/ jueves 2 de septiembre de 2021

Hasta siempre, Charlie

El libro de Cabecera

La mañana del martes 25 de agosto la noticia de la muerte de Charlie Watts, el legendario e imprescindible baterista de los Rolling Stones, conmocionó al mundo de la música y la cultura global.

Watts es el punto de fuga desde donde el jazz, el blues y el rock se proyectaron para revolucionar la historia de la música popular contemporánea para siempre. No es necesario apelar a virtuosismos malabarísticos, el arte de Watts radicaba en ser el corazón de la banda de rock más importante de todos los tiempos; en cada disco de los Stones podemos encontrar evidencia de ello.

Pero dejemos que sea el propio Keith Richards, a través de su Vida (Global Rhythm Press, 2011), quien nos hable de Charlie, el hombre tranquilo, elegante y muy querido.

“Cuando tenía nueve años nos dieron una casa de protección oficial en Temple Hill, un auténtico erial. A mí me gustaba mucho más Chastilian Street, pero según Doris éramos muy afortunados, `tenemos una casa´ y todo el rollo ese. Total, que mueves el culo a la otra puta punta de la ciudad. Durante los primeros años de la posguerra había una gran escasez de viviendas y mucha gente de Dartford vivía en las casas prefabricadas de Princes Street (Charlie Watts seguía en una de ellas cuando lo conocí en 1962)”.

“Al cabo de los años, Charlie Watts se podía pasar días enteros en Savile Row de sastrería en sastrería, comparando calidades de tejidos, decidiendo qué botones eran los que mejor iban… Yo, en cambio, no podía aparecer por allí, creo que tenía que ver con mi madre, que se pasaba el día en las tiendas de telas buscando algún chollo para hacer cortinas; y lo que yo opinara no tenía la menor importancia, me aparcaba en una silla o en un banco, o en una estantería incluso, donde fuera, y yo la observaba.”

“Voy a una escuela de arte que en realidad es mi escuela de guitarra. Primera actuación en público y acabo la noche con una chica. En la estación de Dartford encuentro a Mick con sus discos de Chuck Berry bajo el brazo. Empezamos a tocar: Little Boy Blue y los Blue Boys. Conocemos a Brian Jones en el Ealing Club. Consigo la aprobación de Ian Stewart en el Bricklayers Arms y los Stones nacen en torno a él. Queremos que Charlie Watts se una a la banda, pero no nos lo podemos permitir.”

“¡Dios, sería fabuloso si pudiéramos pagar a Charlie Watts!». A todos nos parecía que Charlie Watts tenía poco menos que un don divino para tocar la batería; así que Stu lanzó la red. Charlie dijo que estaba dispuesto a hacer tantas actuaciones como fuera posible, pero tenía que ganar lo suficiente para compensar los viajes en metro con la batería a cuestas: «Si me dicen que tienen un par de tocadas pagadas y fijas por semana, me apunto».”

“Para mí, Charlie Watts fue el ingrediente secreto y eso me lleva de vuelta a Ian Stewart (`tenemos que conseguir a Charlie Watts´) y a todos los tejemanejes que hubo para conseguirlo. ¡Pasamos hambre para poder pagarle! ¡Literal! Tuvimos que robar la comida en las tiendas para conseguir a Charlie Watts, nos redujimos las raciones. Estábamos tan desesperados por conseguir que tocara con nosotros… ¡Y ahora no lo podemos devolver!”

“Charlie Watts siempre ha sido mi andamio musicalmente hablando, así que leer esa anotación sobre `rectificar´ su sonido me parece algo extraordinario, pero, como Stu, había llegado al rhythm and blues a través de la conexión de éste con el jazz. Al cabo de unos días escribo: `Charlie tiene swing, definitivamente, pero no sabe hacer rock. Un tío estupendo, eso sí´. Por aquel entonces no le había pillado el truco al rock and roll. Yo quería que le pegara un poco más fuerte, todavía sonaba demasiado a jazz para mi gusto. Sabíamos que era un batería estupendo, pero para tocar con los Stones Charlie tuvo que ponerse a estudiar a Jimmy Reed y a Earl Philips (que era el batería de Jimmy Reed) para captar de qué iba, para entender esa manera de tocar espaciando, minimizando. Y es algo que ha retenido hasta el día de hoy. Charlie era el batería que queríamos, pero antes que nada: ¿nos lo podíamos permitir? Y segundo: ¿abandonaría parte del jazz que corría por sus venas por nosotros?”

“La batería de Charlie Watts en `Street Fighting Man´ es un equipo mínimo de principiante de los años treinta, que iba en una maleta; la abrías y salía automáticamente todo: un platillo, una pandereta de un tamaño que era la mitad de lo normal y hacía de plato y poco más. Así es como se hizo ese disco, jugando con cuatro mierdas en habitaciones de hotel.”

