/ miércoles 22 de abril de 2020

Sólo para villamelones

Paco Camino


“Navideño” fue el quinto de aquel domingo, y tras su lidia, no existió, ni entonces ni ahora, duda alguna sobre la maestría de su lidiador. Aquella sería la faena más importante en la historia taurina del llamado, en su momento, “Niño sabio de Camas”.

Paco Camino acababa de cumplir treinta y siete años y estaba a escasos meses de despedirse de la afición mexicana en una tarde en la Monumental México, donde Manolo Chopera, su apoderado, le cortaría el añadido. Luego haría lo mismo, cinco años después, en Valladolid.

La de “Navideño”, el noble toro de Javier Garfias, fue una de esas faenas épicas, inconmensurables e inolvidables. Para la gran mayoría de las diez mil almas que rellenaron esa tarde de diciembre los tendidos de la “Santa María” queretana, habría de ser la mejor faena que habrían de degustar en su vida. Yo, que ahora escribo, la presencié desde la fila séptima del tendido de sombra, mientras me levantaba, como con un resorte, tras la conclusión de cada tanda de muleta.

Era un mano a mano con Manolo Martínez, el mandón de la baraja taurina nacional, y representaba una de las últimas oportunidades de admirar a ambos sobre los ruedos, luego de largas y triunfales tardes, lo mismo en la capital del país que en el queretano coso. Y esa tarde, para cuando el quinto de la tarde saltó al ruedo, el de Monterrey ya tenía tres orejas en las espuertas.

Pero “Navideño” se convirtió en un referente, en un antes y después, en un episodio inigualable en la historia del toreo contemporáneo.

Camino, también llamado “el Mozart del toreo”, había tomado la alternativa, de manos de Jaime Ostos, en Valencia, el 17 de abril de 1960, la había confirmado en Madrid un año después, ahí con Julio Aparicio como padrino, y en la Monumental México, en diciembre del 62 se la había confirmado Antonio Velázquez, pero ni “Mandarín”, ni “Espejito”, ni “Recuerdo”, los toros con los que protagonizó esas ceremonias, representaron tanto en su carrera, en su vida y en la de quienes vieron la lidia en cuestión, como “Navideño”.

Camino, hijo y hermano de banderilleros, formó parte de una trascendente generación de matadores de toros, al lado de Santiago Martín, “El Viti”, y de Diego Puerta, quien también fue su compadre; protagonizó un sonado enfrentamiento con Palomo Linares, y compartió en México, la tierra donde se casó por primera vez, carteles con Manolo Martínez, Eloy Cavazos o Curro Rivera. Tiempos pues de excelencia, donde el Toreo de Cuatro Caminos y la Santa María de Querétaro fueron escenarios importantísimos de su quehacer taurino.

El viernes pasado, a unos meses de su cumpleaños ochenta, Paco Camino celebró el sesenta aniversario de aquella tarde de su alternativa en Valencia. Está en el retiro desde hace ya décadas, cría ganado bravo en su finca, recibió, en el 2005, la Medalla de Oro de Bellas Artes, y forma parte de la lista de los más destacados toreros de la historia.

Y su lidia a “Navideño”, aquel domingo 18 de diciembre del 77 en Querétaro, ha pasado a ser, igualmente, una de las más importantes faenas de todos los tiempos.

Paco Camino


“Navideño” fue el quinto de aquel domingo, y tras su lidia, no existió, ni entonces ni ahora, duda alguna sobre la maestría de su lidiador. Aquella sería la faena más importante en la historia taurina del llamado, en su momento, “Niño sabio de Camas”.

Paco Camino acababa de cumplir treinta y siete años y estaba a escasos meses de despedirse de la afición mexicana en una tarde en la Monumental México, donde Manolo Chopera, su apoderado, le cortaría el añadido. Luego haría lo mismo, cinco años después, en Valladolid.

La de “Navideño”, el noble toro de Javier Garfias, fue una de esas faenas épicas, inconmensurables e inolvidables. Para la gran mayoría de las diez mil almas que rellenaron esa tarde de diciembre los tendidos de la “Santa María” queretana, habría de ser la mejor faena que habrían de degustar en su vida. Yo, que ahora escribo, la presencié desde la fila séptima del tendido de sombra, mientras me levantaba, como con un resorte, tras la conclusión de cada tanda de muleta.

Era un mano a mano con Manolo Martínez, el mandón de la baraja taurina nacional, y representaba una de las últimas oportunidades de admirar a ambos sobre los ruedos, luego de largas y triunfales tardes, lo mismo en la capital del país que en el queretano coso. Y esa tarde, para cuando el quinto de la tarde saltó al ruedo, el de Monterrey ya tenía tres orejas en las espuertas.

Pero “Navideño” se convirtió en un referente, en un antes y después, en un episodio inigualable en la historia del toreo contemporáneo.

Camino, también llamado “el Mozart del toreo”, había tomado la alternativa, de manos de Jaime Ostos, en Valencia, el 17 de abril de 1960, la había confirmado en Madrid un año después, ahí con Julio Aparicio como padrino, y en la Monumental México, en diciembre del 62 se la había confirmado Antonio Velázquez, pero ni “Mandarín”, ni “Espejito”, ni “Recuerdo”, los toros con los que protagonizó esas ceremonias, representaron tanto en su carrera, en su vida y en la de quienes vieron la lidia en cuestión, como “Navideño”.

Camino, hijo y hermano de banderilleros, formó parte de una trascendente generación de matadores de toros, al lado de Santiago Martín, “El Viti”, y de Diego Puerta, quien también fue su compadre; protagonizó un sonado enfrentamiento con Palomo Linares, y compartió en México, la tierra donde se casó por primera vez, carteles con Manolo Martínez, Eloy Cavazos o Curro Rivera. Tiempos pues de excelencia, donde el Toreo de Cuatro Caminos y la Santa María de Querétaro fueron escenarios importantísimos de su quehacer taurino.

El viernes pasado, a unos meses de su cumpleaños ochenta, Paco Camino celebró el sesenta aniversario de aquella tarde de su alternativa en Valencia. Está en el retiro desde hace ya décadas, cría ganado bravo en su finca, recibió, en el 2005, la Medalla de Oro de Bellas Artes, y forma parte de la lista de los más destacados toreros de la historia.

Y su lidia a “Navideño”, aquel domingo 18 de diciembre del 77 en Querétaro, ha pasado a ser, igualmente, una de las más importantes faenas de todos los tiempos.