La Procesión del Silencio llevada a cabo el Viernes Santo en Querétaro es una de las más populares del país. Año con año, el centro histórico de la ciudad recibe grandes cantidades de gente —foráneos y locales— que esperan presenciar el evento. Una mezcla de fervor y asombro se apodera de las calles.
Llevo varios años asistiendo a esta procesión que resulta ser una especie de paraíso fotográfico. Me gusta llegar con un par de horas de anticipación para presenciar todos los preparativos y capturar a los fieles desde la espera. Entre ellos están los que nunca fallan, esos que año con año están ahí, casi en el mismo lugar. También aparecen los curiosos o los que iban de paso y decidieron quedarse. Y los turistas, en cada edición vienen más.
La organización de esta procesión involucra la colaboración de alrededor de mil personas pertenecientes a las dieciséis hermandades diferentes que conforman el Patronato de la Procesión del Silencio. Para ellos, formar parte de esta procesión es un gran honor, ya que su participación simboliza un acto de penitencia. Ellos son escogidos con meses de anticipación y a partir de ese momento deben prepararse de manera física y espiritual para este gran día.
Una vez comenzada la procesión, el silencio impera. Solo se escucha el sonido de las cadenas que se arrastran sobre el piso de cantera y el susurro de los líderes de cada contingente dando instrucciones a su equipo.
A lo largo de estos años he trabajado en una serie que me gusta mucho y que he llamado Detrás del velo. Sus protagonistas son todas estas mujeres que desfilan con velos negros o morados (el morado es el color de la cuaresma y simboliza preparación espiritual y penitencia) y que le regalan a mi lente impresiones y capturas únicas, llenas de misticismo.
Algunas de las fotografías que forman parte de esta serie me han dado grandes satisfacciones, entre ellas una mención honorífica en el prestigiado concurso International Photography Awards (IPA). Actualmente, en el marco de la Feria del Arte, Queso y Vino 2018, esta serie se encuentra expuesta en las Cavas Donato. Están todos invitados.
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Texto y fotografías de Sandra Hernández, arquitecta y fotógrafa. Su pasión por el tema urbano y su acontecer cotidiano le ha llevado a explorar el mundo desde estas dos disciplinas cuya práctica está estrechamente ligada: una complementa a la otra.
Cuando no está de viaje trabajando en algún proyecto, divide su tiempo entre las ciudades de Quebec, Canadá y Querétaro, México.
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