/ sábado 11 de septiembre de 2021

La amistad es "lo más necesario en la vida"

Literatura y filosofía

El hombre, social por naturaleza, no puede percibir su valor sin antes percatarse de la existencia de un otro, en la medida que reconoce a este se ve reflejado y por eso es posible que tenga un punto de referencia de sí. Al relacionarse con ese otro el hombre pone a prueba su virtud, la cual Aristóteles considera como “lo más necesario en la vida”, para ser más específico se ha referido a la amistad. Sin embargo, en los tiempos actuales se ha sublimado la claridad de este acto ético entre las personas.

¿Es posible que la amistad hoy en día tenga un cariz de dominio y vaciedad (y por ello se encuentra en el otro extremo de lo que hace siglos significó)? La realidad actual me permite afirmar que en ciertos casos es así; ese aspecto dominante es la narrativa de las amistades existentes. Porque se percibe escasamente el compromiso de asumir el papel de amigo, de ser virtuoso en lo posible; las relaciones interpersonales de hoy se sitúan más en la etiqueta que en la significatividad de lo que implica construir y mantener una amistad. Existen amigos y estos valen porque se pueden cuantificar ante los demás ─y vaya que es sorprendente la cantidad de amigos que hoy es posible tener, si nos referimos sobre todo a la influencia de la interacción tecnológica─.

Aunque volviendo al punto central, si Aristóteles afirma que la amistad es “lo más necesario en la vida” ¿por qué se ha tomado a la ligera la elección de los amigos? y en el caso de elegirlos ¿por qué se rehúye a corresponder éticamente? Estas interrogantes surgen a partir de la reflexión a la que me he sometido ─quizá no tan profundamente ahora─ desde algunas experiencias (personales y percibidas en otros), las cuales me han llevado a comprender el valor de la amistad desde una perspectiva individualista ─o tal vez desde el desencanto en algunas relaciones interpersonales─.

Para responder los cuestionamientos anteriores en primer lugar es preciso tomar en cuenta que el transcurso del tiempo modifica las ideas y por consiguiente la forma de relacionarse entre los hombres. No obstante, también es necesario mencionar que las virtudes de estos no desaparecen, en todo caso el hombre suele modificar su perspectiva respecto a ellas ante las circunstancias que le rodean ─y en este sentido pueden (los hombres) cambiar la preponderancia de las virtudes frente a otros aspectos (superficiales) que permitan las relaciones interpersonales, ello por decisión consciente o inconsciente─.

Teniendo en cuenta lo anterior, es posible aterrizar la idea que nos encamine a la respuesta de cómo elegimos a los amigos. Desde que estamos en un lugar que nos lleva a establecer nuevas relaciones sociales existe la necesidad de intercambiar la experiencia, respecto a las impresiones de ese acercamiento nuevo en nuestra vida; es ahí donde se comienza un vínculo, en primera instancia superficial. Conforme pasan los días y percibimos cierta afinidad (o simpatía) con alguno de los que nos hemos rodeado, comenzamos a establecer lazos de confianza más cercanos que en el primer encuentro; en este momento estamos llegando a vernos reflejados en el otro y por lo tanto nos sentimos en complicidad, porque en cierta medida hay una correspondencia de ideas.

Mas el vínculo fundado (de manera quizá más consciente que inconsciente) con el otro no asegura una amistad. Esta virtud requiere una constante reciprocidad, un compromiso que se asume ─o no, y en ese punto el vínculo deja de tener sentido─ para lograr compartir ideas, pero también sentimientos y sobre todo probar la propia templanza (que puede decirse es el trasfondo de la virtud). En este sentido, el hombre como posibilidad (respecto a la realidad de su ser) puede bien corresponder ─o dejar de hacerlo─ ante la elección que ha hecho. Es decir, al entablar una relación (interpersonal) el hombre sabe que no sólo será receptor sino que el diálogo con ese otro ─que en algún sentido es su reflejo─ le conduce a mantener un vínculo comunicativo, y en el mejor de los casos con una acepción afectiva.

Sin embargo, es posible ─las posibilidades son lo constante por tratarse de relaciones humanas─ que después de un tiempo en que probablemente se han compartido variedad de experiencias durante algunos años, alguno de los vinculantes (amigos) flaquee en su compromiso de ser recíproco. Tal vez suene irónico, pero es tan cierto en muchos casos. El flaqueador puede ser inconsciente hasta cierto sentido de su actitud, entonces simplemente se limita a recibir, recibir, recibir. En este aspecto el otro llega a darse cuenta que la amistad existe por su sobre esfuerzo y entonces comienza a cuestionarse si vale la pena; porque lo sano no es que la amistad valga la pena sino el tiempo, las risas, las experiencias (y por qué no también los llantos compartidos).

