/ martes 25 de septiembre de 2018

Everardo González, del periodismo al cine documental

12 premios ha recibido el cineasta

A lo largo de una década, Everardo González, en su labor de reportero gráfico, llenó periódicos con historias siempre acercadas a la violencia, estas se convertirían en su inspiración para la selección de los personajes que más tarde protagonizarían sus películas.

Hoy en día se ha vuelto en un referente dentro del cine documental mexicano y su obra más reciente, “La libertad del diablo”, ha sido el grito de miles de historias que se viven a diario en el país.

“La canción del pulque”, “Los ladrones viejos: las leyendas del artegio”, “El cielo abierto”, “Cuates de Australia” y “La libertad del diablo”, son las cinco cintas que conforman su filmografía, 26 años dedicados a contar y dar voces a estas historias y por las cuales, hoy recorre el país dentro del ciclo Semana del Cine Mexicano en tu Ciudad en la que ofrecen una retrospectiva y homenaje. Dicho recorrido llegó el viernes pasado a Querétaro.

Su trayectoria dentro del cine comenzó en una era en la que aún eran arcaicas las formas de realizarlo, la oferta era reducida y simplemente no había cabida para el cine documental, fue hasta lo digital que vio una esperanza.

“Con el cine digital se acabó la dependencia de presupuestos grandes, las dependencias de burbujas de poder, que fuera un oficio de familia” contó a la audiencia queretana. En sus películas ha sido director, fotógrafo y productor, lo cual lo ha llenado de nominaciones y premios desde su primera película en el 2003.

Situaciones cómicas, la mirada romántica al crimen de las décadas de los sesentas y setentas, han formado parte de sus historias a partir de la construcción de sus personajes; la línea temática siempre bajo las voces de personas en el exilio, víctimas de violencia, una radiografía de la vida misma en México.

Su reciente trabajo es quizá uno de los que ha llegado en un momento cumbre del cine documental en México, una historia que refleja el dolor de un país sumergido en la violencia del crimen organizado. A largo de 74 minutos, silencios sepulcrales y una fotografía metafísica que reconstruye la atmósfera de los actos de violencia de los cárteles de droga, “La libertad del diablo” recopila el testimonio de víctimas y victimarios del espiral de violencia en el que se encuentra inmerso México.

Estrenada en el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia del 2016, ésta cinta es el resultado de cinco años de trabajo e investigación, un trabajo de la mano de tres fuentes principales: abogados, organizaciones y periodistas.

Con rostros cubiertos por unas máscaras, testimonios narran las historias que transformaron su vida, personas que sin siquiera imaginar un día se convirtieron en víctimas del crimen organizado, las desapariciones forzadas y un cuestionamiento sobre la justicia en el país.

“El tema de la máscara vino de una pesadilla, supe que esa imagen sería indeleble, luego nos enfrentamos a las decisiones éticas de ocultar el rostro de las víctimas, al final era darle voz (…) la máscara construye todo un discurso, está el concepto de lo verdadero, pero que el documental no deja de ser una interpretación. La máscara se convirtió en un elemento dramático que se remitía al origen del drama y entonces ofrecía por su ocultamiento muchas más dosis de verdad, revela más que lo que oculta. En el saberse anónimo la verdad aflora”, mencionó.

Es a través de la mirada que el espectador logra conectar con la humanidad de cada uno de los personajes, el dolor al que han estado sumergidos tanto la víctima como el victimario.

“Vino una anécdota con uno de los sicarios, que decía que el tiro de gracia no se hacía mirando a los ojos porque si se hacía no se jalaba al gatillo, me dio eco porque el proceso de empatía se genera a través de la mirada. Además que anulaba todo sistema de clasismo”, dijo.

Sin embargo es este proceso con el que se busca tener un equilibrio en el largometraje, que pone en cuestionamiento una serie de preguntas que quizá no tienen una respuesta; desde la postura de otorgar el perdón al sicariado o el hecho de que haya algo que realmente proporcione justicia a aquellos a los que ha sido arrebatada la vida de alguno de sus seres queridos. “La máscara lo que ayuda es que confundamos a quienes eran las víctimas y quienes eran los victimarios”, señaló.

Sin embargo este es parte del discurso por el cual ha sido rechazada por Netflix para su distribución. “La rechazó porque tiene sus propios criterios de selección, sí podemos hacer películas de violencia explícita, pero no queremos mostrar que esa violencia sí existe y genera huérfanos y que por esa hay miles de desapariciones forzadas. Difícilmente se producen series o películas para generar conciencia, lo que se produce es entretenimiento”, dijo.

“La libertad del diablo” ha logrado una gran proyección en festivales y salas comerciales, sin embargo Everardo asegura que el llegar al público continúa siendo el reto del cine documental.

“El consumidor del cine funciona distinto; fue el cinéfilo el que se acercó al cine documental a buscar lo que no encontraba en el cine comercial, fue lo que permitió que creciera. Hoy el cine documental enfrenta al mercado porque de repente quiso competir por los mismos espacios que la ficción, lo cual es un error, porque la gente no va a ver eso a los centros comerciales donde están estos cines, no es el espacio natural para un espacio como este”, finalizó.

