/ jueves 24 de junio de 2021

Atmósferas de pulcata y cantina... En la Otra Banda

Cartografía del tiempo y la memoria

Los seres humanos, individual y colectivamente, tengan conciencia de ello o no la tengan, se caracterizan por aunar en la sucesión de sus presentes biográficos ambas dimensiones: continuidad en el cambio y cambio en la continuidad.

L. Duch. 2015.

Estética y poética. Entre la permanencia y el cambio oscilan las cantinas y pulcatas. En otros tiempos la decoración del interior era de murales alusivos al pulque. Cromos de toreros, de las vedetes de moda, de "artistas de radio, cine y televisión"; que convivían entre estampas de vírgenes y santos; calendarios y espejos. Tras la pesada barra de madera se resguardaban los rebosantes barriles con la blanca bebida fermentada. Sobre la pared, repisas con jícaras y tarros de diferentes tamaños y denominaciones: "Camiones", "macetas", cacarizas", "catrinas" y otras. Los epígrafes pintados en la pared que afirmaban: "Soy hijo de buenos padres, nacido de entre los magueyes, Aquí se vende pulque fino y no agua para los bueyes". Las inscripciones en las paredes del interior y la del baño -muchas veces consistía en una atarjea de cemento en una esquina-. Eran toda una lección de cultura popular. Dibujos como "El Gallito Inglés", corazones flechados, mujeres desnudas. Letreros con dedicatorias a los personajes que representaran la autoridad, al compa juzgando sus preferencias. Transgresión entre la semiótica y el ingenioso retruécano del albur.

*

En los establecimientos se podía comer "bien y barato". Circulaban las chalupas, las enchiladas con su requesón y olorosa cebolla, la acritud de las vinagretas; quesadillas de flor de calabaza y tacos surtidos. Los fines de semana el jicarero no se daba abasto para llenar con frecuencia los "tornillos", "macetas" y jarros de figuras caprichosas y alusivas a los pechos femeninos, que los ávidos y sedientos parroquianos demandaban. Había un ventanuco especial -fuera del local-, para darle servicio a las mujeres, que regularmente se sentaban en la banqueta para beber su pulquito. Muy recomendada por las abuelas y parteras "para tener más leche". Algunas con sus críos cargados en la espalda envueltos en el rebozo.

*

Otras de las atmósferas festivas era la música de redova y acordeón, el son huapanguero, la banda de viento, el trío con los éxitos de los Panchos y por supuesto la sonoridad del mariachi con sus violines, guitarras y trompetas que hacían vibrar los muros y el ánimo de los parroquianos. El escape de la clase subordinada, la inducción que hicieron los conquistadores para mantener brazos y conciencias domesticadas y sumisas. Por otra parte la música como un conducto para transponer la soledad en compañía de otros. Conciencia ontogenética del ritual, del nexo con el pasado indígena. Culto a Mayahuel y Ometochtli. Acompañado del grito bravío que salía de las gargantas, matizado de nostalgia, de rabia contenida; de queja lastimera y envalentonada. Sentimientos ambivalentes en la plena embriaguez.. Los cuatrocientos conejos, corriendo en la sangre más antigua de la tierra, de los hombres hechos de maíz. Entre la realidad ruinosa del presente y del futuro apocalíptico.

*

El Tepetate y San Roque fueron lugar de encuentro de los rieleros, de aquellos extintos y legendarios guarda cuarteles, jueces de paz y guardavías. De maquinistas, de fogoneros, de trabajadores de la construcción y asalariados en un centro fabril, algunos todavía ataviados con su overol y zapatos de seguridad. En las cantinas y pulquerías de la Otra Banda festejaban ruidosamente fechas significativas; el 3 de mayo, el cumpleaños, las fiestas patrias y otros motivos diversos. Por supuesto, el ascenso de un compa, pero también la noticia del desempleo. Tomado con ironía y furia: "Ahí les va otro corrido".

