/ sábado 3 de agosto de 2019

Agua puerca

El libro de cabecera

En su cuenta de Twitter, el pasado lunes 22 de julio, Andrés Manuel López Obrador escribió lo siguiente: “Fortalecer la economía apoyando a los artesanos, a pequeños productores y microempresarios, es igual o más importante en creación de empleos y desarrollo, que solo apostar a las grandes corporaciones automatizadas y de poca generación en puestos de trabajo”. Un mensaje conmovedor.

El martes 23 de julio, en el periódico Milenio, se publicó la siguiente noticia: “Por sexta ocasión consecutiva, el Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo su pronóstico de crecimiento para la economía mexicana de este 2019. El organismo prevé que a finales de este año se crezca apenas 0.9%, nivel muy por debajo del 1.6% estimado hace tres meses, y muy lejos del 3% proyectado en abril del 2018. Para 2020, el cálculo se mantuvo 1.9%”. Un mensaje con datos, pero que a pocos les resultará atractivo y mucho menos conmovedor.

El primer mensaje venía acompañado de un video. Se escucha al presidente enfatizando innecesariamente su acento coloquial, sobre todo cuando pronuncia palabras como “trapiche” o “tlacoyo”: “Estoy aquí en este trapiche con Gilberto. Esta es la auténtica economía popular. Gilberto es ejidatario, tiene su parcela, cultiva la caña, tiene su trapiche, desde luego su caballo, que la verdad trabaja igual o más que Gilberto porque es el motor, el que mueve el trapiche. Este es el jugo de la caña, 10 pesos, este vaso de jugo de caña exquisito, natural, sabroso, no el agua puerca esa que venden allá, que no voy a decir cómo se llama, porque no le voy a hacer publicidad. Pero esto es muy sano. Y así como esto, existen las actividades productivas, abajo, en la gente. Se me viene a la memoria lo que hacen los productores de maíz y de haba que no solo producen el maíz y el haba, sino que hacen el tlacoyo, para ir a vender a la Ciudad de México. Esta es la economía que estamos impulsando. Y a ver, Gilberto, muéstranos cómo funciona el trapiche”. Enseguida, a la orden del presidente, Gilberto arrea a su caballo para que, con su movimiento circular, se active el trapiche, palabra muy querida por el presidente.

Libro Pensar rápido, pensar despacio (2011) presenta los sistemas de pensamiento que dan lugar a dos procesos: emotivo y racional. / Cortesía

El éxito en la tercera campaña presidencial de AMLO no se debió a sus ideas, sino a la forma en la que las ha transmitido en su eterna campaña, como candidato y presidente, la forma de un hombre que viste, habla y se comporta como un habitante de pueblo, aunque ahora viva en un palacio. El éxito de AMLO pasa por la estética más que por la técnica del mensaje, una imagen que evoca a una época mesiánica cargada de significados, emociones y símbolos: rebeldía contra el sistema, ausencia de protocolo, lucha contra la corrupción, coloquialismos, regionalismos, apodos a sus adversarios, maniqueísmos, alabanzas a lo popular y acusaciones hacia todo aquello que tenga que ver con el neoliberalismo, o que simplemente no piense lo mismo que él, una nueva versión de – ¿Qué hora es? – La hora que usted diga, señor presidente.

AMLO es marca registrada, un producto para un mercado de más de 30 millones de electores que decidió comprarlo a partir de una inclinación masiva a la respuesta emocional inmediata. Pero analicemos esto.

Nuestro cerebro funciona con dos sistemas:

· Sistema 1: emite juicios inmediatos e intuitivos, desarrolla sistemas de ideas complejos que no requieren de esfuerzo, pero que es incapaz de crear pensamientos ordenados y estructurados. Este sistema es emocional, predominante en los seres humanos.

· Sistema 2: requiere de un esfuerzo mental. Las impresiones, sentimientos, intuiciones, intenciones e impulsos que se generan en el sistema 1, en el 2 se convierten en creencias y acciones voluntarias. Este sistema es racional y no es tan popular en la gente.

Lo anterior lo plantea Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía 2002, en su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011), quien además ha explicado que el sistema 1 es rápido, automático, no requiere de esfuerzo, es asociativo y difícil de controlar o modificar; mientras que en el 2 las operaciones son lentas, seriales, requieren un mayor esfuerzo ya que son deliberantemente controladas por la persona, relativamente flexibles, y están determinadas por reglas.

