/ miércoles 10 de febrero de 2021

Cualquiera podría partir

Vitral

Ahí, en la soledad de tu cama, tienes un montón de tiempo para pensar. Parece como si el mundo se hubiera detenido, afortunadamente hay un poco de silencio en medio del desmán de ruido que se traen siempre los vecinos. Son muy generosos, comparten con todo el vecindario, todo el día, a todo volumen, su nefanda música reguetonera y banda. Pero ahora no hay ruido y tienes un poco de tiempo para reflexionar a pesar del mal estado en que estás. Todo amolado, tirado, con dolores por todos lados y con un montón de miedo por como están las cosas. Diario, a todas horas, por todos los medios, y por si fuera poco, hasta en tu celular, en todas tus redes, todo son noticias de enfermedades, muertos, conocidos, amigos, familiares y familiares de familiares. El miedo está por todos lados, y surge de algo muy real, la gente se está contagiando.

Pero junto a ellos están los vale gorro, a los que nada les importa ni les duele, no te explicas realmente porqué es así. Tú mismo has participado de ello. Creías que a ti no te iba a a pegar, a llegar. Así que fuiste a reuniones, fiestas, a la briaga con los cuates en la esquina del barrio. Son invencibles, decías, ni siquiera al escuadrón de la muerte –los teporochos– les ha pasado nada. Ahí los miras pasar muy temprano, a las 7 o 7:30 de la mañana, muy puntuales, muy responsables, taloneando para comprar una de a cuartito de aguardiente, y ahí vienen de regreso, ya tambaleándose como a las nueve de la mañana.

Sí, rata de dos patas, te estás hablando a ti mismo. Sabes que en el fondo todos sabemos la verdad, pero nos hacemos tontos. Sabías muy bien que no debías haber ido a esas reuniones con los cuates, pero ahí vas, a chupar, a fumar, a cotorrear. Todos sin tapabocas, para qué. No pasa nada. Están exagerando, es un cuento del gobierno, sino es que del nuevo orden mundial que nos quiere encerrados para dominarnos y ejercer una dictadura. Todo es una farsa, un simulacro, en cambio los cuates son reales. Pueden estar bebiendo hasta el amanecer bien chido, en la banqueta o en la casa de alguien, platicando de babosada y media. Bueno, de ahí salen los bisnes, los jales, el quehacer.

Pues ahora ya qué, quién sabe si tengas esa fregadera del covi, ni cómo hacerse pruebas, a dónde, son colas de hasta cinco horas y dicen que ahí sí está el punto de contagiadero real. Ah, quién fuera rico, llegarías a un buen hospital, te atenderían rápido, los resultados de la prueba estarían listos en unas horas, y en tu casita, descansando, te enterarías del resultado. Cualquier cosa y te internarías en un área vip con toda la atención necesaria y de calidad. Pero chale, acá, me dijo el Víctor que su prima trabaja en un hospital público, y que la cosa está de la fregada, que les está llegando un montón de gente. Unos vienen con covid, unos con otra enfermedad, pero aquí se les pegó el virus, y otros llegan ya muy mal. El panorama es desolador, aterrador.

Mejor por eso te quedaste en tu cantón. Cualquier cosa, cuando menos estás en tu jaus. Lo malo es que aquí tampoco tienes nada, y apenas te has comenzado a sentir medio raro, será o no será, pero tienes miedo, y qué tal si sí es. Qué vas a hacer a la mera hora si esto se complicara. No queda más que ir a lo que ofrece el gobierno. Si corres con suerte no habrá mucho problema, según ellos todo está bajo control, se está domando la pandemia, somos ejemplo internacional, así que a lo mejor de veras ni es tan grave. Ya ves que ni tapabocas trae el preciso. Quizá no esté todo tan mal, aunque en las noticias dicen que está del cocol, ya va para 160 000 muertos, ¡160 000! Increíble, no puede ser. En tus redes sociales a diario ves el desfile de muertitos, que el tío, la prima, los abuelitos, el papá, el compadre, el padrino, la mamá, el hijo. A diario, a diario, le abras a la hora que le abras al feis, ahí están los obituarios. No, pues sí ha de estar gruesa la cosa.

Chale, qué situación tan gacha nos ha tocado vivir, y no creo que sea producto de la inspiración maquiavélica de alguien, simplemente un virus apareció, se regó y ahora tiene al mundo patas pa’rriba, incluido yo que estoy tirado aquí, aislado, pensando chifladura y media, con miedo y repasando mi vida a cada rato. No tengo nada mejor que hacer, y la neta sí, sí tengo miedo, ¡tanto gallo que ha pelado!