A lo largo de una década, Everardo González, en su labor de reportero gráfico, llenó periódicos con historias siempre acercadas a la violencia, estas se convertirían en su inspiración para la selección de los personajes que más tarde protagonizarían sus películas.

Hoy en día se ha vuelto en un referente dentro del cine documental mexicano y su obra más reciente, “La libertad del diablo”, ha sido el grito de miles de historias que se viven a diario en el país.

“La canción del pulque”, “Los ladrones viejos: las leyendas del artegio”, “El cielo abierto”, “Cuates de Australia” y “La libertad del diablo”, son las cinco cintas que conforman su filmografía, 26 años dedicados a contar y dar voces a estas historias y por las cuales, hoy recorre el país dentro del ciclo Semana del Cine Mexicano en tu Ciudad en la que ofrecen una retrospectiva y homenaje. Dicho recorrido llegó el viernes pasado a Querétaro.

Su trayectoria dentro del cine comenzó en una era en la que aún eran arcaicas las formas de realizarlo, la oferta era reducida y simplemente no había cabida para el cine documental, fue hasta lo digital que vio una esperanza.

“Con el cine digital se acabó la dependencia de presupuestos grandes, las dependencias de burbujas de poder, que fuera un oficio de familia” contó a la audiencia queretana. En sus películas ha sido director, fotógrafo y productor, lo cual lo ha llenado de nominaciones y premios desde su primera película en el 2003.

Situaciones cómicas, la mirada romántica al crimen de las décadas de los sesentas y setentas, han formado parte de sus historias a partir de la construcción de sus personajes; la línea temática siempre bajo las voces de personas en el exilio, víctimas de violencia, una radiografía de la vida misma en México.

Su reciente trabajo es quizá uno de los que ha llegado en un momento cumbre del cine documental en México, una historia que refleja el dolor de un país sumergido en la violencia del crimen organizado. A largo de 74 minutos, silencios sepulcrales y una fotografía metafísica que reconstruye la atmósfera de los actos de violencia de los cárteles de droga, “La libertad del diablo” recopila el testimonio de víctimas y victimarios del espiral de violencia en el que se encuentra inmerso México.

Estrenada en el marco del Festival Internacional de Cine de Morelia del 2016, ésta cinta es el resultado de cinco años de trabajo e investigación, un trabajo de la mano de tres fuentes principales: abogados, organizaciones y periodistas.

Con rostros cubiertos por unas máscaras, testimonios narran las historias que transformaron su vida, personas que sin siquiera imaginar un día se convirtieron en víctimas del crimen organizado, las desapariciones forzadas y un cuestionamiento sobre la justicia en el país.

“El tema de la máscara vino de una pesadilla, supe que esa imagen sería indeleble, luego nos enfrentamos a las decisiones éticas de ocultar el rostro de las víctimas, al final era darle voz (…) la máscara construye todo un discurso, está el concepto de lo verdadero, pero que el documental no deja de ser una interpretación. La máscara se convirtió en un elemento dramático que se remitía al origen del drama y entonces ofrecía por su ocultamiento muchas más dosis de verdad, revela más que lo que oculta. En el saberse anónimo la verdad aflora”, mencionó.

Es a través de la mirada que el espectador logra conectar con la humanidad de cada uno de los personajes, el dolor al que han estado sumergidos tanto la víctima como el victimario.

“Vino una anécdota con uno de los sicarios, que decía que el tiro de gracia no se hacía mirando a los ojos porque si se hacía no se jalaba al gatillo, me dio eco porque el proceso de empatía se genera a través de la mirada. Además que anulaba todo sistema de clasismo”, dijo.

Sin embargo es este proceso con el que se busca tener un equilibrio en el largometraje, que pone en cuestionamiento una serie de preguntas que quizá no tienen una respuesta; desde la postura de otorgar el perdón al sicariado o el hecho de que haya algo que realmente proporcione justicia a aquellos a los que ha sido arrebatada la vida de alguno de sus seres queridos. “La máscara lo que ayuda es que confundamos a quienes eran las víctimas y quienes eran los victimarios”, señaló.

Sin embargo este es parte del discurso por el cual ha sido rechazada por Netflix para su distribución. “La rechazó porque tiene sus propios criterios de selección, sí podemos hacer películas de violencia explícita, pero no queremos mostrar que esa violencia sí existe y genera huérfanos y que por esa hay miles de desapariciones forzadas. Difícilmente se producen series o películas para generar conciencia, lo que se produce es entretenimiento”, dijo.

“La libertad del diablo” ha logrado una gran proyección en festivales y salas comerciales, sin embargo Everardo asegura que el llegar al público continúa siendo el reto del cine documental.

“El consumidor del cine funciona distinto; fue el cinéfilo el que se acercó al cine documental a buscar lo que no encontraba en el cine comercial, fue lo que permitió que creciera. Hoy el cine documental enfrenta al mercado porque de repente quiso competir por los mismos espacios que la ficción, lo cual es un error, porque la gente no va a ver eso a los centros comerciales donde están estos cines, no es el espacio natural para un espacio como este”, finalizó.

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