*

La inclusión de nuevos habitantes en la ciudad, asimilan, intercambian y recrean nuevos estilos de vida, comportamientos y las costumbres se transforman. Las pulquerías acabaron por extinguirse. Aunque existen nuevos argonautas en la búsqueda del octli, el "néctar de los dioses", como una bebida orgánica y saludable. La cerveza lo desplazó a través de la mercadotecnia y los medios. Los fines de semana -que a veces en el imaginario comienza el jueves-, las cantinas, bares y centros botaneros se llenan de parroquianos de diversos extractos sociales y ocupaciones. "La hora feliz", "la hora del amigo", el partido de futbol. la Serie Mundial. Son algunos de los motivos para tomar la copa. Aunque no exista pretexto para iniciar con la embriaguez, a final de cuentas es una pausa en la cotidianidad entre el ocio y el esparcimiento. Para otros un refugio en el vértigo urbano. Obreros, albañiles, burócratas, comerciantes, desempleados, entre otros, son los parroquianos en estos centros de esparcimiento. Con el cambio de mentalidades y prácticas sociales las mujeres han accedido desde hace un poco más de tres décadas a los bares, cantinas y pulcatas. En ocasiones los grupos femeninos rebasan en número al de los hombres. Las cantinas fueron acondicionadas para tener servicios sanitarios de "Damas". En otras sólo existe un sucio y destartalado baño, que también sirve como bodega.

Música y alcohol. Para sacudir las tensiones de la vida laboral, de la angustia existencial. En otros tiempos los grupos musicales de diversos géneros hacían su recorrido a ciertas horas por los tugurios. La rocola con su estética Art Deco de los años cuarenta a los setenta fue un aparato insustituible para reflejar los sentimientos más profundos de amor y desamor de los clientes. Canciones rancheras o boleros interpretados por Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Vicente Fernández... "Por el día que llegaste a mi vida"... "Qué digan que estoy dormido"... "Pero esta vez ya no soporto la terrible soledad"... "Aquí tiene las llaves de mi alma"... En fin, una época con letras y expresiones ahora ya no tan políticamente correctas ni adecuadas al empoderamiento femenino. Así como a la apertura para que otras corrientes y preferencias se expresen con libertad y en pleno uso de sus derechos humanos. Las preferencias musicales cambian a través de las épocas; algunas se convierten en "clásicas"; pero siempre hay nuevos cantantes y agrupaciones impulsadas por el mercantilismo. En los antros contemporáneos la música es diversa. Del género ranchero, romántico, pop, rock y otros más. Persiste la música de banda, el narcocorrido. Los espacios cambian y se habilitan para las nuevas necesidades. Muchos desaparecieron, otros persisten. La promoción turística los ofrece como una "Ruta de cantinas y bares". La pandemia puso en pausa la vida en estos sitios. Algunos se arruinaron otros se aferran a sobrevivir. Marc Augé sostiene que hay que aprender de nuevo a pensar el espacio en el aquí y ahora.

Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Junio de MMXXI.

Los seres humanos, individual y colectivamente, tengan conciencia de ello o no la tengan, se caracterizan por aunar en la sucesión de sus presentes biográficos ambas dimensiones: continuidad en el cambio y cambio en la continuidad.

L. Duch. 2015.

Estética y poética. Entre la permanencia y el cambio oscilan las cantinas y pulcatas. En otros tiempos la decoración del interior era de murales alusivos al pulque. Cromos de toreros, de las vedetes de moda, de "artistas de radio, cine y televisión"; que convivían entre estampas de vírgenes y santos; calendarios y espejos. Tras la pesada barra de madera se resguardaban los rebosantes barriles con la blanca bebida fermentada. Sobre la pared, repisas con jícaras y tarros de diferentes tamaños y denominaciones: "Camiones", "macetas", cacarizas", "catrinas" y otras. Los epígrafes pintados en la pared que afirmaban: "Soy hijo de buenos padres, nacido de entre los magueyes, Aquí se vende pulque fino y no agua para los bueyes". Las inscripciones en las paredes del interior y la del baño -muchas veces consistía en una atarjea de cemento en una esquina-. Eran toda una lección de cultura popular. Dibujos como "El Gallito Inglés", corazones flechados, mujeres desnudas. Letreros con dedicatorias a los personajes que representaran la autoridad, al compa juzgando sus preferencias. Transgresión entre la semiótica y el ingenioso retruécano del albur.

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En los establecimientos se podía comer "bien y barato". Circulaban las chalupas, las enchiladas con su requesón y olorosa cebolla, la acritud de las vinagretas; quesadillas de flor de calabaza y tacos surtidos. Los fines de semana el jicarero no se daba abasto para llenar con frecuencia los "tornillos", "macetas" y jarros de figuras caprichosas y alusivas a los pechos femeninos, que los ávidos y sedientos parroquianos demandaban. Había un ventanuco especial -fuera del local-, para darle servicio a las mujeres, que regularmente se sentaban en la banqueta para beber su pulquito. Muy recomendada por las abuelas y parteras "para tener más leche". Algunas con sus críos cargados en la espalda envueltos en el rebozo.