“Allá por 1984 se produjo un curioso episodio: Charlie lanzó uno de sus ganchos percusivos, un puñetazo que sólo he visto un par de veces y es realmente mortífero; requiere equilibrio y buena coordinación de movimientos. Eso sí, lo tienen que provocar al máximo. A Mick le puso uno de esos. Estábamos en Ámsterdam para asistir a una reunión y, pese a que Mick y yo no pasábamos por nuestro mejor momento, le dije `¡venga, vámonos por ahí!´. Hasta le presté la chaqueta que llevaba el día de mi boda. Volvimos al hotel a eso de las cinco de la mañana y Mick llamó por teléfono a Charlie. Le dije que no lo llamara a esas horas, pero lo hizo y le espetó: `¿Dónde está mi batería?´. No hubo respuesta y colgó. Al cabo de unos veinte minutos, Mick y yo seguíamos por allí bastante puestos (dale un par de copas y ya está pedo), y oímos que llamaban a la puerta. Era Charlie Watts, perfectamente arreglado con su elegante traje de Savile Row, impecable, con corbata, afeitado, hecho un figurín.”

“¡Hasta olía a colonia! Abrí la puerta y ni siquiera me miró; entró, se fue derecho hacia Mick y le dijo: Nunca más vuelvas a llamarme `tu batería´. Después lo agarró por las solapas de la chaqueta y le atizó un gancho de derecha. Mick cayó de espaldas encima de una bandeja plateada de salmón ahumado que había en la mesa y empezó a deslizarse hacia la ventana abierta y el canal que había debajo. Y yo pensando: ¡Esa sí que ha sido buena!.”

“Wayne Shorter, un músico de jazz, llegó diciendo que le iban a tomar el pelo sin piedad por tocar lo que en su mundo llamaban `música de guardia´. Pero el hombre salió con un solo increíble. `Yo pensaba que venía como músico de guardia y me estoy saliendo´, dijo. Porque para la parte final de la canción le indiqué: Haz lo que te dé la gana, siéntete libre de tirar por donde quieras, toda tuya. Y dio con algo fantástico. Y Charlie Watts, que es uno de los mejores baterías de jazz del puto siglo, estaba tocando con él. Fue una sesión fabulosa. ”

Hasta siempre, Charlie.

La mañana del martes 25 de agosto la noticia de la muerte de Charlie Watts, el legendario e imprescindible baterista de los Rolling Stones, conmocionó al mundo de la música y la cultura global.

Watts es el punto de fuga desde donde el jazz, el blues y el rock se proyectaron para revolucionar la historia de la música popular contemporánea para siempre. No es necesario apelar a virtuosismos malabarísticos, el arte de Watts radicaba en ser el corazón de la banda de rock más importante de todos los tiempos; en cada disco de los Stones podemos encontrar evidencia de ello.

Pero dejemos que sea el propio Keith Richards, a través de su Vida (Global Rhythm Press, 2011), quien nos hable de Charlie, el hombre tranquilo, elegante y muy querido.

“Cuando tenía nueve años nos dieron una casa de protección oficial en Temple Hill, un auténtico erial. A mí me gustaba mucho más Chastilian Street, pero según Doris éramos muy afortunados, `tenemos una casa´ y todo el rollo ese. Total, que mueves el culo a la otra puta punta de la ciudad. Durante los primeros años de la posguerra había una gran escasez de viviendas y mucha gente de Dartford vivía en las casas prefabricadas de Princes Street (Charlie Watts seguía en una de ellas cuando lo conocí en 1962)”.

“Al cabo de los años, Charlie Watts se podía pasar días enteros en Savile Row de sastrería en sastrería, comparando calidades de tejidos, decidiendo qué botones eran los que mejor iban… Yo, en cambio, no podía aparecer por allí, creo que tenía que ver con mi madre, que se pasaba el día en las tiendas de telas buscando algún chollo para hacer cortinas; y lo que yo opinara no tenía la menor importancia, me aparcaba en una silla o en un banco, o en una estantería incluso, donde fuera, y yo la observaba.”

“Voy a una escuela de arte que en realidad es mi escuela de guitarra. Primera actuación en público y acabo la noche con una chica. En la estación de Dartford encuentro a Mick con sus discos de Chuck Berry bajo el brazo. Empezamos a tocar: Little Boy Blue y los Blue Boys. Conocemos a Brian Jones en el Ealing Club. Consigo la aprobación de Ian Stewart en el Bricklayers Arms y los Stones nacen en torno a él. Queremos que Charlie Watts se una a la banda, pero no nos lo podemos permitir.”

