/ miércoles 27 de mayo de 2020

Sólo para villamelones

Las aseveraciones de Manuel Sescosse, de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, fueron tan contundentes como dramáticas: 500 toros de lidia serán sacrificados este año en México, ante la imposibilidad de ser comprados para festejos taurinos, cancelados todos a causa de la pandemia. Y no sólo eso, también el sacrificio del 40 por ciento de la unidad productiva del sector.

Todo ese ganado será llevado a los rastros del país a cambio de una quinta parte del valor que tendrían, de ser lidiados en una plaza de toros, como parte de un drama que viven, no solo las 260 ganaderías afiliadas a la Asociación, sino los 170 toreros parados, los 210 subalternos sin actividad, y los 58 empresarios sin posibilidades de organización; algo así como cuatro mil empleos a la deriva y una afectación económica del orden de los ocho mil millones de pesos.

El drama en España es aún mayor, dadas sus dimensiones y características. En ese panorama, el Secretario de Cultura del gobierno español decidió ignorar a la industria taurina al anunciar los apoyos al sector cultural con motivo de la crisis, aunque después tuvo que recular -o aclara su inclusión- ante las unánimes muestras de enojo de toreros, empresarios, ganaderos, y, en general, personas cercanas al mundo del toro.

Muy especialmente allá, pero también aquí, la suerte que correrán las corridas de toros son motivo de preocupación y hasta de alarma. El terrible golpe que la pandemia, con la suspensión de festejos taurinos, ha provocado la inquietud, en un ambiente de profundo desasosiego, sobre los tiempos y las formas de recuperación. Hay, incluso, quien ha pensado que este desastre representa el fin del espectáculo.

La situación, efectivamente, es gravísima, pero, a pesar del ambiente negro que la envuelve, no podemos caer en el pesimismo. Tenemos que creer en la recuperación de la Fiesta y en su permanencia, a pesar de los ataques virulentos que, aún en medio de las tristes circunstancias, siguen recibiendo.

Ojalá sea este crudo momento también una oportunidad para la reflexión sobre lo que se ha hecho mal; la ocasión para eliminar los vicios y las prácticas indecorosas que se han afincado en su práctica y que la han ido minando desde adentro. Que sean tiempos de enaltecer a la industria con las virtudes que le dieron origen.

Las aseveraciones de Manuel Sescosse, de la Asociación Nacional de Criadores de Toros de Lidia, fueron tan contundentes como dramáticas: 500 toros de lidia serán sacrificados este año en México, ante la imposibilidad de ser comprados para festejos taurinos, cancelados todos a causa de la pandemia. Y no sólo eso, también el sacrificio del 40 por ciento de la unidad productiva del sector.

Todo ese ganado será llevado a los rastros del país a cambio de una quinta parte del valor que tendrían, de ser lidiados en una plaza de toros, como parte de un drama que viven, no solo las 260 ganaderías afiliadas a la Asociación, sino los 170 toreros parados, los 210 subalternos sin actividad, y los 58 empresarios sin posibilidades de organización; algo así como cuatro mil empleos a la deriva y una afectación económica del orden de los ocho mil millones de pesos.

El drama en España es aún mayor, dadas sus dimensiones y características. En ese panorama, el Secretario de Cultura del gobierno español decidió ignorar a la industria taurina al anunciar los apoyos al sector cultural con motivo de la crisis, aunque después tuvo que recular -o aclara su inclusión- ante las unánimes muestras de enojo de toreros, empresarios, ganaderos, y, en general, personas cercanas al mundo del toro.

Muy especialmente allá, pero también aquí, la suerte que correrán las corridas de toros son motivo de preocupación y hasta de alarma. El terrible golpe que la pandemia, con la suspensión de festejos taurinos, ha provocado la inquietud, en un ambiente de profundo desasosiego, sobre los tiempos y las formas de recuperación. Hay, incluso, quien ha pensado que este desastre representa el fin del espectáculo.

La situación, efectivamente, es gravísima, pero, a pesar del ambiente negro que la envuelve, no podemos caer en el pesimismo. Tenemos que creer en la recuperación de la Fiesta y en su permanencia, a pesar de los ataques virulentos que, aún en medio de las tristes circunstancias, siguen recibiendo.

Ojalá sea este crudo momento también una oportunidad para la reflexión sobre lo que se ha hecho mal; la ocasión para eliminar los vicios y las prácticas indecorosas que se han afincado en su práctica y que la han ido minando desde adentro. Que sean tiempos de enaltecer a la industria con las virtudes que le dieron origen.