/ lunes 12 de abril de 2021

Desarrollo en Armonía | Entrarle es difícil. No hacerlo, es peor

No se puede desarrollar en armonía y esperar ser una empresa próspera en un país donde cada día mueren 10 mujeres, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. ¿Cómo esperar crecimiento, certidumbre e inversión en un país donde diario aparecen carteles de “#JusticiaPara” mientras navegamos por redes sociales?

Recordemos siempre que, como iniciativa privada, nuestra misma actividad demuestra que no todo es culpa o responsabilidad del gobierno. Como empresas, grandes, chicas, medianas o micro, tenemos que comenzar a vernos como parte del problema, pero también de la solución.

Comencemos por el problema: la violencia de género en nuestras organizaciones. Cualquier mujer, de cualquier edad, escolaridad, ocupación o lugar de residencia, puede sufrir violencia. Dejemos de pensar que la violencia “sucede allá afuera”.

De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del 2016, el 66% de las mujeres reconocieron haber sufrido por lo menos un tipo de violencia a lo largo de su vida. En el ámbito laboral, el 27% de mujeres que trabajan o han trabajado en algún momento reportaron haber sufrido violencia o discriminación por género o embarazo; 11% fue violencia sexual y 10% violencia emocional. Igualmente, el 22% de mujeres asalariadas refirió haber sido víctima de discriminación laboral en los últimos 12 meses, al haber recibido un menor sueldo por el mismo trabajo, menores prestaciones a comparación de sus compañeros y menos oportunidades de ascenso.

¿Cómo se refleja esto en el día a día? Supongamos que contamos con 200 colaboradores, 100 mujeres y 100 hombres. De esas 100 mujeres, 66 han vivido algún tipo de violencia, 26 han sufrido acoso en tu lugar de trabajo, 11 fueron violentadas sexualmente y 10 emocionalmente. En los últimos 12 meses, 21 no fueron remuneradas justamente, no tuvieron las mismas vacaciones y no pueden ni soñar con convertirse en jefas de área. Más allá del género, ¿esto suena como una empresa productiva y exitosa?

Recordemos que violencia no sólo son golpes, homicidio y desapariciones. Violencia también es tener “género” en las descripciones de puesto, porque “hay puestos donde es mejor tener a un hombre”. Violencia también es interrumpir a la compañera que está hablando, o volver a explicar lo que ya dijo. Violencia es descartar o ignorar el enojo de una compañera porque “seguro está en esos días”. Violencia es pensar que una mujer con autoridad que pone límites es “mandona”, mientras un hombre haciendo lo mismo es “asertivo”. La violencia, lectores, también está, de alguna u otra manera en nuestras empresas.

En el 2019, la Organización Internacional del Trabajo planteó que las empresas debemos responder de una forma más comprensiva antes esta pandemia, por lo que emitió 5 maneras en las que podemos aportar a la solución:

1. Prevenir la violencia mediante la identificación de riesgos potenciales.

2. Comprometerse con la equidad de género y diversidad.

3. Implementación de políticas y procedimientos seguros

4. Colaborar y participar más allá de la empresa.

5. Ser responsable, mostrar cuentas calara y monitorear acciones.

El Instituto Nacionales de las Mujeres presenta algunas buenas prácticas empresariales en la implementación del Modelo de Equidad de Género. Empresas como Wal Mart de México y Centro América, Scotiabank Inverlat, Grupo AXO, Kraft Foods de México, BEPENSA, Grupo Omnilife, entre otras, se han tomado muy en serio el tema, generando buenas prácticas en varios rubros.

No tenemos que ser grandes empresas para ser grandes empresas. Es decir, no tenemos que esperar a facturar millones de pesos anualmente para ser empresas comprometidas, beneficiosas para la sociedad y de impacto positivo. Podemos empezar, como ha sido el caso de CR, con una actividad de sensibilización respecto al tema: una dinámica grupal en la que se leían testimonios de mujeres violentadas en primera persona. Además de ser una actividad dura que sacó lágrimas y generó malestar, creó empatía. O tal vez, eliminando chistes machistas del diálogo, al menos durante juntas laborales. Permitiendo a colaboradores, hombres o mujeres, llevar a sus hijos al trabajo o llegar un poco más tarde en caso de emergencias, festivales o compromisos familiares. Implementando y respetando políticas anti-hostigamiento sexual y reporte de abuso. Contratando por igual a hombres y mujeres para cualquier puesto, y permitiendo que más del 50% de nuestros puestos directivos sean ocupados por mujeres.

Hacerlo no solo es una elección inteligente; es una elección humana. Y como empresarios, sabemos que las elecciones son la base del éxito.