Cuando el otro trata de advertir al flaqueador que está faltando a la virtud tan valiosa que los ha unido y este no se quiere dar cuenta, el otro sencillamente decide callar e irse. ¿La razón de callar e irse? Porque las ideas que ante el advertido no tienen eco es mejor callarlas y este silencio es también una forma de hablar, incluso de gritar porque se ha dejado a la deriva un vínculo que se forjó pensándolo sino inquebrantable quizá sí más fuerte de lo que se percibe en estas circunstancias. Irse por dignidad. Pues al defender la idea que conduce este texto: la amistad como “lo más necesario de esta vida” ¿es posible quedarse cuando se advierte indiferencia ante la virtud más valiosa entre los hombres?

En suma, la elección de los amigos debería tomar tiempo y consideraciones personales en cuanto a la capacidad de responder a la virtud de la amistad, no es tan sencillo ganarse o darle el título de amigo a cualquier otro. No es la etiqueta que deba presumirse, elegir un amigo es tener en cuenta que con él puede existir confianza y cercanía suficientes para una amistad práctica y por lo tanto racional ─racional en el sentido de utilizar la capacidad del lenguaje para poder justificar los actos o afirmaciones que hacemos─ y constructiva ─en el sentido de superar las posibles crisis en la relación interpersonal─.

Ahora bien, volviendo a la pregunta que nos queda por contestar: ¿por qué se rehúye a corresponder éticamente?, la respuesta de la pregunta anterior nos da un esbozo de lo que queda por manifestar. Porque en la responsabilidad de elegir los amigos cabe también el compromiso de ser éticos (con el o los otros que se han elegido para amigos). Cuando se habla en el sentido ético de la amistad, siguiendo la idea de la ética aristotélica, se refiere “ante todo a una ética prudencial, pues sostiene que lo que debe hacerse está determinado por lo que en las circunstancias concretas aparece como el bien digno de perseguirse” (Gómez-Lobo, 1998, p. 312).

Ese bien digno de perseguirse ¿va vinculado con el carácter de la persona? Es posible contestar afirmativamente, pues el ser ético va precisamente con la expresión de la virtud ─tómese en cuenta que el término ético proviene del griego éthos que significa carácter, modo de ser y éthos significa hábito o costumbre (Hurtado, 2015, p. 15)─ en la práctica. Es decir, en la esencia individual tenemos la capacidad de desarrollar la prudencia como hábito para poder llegar a exteriorizar la virtud y en este sentido corresponder al compromiso asumido ─en este caso mantener la amistad como lo más necesario en la vida del hombre─.

Sin embargo, parece que el valor primario de la amistad ha pasado a segundo plano ─en la línea temática es la virtud de la excelencia, de acuerdo con Aristóteles─. Pocas personas corresponden éticamente en la praxis de los valores, en la amistad; se rehúye del acto ético porque no se reflexiona en el fin que esta persigue: la felicidad. ¿Acaso falta valentía para enfrentar los quiebres en la interacción con el otro? ¿Quizá la prudencia es una virtud desvanecida en la apariencia de las buenas amistades? ¿Es el miedo al compromiso de construir y mantener un hábito? Las preguntas pueden seguir surgiendo, pero hasta ahora es posible creer que muchas de las amistades actuales se fundan en gran parte debido a intereses individualistas y es por eso que no se corresponde éticamente; se persigue únicamente el beneficio personal y no hay reciprocidad constante cuando solo una de las partes es valiente. Por la cualidad de valiente Aristóteles enfatiza que se es tal cuando hay constancia en un acto ético, porque “el género próximo de la virtud es el ser un hábito o estado disposicional” (Gómez-Lobo, 1998, 314).

Por último, cada vez resulta más difícil desprendernos de las pasiones que nos alejan de la virtud (ira, miedo, envidia), ¿acaso es la holganza de la relfexión? ¿qué se entiende hoy por amistad y con qué fin se fundan las relaciones interpersonales? Si cada uno desmenuza su respuesta quizá seamos capaces de coincidir con la misma idea que desencadena este texto, ya sea como afirmación o tal vez también como interrogante: La amistad, lo más necesario en la vida del hombre o La amistad, ¿lo más necesario en la vida del hombre?

El hombre, social por naturaleza, no puede percibir su valor sin antes percatarse de la existencia de un otro, en la medida que reconoce a este se ve reflejado y por eso es posible que tenga un punto de referencia de sí. Al relacionarse con ese otro el hombre pone a prueba su virtud, la cual Aristóteles considera como “lo más necesario en la vida”, para ser más específico se ha referido a la amistad. Sin embargo, en los tiempos actuales se ha sublimado la claridad de este acto ético entre las personas.

