/ sábado 4 de agosto de 2018

Vitaflumen - El observatorio de Jaipur y la prosa de Cortázar

«De Jai Singh se presume que hizo construir los observatorios con el elegante desencanto de una decadencia que nada podía esperar ya de las conquistas militares, ni siquiera tal vez de los serrallos donde sus mayores habían preferido un cielo de estrellas tibias en un tiempo de aromas y de músicas; serrallo del alto aire, un espacio inconquistable tendía el deseo del sultán en el límite de las rampas de mármol; sus noches de pavorreales blancos y de lejanas llamaradas en las aldeas, su mirada y sus máquinas organizando el frío caos violeta y verde y tigre: medir, computar, entender, ser parte, entrar, morir menos pobre, oponerse pecho a pecho a esa incomprensibilidad tachonada, arrancarle un jirón de clave, hundirle en el peor de los casos la flecha de la hipótesis, la anticipación del eclipse, reunir en un puño mental las riendas de esa multitud de caballos centelleantes y hostiles.»[1]


El párrafo anterior es un fragmento del libro Prosa del Observatorio, de Julio Cortázar. Este libro, quizás uno de los menos conocidos del escritor argentino (y también una rareza, ya que incluye fotografías de su autoría), salió a la luz en 1972 después de un viaje por la India donde descubrió los observatorios astronómicos construidos por el marajá Sawai Jai Singh II a inicios del siglo XVIII.

El marajá, por su parte, era un aficionado a la astronomía y gran amante de la arquitectura. Estos dos afectos lo llevaron a concebir los centros astronómicos, también llamados Jantar Mantar (del sánscrito, significa “instrumentos para calcular”), de Delhi, Varanasi, Ujjain y Jaipur, siendo este último el más extenso y espectacular de los cuatro.

El Jantar Mantar de Jaipur, ciudad fundada por el mismo Jai Singh en 1727, fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2010. Este observatorio, considerado uno de los más innovadores de su tiempo por su arquitectura y aportación técnica, es en realidad un complejo conformado por unos veinte instrumentos de medición astronómica, o gnomones, realizados de manera magistral en mampostería y hierro. Entre ellos, el más famoso es el Samrat Yantra, un reloj de sol que apunta al polo norte y que presume de ser el más grande del mundo con veintisiete metros de altura.

«Las máquinas de mármol, un helado erotismo en la noche de Jaipur, coagulación de luz en el recinto que guardan los hombres de Jai Singh, mercurio de rampas y hélices, grumos de luna entre tensores y placas de bronce; pero el hombre ahí, el inversor, el que da vuelta las suertes, el volatinero de la realidad: contra lo petrificado de una matemática ancestral, contra los husos de la altura destilando sus hebras para una inteligencia cómplice, telaraña de telarañas, un sultán herido de diferencia yergue su voluntad enamorada, desafía un cielo que una vez más propone las cartas transmisibles, entabla una lenta, interminable cópula con un cielo que exige obediencia y orden y que él violará noche tras noche en cada lecho de piedra, el frío vuelto brasa, la postura canónica desdeñada por caricias que desnudan de otra manera los ritmos de la luz en el mármol, que ciñen esas formas donde se deposita el tiempo de los astros y las alzan a sexo, a pezón y a murmullo. Erotismo de Jai Singh al término de una raza y una historia, rampas de los observatorios donde las vastas curvas de senos y de muslos ceden sus derroteros de delicia a una mirada que posee por transgresión y reto y que salta a lo innominable desde sus catapultas de tembloroso silencio mineral.»[2]


El manejo de formas, escala y proporción en el diseño de los gnomones, así como los colores y materiales utilizados me hicieron pensar en el gran arquitecto mexicano Luis Barragán y preguntarme si hay alguna conexión entre ellos o si se trata de una mera coincidencia. Lo cierto es que al llegar al lugar lo primero que impresiona es esa arquitectura que reinterpreta la aparente rigidez de la ciencia a través de líneas curvas y sensuales, pasajes escalonados que engranan patios, y vanos que son ventanas al cielo de Jaipur.

