Para resaltar su importancia como aspiración universal, la ONU instituyó el 20 de marzo como el Día Internacional de la Felicidad. La fecha, votada por unanimidad de todos los países miembros, fue proclamada por la Asamblea Nacional de Naciones Unidas el 28 de junio de 2012 y celebrada por primera vez en 2013.
La efeméride representa desde entonces una llamada de atención a los líderes mundiales en su afán por lograr este fin, así como un mensaje de esperanza para aquellos que no son felices.
LA FELICIDAD NACIONAL BRUTA
Ban ki-Moon aludía así a este concepto ideado en 1972 por el rey de Bután, un pequeño país del sur de Asia cercano a la cordillera del Himalaya, que a sus 16 años decidió que su gestión debía basarse en la felicidad de sus súbditos.
Para medir ésta creó entonces un indicador que establecía grados de felicidad en base a cuatro criterios: desarrollo sostenible, preservación cultural, conservación de la naturaleza y buen gobierno.
El concepto de la FNB ha evolucionado hasta nuestros días y actualmente se trata de un valor utilizado internacionalmente que tiene en cuenta hasta nueve dimensiones o elementos: bienestar psicológico, salud, uso de tiempo, educación, diversidad y resistencia cultural, buen gobierno, vitalidad de la comunidad, diversidad y resistencia ecológica y niveles de vida.
Partiendo de ello, la propia ONU elabora todos los años un informe que publica el Día de la Felicidad y en el que da a conocer los países más felices del mundo.
LOS RICOS LLORAN MENOS QUE LOS POBRES
El último Informe Mundial de la Felicidad (2021) señaló, por cuarta vez consecutiva, a Finlandia como país más feliz de mundo, seguido de Dinamarca y Suiza, países todos ellos en el “top” de las rentas per cápita mundiales.
Fuera ya de tópicos, es lógico que lugares con exuberante naturaleza, niveles bajos de contaminación, sistema de educación puntero, servicios sociales y alto nivel de libertad e igualdad copen el “ranking” de países felices.
Como es evidente también que Afganistán, una nación sometida a décadas de guerras y conflictos, sea el país más infeliz del mundo.
NO TODAS LAS FELICIDADES SON IGUALES
Lo que parece claro entonces es que la felicidad no es lo mismo para un sueco que para un mexicano, como tampoco lo es para una persona u otra al margen del país donde se viva.
En este sentido, Mike Wiking director ejecutivo del Instituto para la Búsqueda de la Felicidad de Copenhague, y calificado por “The Times” como el “hombre más feliz del mundo”, apunta que una vez que se satisfacen nuestras necesidades básicas, nos damos cuenta de que más dinero no conduce a la felicidad y, en cambio, nos enfocamos en lo que nos brinda una mejor calidad de vida.