¿Es posible que la amistad hoy en día tenga un cariz de dominio y vaciedad (y por ello se encuentra en el otro extremo de lo que hace siglos significó)? La realidad actual me permite afirmar que en ciertos casos es así; ese aspecto dominante es la narrativa de las amistades existentes. Porque se percibe escasamente el compromiso de asumir el papel de amigo, de ser virtuoso en lo posible; las relaciones interpersonales de hoy se sitúan más en la etiqueta que en la significatividad de lo que implica construir y mantener una amistad. Existen amigos y estos valen porque se pueden cuantificar ante los demás ─y vaya que es sorprendente la cantidad de amigos que hoy es posible tener, si nos referimos sobre todo a la influencia de la interacción tecnológica─.

Aunque volviendo al punto central, si Aristóteles afirma que la amistad es “lo más necesario en la vida” ¿por qué se ha tomado a la ligera la elección de los amigos? y en el caso de elegirlos ¿por qué se rehúye a corresponder éticamente? Estas interrogantes surgen a partir de la reflexión a la que me he sometido ─quizá no tan profundamente ahora─ desde algunas experiencias (personales y percibidas en otros), las cuales me han llevado a comprender el valor de la amistad desde una perspectiva individualista ─o tal vez desde el desencanto en algunas relaciones interpersonales─.

Para responder los cuestionamientos anteriores en primer lugar es preciso tomar en cuenta que el transcurso del tiempo modifica las ideas y por consiguiente la forma de relacionarse entre los hombres. No obstante, también es necesario mencionar que las virtudes de estos no desaparecen, en todo caso el hombre suele modificar su perspectiva respecto a ellas ante las circunstancias que le rodean ─y en este sentido pueden (los hombres) cambiar la preponderancia de las virtudes frente a otros aspectos (superficiales) que permitan las relaciones interpersonales, ello por decisión consciente o inconsciente─.

Teniendo en cuenta lo anterior, es posible aterrizar la idea que nos encamine a la respuesta de cómo elegimos a los amigos. Desde que estamos en un lugar que nos lleva a establecer nuevas relaciones sociales existe la necesidad de intercambiar la experiencia, respecto a las impresiones de ese acercamiento nuevo en nuestra vida; es ahí donde se comienza un vínculo, en primera instancia superficial. Conforme pasan los días y percibimos cierta afinidad (o simpatía) con alguno de los que nos hemos rodeado, comenzamos a establecer lazos de confianza más cercanos que en el primer encuentro; en este momento estamos llegando a vernos reflejados en el otro y por lo tanto nos sentimos en complicidad, porque en cierta medida hay una correspondencia de ideas.

Mas el vínculo fundado (de manera quizá más consciente que inconsciente) con el otro no asegura una amistad. Esta virtud requiere una constante reciprocidad, un compromiso que se asume ─o no, y en ese punto el vínculo deja de tener sentido─ para lograr compartir ideas, pero también sentimientos y sobre todo probar la propia templanza (que puede decirse es el trasfondo de la virtud). En este sentido, el hombre como posibilidad (respecto a la realidad de su ser) puede bien corresponder ─o dejar de hacerlo─ ante la elección que ha hecho. Es decir, al entablar una relación (interpersonal) el hombre sabe que no sólo será receptor sino que el diálogo con ese otro ─que en algún sentido es su reflejo─ le conduce a mantener un vínculo comunicativo, y en el mejor de los casos con una acepción afectiva.

Sin embargo, es posible ─las posibilidades son lo constante por tratarse de relaciones humanas─ que después de un tiempo en que probablemente se han compartido variedad de experiencias durante algunos años, alguno de los vinculantes (amigos) flaquee en su compromiso de ser recíproco. Tal vez suene irónico, pero es tan cierto en muchos casos. El flaqueador puede ser inconsciente hasta cierto sentido de su actitud, entonces simplemente se limita a recibir, recibir, recibir. En este aspecto el otro llega a darse cuenta que la amistad existe por su sobre esfuerzo y entonces comienza a cuestionarse si vale la pena; porque lo sano no es que la amistad valga la pena sino el tiempo, las risas, las experiencias (y por qué no también los llantos compartidos).

Cuando el otro trata de advertir al flaqueador que está faltando a la virtud tan valiosa que los ha unido y este no se quiere dar cuenta, el otro sencillamente decide callar e irse. ¿La razón de callar e irse? Porque las ideas que ante el advertido no tienen eco es mejor callarlas y este silencio es también una forma de hablar, incluso de gritar porque se ha dejado a la deriva un vínculo que se forjó pensándolo sino inquebrantable quizá sí más fuerte de lo que se percibe en estas circunstancias. Irse por dignidad. Pues al defender la idea que conduce este texto: la amistad como “lo más necesario de esta vida” ¿es posible quedarse cuando se advierte indiferencia ante la virtud más valiosa entre los hombres?

