/ miércoles 8 de julio de 2020

Sólo para villamelones

Son pocos -acaso no alcanzan la docena-, pero representan el espíritu de un pueblo, de una tradición ancestral, de una ilusión almacenada por doce largos meses.

Ayer debió darse el tradicional “chupinazo”, la plaza frente al Ayuntamiento debió estar llena, y debió correrse el primer encierro de las fiestas de una ciudad, la de Pamplona, que vive a la espera de estos días de celebración alrededor de su santo patrono.

La pandemia evitó todo eso. No hubo “chupinazo”, ni multitudes, ni mozos corriendo delante del encierro que se lidiaría por la tarde. No hubo tampoco, claro, corrida de toros.

Pero ahí estaban estos románticos empedernidos, estos amantes de sus tradiciones, lanzando el cántico a San Fermín, justo en la cuesta de Santo Domingo, con su vestimenta blanca, su pañuelo rojo al cuello, sus zapatos cómodos para correr y ese papel hecho tubo portado en una de sus manos. Lucían también, inéditamente, un cubrebocas con motivos propios de su fiesta sobre el rostro.

Las populares, tradicionales y famosas fiestas de San Fermín no tendrán verificativo este año y los doce largos meses que separan una celebración de la otra se han convertido en eternos veinticuatro, en una de las más tristes suspensiones que en España pudieron darse.

Las calles de la bella ciudad navarra no tienen, a temprana hora, las barricadas sobre sus calles de Mercaderes o Estafeta, ni su plaza de toros luce la expectación de siempre por estas fechas; el turismo ha disminuido de manera considerable y apenas algunos, como los señalados, parecen no estar del todo resignados a su suerte.

Duelen todas las suspensiones taurinas, desde la feria madrileña de San Isidro, hasta la hidrocálida de San Marcos, pero la de Pamplona produce en el mundo del toro un sentimiento adicional de desamparo, de frustración y de tristeza.

Habrá que esperar otro julio -el del 2021- para volver a disfrutar de esa fiesta multitudinaria, de esa tradición a ratos no entendida, de esos rezos a un San Fermín que, este 2020, se quedó esperando.

Son pocos -acaso no alcanzan la docena-, pero representan el espíritu de un pueblo, de una tradición ancestral, de una ilusión almacenada por doce largos meses.

Ayer debió darse el tradicional “chupinazo”, la plaza frente al Ayuntamiento debió estar llena, y debió correrse el primer encierro de las fiestas de una ciudad, la de Pamplona, que vive a la espera de estos días de celebración alrededor de su santo patrono.

La pandemia evitó todo eso. No hubo “chupinazo”, ni multitudes, ni mozos corriendo delante del encierro que se lidiaría por la tarde. No hubo tampoco, claro, corrida de toros.

Pero ahí estaban estos románticos empedernidos, estos amantes de sus tradiciones, lanzando el cántico a San Fermín, justo en la cuesta de Santo Domingo, con su vestimenta blanca, su pañuelo rojo al cuello, sus zapatos cómodos para correr y ese papel hecho tubo portado en una de sus manos. Lucían también, inéditamente, un cubrebocas con motivos propios de su fiesta sobre el rostro.

Las populares, tradicionales y famosas fiestas de San Fermín no tendrán verificativo este año y los doce largos meses que separan una celebración de la otra se han convertido en eternos veinticuatro, en una de las más tristes suspensiones que en España pudieron darse.

Las calles de la bella ciudad navarra no tienen, a temprana hora, las barricadas sobre sus calles de Mercaderes o Estafeta, ni su plaza de toros luce la expectación de siempre por estas fechas; el turismo ha disminuido de manera considerable y apenas algunos, como los señalados, parecen no estar del todo resignados a su suerte.

Duelen todas las suspensiones taurinas, desde la feria madrileña de San Isidro, hasta la hidrocálida de San Marcos, pero la de Pamplona produce en el mundo del toro un sentimiento adicional de desamparo, de frustración y de tristeza.

Habrá que esperar otro julio -el del 2021- para volver a disfrutar de esa fiesta multitudinaria, de esa tradición a ratos no entendida, de esos rezos a un San Fermín que, este 2020, se quedó esperando.