/ domingo 21 de marzo de 2021

La mirada de Miriam Martínez|Hasta el último grano

Antes de la pandemia, vendía 150 elotes pues sus principales ventas las hacía en las escuelas de la zona como La Centenario, La Técnica 1 y General Régules

Desde hace 27 años la vida de Don Emilio ha girado en torno al maíz. De lunes a viernes se despierta a las 5 de la mañana para madrugar a la central de abastos en busca de maíz fresco, para deleitar con su buen y peculiar sabor, con unos de los manjares de las calles: los esquines y elotes preparados.

Vive en La Versolilla, a unos 40 kms del Centro Histórico, emprende el viaje al núcleo urbano, pues es en donde tiene casi tres décadas ofreciendo su buen sabor. Un vez adquiriendo su mercancía en el abastos, se dirige al lugar donde prepara, pasa alrededor de dos horas limpiando, pelando, cortando. Al medio día comienza el recorrido en su carrito móvil, caminando sobre las principales avenidas de La Piedad y El Retablo.

Antes de la pandemia, vendía 150 elotes pues sus principales ventas las hacía en las escuelas de la zona como La Centenario, La Técnica 1 y General Régules. Desde hace un año, que comenzó la contingencia, solamente vende una tercera parte pues casi no hay gente, aparte de que su jornada la ha ampliado hasta las 8 de la noche para intentar terminar “hasta el ultimo grano”.

Del negocio aún dependen 7 personas, entre sus hijas menores de edad, su esposa y él. Una de las niñas, tiene una enfermedad en los vasos sanguíneos de la cabeza, apenas empezaría el tratamiento en la CDMX, por medio del seguro popular, cuando suspendieron las consultas por la crisis sanitaria.

Tiene meses que Don Emilio no acude a preguntar si podría continuar el tratamiento de su hija, pues eso implicaría no vender un día y a su vez teme le indiquen deba desplazarse a la “gran ciudad” cuando él apenas tiene para sobrellevar los gastos del día a día: “No tengo dinero para pasajes o gastos, no tengo nada. No cuento con algo en mi casa para vender. Vivo de lo puro que vendo y si no vendo no hay dinero de dónde agarrar.”

La pobreza en el país ha reflejado en los últimos datos del INEGI que las familias mexicanas se ven en la necesidad de limitar su comida hasta hacerlo una sola vez al día. El estudio informa que 3 millones 211 mil hogares de México, prácticamente uno de cada 10 que hay en el país, sufre falta de comida.

Ese día, Don Emilio no había desayunado, pues lo hace hasta que vende algo (un vasito de esquites o una fruta picada), eran las 2 de la tarde. Para la comida, agarra “cualquier cosita” de su puesto, “si come uno una comida normal de 60 pesos, lo piensa en gastar en eso, pues hacen falta para otras cosas”.

El sabroso toque de especias con el que Don Emilio sazona sus esquites es auténtico. De lunes a viernes ofrece su buen sabor en la zona del Retablo, de 4 a 8 de la noche, estaciona su puesto móvil en Av. Prolongación Tecnológico, a la altura de calle Tampa.

Desde hace 27 años la vida de Don Emilio ha girado en torno al maíz. De lunes a viernes se despierta a las 5 de la mañana para madrugar a la central de abastos en busca de maíz fresco, para deleitar con su buen y peculiar sabor, con unos de los manjares de las calles: los esquines y elotes preparados.

Vive en La Versolilla, a unos 40 kms del Centro Histórico, emprende el viaje al núcleo urbano, pues es en donde tiene casi tres décadas ofreciendo su buen sabor. Un vez adquiriendo su mercancía en el abastos, se dirige al lugar donde prepara, pasa alrededor de dos horas limpiando, pelando, cortando. Al medio día comienza el recorrido en su carrito móvil, caminando sobre las principales avenidas de La Piedad y El Retablo.

Antes de la pandemia, vendía 150 elotes pues sus principales ventas las hacía en las escuelas de la zona como La Centenario, La Técnica 1 y General Régules. Desde hace un año, que comenzó la contingencia, solamente vende una tercera parte pues casi no hay gente, aparte de que su jornada la ha ampliado hasta las 8 de la noche para intentar terminar “hasta el ultimo grano”.

Del negocio aún dependen 7 personas, entre sus hijas menores de edad, su esposa y él. Una de las niñas, tiene una enfermedad en los vasos sanguíneos de la cabeza, apenas empezaría el tratamiento en la CDMX, por medio del seguro popular, cuando suspendieron las consultas por la crisis sanitaria.

Tiene meses que Don Emilio no acude a preguntar si podría continuar el tratamiento de su hija, pues eso implicaría no vender un día y a su vez teme le indiquen deba desplazarse a la “gran ciudad” cuando él apenas tiene para sobrellevar los gastos del día a día: “No tengo dinero para pasajes o gastos, no tengo nada. No cuento con algo en mi casa para vender. Vivo de lo puro que vendo y si no vendo no hay dinero de dónde agarrar.”

La pobreza en el país ha reflejado en los últimos datos del INEGI que las familias mexicanas se ven en la necesidad de limitar su comida hasta hacerlo una sola vez al día. El estudio informa que 3 millones 211 mil hogares de México, prácticamente uno de cada 10 que hay en el país, sufre falta de comida.

Ese día, Don Emilio no había desayunado, pues lo hace hasta que vende algo (un vasito de esquites o una fruta picada), eran las 2 de la tarde. Para la comida, agarra “cualquier cosita” de su puesto, “si come uno una comida normal de 60 pesos, lo piensa en gastar en eso, pues hacen falta para otras cosas”.

El sabroso toque de especias con el que Don Emilio sazona sus esquites es auténtico. De lunes a viernes ofrece su buen sabor en la zona del Retablo, de 4 a 8 de la noche, estaciona su puesto móvil en Av. Prolongación Tecnológico, a la altura de calle Tampa.

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