En suma, la elección de los amigos debería tomar tiempo y consideraciones personales en cuanto a la capacidad de responder a la virtud de la amistad, no es tan sencillo ganarse o darle el título de amigo a cualquier otro. No es la etiqueta que deba presumirse, elegir un amigo es tener en cuenta que con él puede existir confianza y cercanía suficientes para una amistad práctica y por lo tanto racional ─racional en el sentido de utilizar la capacidad del lenguaje para poder justificar los actos o afirmaciones que hacemos─ y constructiva ─en el sentido de superar las posibles crisis en la relación interpersonal─.

Ahora bien, volviendo a la pregunta que nos queda por contestar: ¿por qué se rehúye a corresponder éticamente?, la respuesta de la pregunta anterior nos da un esbozo de lo que queda por manifestar. Porque en la responsabilidad de elegir los amigos cabe también el compromiso de ser éticos (con el o los otros que se han elegido para amigos). Cuando se habla en el sentido ético de la amistad, siguiendo la idea de la ética aristotélica, se refiere “ante todo a una ética prudencial, pues sostiene que lo que debe hacerse está determinado por lo que en las circunstancias concretas aparece como el bien digno de perseguirse” (Gómez-Lobo, 1998, p. 312).

Ese bien digno de perseguirse ¿va vinculado con el carácter de la persona? Es posible contestar afirmativamente, pues el ser ético va precisamente con la expresión de la virtud ─tómese en cuenta que el término ético proviene del griego éthos que significa carácter, modo de ser y éthos significa hábito o costumbre (Hurtado, 2015, p. 15)─ en la práctica. Es decir, en la esencia individual tenemos la capacidad de desarrollar la prudencia como hábito para poder llegar a exteriorizar la virtud y en este sentido corresponder al compromiso asumido ─en este caso mantener la amistad como lo más necesario en la vida del hombre─.

Sin embargo, parece que el valor primario de la amistad ha pasado a segundo plano ─en la línea temática es la virtud de la excelencia, de acuerdo con Aristóteles─. Pocas personas corresponden éticamente en la praxis de los valores, en la amistad; se rehúye del acto ético porque no se reflexiona en el fin que esta persigue: la felicidad. ¿Acaso falta valentía para enfrentar los quiebres en la interacción con el otro? ¿Quizá la prudencia es una virtud desvanecida en la apariencia de las buenas amistades? ¿Es el miedo al compromiso de construir y mantener un hábito? Las preguntas pueden seguir surgiendo, pero hasta ahora es posible creer que muchas de las amistades actuales se fundan en gran parte debido a intereses individualistas y es por eso que no se corresponde éticamente; se persigue únicamente el beneficio personal y no hay reciprocidad constante cuando solo una de las partes es valiente. Por la cualidad de valiente Aristóteles enfatiza que se es tal cuando hay constancia en un acto ético, porque “el género próximo de la virtud es el ser un hábito o estado disposicional” (Gómez-Lobo, 1998, 314).

Por último, cada vez resulta más difícil desprendernos de las pasiones que nos alejan de la virtud (ira, miedo, envidia), ¿acaso es la holganza de la relfexión? ¿qué se entiende hoy por amistad y con qué fin se fundan las relaciones interpersonales? Si cada uno desmenuza su respuesta quizá seamos capaces de coincidir con la misma idea que desencadena este texto, ya sea como afirmación o tal vez también como interrogante: La amistad, lo más necesario en la vida del hombre o La amistad, ¿lo más necesario en la vida del hombre?

Finanzas

Creció 56.9% valor de la construcción

En febrero fue de mil 693 millones 242 pesos; edificación contribuyó 4.6% al total de la producción en el país

Finanzas

Baja 5% la producción de ganado, en Querétaro

Producción en toneladas disminuyó de 28 toneladas en enero a 24 toneladas en febrero

Local

Habrá clima fresco por las mañanas y caluroso por la tarde

Termómetro oscilará entre los 12 y 34 grados centígrados

Elecciones 2024

Propone “Chema” Tapia haya 3 debates

Voceros del candidato de Morena-PVEM-PT a la alcaldía capitalina rechazan los diálogos del IEEQ

Elecciones 2024

Monsalvo buscará regular las carreras de caballos

Establecerá políticas que equilibren el respeto por las tradiciones con el cuidado de los animales y el bienestar de la comunidad

Elecciones 2024

Propone Chepe Guerrero saneamiento de río El Pueblito

Candidato a la presidencia municipal creará Instituto de Cuidado Animal y reciclaje de basura