«Jai Singh quiere ser eso que pregunta, Jai Singh sabe que la sed que se sacia con el agua volverá a atormentarlo, Jai Singh sabe que solamente siendo el agua dejará de tener sed.»[3]

Pero para hablar de este lugar, nadie mejor que Cortázar.



contacto@vitaflumen.com

instagram: @Vita_Flumen

Facebook: @VitaFlumen1

www.vitaflumen.com


[1] Cortázar, Julio. Prosa del Observatorio. 1972. Barcelona. Ed. Lumen.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

«De Jai Singh se presume que hizo construir los observatorios con el elegante desencanto de una decadencia que nada podía esperar ya de las conquistas militares, ni siquiera tal vez de los serrallos donde sus mayores habían preferido un cielo de estrellas tibias en un tiempo de aromas y de músicas; serrallo del alto aire, un espacio inconquistable tendía el deseo del sultán en el límite de las rampas de mármol; sus noches de pavorreales blancos y de lejanas llamaradas en las aldeas, su mirada y sus máquinas organizando el frío caos violeta y verde y tigre: medir, computar, entender, ser parte, entrar, morir menos pobre, oponerse pecho a pecho a esa incomprensibilidad tachonada, arrancarle un jirón de clave, hundirle en el peor de los casos la flecha de la hipótesis, la anticipación del eclipse, reunir en un puño mental las riendas de esa multitud de caballos centelleantes y hostiles.»[1]


El párrafo anterior es un fragmento del libro Prosa del Observatorio, de Julio Cortázar. Este libro, quizás uno de los menos conocidos del escritor argentino (y también una rareza, ya que incluye fotografías de su autoría), salió a la luz en 1972 después de un viaje por la India donde descubrió los observatorios astronómicos construidos por el marajá Sawai Jai Singh II a inicios del siglo XVIII.

El marajá, por su parte, era un aficionado a la astronomía y gran amante de la arquitectura. Estos dos afectos lo llevaron a concebir los centros astronómicos, también llamados Jantar Mantar (del sánscrito, significa “instrumentos para calcular”), de Delhi, Varanasi, Ujjain y Jaipur, siendo este último el más extenso y espectacular de los cuatro.

El Jantar Mantar de Jaipur, ciudad fundada por el mismo Jai Singh en 1727, fue declarado por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad en el año 2010. Este observatorio, considerado uno de los más innovadores de su tiempo por su arquitectura y aportación técnica, es en realidad un complejo conformado por unos veinte instrumentos de medición astronómica, o gnomones, realizados de manera magistral en mampostería y hierro. Entre ellos, el más famoso es el Samrat Yantra, un reloj de sol que apunta al polo norte y que presume de ser el más grande del mundo con veintisiete metros de altura.

«Las máquinas de mármol, un helado erotismo en la noche de Jaipur, coagulación de luz en el recinto que guardan los hombres de Jai Singh, mercurio de rampas y hélices, grumos de luna entre tensores y placas de bronce; pero el hombre ahí, el inversor, el que da vuelta las suertes, el volatinero de la realidad: contra lo petrificado de una matemática ancestral, contra los husos de la altura destilando sus hebras para una inteligencia cómplice, telaraña de telarañas, un sultán herido de diferencia yergue su voluntad enamorada, desafía un cielo que una vez más propone las cartas transmisibles, entabla una lenta, interminable cópula con un cielo que exige obediencia y orden y que él violará noche tras noche en cada lecho de piedra, el frío vuelto brasa, la postura canónica desdeñada por caricias que desnudan de otra manera los ritmos de la luz en el mármol, que ciñen esas formas donde se deposita el tiempo de los astros y las alzan a sexo, a pezón y a murmullo. Erotismo de Jai Singh al término de una raza y una historia, rampas de los observatorios donde las vastas curvas de senos y de muslos ceden sus derroteros de delicia a una mirada que posee por transgresión y reto y que salta a lo innominable desde sus catapultas de tembloroso silencio mineral.»[2]


El manejo de formas, escala y proporción en el diseño de los gnomones, así como los colores y materiales utilizados me hicieron pensar en el gran arquitecto mexicano Luis Barragán y preguntarme si hay alguna conexión entre ellos o si se trata de una mera coincidencia. Lo cierto es que al llegar al lugar lo primero que impresiona es esa arquitectura que reinterpreta la aparente rigidez de la ciencia a través de líneas curvas y sensuales, pasajes escalonados que engranan patios, y vanos que son ventanas al cielo de Jaipur.

«Jai Singh quiere ser eso que pregunta, Jai Singh sabe que la sed que se sacia con el agua volverá a atormentarlo, Jai Singh sabe que solamente siendo el agua dejará de tener sed.»[3]

Pero para hablar de este lugar, nadie mejor que Cortázar.



contacto@vitaflumen.com

instagram: @Vita_Flumen

Facebook: @VitaFlumen1

www.vitaflumen.com


[1] Cortázar, Julio. Prosa del Observatorio. 1972. Barcelona. Ed. Lumen.

[2] Ibíd.

[3] Ibíd.

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