/ miércoles 27 de noviembre de 2019

La búsqueda … Comer, rezar, amar

Vitral

El Tantra es una filosofía hinduista milenaria que tiene como principal objetivo lograr la unidad del ser, reintegrarse a la conciencia primordial. El ser como parte de la totalidad, y ésta como expresión del Uno. En esa búsqueda del sí mismo se inscribe la película Comer, rezar, amar, basada en la novela del mismo nombre. Llena de escenas entrañables, algunas se desarrollan cuando el personaje principal Elizabeth Gilbert (Julia Roberts) se encuentra en Italia. De hecho, ahí sucede un momento clave para todo el desarrollo de la cinta.

Elizabeth, desengañada de la vida, parte a un largo viaje en busca de sí misma. Esa búsqueda comienza en Italia, en donde la comida le va revelando los placeres de vivir, de disfrutar, y con ello la necesidad de dejar atrás la amargura, la tristeza. Disfrutar de un espagueti a la boloñesa, con música de fondo de La flauta mágica, se convierte en una revelación mientras contempla a una pareja que se abraza, besa y acaricia. Justo lo que ella no tiene en ese momento. En una barbería un hombre llamado Luca Spaghetti casi le grita que los “americanos” no saben disfrutar la vida, no saben del placer, él le enseña acerca de “la dulzura de no hacer nada”. Y es un platillo delicioso: la pizza, la que viene a poner toda la magia detrás de sus exquisitos sabores. La últimamente tan atacada pizza porque engorda, porque tiene lácteos, por la harina, por las combinaciones, por ser mala para la salud, sin embargo, las pizzas se venden cada día más y conquistan a más y más personas. Tienen muchas variantes, y son el punto culminante de los placeres culinarios de la comida italiana. Una creación que refleja lo mejor de la globalización –que ya es antigua–, dado que sin el jitomate mexicano no existiría el platillo tal como lo conocemos hoy. Así que a comer sin culpabilidad –dicen los italianos–, a disfrutar tántricamente cada mordida y a encontrarse con cada sabor, cada textura, cada secreto desnudado. Comer, disfrutar a cada paso, ver lo bueno de la vida es el secreto que los italianos enseñan a Elizabeth Gilbert.

La clave es estar contentos porque todo pasará. Estando Elizabeth en Roma, de visita en el conjunto arquitectónico llamado Augusteum, el lugar en donde los sacerdotes rendían culto al emperador Augusto, supo que, a pesar de toda la belleza del lugar, éste fue saqueado y reconstruido, y las mismas cenizas del gran emperador Augusto Octaviano, su creador, fueron robadas. No quedó nada, ahora era refugio de gente abandonada por el sistema social. Así que para qué aferrarse, para qué sufrir.

Comer, rezar, amar es la clase de película que hay que ver sin prejuicios. No es la gran cinta sesuda o con pretensiones intelectuales, simplemente es el relato vital de una mujer en busca de su razón para estar viva. Es una cinta de corte intimista, no es de persecuciones ni balazos, sino de mundos interiores, de búsqueda del sentido, la amistad y el amor. Y eso es lo que la hace valiosa, porque si se mira con cuidado, comparte con muchos espectadores esa pregunta clave: qué hago aquí, para qué estoy en el mundo. Cuestionamientos centrales de toda filosofía.

Hay críticos que señalan que la película es new age, light, aburrida y hasta panfletera, pero no hay tal. No hay discursos grandilocuentes ni propaganda. Simplemente se trata de una experiencia de vida que se comparte, y en ese sentido puede resultar muy enriquecedora. Sugiere diversos caminos para la búsqueda de cada quien. En un mundo tan vacuo, donde existe tanta maldad, esta cinta resulta hasta salutífera. El mensaje que propone es infinitamente mejor que la violencia cotidiana como camino. Si no aporta, cuando menos no hace daño, al contrario, y eso ya es benéfico. Se inscribe en el terreno de los libros de autoayuda –critican algunos–, y eso qué, la gente lo necesita. Si no fueran tan importantes los temas que aborda la autoayuda no tendrían el éxito que tienen, cubren aspectos de los que nadie más se ocupa. De ahí su boom. Tan es así, que la autora, Elizabeth Gilbert, en el año 2008 fue considerada por la revista Time como una de las personas más influyentes de mundo. Su libro ha vendido más de diez millones ejemplares, lo cual es significativo desde cualquier punto de vista.