“¡Dios, sería fabuloso si pudiéramos pagar a Charlie Watts!». A todos nos parecía que Charlie Watts tenía poco menos que un don divino para tocar la batería; así que Stu lanzó la red. Charlie dijo que estaba dispuesto a hacer tantas actuaciones como fuera posible, pero tenía que ganar lo suficiente para compensar los viajes en metro con la batería a cuestas: «Si me dicen que tienen un par de tocadas pagadas y fijas por semana, me apunto».”

“Para mí, Charlie Watts fue el ingrediente secreto y eso me lleva de vuelta a Ian Stewart (`tenemos que conseguir a Charlie Watts´) y a todos los tejemanejes que hubo para conseguirlo. ¡Pasamos hambre para poder pagarle! ¡Literal! Tuvimos que robar la comida en las tiendas para conseguir a Charlie Watts, nos redujimos las raciones. Estábamos tan desesperados por conseguir que tocara con nosotros… ¡Y ahora no lo podemos devolver!”

“Charlie Watts siempre ha sido mi andamio musicalmente hablando, así que leer esa anotación sobre `rectificar´ su sonido me parece algo extraordinario, pero, como Stu, había llegado al rhythm and blues a través de la conexión de éste con el jazz. Al cabo de unos días escribo: `Charlie tiene swing, definitivamente, pero no sabe hacer rock. Un tío estupendo, eso sí´. Por aquel entonces no le había pillado el truco al rock and roll. Yo quería que le pegara un poco más fuerte, todavía sonaba demasiado a jazz para mi gusto. Sabíamos que era un batería estupendo, pero para tocar con los Stones Charlie tuvo que ponerse a estudiar a Jimmy Reed y a Earl Philips (que era el batería de Jimmy Reed) para captar de qué iba, para entender esa manera de tocar espaciando, minimizando. Y es algo que ha retenido hasta el día de hoy. Charlie era el batería que queríamos, pero antes que nada: ¿nos lo podíamos permitir? Y segundo: ¿abandonaría parte del jazz que corría por sus venas por nosotros?”

“La batería de Charlie Watts en `Street Fighting Man´ es un equipo mínimo de principiante de los años treinta, que iba en una maleta; la abrías y salía automáticamente todo: un platillo, una pandereta de un tamaño que era la mitad de lo normal y hacía de plato y poco más. Así es como se hizo ese disco, jugando con cuatro mierdas en habitaciones de hotel.”

“Allá por 1984 se produjo un curioso episodio: Charlie lanzó uno de sus ganchos percusivos, un puñetazo que sólo he visto un par de veces y es realmente mortífero; requiere equilibrio y buena coordinación de movimientos. Eso sí, lo tienen que provocar al máximo. A Mick le puso uno de esos. Estábamos en Ámsterdam para asistir a una reunión y, pese a que Mick y yo no pasábamos por nuestro mejor momento, le dije `¡venga, vámonos por ahí!´. Hasta le presté la chaqueta que llevaba el día de mi boda. Volvimos al hotel a eso de las cinco de la mañana y Mick llamó por teléfono a Charlie. Le dije que no lo llamara a esas horas, pero lo hizo y le espetó: `¿Dónde está mi batería?´. No hubo respuesta y colgó. Al cabo de unos veinte minutos, Mick y yo seguíamos por allí bastante puestos (dale un par de copas y ya está pedo), y oímos que llamaban a la puerta. Era Charlie Watts, perfectamente arreglado con su elegante traje de Savile Row, impecable, con corbata, afeitado, hecho un figurín.”

“¡Hasta olía a colonia! Abrí la puerta y ni siquiera me miró; entró, se fue derecho hacia Mick y le dijo: Nunca más vuelvas a llamarme `tu batería´. Después lo agarró por las solapas de la chaqueta y le atizó un gancho de derecha. Mick cayó de espaldas encima de una bandeja plateada de salmón ahumado que había en la mesa y empezó a deslizarse hacia la ventana abierta y el canal que había debajo. Y yo pensando: ¡Esa sí que ha sido buena!.”

“Wayne Shorter, un músico de jazz, llegó diciendo que le iban a tomar el pelo sin piedad por tocar lo que en su mundo llamaban `música de guardia´. Pero el hombre salió con un solo increíble. `Yo pensaba que venía como músico de guardia y me estoy saliendo´, dijo. Porque para la parte final de la canción le indiqué: Haz lo que te dé la gana, siéntete libre de tirar por donde quieras, toda tuya. Y dio con algo fantástico. Y Charlie Watts, que es uno de los mejores baterías de jazz del puto siglo, estaba tocando con él. Fue una sesión fabulosa. ”

Hasta siempre, Charlie.

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