/ viernes 6 de julio de 2018

Aniversario del Grupo Cultural El Marqués de Querétaro

Para continuar con las actividades del XXV Aniversario del Grupo Cultural El Marqués, sus integrantes se dieron cita en el Museo de Arte Sacro, para escuchar la interesante conferencia que expuso su directora, maestra Gloria Lara de Alfaro, bajo el título Monjas Coronadas.

En el transcurso de la exposición, Gloria señaló como preámbulo que durante el siglo XVI las mujeres desempeñaron un papel importante como transmisoras de la cultura material y doméstica hispánica, así como de los valores sociales y religiosos. Tanto la cultura prehispánica como la española atribuyeron al matrimonio y la familia un fuerte valor social, por lo que se fusionaron en el siglo XVI para consolidar al matrimonio como base esencial de una sociedad sana y ordenada. Explicó que el modelo de conducta social fue severo y muy exigente para la mujer, por lo que necesitaban una protección especial en forma de reclusión, la vigilancia de los padres o el refugio en la religión, para preservación de sí mismas y el honor de la familia, por lo que en esa sociedad la mujer tenía dos caminos: lograr un matrimonio que le garantizara sustento y prestigio social, o unirse a Dios y renunciar a la vida mundana.

La elección de estado de una mujer ocurría entre los 15 y los 22 años de edad, y la edad promedio para que una joven hiciera votos solemnes era alrededor de los 20 años. La aspirante debía probar su ‘pureza’ de sangre: ser hija legitima y de padres católicos practicantes y casados por la Iglesia y que no hubieran sido herejes ni condenados por la Santa Inquisición; así como dar muestras de querer abrazar la pobreza y obediencia. La familia de las aspirantes a monjas estaba obligada a dar una “dote” igual que como se acostumbraba en las bodas de cristianos civiles.

Explicó que en muchos monasterios tuvieron que convivir mujeres que llegaron voluntariamente y otras que ingresaron presionadas, con resentimiento o en rebelión abierta. También se recibían seculares como niñas educandas, o como sirvientas o "donadas" que estarían al servicio de las religiosas, como ocurrió en el convento del Sagrado Corazón de Jesús, que en Querétaro conocemos como Santa Clara.

Después mencionó que durante el virreinato, entre las órdenes de monjas existía un ritual conocido como Coronación. Era una larga ceremonia de ordenación de gran solemnidad: se iniciaba con una procesión de la comunidad entera, que se dirigía hacia el coro bajo de la capilla conventual. Las monjas llevaban en sus manos velas encendidas, e iban cantando coros alusivos a la ocasión. Las dirigía la madre superiora, quien llevaba un crucifijo en las manos. Las monjas que iban a tomar los votos entraban al convento ataviadas con los hábitos de sus órdenes, y elementos materiales que simbolizan la entrega y el compromiso de la profesión religiosa, pero llevados al extremo de la ornamentación: eran engalanadas con coronas de flores, de distintos grados de suntuosidad, vistosas y muy coloridas coronas de flores, y a veces de cera o de papel, que podían contener pajaritos, imágenes de Santos o Ángeles imágenes del niño Dios o crucifijos. Llevaban también velas decoradas, palmas y ramos de flores. Después de revestirse se postraban delante del altar y se las cubría con velo negro, símbolo de ‘renuncia’ al mundo. Ante el Obispo pronunciaban sus votos perpetuos y les entregaba un libro con las Constituciones de la Orden y su lista de deberes; les señalaba sus obligaciones y les daba el nuevo nombre que como profesas. Posteriormente, en un saloncito anexo a la capilla, se les cortaban sus cabellos y eran despojadas de sus adornos y ricos vestidos para vestir un tosco sayal, así como un anillo que significaba su eterno compromiso con su Divino esposo, Jesús, que llevarían hasta su muerte como sinónimo de su abandono del mundo. Enseguida regresaban y durante la Misa solemne, tendidas en el piso las monjas ya profesas, eran cubiertas con un paño negro y salpicadas con flores para significar que en ese momento morían para el mundo. Más tarde firmaban el libro de profesiones. Se dirigían al interior del convento y se despedían del mundo para siempre…

Detalló que las monjas eran coronadas el día de su profesión, al ser nombradas priora del convento, al cumplir 25 y 50 años de vida religiosa o en su muerte física, cuando tuvieran una vida ejemplar.

Abordó también los temas: Retratos de monjas coronadas, iconografía, los conventos en Querétaro, la fundación y evolución del convento de Santa Clara, Sor Juana Inés de la Cruz, Sor Ana María de San Francisco y Neve y artesanía mexicana relacionada con las Monjas Coronadas. Posteriormente, dentro del convento de Santa Clara explicó cómo se elaboraban los retablos dorados y la forma en que profesaban las monjas. Para finalizar esta reunión con broche de oro, las integrantes del grupo se dirigieron a conocida cafetería donde disfrutaron de alegres momentos acompañados de espumoso chocolate y ricas piezas de pan.

