/ miércoles 31 de enero de 2018

Sólo para villamelones

Cuando el 17 de junio del año pasado, sobre la arena de la plaza de Aire Sur L´Adour, Iván Fandiño quedó a merced de aquel toro que le empitonó cuando lanceaba con el capote, se volvería aún más clara la enorme gesta, la épica historia, de un torero vasco que luchó siempre contra corriente.

Es una historia de fuerza y valor que ya se conocía, pero que acaso no se transparentaba del todo, más allá de los corrillos cercanos a su personal y callado mundo de lucha: las puertas que se cerraban, el extraoficial boicot de las figuras, el cobro de cuentas para un torero que nunca quiso ceder a los intereses de las familias que dominaban, y dominan aún, el mundo del toreo.

En aquella lucha, el diestro nacido en Orduña contó siempre con una segunda mano incondicional, fiel como ninguna, y seguramente tan valiente como él; un enjuto alcarreño, apenas unos años mayor, que había intentado ser torero y se había conformado con hacerse parte del mundo de la mercadotecnia: Néstor García.

El mismo Néstor ha asegurado que si Fandiño hubiese nacido en Sevilla quizá otra hubiese sido la historia. También la hubiese sido si las riendas de un torero de las dimensiones del vasco hubieran sido atendidas por algún representante de las casas empresariales que dominan el negocio, pero el caso fue que se trataba de un hombre de carácter inquebrantable, ideas fijas y persistencias al límite.

Así que Fandiño y García hicieron una mancuerna indisoluble y anduvieron el camino de cardos con la frente en alto y con una necedad a toda prueba, haciendo de algunas plazas su emporio, y obligando a las empresas a hacerles compartir paseíllo con figuras que, en otros sitios, no se juntarían con ellos. Bilbao, Pamplona, Zaragoza y algunas en Francia, fueron ejemplo claro de ello.

La carrera de Fandiño, no ausente de sinsabores y descalabros, aunque siempre de la mano de Néstor, alcanzó alturas que seguramente despertaron molestias, y fue aderezada con detalles, de mayor o menor calado, que también le dieron forma: Su silencio en el rincón de siempre en el patio de cuadrillas, el perfilarse a matar sin muleta, o convertirse en el único alternante capaz de no brindar la muerte de alguno de sus toros al mismísimo Rey Juan Carlos de Borbón, en la corrida de la Beneficencia, en Madrid.

Meses después de la partida de Fandiño, Néstor García presenta este próximo lunes, en el madrileño teatro de Bellas Artes, un libro biográfico sobre el torero vasco con el título de “Mañana seré libre”. Ahí, repasa la vida de quien fuera, más que su poderdante, su amigo íntimo, y desvela las muchas piedras de ese camino que recorrieron juntos y que le ha convencido de poner distancia definitiva del mundo del toro.

“Fandiño es el último héroe del siglo veintiuno”, ha dicho García, quien ha comparado al negocio taurino con la mafia siciliana, recordando los muchos pasajes de una historia que no puede entenderse sin el binomio que conformó con Iván. Un binomio, una sociedad inquebrantable, una lealtad a toda prueba, que no pudo romper, si acaso, mas que la propia muerte.

Medio kilo de papel, editado por el propio autor en clara muestra de su independentista carácter, de veinte euros de costo, con la foto del torero de terno ensangrentado en la portada y dedicado a esa niña que se quedó hace unos meses sin padre, y que debe saber que proviene no de un mártir, sino del que fuera el último héroe del siglo que vivimos.

Cuando el 17 de junio del año pasado, sobre la arena de la plaza de Aire Sur L´Adour, Iván Fandiño quedó a merced de aquel toro que le empitonó cuando lanceaba con el capote, se volvería aún más clara la enorme gesta, la épica historia, de un torero vasco que luchó siempre contra corriente.

Es una historia de fuerza y valor que ya se conocía, pero que acaso no se transparentaba del todo, más allá de los corrillos cercanos a su personal y callado mundo de lucha: las puertas que se cerraban, el extraoficial boicot de las figuras, el cobro de cuentas para un torero que nunca quiso ceder a los intereses de las familias que dominaban, y dominan aún, el mundo del toreo.

En aquella lucha, el diestro nacido en Orduña contó siempre con una segunda mano incondicional, fiel como ninguna, y seguramente tan valiente como él; un enjuto alcarreño, apenas unos años mayor, que había intentado ser torero y se había conformado con hacerse parte del mundo de la mercadotecnia: Néstor García.

El mismo Néstor ha asegurado que si Fandiño hubiese nacido en Sevilla quizá otra hubiese sido la historia. También la hubiese sido si las riendas de un torero de las dimensiones del vasco hubieran sido atendidas por algún representante de las casas empresariales que dominan el negocio, pero el caso fue que se trataba de un hombre de carácter inquebrantable, ideas fijas y persistencias al límite.

Así que Fandiño y García hicieron una mancuerna indisoluble y anduvieron el camino de cardos con la frente en alto y con una necedad a toda prueba, haciendo de algunas plazas su emporio, y obligando a las empresas a hacerles compartir paseíllo con figuras que, en otros sitios, no se juntarían con ellos. Bilbao, Pamplona, Zaragoza y algunas en Francia, fueron ejemplo claro de ello.

La carrera de Fandiño, no ausente de sinsabores y descalabros, aunque siempre de la mano de Néstor, alcanzó alturas que seguramente despertaron molestias, y fue aderezada con detalles, de mayor o menor calado, que también le dieron forma: Su silencio en el rincón de siempre en el patio de cuadrillas, el perfilarse a matar sin muleta, o convertirse en el único alternante capaz de no brindar la muerte de alguno de sus toros al mismísimo Rey Juan Carlos de Borbón, en la corrida de la Beneficencia, en Madrid.

Meses después de la partida de Fandiño, Néstor García presenta este próximo lunes, en el madrileño teatro de Bellas Artes, un libro biográfico sobre el torero vasco con el título de “Mañana seré libre”. Ahí, repasa la vida de quien fuera, más que su poderdante, su amigo íntimo, y desvela las muchas piedras de ese camino que recorrieron juntos y que le ha convencido de poner distancia definitiva del mundo del toro.

“Fandiño es el último héroe del siglo veintiuno”, ha dicho García, quien ha comparado al negocio taurino con la mafia siciliana, recordando los muchos pasajes de una historia que no puede entenderse sin el binomio que conformó con Iván. Un binomio, una sociedad inquebrantable, una lealtad a toda prueba, que no pudo romper, si acaso, mas que la propia muerte.

Medio kilo de papel, editado por el propio autor en clara muestra de su independentista carácter, de veinte euros de costo, con la foto del torero de terno ensangrentado en la portada y dedicado a esa niña que se quedó hace unos meses sin padre, y que debe saber que proviene no de un mártir, sino del que fuera el último héroe del siglo que vivimos.