/ sábado 22 de diciembre de 2018

Vitaflumen: El Desconcierto

Son muchos los detalles que escapan a la mirada superficial. Hay que entrenar el ojo, primero para aprender a observar, y después para saber qué hacer con lo observado

«Recientemente me ha dado por pensar que la vida consiste en contemplar cosas y quedarse desconcertado. No sé muy bien qué tengo o qué no tengo. Me sucede esto observándome a mí misma, así que imagínense cómo es cuando observo las vidas de otros. Si soy sincera, no lo sé realmente. […] Yo tomé la decisión de esforzarme al máximo por observarlo todo. Esforzarme al máximo por estar desconcertada. Deambulando por este laberinto, llegaré a darme cuenta de algo aunque sea vagamente.»1

Leo estas líneas de la escritora coreana Yoon Sung-Hee ubicadas en la sección Palabras de la autora de su libro Espectadores y me quedo fría. Las leo dos o tres veces más y de manera impulsiva brinco hacia una de las cajas del armario a buscar mis diarios y libretas de notas. Y ahí estaba, no tardé mucho en encontrarlo. Con fecha de abril 2014 escribí unos párrafos que más o menos dicen así:

¿Adónde quiero ir con todo esto? No sé exactamente cuál sea mi proyecto ni qué forma tomará con el tiempo, pero empezaré por observar más y mejor. Esa será mi tarea primera, de momento esa es mi única certeza. Por algo la observación es el paso uno del método científico, alguna iluminación vendrá de esto.

[…]

Son muchos los detalles que escapan a la mirada superficial. Hay que entrenar el ojo, primero para aprender a observar, y después para saber qué hacer con lo observado. Dudar, no emitir juicios de valor ni dar nada por sentado, no perder el asombro, ni caer en la zona de confort. Ser una espectadora responsable e invisible.

[…]

Después de estas semanas de contemplación, Bogotá parece ser otra. Me asombra, casi abruma, la cantidad de información que reciben mis ojos. Podría permanecer durante horas parada en el mismo punto sin dejar de disparar. Al llegar casa y descargar las fotos me esperan otras sorpresas. Aun dedicada al ejercicio de observación, hay cosas que se escapan a la mirada y que más tarde aparecen, como una sorpresita, congeladas en las imágenes. Es como darle pausa a la vida.

En ese entonces yo vivía en Bogotá y había tomado la determinación de hacer algo más con mi ejercicio fotográfico. Llevaba ya varios años retratando la vida cotidiana de manera instintiva, casi involuntaria, y fue hasta esa época que tomé conciencia de ello y quise darle un sentido, encaminarlo más lejos. Meses después descubriré que todo esto que hacía ya tenía un nombre —street photography o fotografía urbana— y que muchos de los fotógrafos que admiraba desde hace tiempo se ubicaban dentro de este género. Para mí, los puntos empezaban a conectarse y esa iluminación que buscaba parecía llegar.

Ahora, tras mi lectura de esa nota en Espectadores, siento que un punto más se conecta. Yoon Sung-Hee lo define con maestría y precisión, y llama desconcierto a esa mezcla de duda y asombro que yo intentaba delimitar unos años atrás. Eso: desconcierto. Alguien le ha dado al clavo. Y esta sutil coincidencia, este suceso completamente insignificante e invisible para el resto de la humanidad, me produce un regocijo que es difícil de explicar y que me hace evocar estas líneas del gran Marcel Proust, a quien justamente leía en esos tiempos bogotanos, donde el protagonista encuentra sus propias reflexiones en las líneas de otro escritor:

«De repente, me pareció que mi vida humilde y los reinos de la verdad no estaban tan lejos uno del otro como creía, que incluso coincidían en ciertos puntos, y de certidumbre y alegría lloré en las páginas del escritor como en los brazos de un padre reencontrado.» 2

Así que las fotos que acompañan esta columna corresponden a esa temporada, a aquellos ejercicios de observación que me han traído hasta el día de hoy y que espero que me lleven más lejos, siempre en total desconcierto.


1 YOON, SUNG-HEE. (2016). Espectadores. Bonobos editores.

2 PROUST, MARCEL. (2011). À la recherche du temps perdu. Ed. Omnibus.


———————————-


Texto y fotografías de Sandra Hernández, arquitecta y fotógrafa. Su pasión por el tema urbano y su acontecer cotidiano le ha llevado a explorar el mundo desde estas dos disciplinas cuya práctica está estrechamente ligada: una complementa a la otra.

