¿Por qué se reunían en la ciudad de Querétaro los conspiradores de 1810? ¿Por qué San Miguel el Grande o algún otro lugar de Guanajuato no era el principal punto de reunión? Tómese en consideración que Miguel Hidalgo venía del pueblo de Dolores, e Ignacio Allende y Juan Aldama, entre otros, de San Miguel el Grande (ambos en Guanajuato). En este artículo, basado en investigaciones que he realizado en fuentes primarias en diferentes archivos históricos, en especial en el Archivo Histórico de Querétaro (AHQ), doy respuesta.
Hechos y personajes
Primero. En Querétaro la conspiración empezó desde 1808, no en 1810, como suele creerse. Entre los primeros conspiradores estaban —entre otros— el corregidor de Querétaro, licenciado Miguel Domínguez; el alférez real, don Pedro Antonio Septién Montero y Austri; y el regidor capitular decano del ayuntamiento, don Manuel de la Bárcena.
Segundo. En la ciudad de Querétaro había bastantes simpatizantes con el movimiento libertario. Se dice que eran más de 400. Yo he encontrado y publicado datos biográficos de 235. No es de extrañar, por ello, que se reunieran en diferentes casas (he dado a conocer once de ellas).
Tercero. Querétaro era un bastión de fuerte apego a la monarquía, lo cual hacía difícil de creer que en esta ciudad se llevara a cabo la conspiración.
Cuarto. Los independentistas queretanos juntaban en la ciudad armas y municiones para llevar a cabo la insurrección.
Quinto. Entre los conspiradores de Querétaro había personas ilustradas que influían en las decisiones del grupo. Veamos dos ejemplos: 1.- El regidor y alférez real de Querétaro, don Pedro Antonio Septién Montero y Austri, propuso que los insurgentes se escudaran en la figura de Fernando VII, para incrementar el apoyo de los indios; y 2.- Fueron los conspiradores de Querétaro quienes propusieron llevar como estandarte de la insurgencia a la Virgen de Guadalupe.
Pero, ¿quiénes eran los conspiradores? Algunos de ellos eran: el corregidor Miguel Domínguez, Don Pedro Antonio de Septién Montero y Austri, el marqués de Rayas, el presbítero José María Sánchez, Juan Nepomuceno Mier y Altamirano, el maestro de primeras letras Antonio Téllez, Mariano Lazo de la Vega, el licenciado Ramírez de Arellano, José Ignacio Villaseñor Cervantes, Epigmenio González, Emeterio González, José Lozano, Fray Anselmo Castillo, el licenciado Lorenzo de la Parra, José María Buenrostro, Manuel Delgado, Felipe Coria, Luis Mendoza, Manuel Prieto, Ignacio Pérez, Francisco Araujo y Mariano Galván.
Espacios de reunión
Ahora bien, es común escuchar que los conspiradores se reunían en saraos (tertulias); sin embargo, también tenían una academia de literatura, llamada Los Apatistas (de apáticos), lo cual habla del ambiente cultural que había en la ciudad. Esta academia tenía un presidente, el Pbro. José María Sánchez, y un secretario, Epigmenio González (José Antonio Téllez también fue secretario). Escribían y leían poesías y artículos literarios. Y entre estas actividades literarias se llevaban a cabo las actividades de conspiración en contra del gobierno virreinal. Respecto a los lugares en donde se reunían he encontrado once casas, y tres en donde fabricaban y reunían armamento.
Las casas donde se reunían en 1808: Casa del presbítero José María Sánchez, en la calle del Descanso número 14 (hoy Pasteur sur, # 40); Calle del Descanso número 7 (hoy Pasteur # 62); Casa del licenciado Lorenzo de la Parra, en el callejón de la Cerbatana número 4 (hoy andador Venustiano Carranza # 4; Callejón Ciego número 2 (hoy andador Libertad # 54).
Casas donde se reunían en 1810: Casa del licenciado Sámano, en la calle del Serafín número 8 (hoy calle Independencia Oriente, entre Corregidora y Vergara; Casa del Alférez Real y Alcalde Provincial, don José Ignacio Villaseñor Cervantes, en la calle 2ª de San Antonio números 4 y 5 (hoy Hidalgo # 11) donde se alojaban Ignacio Allende y Juan Aldama debido a que Ignacio Villaseñor estaba casado con María Justa Aldama, hermana de Juan Aldama; la casa de la madre del boticario Estrada, en la calle del Serafín (desconocemos el número de esta casa); en las casas reales, donde vivían el corregidor Miguel Domínguez y su esposa Josefa Ortiz de Domínguez (hoy Palacio de Gobierno); en la Casa del Diezmo (hoy calle de Madero # 105, frente a la catedral de San Felipe Neri). En esta casa también se hospedaba el cura Hidalgo cuando venía a Querétaro; en la calle del Descanso número 7 (hoy Pasteur # 62); en la casa y tienda llamada La Concepción, administrada por Epigmenio González, en la plaza de San Francisco números 8 y 6.
