/ miércoles 23 de junio de 2021

Sólo para villamelones | Venta de la Santa María

Aunque oficialmente se ha negado, por parte de sus propietarios, la venta del inmueble y terreno que alberga a la plaza de toros Santa María de Querétaro, los rumores sobre ello han sido tan intensos que mueven a la creencia de que esta operación está en cercanías de concretarse.

Si esto sucede, el bello coso edificado por don Nicolás González Jáuregui desaparecerá, y con él toda una historia brillante del toreo en nuestro país, pues sobre su arena sucedieron acontecimientos taurinos importantísimos y trascendentes.

Baste recordar que fue ahí donde Paco Camino estructuró la que se considera por muchos la mejor faena en décadas, a un toro de la ganadería de Javier Garfias con el nombre de “Navideño”. Ahí también ejecutó otras muchas el desaparecido diestro regiomontano Manolo Martínez, y partieron plaza maestros de la talla de Manuel Benítez, El Cordobés; Alfonso Ramírez, El Calesero; Santiago Martín, El Viti; Miguel Espinosa, Armillita Chico; Pedro Moya, El niño de la capea; Eloy Cavazos, José María Manzanares padre, Paco Ojeda, Joselito Huerta, y tantos nombres importantes para la historia de la Fiesta.

Ciertamente, la plaza que a la muerte de don Nicolás fue administrada por muchos años por su hijo, y después por su nieto, ambos del mismo nombre, había sido presa de los malos tiempos que aquejan al espectáculo del toreo, y que fueron rematados por una pandemia que la obligó a suspender, por primera vez en tantos años, la tradicional corrida navideña de Querétaro.

Agobiada por la edificación de diversos negocios a su alrededor, ahorcando su ya insuficiente estacionamiento, la plaza debe significar, más que una ventaja, un menoscabo económico, sobre todo si consideramos que incluso otros espectáculos y conciertos que ahí podían presentarse con una capacidad de diez mil espectadores, también desaparecieron ante las circunstancias sanitarias del mundo.

Por todo ello, resulta difícil pensar que los actuales propietarios del inmueble, los hermanos González Aréstegui, puedan mantener el espíritu romántico que llevó a su abuelo a la edificación de una plaza de toros para la ciudad de Querétaro. Los tiempos no lo permiten.

Así que, pese a que no hay un contrato de compra venta aún, nada difícil sería que en no demasiado tiempo su bella imagen se troque por un moderno edificio para la venta de productos. Y Querétaro así perderá uno de sus más entrañables edificios del siglo veinte.

Aunque oficialmente se ha negado, por parte de sus propietarios, la venta del inmueble y terreno que alberga a la plaza de toros Santa María de Querétaro, los rumores sobre ello han sido tan intensos que mueven a la creencia de que esta operación está en cercanías de concretarse.

Si esto sucede, el bello coso edificado por don Nicolás González Jáuregui desaparecerá, y con él toda una historia brillante del toreo en nuestro país, pues sobre su arena sucedieron acontecimientos taurinos importantísimos y trascendentes.

Baste recordar que fue ahí donde Paco Camino estructuró la que se considera por muchos la mejor faena en décadas, a un toro de la ganadería de Javier Garfias con el nombre de “Navideño”. Ahí también ejecutó otras muchas el desaparecido diestro regiomontano Manolo Martínez, y partieron plaza maestros de la talla de Manuel Benítez, El Cordobés; Alfonso Ramírez, El Calesero; Santiago Martín, El Viti; Miguel Espinosa, Armillita Chico; Pedro Moya, El niño de la capea; Eloy Cavazos, José María Manzanares padre, Paco Ojeda, Joselito Huerta, y tantos nombres importantes para la historia de la Fiesta.

Ciertamente, la plaza que a la muerte de don Nicolás fue administrada por muchos años por su hijo, y después por su nieto, ambos del mismo nombre, había sido presa de los malos tiempos que aquejan al espectáculo del toreo, y que fueron rematados por una pandemia que la obligó a suspender, por primera vez en tantos años, la tradicional corrida navideña de Querétaro.

Agobiada por la edificación de diversos negocios a su alrededor, ahorcando su ya insuficiente estacionamiento, la plaza debe significar, más que una ventaja, un menoscabo económico, sobre todo si consideramos que incluso otros espectáculos y conciertos que ahí podían presentarse con una capacidad de diez mil espectadores, también desaparecieron ante las circunstancias sanitarias del mundo.

Por todo ello, resulta difícil pensar que los actuales propietarios del inmueble, los hermanos González Aréstegui, puedan mantener el espíritu romántico que llevó a su abuelo a la edificación de una plaza de toros para la ciudad de Querétaro. Los tiempos no lo permiten.

Así que, pese a que no hay un contrato de compra venta aún, nada difícil sería que en no demasiado tiempo su bella imagen se troque por un moderno edificio para la venta de productos. Y Querétaro así perderá uno de sus más entrañables edificios del siglo veinte.