rompen géneros, y en materia taurina es bien sabido, y comprobado, que esos gustos pueden ser tan variados como espectadores hay en una corrida de toros. Por eso, cuando se afirma algo en esta materia, siempre hay que tomarlo con las reservas que entraña la subjetividad.

Con esa advertencia, yo me atrevo a realizar una afirmación en la que creo contundentemente: el queretano Octavio García, El Payo, es el mejor torero que, hoy por hoy, tenemos en México.

No me baso para ello en razones de paisanaje, ni en afectos que puedan surgir de la condición de condiscípulo que tuve con su padre, el original Payo, en aquellos felices tiempos de la secundaria, sino en una apreciación muy sincera de su tauromaquia, la que el pasado domingo, sobre la arena de la monumental México, quedó de manifiesto.

Entre la faena del Payo a su primero de Xajay, y las de Joselito Adame la corrida anterior en el mismo coso, por ejemplo, hay una abismal distancia, que muchos parecen no ver, pero que a mí me resulta evidente.

El Payo iba, en esta su presentación en la plaza de la capital del país, muy concentrado en hacer bien las cosas, y eso se hizo evidente durante toda su actuación, principalmente con ese su primero al que le ejecutó una bella tanda de verónicas con el capote, y con el que estuvo serio y comprometido con la muleta por ambos lados. Quizá faltó, a fuerza de ser rigurosos, una tanda más de naturales y una tanda menos de muleta, para evitar pasarse de faena. Con todo, fue una actuación digna de aplauso que, por desgracia, no pudo coronar con los aceros.

Ese Payo que vimos el domingo en la México es la mejor versión de un torero serio, de corte clásico, apegado a los cánones, de profunda convicción en su forma de interpretar el llamado arte de Cúchares. Ese es el Payo que quisiéramos tuviera mejor suerte y al que tendría que ver la afición madrileña en el máximo escaparate de San Isidro. Es, en suma, nuestra mejor carta y el representante idóneo de nuestro país.

Pero, usted lo sabe bien, en el toreo, como en la vida, no siempre se está donde se merece. Habrá que esperar al tiempo, y a esa veleidosa señora que es la suerte, y que juega papel tan protagonista en la Fiesta, para ver el futuro inmediato de El Payo. Pero de que es el mejor, desde mi subjetiva visión, lo es, y de ello no tengo ninguna remota duda.

El Payo, el mejor torero


Para gustos se rompen géneros, y en materia taurina es bien sabido, y comprobado, que esos gustos pueden ser tan variados como espectadores hay en una corrida de toros. Por eso, cuando se afirma algo en esta materia, siempre hay que tomarlo con las reservas que entraña la subjetividad.

Con esa advertencia, yo me atrevo a realizar una afirmación en la que creo contundentemente: el queretano Octavio García, El Payo, es el mejor torero que, hoy por hoy, tenemos en México.

No me baso para ello en razones de paisanaje, ni en afectos que puedan surgir de la condición de condiscípulo que tuve con su padre, el original Payo, en aquellos felices tiempos de la secundaria, sino en una apreciación muy sincera de su tauromaquia, la que el pasado domingo, sobre la arena de la monumental México, quedó de manifiesto.

Entre la faena del Payo a su primero de Xajay, y las de Joselito Adame la corrida anterior en el mismo coso, por ejemplo, hay una abismal distancia, que muchos parecen no ver, pero que a mí me resulta evidente.

El Payo iba, en esta su presentación en la plaza de la capital del país, muy concentrado en hacer bien las cosas, y eso se hizo evidente durante toda su actuación, principalmente con ese su primero al que le ejecutó una bella tanda de verónicas con el capote, y con el que estuvo serio y comprometido con la muleta por ambos lados. Quizá faltó, a fuerza de ser rigurosos, una tanda más de naturales y una tanda menos de muleta, para evitar pasarse de faena. Con todo, fue una actuación digna de aplauso que, por desgracia, no pudo coronar con los aceros.

Ese Payo que vimos el domingo en la México es la mejor versión de un torero serio, de corte clásico, apegado a los cánones, de profunda convicción en su forma de interpretar el llamado arte de Cúchares. Ese es el Payo que quisiéramos tuviera mejor suerte y al que tendría que ver la afición madrileña en el máximo escaparate de San Isidro. Es, en suma, nuestra mejor carta y el representante idóneo de nuestro país.

Pero, usted lo sabe bien, en el toreo, como en la vida, no siempre se está donde se merece. Habrá que esperar al tiempo, y a esa veleidosa señora que es la suerte, y que juega papel tan protagonista en la Fiesta, para ver el futuro inmediato de El Payo. Pero de que es el mejor, desde mi subjetiva visión, lo es, y de ello no tengo ninguna remota duda.