/ miércoles 8 de abril de 2020

Sólo para villamelones

Luis Eduardo Aute, recientemente fallecido, era, entre otras muchas cosas, aficionado a los toros.

Cantautor excepcional, artista visual, fumador empedernido, y sí, también, ineludiblemente, aficionado a los toros.

Fernando Íñiguez, periodista musical, dedicó un artículo en El País, una vez conocida la muerte de Aute, recordándolo, y al mencionar sus características humanas añadió, entre paréntesis, un comentario al recordar su afición a la fiesta brava: “que poco le pegaba”.

La reacción de los taurinos en las redes sociales no se hizo esperar. ¿A qué venía aquel comentario de Íñiguez tan personal y que aparentemente no venía al caso? ¿Por qué no habría de “pegarle” la característica de ser taurino, y sí, en cambio, la de fumador empedernido, por ejemplo?

Y aunque el periodista ya contestó, a través de su cuenta de Twitter, aduciendo que no tiene nada en contra de los toros, y que su comentario, metido a calzador en la nota, era tan solo “un guiño” a algo que le había comentado al autor de “Rosas en el mar” en persona, la indignación de los taurinos no ha cesado del todo.

Y es que no es sólo este comentario personalísimo de Íñiguez en un recordatorio póstumo del poeta, lo que parece permear en algunos medios de comunicación, entre los que destaca, coincidentemente, El País, periódico español, quizá el de mayor prestigio, que ha decidido desde hace tiempo, como política editorial, no dedicarle espacio alguno a la Fiesta de los Toros. Así, como si no existiera, y como si no hubiese lectores suficientes para leer las palabras hechas tintas sobre el tema.

Lo mismo que pasa en algunas empresas televisivas españolas, incluyendo las oficiales, que también incluyeron entre sus decisiones la de no trasmitir corridas de toros, dejando tan solo un espacio con ese tema en su programación, mismo que eliminaron de inmediato al presentarse la contingencia sanitaria.

Son ya demasiados ataques al derecho de información, a la libre comunicación, a la libertad de expresión, que están siendo ejercidos, triste y contradictoriamente, por quienes deben enarbolar sus enunciados.

Por todo ello, el “no me expresé bien con esa frase”, argumentado por Íñiguez, queda un tanto estrecho ante la sobrada indignación de quienes consideran a los toros un espectáculo respetable y un legado cultural de muchas generaciones.

Aute componía canciones, pintaba y hasta hacía cine; también fumaba y le gustaban los toros, y no por ello deja de ser el genio que es. Acaso todo ello, lo uno y lo otro, en su caso se complementó.

El sostener que la tauromaquia no “le pega” a un intelectual o a un artista, es discriminatorio y superficial, y para comprobarlo, muchos ejemplos se pueden citar.

Luis Eduardo Aute, recientemente fallecido, era, entre otras muchas cosas, aficionado a los toros.

Cantautor excepcional, artista visual, fumador empedernido, y sí, también, ineludiblemente, aficionado a los toros.

Fernando Íñiguez, periodista musical, dedicó un artículo en El País, una vez conocida la muerte de Aute, recordándolo, y al mencionar sus características humanas añadió, entre paréntesis, un comentario al recordar su afición a la fiesta brava: “que poco le pegaba”.

La reacción de los taurinos en las redes sociales no se hizo esperar. ¿A qué venía aquel comentario de Íñiguez tan personal y que aparentemente no venía al caso? ¿Por qué no habría de “pegarle” la característica de ser taurino, y sí, en cambio, la de fumador empedernido, por ejemplo?

Y aunque el periodista ya contestó, a través de su cuenta de Twitter, aduciendo que no tiene nada en contra de los toros, y que su comentario, metido a calzador en la nota, era tan solo “un guiño” a algo que le había comentado al autor de “Rosas en el mar” en persona, la indignación de los taurinos no ha cesado del todo.

Y es que no es sólo este comentario personalísimo de Íñiguez en un recordatorio póstumo del poeta, lo que parece permear en algunos medios de comunicación, entre los que destaca, coincidentemente, El País, periódico español, quizá el de mayor prestigio, que ha decidido desde hace tiempo, como política editorial, no dedicarle espacio alguno a la Fiesta de los Toros. Así, como si no existiera, y como si no hubiese lectores suficientes para leer las palabras hechas tintas sobre el tema.

Lo mismo que pasa en algunas empresas televisivas españolas, incluyendo las oficiales, que también incluyeron entre sus decisiones la de no trasmitir corridas de toros, dejando tan solo un espacio con ese tema en su programación, mismo que eliminaron de inmediato al presentarse la contingencia sanitaria.

Son ya demasiados ataques al derecho de información, a la libre comunicación, a la libertad de expresión, que están siendo ejercidos, triste y contradictoriamente, por quienes deben enarbolar sus enunciados.

Por todo ello, el “no me expresé bien con esa frase”, argumentado por Íñiguez, queda un tanto estrecho ante la sobrada indignación de quienes consideran a los toros un espectáculo respetable y un legado cultural de muchas generaciones.

Aute componía canciones, pintaba y hasta hacía cine; también fumaba y le gustaban los toros, y no por ello deja de ser el genio que es. Acaso todo ello, lo uno y lo otro, en su caso se complementó.

El sostener que la tauromaquia no “le pega” a un intelectual o a un artista, es discriminatorio y superficial, y para comprobarlo, muchos ejemplos se pueden citar.