Cuando no está de viaje trabajando en algún proyecto, divide su tiempo entre las ciudades de Quebec, Canadá y Querétaro, México.

www.vitaflumen.com

Instagram: @Vita_Flumen / Facebook: @VitaFlumen1

«Recientemente me ha dado por pensar que la vida consiste en contemplar cosas y quedarse desconcertado. No sé muy bien qué tengo o qué no tengo. Me sucede esto observándome a mí misma, así que imagínense cómo es cuando observo las vidas de otros. Si soy sincera, no lo sé realmente. […] Yo tomé la decisión de esforzarme al máximo por observarlo todo. Esforzarme al máximo por estar desconcertada. Deambulando por este laberinto, llegaré a darme cuenta de algo aunque sea vagamente.»1

Leo estas líneas de la escritora coreana Yoon Sung-Hee ubicadas en la sección Palabras de la autora de su libro Espectadores y me quedo fría. Las leo dos o tres veces más y de manera impulsiva brinco hacia una de las cajas del armario a buscar mis diarios y libretas de notas. Y ahí estaba, no tardé mucho en encontrarlo. Con fecha de abril 2014 escribí unos párrafos que más o menos dicen así:

¿Adónde quiero ir con todo esto? No sé exactamente cuál sea mi proyecto ni qué forma tomará con el tiempo, pero empezaré por observar más y mejor. Esa será mi tarea primera, de momento esa es mi única certeza. Por algo la observación es el paso uno del método científico, alguna iluminación vendrá de esto.

[…]

Son muchos los detalles que escapan a la mirada superficial. Hay que entrenar el ojo, primero para aprender a observar, y después para saber qué hacer con lo observado. Dudar, no emitir juicios de valor ni dar nada por sentado, no perder el asombro, ni caer en la zona de confort. Ser una espectadora responsable e invisible.

[…]

Después de estas semanas de contemplación, Bogotá parece ser otra. Me asombra, casi abruma, la cantidad de información que reciben mis ojos. Podría permanecer durante horas parada en el mismo punto sin dejar de disparar. Al llegar casa y descargar las fotos me esperan otras sorpresas. Aun dedicada al ejercicio de observación, hay cosas que se escapan a la mirada y que más tarde aparecen, como una sorpresita, congeladas en las imágenes. Es como darle pausa a la vida.

En ese entonces yo vivía en Bogotá y había tomado la determinación de hacer algo más con mi ejercicio fotográfico. Llevaba ya varios años retratando la vida cotidiana de manera instintiva, casi involuntaria, y fue hasta esa época que tomé conciencia de ello y quise darle un sentido, encaminarlo más lejos. Meses después descubriré que todo esto que hacía ya tenía un nombre —street photography o fotografía urbana— y que muchos de los fotógrafos que admiraba desde hace tiempo se ubicaban dentro de este género. Para mí, los puntos empezaban a conectarse y esa iluminación que buscaba parecía llegar.

Ahora, tras mi lectura de esa nota en Espectadores, siento que un punto más se conecta. Yoon Sung-Hee lo define con maestría y precisión, y llama desconcierto a esa mezcla de duda y asombro que yo intentaba delimitar unos años atrás. Eso: desconcierto. Alguien le ha dado al clavo. Y esta sutil coincidencia, este suceso completamente insignificante e invisible para el resto de la humanidad, me produce un regocijo que es difícil de explicar y que me hace evocar estas líneas del gran Marcel Proust, a quien justamente leía en esos tiempos bogotanos, donde el protagonista encuentra sus propias reflexiones en las líneas de otro escritor:

«De repente, me pareció que mi vida humilde y los reinos de la verdad no estaban tan lejos uno del otro como creía, que incluso coincidían en ciertos puntos, y de certidumbre y alegría lloré en las páginas del escritor como en los brazos de un padre reencontrado.» 2

Así que las fotos que acompañan esta columna corresponden a esa temporada, a aquellos ejercicios de observación que me han traído hasta el día de hoy y que espero que me lleven más lejos, siempre en total desconcierto.


1 YOON, SUNG-HEE. (2016). Espectadores. Bonobos editores.

2 PROUST, MARCEL. (2011). À la recherche du temps perdu. Ed. Omnibus.


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Texto y fotografías de Sandra Hernández, arquitecta y fotógrafa. Su pasión por el tema urbano y su acontecer cotidiano le ha llevado a explorar el mundo desde estas dos disciplinas cuya práctica está estrechamente ligada: una complementa a la otra.

Cuando no está de viaje trabajando en algún proyecto, divide su tiempo entre las ciudades de Quebec, Canadá y Querétaro, México.

www.vitaflumen.com

Instagram: @Vita_Flumen / Facebook: @VitaFlumen1

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