Del acontecer III

Alfonso Franco Tiscareño

  · miércoles 18 de abril de 2018

Sin querer darle un fin meramente utilitarista, quiero señalar para qué sirve el buen cine, qué función cumple. Acabo de volver a ver Umberto D., de Vittorio de Sica, y la película me ha hecho repensar en la función social del cine. Cuando uno ve una película como ésta no puede evitar que su influencia lo convierta en un mejor ser humano. Si esta cinta no te conmueve, no te lleva a reflexionar acerca del valor de la vida, de la solidaridad, o de las consecuencias de la pobreza, del egoísmo, de la situación de los jubilados, de la amistad entre los seres humanos y los perros, quiere decir que quizá nada pueda conmoverte. Y es ahí donde me salta a la vista, de forma muy clara, para qué sirve este cine, cuál es su función: volverte más humano, más sensible, más compasivo, más caritativo. Y todas esas enseñanzas se verán reflejadas en tu vida concreta, en tu acción diaria, en tu cotidianidad, en tus espacios más íntimos. Ahí sucede que el cine se vuelve vida, y la vida se alimenta del cine. Es arte en su más honda dimensión.

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Así como alguno puede tomarse muy seriamente a Hegel, o a Nietzsche o a quien sea, como fundamento filosófico para una acción cualquiera, igualmente válido es tomarse los postulados de Jesús o de Buda. Hay que quitarles esa aura espiritualista que inmediatamente los califica como discurso metafísico, religioso, más allá de las estrellas, o cuando mucho le dan el valor de buenos consejos para tu vida personal. Tanto el Buda como Cristo pueden fundamentar acciones concretas incluso en el campo de la ciencia y la investigación. Quizá haya que realizar un corte epistemológico cuando se rebasa la línea de lo mundano, lo concreto y lo celestial, pero todo lo demás puede utilizarse como fundamento de muchas acciones.

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Sólo tengo palabras de admiración y agradecimiento para ti, papá. Te abrazo desde acá, desde esta realidad que llaman mundo, te abrazo inconmensurablemente. Tu ejemplo, tus buenos actos, tus palabras, tu inteligencia, siguen brillando para mí, para nosotros, a diario. Recuerdo cuando abrías la puerta de la casa y mi mamá decía: "Hijos, ya llegó su papá", y nosotros corríamos como locos desaforados para abrazarte y besarte, llenos de una alegría desbordante. Que tuviste errores y defectos, sí, pero en el juego contradictorio y loco de la vida sales ganando. Cuánta huella dejaron en mí tu apoyo, tus libros, tus escritos, tu carácter, tu risa, tu voz. Así que por eso hoy te canto y te celebro, por eso hoy te abrazo en donde estés y pido a Dios que te bendiga e ilumine para siempre, y te recompense todo lo que hiciste por nosotros, gracias.

Tu hijo que te ama.

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No hay que temer a la subjetividad, pues ésta es una forma de la objetividad.

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para Noali OH

¿Que hay más hermoso que leer de noche, cuando todos en casa duermen ya? Y disfrutar el silencio, lejos del bullicio y de la estupidez cotidiana. Abrir el libro y comenzar a volar por sus páginas, por sus mundos, sobre una alfombra mágica nocturna. El mundo sigue dando vueltas y tú con él, viajan a miles de kilómetros por hora por la inmensa llanura del espacio sideral. El kosmos te rodea, pero tú vas cogido de la mano de tu libro, donde habita un poema, un relato, un cuento nocturnal. Tu imaginación es resultado de millones de años de evolución humana y estás ahí, hojeando un texto de papel, desencadenando millones de sinapsis para que quién sabe en qué lugar misterioso de tu mente, veas todo como en un Aleph borgiano. Vuela, vuela sobre las hojas, abraza el tiempo, ve más allá de la barrera del sonido, de todas las barreras, pues vas montada en un libro, en un milagro de la invención humana. ¿Qué hay más hermoso que leer de noche?

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Por qué será que cuando escucho el aria Va Pensiero, de la ópera Nabucco de Verdi, me dan ganas de llorar, pero son lágrimas duces, de emoción, y mi alma se inflama, ¡qué extraño y sublime poder posee esta canción? Me siento transportado, el cielo se abre ante mis ojos, todas mis células despiertan y la emoción me embarga. Verdi, Verdi, muchas gracias, esta melodía bajó directamente del cielo, te fue revelada y cual fuego prometeico lo compartiste con nosotros para iluminar nuestra estancia en la Tierra… Y la paz, la paz interior que sus acordes me producen, el vuelo extasiado de una ave en el aire, el descenso de una águila, las plumas más bellas de un quetzal posado en una ceiba. Suave viento soplando en la montaña entre los cantos de las aves. Clara luz veteando entre el follaje verdoso. ¡Gracias, Verdi, gracias!

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Cuando pensamos en Sócrates, Platón o Aristóteles tenemos que hacer un esfuerzo para comprender que fueron seres humanos de carne y hueso, resultan ya tan lejanos a nosotros y es tan difícil concebirlos a partir de alguna frase célebre. Tenemos que leerlos despacito para concebir que fueron seres humanos los que escribieron esas obras deslumbrantes. Hay que visualizarlos caminando, riendo, comiendo, sufriendo, amando, pensando…

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Estoy en el cine con ella, de pronto se sube al escenario, la contemplo desde abajo. Sus muslos comienzan a temblar con una fuerza avasalladora, de su boca, con un empuje pulmonar devastador, sale un canto, puro blues, puro rock. Todo se ha puesto oscuro, sólo una luz la ilumina, todos vibramos, nos estremecemos, estoy a punto del orgasmo musical, una corriente eléctrica recorre mi cuerpo, lo agita, lo levanta. La contemplo, la escucho, ¡qué voz, qué vibra, qué karma, qué potencia, qué armonía, qué karisma! Sólo pienso en una cosa, me la comeré a besos cuando baje del escenario, le recitaré un poema de Withman, la brazaré, le confesaré cuánto la amo, mi Janis Joplin!!

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Sólo soy un sembrador que riega sus semillas al amanecer, éstas se han gestado en la noche silenciosa de invierno, en los rincones preferidos, en las fronteras del dolor inmenso, y buscan alimentar al desvalido, al que esté hambriento, al amoroso. Quieren desarrollar flores hermosas, perfumadas. Vienen de un buscador que quiere compartir, de igual a igual, el placer infinito de las ciencias y las artes. Enriquecernos para transformar lo triste, lo lamentable; nutrirnos para vivir más humanamente nuestro andar por la Tierra. Solamente eso busco, nada más.

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