Pese a ser un centro religioso de primer orden durante todo el período colonial, donde se asentaron importantes conventos y provincialatos de muy diversas órdenes –agustinos, dominicos, jesuitas, franciscanos, hipólitos, dieguinos, filipenses, carmelitas, clarisas, etcétera-, Querétaro no contaba, ni cuenta, con una Catedral como Morelia, Puebla, Guadalajara y otras importantes sedes de diócesis y arquidiócesis, dado que pese a su importancia, pertenecía eclesiásticamente a la Arquidiócesis de México, hasta el año de 1863 en que el Papa Pío IX erigió la diócesis local.
Por distintos avatares, el viejo anhelo de la jerarquía y de la grey católica de tener una Catedral, no se concretó pese a diversos intentos.
En octubre del año pasado el obispo de Querétaro, Faustino Armendáriz Jiménez, presentó el anteproyecto de construcción de la nueva catedral de Querétaro que se edificará en Centro Sur.
Estará asentada en un terreno adquirido hace más de 24 años, y dicho centro religioso contará, se prevé, con un espacio para tres mil fieles en su interior, un atrio con capacidad para albergar a poco más de cinco mil personas en las grandes celebraciones, así como con capillas, criptas, casa sacerdotal y para religiosas.
El proyecto elegido entre 19 propuestas fue realizado por la firma Arquitectura Cúbica, representada por los arquitectos Iván Uriel Olvera y Gustavo Espino, quienes explicaron que el inmueble es una obra de estilo contemporáneo que cuenta con un pasillo central con luz natural, que hace alusión al peregrinar de Santiago Apóstol, patrono de la ciudad.
Asimismo, se tiene previsto que la nueva catedral cuente con una capilla de adoración perpetua del Santísimo Sacramento para 200 personas, una capilla penitencial con capacidad para 150 fieles y un bautisterio que albergará hasta 150 feligreses; además de un atrio con altar para celebraciones multitudinarias al aire libre y un área de criptas dividida en cuatro zonas para sacerdotes, bienhechores, obispos y fieles en general.
Como ocurre con las obras de gran envergadura, hubo algunas inconformidades tanto de participantes en el concurso del anteproyecto, como de quienes cuestionaron la grandiosidad del proyecto.
Sin embargo, hubo en general coincidencia con la decisión tomada dado que el proyecto contempla no sólo la edificación y la estructura, sino también las necesidades concretas de lo que será la sede episcopal, así como diversos aspectos de liturgia.
El obispo Armendáriz Jiménez, recordó que el terreno se compró hace 25 años en la esquina de las calles Fray Luis de León y Manuel Gómez Morín, en el afán de construir una sede específica para la celebración de los sacramentos y el gobierno de la Diócesis.
Dijo entonces el obispo Faustino que el objetivo fundamental de esta nueva catedral es contar con los espacios necesarios para recibir las concentraciones de personas que la actual sede recibe, la cual oscila entre tres mil y cuatro mil fieles a pesar de que sólo cuenta con capacidad para 500, por tanto, se trata de un inmueble que es necesario.
Por diversas razones, desde que la Diócesis fue erigida por el Papa Pío IX en 1863, varios templos han sido sede de la Catedral: la parroquia de Santiago, el templo de San Antonio, el templo de San Francisco, el santuario de La Congregación y desde 1935 el templo de San Felipe Neri.
El tercer obispo de Querétaro Mons. Rafael Sabás Camacho, impulsor de las peregrinaciones al Tepeyac, intentó erigir la Catedral por lo que buscó adquirir el terreno que hoy ocupa el Gran Hotel, pero ante el alza de valor del predio buscó otros terrenos en la parte sur de la Plaza de la Independencia -Plaza de Armas- no logrando su propósito por la reticencia de alguno de los propietarios.
Posteriormente Mons. Manuel Rivera, cuarto obispo de la Diócesis, logró adquirir un amplio terreno precisamente frente al Palacio Episcopal (esquina de Madero y Guerrero), tras lo cual, el domingo 29 de enero de 1911 se nombró una Junta Directiva que invitó a siete ingenieros para el concurso de anteproyectos de la Catedral, mismo que ganó el Ing. Manuel Velasco G.
La primera piedra, de ónix extraída de El Salitre, fue donada por don Francisco Urquiza.
Luego se emprendieron los trabajos de cimentación encontrándose que la roca viva se hallaba a gran profundidad y al llegar a los 10 metros, brotó el agua.
Los trabajos desmayaron; la Revolución estaba en puerta. Después el terreno fue expropiado y años después, se erigió ahí, entre otras propiedades, el Jardín Guerrero.
Hoy nuevamente, la diócesis encabezada por Mons. Faustino Armendáriz, retoma el viejo anhelo, en tiempos de peregrinaje y de nueva evangelización; pero también de combate a la indiferencia y al individualismo, que apuntan hacia el vacío terminal a que se sentencian sociedades sin esperanza.