En el mensaje y en las palabras del video, AMLO explota a las emociones, utiliza “fortalecer la economía” para inmediatamente complementarla con una serie de imágenes políticamente correctas y moralmente aceptables, que generan una carga emotiva inmediata “artesanos, pequeños productores y microempresarios”. “Pequeños” y “micro” empequeñecen cualitativamente las imágenes pero engrandecen potencialmente su emotividad. Mediante un lenguaje simple y básico, el presidente apela a emociones espontáneas, aunque no explique cómo es que va a conseguir que los productores del país coloquen sus productos en el mercado, en plena recesión.

La nota de Milenio, que se conecta con el sistema 2, no es efectiva emocionalmente a pesar de las malas noticias. Las cifras del PIB, las tasas de crecimiento, la balanza de pagos, los déficits fiscales, el incremento de los intereses, el precio del dólar, el plan de negocios de PEMEX no son mensajes que conectan emocionalmente con la gente. La economía es una ciencia compleja que requiere de la comprensión de dinámicas, movimientos, conceptos y fuerzas que operan a largo plazo y que, al menos en nuestro sistema democrático, no son considerados por la mayoría de la gente. El problema es que no sabemos que no sabemos, y quizás no queremos saber.

El lenguaje simple, las promesas y las soluciones a corto plazo de AMLO son bien recibidas por Gilberto, quien no puede ocultar su éxtasis cuando el presidente lo abraza. Decirle a Gilberto que su trabajo es “la economía que se está impulsando” es emocionalmente atractivo, la mayoría apoya esto sin objeción. AMLO ™ funciona porque no apela a la racionalidad, sino a la emoción.

Alguien tendría que decirle a Gilberto que las decisiones del presidente han provocado una caída en las inversiones, que el consumidor ya no compra y no confía tanto como antes. Es decir, a Gilberto le será muy difícil vender su jugo, aunque lo dé muy barato. Si la situación sigue como está, ni el mismo gobierno, con sus precios de garantía, le va a comprar su producto.

@doctorsimulacro

En su cuenta de Twitter, el pasado lunes 22 de julio, Andrés Manuel López Obrador escribió lo siguiente: “Fortalecer la economía apoyando a los artesanos, a pequeños productores y microempresarios, es igual o más importante en creación de empleos y desarrollo, que solo apostar a las grandes corporaciones automatizadas y de poca generación en puestos de trabajo”. Un mensaje conmovedor.

El martes 23 de julio, en el periódico Milenio, se publicó la siguiente noticia: “Por sexta ocasión consecutiva, el Fondo Monetario Internacional (FMI) redujo su pronóstico de crecimiento para la economía mexicana de este 2019. El organismo prevé que a finales de este año se crezca apenas 0.9%, nivel muy por debajo del 1.6% estimado hace tres meses, y muy lejos del 3% proyectado en abril del 2018. Para 2020, el cálculo se mantuvo 1.9%”. Un mensaje con datos, pero que a pocos les resultará atractivo y mucho menos conmovedor.

El primer mensaje venía acompañado de un video. Se escucha al presidente enfatizando innecesariamente su acento coloquial, sobre todo cuando pronuncia palabras como “trapiche” o “tlacoyo”: “Estoy aquí en este trapiche con Gilberto. Esta es la auténtica economía popular. Gilberto es ejidatario, tiene su parcela, cultiva la caña, tiene su trapiche, desde luego su caballo, que la verdad trabaja igual o más que Gilberto porque es el motor, el que mueve el trapiche. Este es el jugo de la caña, 10 pesos, este vaso de jugo de caña exquisito, natural, sabroso, no el agua puerca esa que venden allá, que no voy a decir cómo se llama, porque no le voy a hacer publicidad. Pero esto es muy sano. Y así como esto, existen las actividades productivas, abajo, en la gente. Se me viene a la memoria lo que hacen los productores de maíz y de haba que no solo producen el maíz y el haba, sino que hacen el tlacoyo, para ir a vender a la Ciudad de México. Esta es la economía que estamos impulsando. Y a ver, Gilberto, muéstranos cómo funciona el trapiche”. Enseguida, a la orden del presidente, Gilberto arrea a su caballo para que, con su movimiento circular, se active el trapiche, palabra muy querida por el presidente.