A veces creo que me voy a volver loco. Desempleado, encerrado, sin pachangas, y ahora, por si fuera poco, con esta cosa. Ojalá no sea el covi, pero tengo un poco de calentura, un poco de tos, y miedo, mucho miedo. Sé que no debería, pero así es. Ya me dan ganas de hacerle caso al loco de mi compadre Edmundo, sí, ese que es quesque naturista. La pandemia ya va para el año y creo que ese canijo no se ha enfermedo para nada, pero no me gusta su método, no come nada el pobrecito más que verduras y frutas, pobre, no come sabroso, se priva de todo, no come puerco, muy poco chile, pocas tortillas, pura agua, no toma licuados, ni mariscos. ¡Está jodido, no come nada! Pero bueno, ahí anda, y creo que en su casa tampoco nadie se ha enfermado, o le dio muy leve a uno de sus hijos. Me dan ganas de irme por ese camino, pero ha de ser bien aburrido, no fuman, no toman, se duermen temprano. ¡Creo que hasta pura música clásica escuchan! ¡Qué hueva! No sé ni cómo es que es mi compadrito.

Creo que Dios me ha abandonado. Bueno, quizá con cierta razón, no he sido muy apegado, más bien me gusta el desmán. Estoy confundido, ya no entiendo nada, ¿por qué estará pasando todo esto? Diosito, ya danos chance de vivir como antes, tan chido que era todo, el puro coto. Dame chance, Señor, apenas voy para los treinta, tercer piso, amigo. Conciencia mía, háblame, sigue regañándome, creo que he sido un inútil, que no he hecho bien las cosas. Y ahora aquí postrado como que todo se me revela. Toda mi vida pasa frente a mí. Conciencia, o quien seas que me estabas hablando al principio, sigue guameándome para ver si así me cae el veinte. ¿Qué he hecho de mi vida? Hoy, que aunque no estoy muy grave, de pronto sí veo como que se está asomando la huesuda, es real, anda por todos lados, ya jaló con un resto de conocidos. Tomo conciencia de que yo también estoy amenazado, que cualquiera podría partir en un tris tras. Dios mío, cuida de mí, perdóname…

https://escritosdealfonsofrancotiscareno.blogspot.com

Ahí, en la soledad de tu cama, tienes un montón de tiempo para pensar. Parece como si el mundo se hubiera detenido, afortunadamente hay un poco de silencio en medio del desmán de ruido que se traen siempre los vecinos. Son muy generosos, comparten con todo el vecindario, todo el día, a todo volumen, su nefanda música reguetonera y banda. Pero ahora no hay ruido y tienes un poco de tiempo para reflexionar a pesar del mal estado en que estás. Todo amolado, tirado, con dolores por todos lados y con un montón de miedo por como están las cosas. Diario, a todas horas, por todos los medios, y por si fuera poco, hasta en tu celular, en todas tus redes, todo son noticias de enfermedades, muertos, conocidos, amigos, familiares y familiares de familiares. El miedo está por todos lados, y surge de algo muy real, la gente se está contagiando.

Pero junto a ellos están los vale gorro, a los que nada les importa ni les duele, no te explicas realmente porqué es así. Tú mismo has participado de ello. Creías que a ti no te iba a a pegar, a llegar. Así que fuiste a reuniones, fiestas, a la briaga con los cuates en la esquina del barrio. Son invencibles, decías, ni siquiera al escuadrón de la muerte –los teporochos– les ha pasado nada. Ahí los miras pasar muy temprano, a las 7 o 7:30 de la mañana, muy puntuales, muy responsables, taloneando para comprar una de a cuartito de aguardiente, y ahí vienen de regreso, ya tambaleándose como a las nueve de la mañana.

Sí, rata de dos patas, te estás hablando a ti mismo. Sabes que en el fondo todos sabemos la verdad, pero nos hacemos tontos. Sabías muy bien que no debías haber ido a esas reuniones con los cuates, pero ahí vas, a chupar, a fumar, a cotorrear. Todos sin tapabocas, para qué. No pasa nada. Están exagerando, es un cuento del gobierno, sino es que del nuevo orden mundial que nos quiere encerrados para dominarnos y ejercer una dictadura. Todo es una farsa, un simulacro, en cambio los cuates son reales. Pueden estar bebiendo hasta el amanecer bien chido, en la banqueta o en la casa de alguien, platicando de babosada y media. Bueno, de ahí salen los bisnes, los jales, el quehacer.

