/ miércoles 28 de octubre de 2020

Sólo para villamelones | La Plaza Colón

Eran ya finales de noviembre de aquel 1898 cuando fue inaugurada, por primera ocasión, la legendaria plaza de toros queretana que recibió el nombre de “Colón”, en honor al descubridor de América. Instalada frente a la Alameda Hidalgo, al sur de lo que entonces era la totalidad de la ciudad, el empresario Marcelino Maciel, que regenteaba el inmueble, presentó a Manuel Díaz Lavi, “El Habanero”, quien esa tarde le cedió los trastes de matador de toros al diestro sevillano Manuel Calleja, “El Colorín”, a la postre triunfador del festejo.

Muchos acontecimientos se dieron desde entonces en aquella plaza hoy desaparecida, preámbulo de la actual Santa María, incluyendo una reapertura, luego de obras de adecuación, en diciembre de 1900. Por su arena pasaron lo mismo el español Francisco Carrillo, que lidiadores de excelencia en su tiempo, como Corete, Guerrilla, Antonio Montes, Machío Trigo, Félix Velasco, Tenes, o Arcadio Ramírez, el popular “Reverte Mexicano”.

La Colón vino a substituir a la Plaza de Occidente, que dio su último festejo unos días antes de la inauguración del nuevo coso taurino, con una desangelada corrida, gracias a la mansedumbre del ganado que se corrió en aquella ocasión.

Más de sesenta años estaría vigente la plaza de toros Colón, antes de ser derruida a principios de la década del pasado siglo, y en ella se vivieron no sólo festejos taurinos profesionales, sino muy diversas organizaciones, que incluyeron la participación de aficionados dispuestos a echar capa por una buena causa, como sucedió a principios de 1903, cuando se recabaron ahí fondos para ayudar a combatir la peste bubónica que aquejaba a algunos lugares de nuestro país.

De esa plaza de toros, donde se forjó la tradición de las corridas de Navidad cada diciembre, sólo ha quedado el nombre de una calle, y desde luego, el recuerdo de quienes hasta ello tuvieron la oportunidad de asistir, y, en muchos casos, recibir las descargas de naftalina que acostumbraban a lanzar los más vagos de la ciudad.

Su arena vivió momentos históricos, como la despedida de Paco Gorráez, o la alternativa de Manuel Capetillo, y en ella partieron plaza los más importantes toreros de varias generaciones, como Silverio Pérez, Alberto Balderas, El Soldado, Carlos Arruza, Luis Procuna o Rafael Rodríguez, por sólo mencionar algunos. En la despedida de Gorráez, el llamado “Cachorro de Querétaro”, se lidiaron toros de la Punta y alternaron Carlos Arruza y Luis Procuna. También de La Punta fue la procedencia del ganado para la corrida de alternativa de Capetillo, corneado aquella tarde, con el apadrinamiento del famoso “Berrendito de San Juan”.

En 1962 la picota llegó, sin piedad, a demoler la vieja plaza Colón, por lo que la tradicional corrida navideña tuvo que celebrarse, aquel año, a un costado de la Parroquia de Santiago. Un año después, en 1963, sería inaugurada la bella Santa María, y Querétaro lograría un escenario ideal para abrigar una tradición anual que nunca, aún sin plaza, dejó de ejercerse. Acaso este 2020, gracias a la pandemia que vivimos, será la primera ocasión que aquel legado de la plaza Colón no pueda llevarse a cabo.

Eran ya finales de noviembre de aquel 1898 cuando fue inaugurada, por primera ocasión, la legendaria plaza de toros queretana que recibió el nombre de “Colón”, en honor al descubridor de América. Instalada frente a la Alameda Hidalgo, al sur de lo que entonces era la totalidad de la ciudad, el empresario Marcelino Maciel, que regenteaba el inmueble, presentó a Manuel Díaz Lavi, “El Habanero”, quien esa tarde le cedió los trastes de matador de toros al diestro sevillano Manuel Calleja, “El Colorín”, a la postre triunfador del festejo.

Muchos acontecimientos se dieron desde entonces en aquella plaza hoy desaparecida, preámbulo de la actual Santa María, incluyendo una reapertura, luego de obras de adecuación, en diciembre de 1900. Por su arena pasaron lo mismo el español Francisco Carrillo, que lidiadores de excelencia en su tiempo, como Corete, Guerrilla, Antonio Montes, Machío Trigo, Félix Velasco, Tenes, o Arcadio Ramírez, el popular “Reverte Mexicano”.

La Colón vino a substituir a la Plaza de Occidente, que dio su último festejo unos días antes de la inauguración del nuevo coso taurino, con una desangelada corrida, gracias a la mansedumbre del ganado que se corrió en aquella ocasión.

Más de sesenta años estaría vigente la plaza de toros Colón, antes de ser derruida a principios de la década del pasado siglo, y en ella se vivieron no sólo festejos taurinos profesionales, sino muy diversas organizaciones, que incluyeron la participación de aficionados dispuestos a echar capa por una buena causa, como sucedió a principios de 1903, cuando se recabaron ahí fondos para ayudar a combatir la peste bubónica que aquejaba a algunos lugares de nuestro país.

De esa plaza de toros, donde se forjó la tradición de las corridas de Navidad cada diciembre, sólo ha quedado el nombre de una calle, y desde luego, el recuerdo de quienes hasta ello tuvieron la oportunidad de asistir, y, en muchos casos, recibir las descargas de naftalina que acostumbraban a lanzar los más vagos de la ciudad.

Su arena vivió momentos históricos, como la despedida de Paco Gorráez, o la alternativa de Manuel Capetillo, y en ella partieron plaza los más importantes toreros de varias generaciones, como Silverio Pérez, Alberto Balderas, El Soldado, Carlos Arruza, Luis Procuna o Rafael Rodríguez, por sólo mencionar algunos. En la despedida de Gorráez, el llamado “Cachorro de Querétaro”, se lidiaron toros de la Punta y alternaron Carlos Arruza y Luis Procuna. También de La Punta fue la procedencia del ganado para la corrida de alternativa de Capetillo, corneado aquella tarde, con el apadrinamiento del famoso “Berrendito de San Juan”.

En 1962 la picota llegó, sin piedad, a demoler la vieja plaza Colón, por lo que la tradicional corrida navideña tuvo que celebrarse, aquel año, a un costado de la Parroquia de Santiago. Un año después, en 1963, sería inaugurada la bella Santa María, y Querétaro lograría un escenario ideal para abrigar una tradición anual que nunca, aún sin plaza, dejó de ejercerse. Acaso este 2020, gracias a la pandemia que vivimos, será la primera ocasión que aquel legado de la plaza Colón no pueda llevarse a cabo.