El ajetreo de la vida cotidiana, antes de la pandemia, no, nos permitía darnos cuenta de los pequeños detalles que nos rodean y aquellos que nos hacen sentirnos libres como: la naturaleza, los atardeceres, los animales y las plantas.
La pandemia cambió nuestra forma de comunicarnos, relacionarnos y la percepción que teníamos del mundo, de un momento a otro las cosas empezaron a ser efímeras, al igual que las personas que perdieron la vida a causa de un virus que aún no se conoce del todo.
Sin darnos cuenta, nos encontramos en cuarentena, sin poder salir a tomar un poco de aire, al parque, al campo o visitar a nuestros seres queridos, nuestra casa se convirtió en oficina, escuela, gimnasio, espacio de recreación y relajación, para muchos fue un golpe muy fuerte y para otros la oportunidad perfecta para fortalecer lazos familiares que había quedo en el olvido.
La nueva normalidad nos enseña a valorar todo aquello que teníamos y no podíamos ver por estar enajenados, en el trabajo, en el celular, en las redes sociales, brindando una nueva oportunidad para apreciar todo lo bueno que tenemos y habíamos olvidado por la cotidianidad.