Pues ahora ya qué, quién sabe si tengas esa fregadera del covi, ni cómo hacerse pruebas, a dónde, son colas de hasta cinco horas y dicen que ahí sí está el punto de contagiadero real. Ah, quién fuera rico, llegarías a un buen hospital, te atenderían rápido, los resultados de la prueba estarían listos en unas horas, y en tu casita, descansando, te enterarías del resultado. Cualquier cosa y te internarías en un área vip con toda la atención necesaria y de calidad. Pero chale, acá, me dijo el Víctor que su prima trabaja en un hospital público, y que la cosa está de la fregada, que les está llegando un montón de gente. Unos vienen con covid, unos con otra enfermedad, pero aquí se les pegó el virus, y otros llegan ya muy mal. El panorama es desolador, aterrador.

Mejor por eso te quedaste en tu cantón. Cualquier cosa, cuando menos estás en tu jaus. Lo malo es que aquí tampoco tienes nada, y apenas te has comenzado a sentir medio raro, será o no será, pero tienes miedo, y qué tal si sí es. Qué vas a hacer a la mera hora si esto se complicara. No queda más que ir a lo que ofrece el gobierno. Si corres con suerte no habrá mucho problema, según ellos todo está bajo control, se está domando la pandemia, somos ejemplo internacional, así que a lo mejor de veras ni es tan grave. Ya ves que ni tapabocas trae el preciso. Quizá no esté todo tan mal, aunque en las noticias dicen que está del cocol, ya va para 160 000 muertos, ¡160 000! Increíble, no puede ser. En tus redes sociales a diario ves el desfile de muertitos, que el tío, la prima, los abuelitos, el papá, el compadre, el padrino, la mamá, el hijo. A diario, a diario, le abras a la hora que le abras al feis, ahí están los obituarios. No, pues sí ha de estar gruesa la cosa.

Chale, qué situación tan gacha nos ha tocado vivir, y no creo que sea producto de la inspiración maquiavélica de alguien, simplemente un virus apareció, se regó y ahora tiene al mundo patas pa’rriba, incluido yo que estoy tirado aquí, aislado, pensando chifladura y media, con miedo y repasando mi vida a cada rato. No tengo nada mejor que hacer, y la neta sí, sí tengo miedo, ¡tanto gallo que ha pelado!

A veces creo que me voy a volver loco. Desempleado, encerrado, sin pachangas, y ahora, por si fuera poco, con esta cosa. Ojalá no sea el covi, pero tengo un poco de calentura, un poco de tos, y miedo, mucho miedo. Sé que no debería, pero así es. Ya me dan ganas de hacerle caso al loco de mi compadre Edmundo, sí, ese que es quesque naturista. La pandemia ya va para el año y creo que ese canijo no se ha enfermedo para nada, pero no me gusta su método, no come nada el pobrecito más que verduras y frutas, pobre, no come sabroso, se priva de todo, no come puerco, muy poco chile, pocas tortillas, pura agua, no toma licuados, ni mariscos. ¡Está jodido, no come nada! Pero bueno, ahí anda, y creo que en su casa tampoco nadie se ha enfermado, o le dio muy leve a uno de sus hijos. Me dan ganas de irme por ese camino, pero ha de ser bien aburrido, no fuman, no toman, se duermen temprano. ¡Creo que hasta pura música clásica escuchan! ¡Qué hueva! No sé ni cómo es que es mi compadrito.

Creo que Dios me ha abandonado. Bueno, quizá con cierta razón, no he sido muy apegado, más bien me gusta el desmán. Estoy confundido, ya no entiendo nada, ¿por qué estará pasando todo esto? Diosito, ya danos chance de vivir como antes, tan chido que era todo, el puro coto. Dame chance, Señor, apenas voy para los treinta, tercer piso, amigo. Conciencia mía, háblame, sigue regañándome, creo que he sido un inútil, que no he hecho bien las cosas. Y ahora aquí postrado como que todo se me revela. Toda mi vida pasa frente a mí. Conciencia, o quien seas que me estabas hablando al principio, sigue guameándome para ver si así me cae el veinte. ¿Qué he hecho de mi vida? Hoy, que aunque no estoy muy grave, de pronto sí veo como que se está asomando la huesuda, es real, anda por todos lados, ya jaló con un resto de conocidos. Tomo conciencia de que yo también estoy amenazado, que cualquiera podría partir en un tris tras. Dios mío, cuida de mí, perdóname…

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