*

Toda su búsqueda, toda su ansiedad, llevó a nuestro personaje a un largo viaje. Rezó a un gurú y no encontró la felicidad, guardo silencio y tampoco, tuvo un amante tras otro y nada. La puerta de salida la encontró al aprender a disfrutar de una buena comida, al escuchar a los que pensaban diferente a ella, y al viejo curandero y adivinador en un rincón olvidado de un país muy lejano. Es decir, donde menos lo esperaba. Es la totalidad la que puede mostrar los caminos, y no la moralidad que viene de la absoluta pureza. Es la experiencia la gran maestra, la calma, la observación del propio ser, y el amor, el amor en cada paso y trazo del camino. El amor a los amigos, a la pareja, a la vida, al servicio a los demás, a sí misma.

El curandero quería rehacer sus viejos documentos, la mujer-medicina quería una nueva casa, su amante en Bali quería ir a la isla desierta, Elizabeth les dio ese gusto al ponerse a su servicio. Comer para celebrar, cocinar para los demás, rezar por los otros, reconocer la vida como el gran regalo, agradecer, escuchar y ser escuchado, disfrutar del amor en todas sus dimensiones e igualmente ofrecerlo son las propuestas, son las apuestas de esta película. Quizá por eso ha tenido ese éxito inesperado y fuera de toda proporción, porque la gente está esperando eso, una respuesta simple y viable ante tanto vacío, dolor, tristeza, pobreza, falta de solidaridad y amor. La película y el libro pueden parecer cursis, simplones, mercadotecnia barata, autoayuda para ingenuos, sin embargo, el éxito de ambas sugiere otra cosa; la gente busca respuestas y las tomarán donde se las ofrezcan.

La belleza de contemplar el mar en Bali, de disfrutar del aroma de un buen plato de pizza en Italia y de meditar en la India son reveladoras. Un viaje alrededor del mundo para encontrar que la verdad última habita en ti y en el desarrollo de tu conciencia. Ese es el viaje que vale la pena. Viajar por el mundo es maravilloso, pero lo será más si estás consciente. Conciencia en cada acto y en cada palabra, esa es la enseñanza que transmite Elizabeth Gilbert en su libro y en la adaptación de éste al cine. Y para lograrlo hay un camino, entre otros posibles: comer, rezar y amar.

https://escritosdeaft.blogspot.com

El Tantra es una filosofía hinduista milenaria que tiene como principal objetivo lograr la unidad del ser, reintegrarse a la conciencia primordial. El ser como parte de la totalidad, y ésta como expresión del Uno. En esa búsqueda del sí mismo se inscribe la película Comer, rezar, amar, basada en la novela del mismo nombre. Llena de escenas entrañables, algunas se desarrollan cuando el personaje principal Elizabeth Gilbert (Julia Roberts) se encuentra en Italia. De hecho, ahí sucede un momento clave para todo el desarrollo de la cinta.

Elizabeth, desengañada de la vida, parte a un largo viaje en busca de sí misma. Esa búsqueda comienza en Italia, en donde la comida le va revelando los placeres de vivir, de disfrutar, y con ello la necesidad de dejar atrás la amargura, la tristeza. Disfrutar de un espagueti a la boloñesa, con música de fondo de La flauta mágica, se convierte en una revelación mientras contempla a una pareja que se abraza, besa y acaricia. Justo lo que ella no tiene en ese momento. En una barbería un hombre llamado Luca Spaghetti casi le grita que los “americanos” no saben disfrutar la vida, no saben del placer, él le enseña acerca de “la dulzura de no hacer nada”. Y es un platillo delicioso: la pizza, la que viene a poner toda la magia detrás de sus exquisitos sabores. La últimamente tan atacada pizza porque engorda, porque tiene lácteos, por la harina, por las combinaciones, por ser mala para la salud, sin embargo, las pizzas se venden cada día más y conquistan a más y más personas. Tienen muchas variantes, y son el punto culminante de los placeres culinarios de la comida italiana. Una creación que refleja lo mejor de la globalización –que ya es antigua–, dado que sin el jitomate mexicano no existiría el platillo tal como lo conocemos hoy. Así que a comer sin culpabilidad –dicen los italianos–, a disfrutar tántricamente cada mordida y a encontrarse con cada sabor, cada textura, cada secreto desnudado. Comer, disfrutar a cada paso, ver lo bueno de la vida es el secreto que los italianos enseñan a Elizabeth Gilbert.