No se puede desarrollar en armonía y esperar ser una empresa próspera en un país donde cada día mueren 10 mujeres, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. ¿Cómo esperar crecimiento, certidumbre e inversión en un país donde diario aparecen carteles de “#JusticiaPara” mientras navegamos por redes sociales?

Recordemos siempre que, como iniciativa privada, nuestra misma actividad demuestra que no todo es culpa o responsabilidad del gobierno. Como empresas, grandes, chicas, medianas o micro, tenemos que comenzar a vernos como parte del problema, pero también de la solución.

Comencemos por el problema: la violencia de género en nuestras organizaciones. Cualquier mujer, de cualquier edad, escolaridad, ocupación o lugar de residencia, puede sufrir violencia. Dejemos de pensar que la violencia “sucede allá afuera”.

De acuerdo a la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH) del 2016, el 66% de las mujeres reconocieron haber sufrido por lo menos un tipo de violencia a lo largo de su vida. En el ámbito laboral, el 27% de mujeres que trabajan o han trabajado en algún momento reportaron haber sufrido violencia o discriminación por género o embarazo; 11% fue violencia sexual y 10% violencia emocional. Igualmente, el 22% de mujeres asalariadas refirió haber sido víctima de discriminación laboral en los últimos 12 meses, al haber recibido un menor sueldo por el mismo trabajo, menores prestaciones a comparación de sus compañeros y menos oportunidades de ascenso.

¿Cómo se refleja esto en el día a día? Supongamos que contamos con 200 colaboradores, 100 mujeres y 100 hombres. De esas 100 mujeres, 66 han vivido algún tipo de violencia, 26 han sufrido acoso en tu lugar de trabajo, 11 fueron violentadas sexualmente y 10 emocionalmente. En los últimos 12 meses, 21 no fueron remuneradas justamente, no tuvieron las mismas vacaciones y no pueden ni soñar con convertirse en jefas de área. Más allá del género, ¿esto suena como una empresa productiva y exitosa?

Recordemos que violencia no sólo son golpes, homicidio y desapariciones. Violencia también es tener “género” en las descripciones de puesto, porque “hay puestos donde es mejor tener a un hombre”. Violencia también es interrumpir a la compañera que está hablando, o volver a explicar lo que ya dijo. Violencia es descartar o ignorar el enojo de una compañera porque “seguro está en esos días”. Violencia es pensar que una mujer con autoridad que pone límites es “mandona”, mientras un hombre haciendo lo mismo es “asertivo”. La violencia, lectores, también está, de alguna u otra manera en nuestras empresas.

En el 2019, la Organización Internacional del Trabajo planteó que las empresas debemos responder de una forma más comprensiva antes esta pandemia, por lo que emitió 5 maneras en las que podemos aportar a la solución:

1. Prevenir la violencia mediante la identificación de riesgos potenciales.

2. Comprometerse con la equidad de género y diversidad.

3. Implementación de políticas y procedimientos seguros

4. Colaborar y participar más allá de la empresa.

5. Ser responsable, mostrar cuentas calara y monitorear acciones.

El Instituto Nacionales de las Mujeres presenta algunas buenas prácticas empresariales en la implementación del Modelo de Equidad de Género. Empresas como Wal Mart de México y Centro América, Scotiabank Inverlat, Grupo AXO, Kraft Foods de México, BEPENSA, Grupo Omnilife, entre otras, se han tomado muy en serio el tema, generando buenas prácticas en varios rubros.

No tenemos que ser grandes empresas para ser grandes empresas. Es decir, no tenemos que esperar a facturar millones de pesos anualmente para ser empresas comprometidas, beneficiosas para la sociedad y de impacto positivo. Podemos empezar, como ha sido el caso de CR, con una actividad de sensibilización respecto al tema: una dinámica grupal en la que se leían testimonios de mujeres violentadas en primera persona. Además de ser una actividad dura que sacó lágrimas y generó malestar, creó empatía. O tal vez, eliminando chistes machistas del diálogo, al menos durante juntas laborales. Permitiendo a colaboradores, hombres o mujeres, llevar a sus hijos al trabajo o llegar un poco más tarde en caso de emergencias, festivales o compromisos familiares. Implementando y respetando políticas anti-hostigamiento sexual y reporte de abuso. Contratando por igual a hombres y mujeres para cualquier puesto, y permitiendo que más del 50% de nuestros puestos directivos sean ocupados por mujeres.

Hacerlo no solo es una elección inteligente; es una elección humana. Y como empresarios, sabemos que las elecciones son la base del éxito.


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