Denuncias y delatores
Respecto de las denuncias para apresarlos, se sabe que hubo varias. La primera surgió a raíz de una riña entre cuatro conspiradores: Francisco Araujo y Ramón Alejo Rincón mataron, el 12 de agosto de 1810, al sargento Eugenio Moreno y a un cohetero de nombre José. Cuando fue interrogado Araujo, denunció a los conspiradores. Posteriormente Mariano Galván hizo una denuncia verbal. Por su parte, Juan Ochoa hizo dos denuncias escritas. Por último, el doctor Iturriaga y Francisco Bueras informaron al cura Rafael Gil de León. Estas dos denuncias fueron el motivo final para que el corregidor Miguel Domínguez apresara a los hermanos Epigmenio y Emeterio González, el 13 de septiembre de 1810.
Sobre el mensaje de Josefa Ortiz de Domínguez, cabe mencionar que mientras el corregidor aprehendía a los hermanos González, ella le enviaba un mensaje a Ignacio Allende. El mensajero fue Ignacio Pérez, el cual llegó a San Miguel el Grande, el día 14; y no encontrando a Allende expuso la gravedad de todo lo ocurrido a Aldama. Ambos fueron al pueblo de Dolores a ver al cura Miguel Hidalgo, y ahí encontraron también a Allende. Al enterarse de los sucesos de Querétaro, el cura Hidalgo daría el grito de independencia en la madrugada del 16 de septiembre de 1810. Sin embargo, Ignacio Pérez no fue el único queretano que llevó el mensaje a Ignacio Allende. También lo hicieron Luis Mendoza y Francisco Lojero. Ahora bien, mientras Ignacio Pérez se dirigía a San Miguel el Grande, Josefa Ortiz envió un mensaje al presbítero José María Sánchez, para que fuera a ver a Joaquín Arias, capitán del regimiento de Celaya, que entonces estaba de bandera (así se decía al regimiento que estaba ocupando la plaza) en Querétaro. Al enterarse Arias, y quizá teniendo temor de ser descubierto, denunció a los demás conspiradores ante el sargento mayor de su regimiento, José Alonso, y ante el alcalde ordinario, Juan Ochoa. Esto ocasionó que fueran apresados el corregidor y su esposa, así como muchos de los conspiradores. El alcalde Juan Ochoa llegó en la noche del 15 de septiembre a las casas reales. Josefa Ortiz fue llevada presa a la casa de Juan Ochoa, al siguiente día la condujeron presa al convento de Santa Clara. El corregidor fue apresado y enviado al convento de la Cruz. Los sucesos posteriores, fueron registrados en nuestra historia nacional: daba inicio la lucha armada por la libertad de nuestra nación. Sin embargo, habría que preguntarse qué pasó en Querétaro después de que fueron descubiertos los conspiradores y, además, cómo vivió la población queretana el arribo de las fuerzas armadas para defender la plaza.
Querétaro después de ser descubierta la conspiración
Después de ser descubierta la conspiración de Querétaro, y de haberse dado el grito de independencia, en Dolores, el gobierno virreinal trató de proteger la ciudad donde había iniciado la llama de insurrección. Por ello, temiendo que ésta fuera tomada por los insurgentes, el virrey Francisco Javier Venegas le ordenó a Manuel Flón, intendente de Puebla, que se dirigiera con toda su tropa a Querétaro, llegando el 29 de septiembre de 1810.
Hay que considerar, para una mayor comprensión de lo que significaba el arribo de las fuerzas militares de la corona, que, en 1810, la ciudad de Querétaro contaba con 54 mil 500 habitantes aproximadamente. La cantidad de efectivos que llegaron fue de 12 mil soldados realistas. Estaban divididos en Infantería (45 cuerpos) y Caballería o Dragones (36 cuerpos). Entre ambos sumaban 81 cuerpos. Con su llegada, la ciudad incrementó el número de sus habitantes en un 22% .
Al inicio los queretanos estaban conformes con el arribo del ejército realista; sin embargo, después de tenerlos durante el tiempo que duró la lucha armada y años subsecuentes, terminó por cansarlos, pues no sólo tenían que mantenerlos, sino también sufrir los atropellos que causaban.