Libro Pensar rápido, pensar despacio (2011) presenta los sistemas de pensamiento que dan lugar a dos procesos: emotivo y racional. / Cortesía

El éxito en la tercera campaña presidencial de AMLO no se debió a sus ideas, sino a la forma en la que las ha transmitido en su eterna campaña, como candidato y presidente, la forma de un hombre que viste, habla y se comporta como un habitante de pueblo, aunque ahora viva en un palacio. El éxito de AMLO pasa por la estética más que por la técnica del mensaje, una imagen que evoca a una época mesiánica cargada de significados, emociones y símbolos: rebeldía contra el sistema, ausencia de protocolo, lucha contra la corrupción, coloquialismos, regionalismos, apodos a sus adversarios, maniqueísmos, alabanzas a lo popular y acusaciones hacia todo aquello que tenga que ver con el neoliberalismo, o que simplemente no piense lo mismo que él, una nueva versión de – ¿Qué hora es? – La hora que usted diga, señor presidente.

AMLO es marca registrada, un producto para un mercado de más de 30 millones de electores que decidió comprarlo a partir de una inclinación masiva a la respuesta emocional inmediata. Pero analicemos esto.

Nuestro cerebro funciona con dos sistemas:

· Sistema 1: emite juicios inmediatos e intuitivos, desarrolla sistemas de ideas complejos que no requieren de esfuerzo, pero que es incapaz de crear pensamientos ordenados y estructurados. Este sistema es emocional, predominante en los seres humanos.

· Sistema 2: requiere de un esfuerzo mental. Las impresiones, sentimientos, intuiciones, intenciones e impulsos que se generan en el sistema 1, en el 2 se convierten en creencias y acciones voluntarias. Este sistema es racional y no es tan popular en la gente.

Lo anterior lo plantea Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía 2002, en su libro Pensar rápido, pensar despacio (2011), quien además ha explicado que el sistema 1 es rápido, automático, no requiere de esfuerzo, es asociativo y difícil de controlar o modificar; mientras que en el 2 las operaciones son lentas, seriales, requieren un mayor esfuerzo ya que son deliberantemente controladas por la persona, relativamente flexibles, y están determinadas por reglas.

En el mensaje y en las palabras del video, AMLO explota a las emociones, utiliza “fortalecer la economía” para inmediatamente complementarla con una serie de imágenes políticamente correctas y moralmente aceptables, que generan una carga emotiva inmediata “artesanos, pequeños productores y microempresarios”. “Pequeños” y “micro” empequeñecen cualitativamente las imágenes pero engrandecen potencialmente su emotividad. Mediante un lenguaje simple y básico, el presidente apela a emociones espontáneas, aunque no explique cómo es que va a conseguir que los productores del país coloquen sus productos en el mercado, en plena recesión.

La nota de Milenio, que se conecta con el sistema 2, no es efectiva emocionalmente a pesar de las malas noticias. Las cifras del PIB, las tasas de crecimiento, la balanza de pagos, los déficits fiscales, el incremento de los intereses, el precio del dólar, el plan de negocios de PEMEX no son mensajes que conectan emocionalmente con la gente. La economía es una ciencia compleja que requiere de la comprensión de dinámicas, movimientos, conceptos y fuerzas que operan a largo plazo y que, al menos en nuestro sistema democrático, no son considerados por la mayoría de la gente. El problema es que no sabemos que no sabemos, y quizás no queremos saber.

El lenguaje simple, las promesas y las soluciones a corto plazo de AMLO son bien recibidas por Gilberto, quien no puede ocultar su éxtasis cuando el presidente lo abraza. Decirle a Gilberto que su trabajo es “la economía que se está impulsando” es emocionalmente atractivo, la mayoría apoya esto sin objeción. AMLO ™ funciona porque no apela a la racionalidad, sino a la emoción.

Alguien tendría que decirle a Gilberto que las decisiones del presidente han provocado una caída en las inversiones, que el consumidor ya no compra y no confía tanto como antes. Es decir, a Gilberto le será muy difícil vender su jugo, aunque lo dé muy barato. Si la situación sigue como está, ni el mismo gobierno, con sus precios de garantía, le va a comprar su producto.

@doctorsimulacro

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