La clave es estar contentos porque todo pasará. Estando Elizabeth en Roma, de visita en el conjunto arquitectónico llamado Augusteum, el lugar en donde los sacerdotes rendían culto al emperador Augusto, supo que, a pesar de toda la belleza del lugar, éste fue saqueado y reconstruido, y las mismas cenizas del gran emperador Augusto Octaviano, su creador, fueron robadas. No quedó nada, ahora era refugio de gente abandonada por el sistema social. Así que para qué aferrarse, para qué sufrir.

Comer, rezar, amar es la clase de película que hay que ver sin prejuicios. No es la gran cinta sesuda o con pretensiones intelectuales, simplemente es el relato vital de una mujer en busca de su razón para estar viva. Es una cinta de corte intimista, no es de persecuciones ni balazos, sino de mundos interiores, de búsqueda del sentido, la amistad y el amor. Y eso es lo que la hace valiosa, porque si se mira con cuidado, comparte con muchos espectadores esa pregunta clave: qué hago aquí, para qué estoy en el mundo. Cuestionamientos centrales de toda filosofía.

Hay críticos que señalan que la película es new age, light, aburrida y hasta panfletera, pero no hay tal. No hay discursos grandilocuentes ni propaganda. Simplemente se trata de una experiencia de vida que se comparte, y en ese sentido puede resultar muy enriquecedora. Sugiere diversos caminos para la búsqueda de cada quien. En un mundo tan vacuo, donde existe tanta maldad, esta cinta resulta hasta salutífera. El mensaje que propone es infinitamente mejor que la violencia cotidiana como camino. Si no aporta, cuando menos no hace daño, al contrario, y eso ya es benéfico. Se inscribe en el terreno de los libros de autoayuda –critican algunos–, y eso qué, la gente lo necesita. Si no fueran tan importantes los temas que aborda la autoayuda no tendrían el éxito que tienen, cubren aspectos de los que nadie más se ocupa. De ahí su boom. Tan es así, que la autora, Elizabeth Gilbert, en el año 2008 fue considerada por la revista Time como una de las personas más influyentes de mundo. Su libro ha vendido más de diez millones ejemplares, lo cual es significativo desde cualquier punto de vista.

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Toda su búsqueda, toda su ansiedad, llevó a nuestro personaje a un largo viaje. Rezó a un gurú y no encontró la felicidad, guardo silencio y tampoco, tuvo un amante tras otro y nada. La puerta de salida la encontró al aprender a disfrutar de una buena comida, al escuchar a los que pensaban diferente a ella, y al viejo curandero y adivinador en un rincón olvidado de un país muy lejano. Es decir, donde menos lo esperaba. Es la totalidad la que puede mostrar los caminos, y no la moralidad que viene de la absoluta pureza. Es la experiencia la gran maestra, la calma, la observación del propio ser, y el amor, el amor en cada paso y trazo del camino. El amor a los amigos, a la pareja, a la vida, al servicio a los demás, a sí misma.

El curandero quería rehacer sus viejos documentos, la mujer-medicina quería una nueva casa, su amante en Bali quería ir a la isla desierta, Elizabeth les dio ese gusto al ponerse a su servicio. Comer para celebrar, cocinar para los demás, rezar por los otros, reconocer la vida como el gran regalo, agradecer, escuchar y ser escuchado, disfrutar del amor en todas sus dimensiones e igualmente ofrecerlo son las propuestas, son las apuestas de esta película. Quizá por eso ha tenido ese éxito inesperado y fuera de toda proporción, porque la gente está esperando eso, una respuesta simple y viable ante tanto vacío, dolor, tristeza, pobreza, falta de solidaridad y amor. La película y el libro pueden parecer cursis, simplones, mercadotecnia barata, autoayuda para ingenuos, sin embargo, el éxito de ambas sugiere otra cosa; la gente busca respuestas y las tomarán donde se las ofrezcan.

La belleza de contemplar el mar en Bali, de disfrutar del aroma de un buen plato de pizza en Italia y de meditar en la India son reveladoras. Un viaje alrededor del mundo para encontrar que la verdad última habita en ti y en el desarrollo de tu conciencia. Ese es el viaje que vale la pena. Viajar por el mundo es maravilloso, pero lo será más si estás consciente. Conciencia en cada acto y en cada palabra, esa es la enseñanza que transmite Elizabeth Gilbert en su libro y en la adaptación de éste al cine. Y para lograrlo hay un camino, entre otros posibles: comer, rezar y amar.

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