Para continuar con las actividades del XXV Aniversario del Grupo Cultural El Marqués, sus integrantes se dieron cita en el Museo de Arte Sacro, para escuchar la interesante conferencia que expuso su directora, maestra Gloria Lara de Alfaro, bajo el título Monjas Coronadas.

En el transcurso de la exposición, Gloria señaló como preámbulo que durante el siglo XVI las mujeres desempeñaron un papel importante como transmisoras de la cultura material y doméstica hispánica, así como de los valores sociales y religiosos. Tanto la cultura prehispánica como la española atribuyeron al matrimonio y la familia un fuerte valor social, por lo que se fusionaron en el siglo XVI para consolidar al matrimonio como base esencial de una sociedad sana y ordenada. Explicó que el modelo de conducta social fue severo y muy exigente para la mujer, por lo que necesitaban una protección especial en forma de reclusión, la vigilancia de los padres o el refugio en la religión, para preservación de sí mismas y el honor de la familia, por lo que en esa sociedad la mujer tenía dos caminos: lograr un matrimonio que le garantizara sustento y prestigio social, o unirse a Dios y renunciar a la vida mundana.

La elección de estado de una mujer ocurría entre los 15 y los 22 años de edad, y la edad promedio para que una joven hiciera votos solemnes era alrededor de los 20 años. La aspirante debía probar su ‘pureza’ de sangre: ser hija legitima y de padres católicos practicantes y casados por la Iglesia y que no hubieran sido herejes ni condenados por la Santa Inquisición; así como dar muestras de querer abrazar la pobreza y obediencia. La familia de las aspirantes a monjas estaba obligada a dar una “dote” igual que como se acostumbraba en las bodas de cristianos civiles.

Explicó que en muchos monasterios tuvieron que convivir mujeres que llegaron voluntariamente y otras que ingresaron presionadas, con resentimiento o en rebelión abierta. También se recibían seculares como niñas educandas, o como sirvientas o "donadas" que estarían al servicio de las religiosas, como ocurrió en el convento del Sagrado Corazón de Jesús, que en Querétaro conocemos como Santa Clara.

Después mencionó que durante el virreinato, entre las órdenes de monjas existía un ritual conocido como Coronación. Era una larga ceremonia de ordenación de gran solemnidad: se iniciaba con una procesión de la comunidad entera, que se dirigía hacia el coro bajo de la capilla conventual. Las monjas llevaban en sus manos velas encendidas, e iban cantando coros alusivos a la ocasión. Las dirigía la madre superiora, quien llevaba un crucifijo en las manos. Las monjas que iban a tomar los votos entraban al convento ataviadas con los hábitos de sus órdenes, y elementos materiales que simbolizan la entrega y el compromiso de la profesión religiosa, pero llevados al extremo de la ornamentación: eran engalanadas con coronas de flores, de distintos grados de suntuosidad, vistosas y muy coloridas coronas de flores, y a veces de cera o de papel, que podían contener pajaritos, imágenes de Santos o Ángeles imágenes del niño Dios o crucifijos. Llevaban también velas decoradas, palmas y ramos de flores. Después de revestirse se postraban delante del altar y se las cubría con velo negro, símbolo de ‘renuncia’ al mundo. Ante el Obispo pronunciaban sus votos perpetuos y les entregaba un libro con las Constituciones de la Orden y su lista de deberes; les señalaba sus obligaciones y les daba el nuevo nombre que como profesas. Posteriormente, en un saloncito anexo a la capilla, se les cortaban sus cabellos y eran despojadas de sus adornos y ricos vestidos para vestir un tosco sayal, así como un anillo que significaba su eterno compromiso con su Divino esposo, Jesús, que llevarían hasta su muerte como sinónimo de su abandono del mundo. Enseguida regresaban y durante la Misa solemne, tendidas en el piso las monjas ya profesas, eran cubiertas con un paño negro y salpicadas con flores para significar que en ese momento morían para el mundo. Más tarde firmaban el libro de profesiones. Se dirigían al interior del convento y se despedían del mundo para siempre…

Detalló que las monjas eran coronadas el día de su profesión, al ser nombradas priora del convento, al cumplir 25 y 50 años de vida religiosa o en su muerte física, cuando tuvieran una vida ejemplar.

Abordó también los temas: Retratos de monjas coronadas, iconografía, los conventos en Querétaro, la fundación y evolución del convento de Santa Clara, Sor Juana Inés de la Cruz, Sor Ana María de San Francisco y Neve y artesanía mexicana relacionada con las Monjas Coronadas. Posteriormente, dentro del convento de Santa Clara explicó cómo se elaboraban los retablos dorados y la forma en que profesaban las monjas. Para finalizar esta reunión con broche de oro, las integrantes del grupo se dirigieron a conocida cafetería donde disfrutaron de alegres momentos acompañados de espumoso chocolate y ricas piezas de pan.

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