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Otras de las atmósferas festivas era la música de redova y acordeón, el son huapanguero, la banda de viento, el trío con los éxitos de los Panchos y por supuesto la sonoridad del mariachi con sus violines, guitarras y trompetas que hacían vibrar los muros y el ánimo de los parroquianos. El escape de la clase subordinada, la inducción que hicieron los conquistadores para mantener brazos y conciencias domesticadas y sumisas. Por otra parte la música como un conducto para transponer la soledad en compañía de otros. Conciencia ontogenética del ritual, del nexo con el pasado indígena. Culto a Mayahuel y Ometochtli. Acompañado del grito bravío que salía de las gargantas, matizado de nostalgia, de rabia contenida; de queja lastimera y envalentonada. Sentimientos ambivalentes en la plena embriaguez.. Los cuatrocientos conejos, corriendo en la sangre más antigua de la tierra, de los hombres hechos de maíz. Entre la realidad ruinosa del presente y del futuro apocalíptico.

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El Tepetate y San Roque fueron lugar de encuentro de los rieleros, de aquellos extintos y legendarios guarda cuarteles, jueces de paz y guardavías. De maquinistas, de fogoneros, de trabajadores de la construcción y asalariados en un centro fabril, algunos todavía ataviados con su overol y zapatos de seguridad. En las cantinas y pulquerías de la Otra Banda festejaban ruidosamente fechas significativas; el 3 de mayo, el cumpleaños, las fiestas patrias y otros motivos diversos. Por supuesto, el ascenso de un compa, pero también la noticia del desempleo. Tomado con ironía y furia: "Ahí les va otro corrido".

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La inclusión de nuevos habitantes en la ciudad, asimilan, intercambian y recrean nuevos estilos de vida, comportamientos y las costumbres se transforman. Las pulquerías acabaron por extinguirse. Aunque existen nuevos argonautas en la búsqueda del octli, el "néctar de los dioses", como una bebida orgánica y saludable. La cerveza lo desplazó a través de la mercadotecnia y los medios. Los fines de semana -que a veces en el imaginario comienza el jueves-, las cantinas, bares y centros botaneros se llenan de parroquianos de diversos extractos sociales y ocupaciones. "La hora feliz", "la hora del amigo", el partido de futbol. la Serie Mundial. Son algunos de los motivos para tomar la copa. Aunque no exista pretexto para iniciar con la embriaguez, a final de cuentas es una pausa en la cotidianidad entre el ocio y el esparcimiento. Para otros un refugio en el vértigo urbano. Obreros, albañiles, burócratas, comerciantes, desempleados, entre otros, son los parroquianos en estos centros de esparcimiento. Con el cambio de mentalidades y prácticas sociales las mujeres han accedido desde hace un poco más de tres décadas a los bares, cantinas y pulcatas. En ocasiones los grupos femeninos rebasan en número al de los hombres. Las cantinas fueron acondicionadas para tener servicios sanitarios de "Damas". En otras sólo existe un sucio y destartalado baño, que también sirve como bodega.

Música y alcohol. Para sacudir las tensiones de la vida laboral, de la angustia existencial. En otros tiempos los grupos musicales de diversos géneros hacían su recorrido a ciertas horas por los tugurios. La rocola con su estética Art Deco de los años cuarenta a los setenta fue un aparato insustituible para reflejar los sentimientos más profundos de amor y desamor de los clientes. Canciones rancheras o boleros interpretados por Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Vicente Fernández... "Por el día que llegaste a mi vida"... "Qué digan que estoy dormido"... "Pero esta vez ya no soporto la terrible soledad"... "Aquí tiene las llaves de mi alma"... En fin, una época con letras y expresiones ahora ya no tan políticamente correctas ni adecuadas al empoderamiento femenino. Así como a la apertura para que otras corrientes y preferencias se expresen con libertad y en pleno uso de sus derechos humanos. Las preferencias musicales cambian a través de las épocas; algunas se convierten en "clásicas"; pero siempre hay nuevos cantantes y agrupaciones impulsadas por el mercantilismo. En los antros contemporáneos la música es diversa. Del género ranchero, romántico, pop, rock y otros más. Persiste la música de banda, el narcocorrido. Los espacios cambian y se habilitan para las nuevas necesidades. Muchos desaparecieron, otros persisten. La promoción turística los ofrece como una "Ruta de cantinas y bares". La pandemia puso en pausa la vida en estos sitios. Algunos se arruinaron otros se aferran a sobrevivir. Marc Augé sostiene que hay que aprender de nuevo a pensar el espacio en el aquí y ahora.

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