/ miércoles 11 de marzo de 2020

La mujer. Construcción y de - construcción. Imaginarios del siglo XIX

Cartografía del tiempo

"¡Ni una mujer menos, ni una muerta más!" #Ni Una Menos

Abordaje: La agresión, el asesinato, el feminicidio, la impunidad –entre otros agravios– han puesto a las mujeres en pie de lucha. Visibilizar la violencia de género es la consigna para que el 9 de marzo de 2020 se lleve a cabo "Un día sin mujeres" convocado por diversos colectivos; ¡un paro nacional de mujeres! Las construcciones que se han desarrollado a través del tiempo en torno a lo femenino y feminista, a la historia del género y de los grupos emergentes. Ha planteado un trabajo interdisciplinar para analizar los fenómenos sociales, el poder, la política, la economía, el cuerpo, la sexualidad y otros tópicos.

Aquí propongo una visión decimonónica para acercarnos a comprender la lucha, la protesta, la reivindicación de la mujer en el siglo XXI. El tema es basto y amplio, por lo cual limitaré la exposición a las siguientes preguntas: ¿Cuáles eran los roles de la mujer en el momento histórico y social del siglo XIX? ¿Cuál el imaginario colectivo sobre la mujer? ¿Cómo se construyó esa idea? Advierto que solamente es una muestra de un universo amplio.

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Cambios y continuidades: Las inercias de los roles que asumían las mujeres, encuentran su origen –para el caso de los mexicanos– en las estrategias de organización y producción de diversos grupos étnicos y las implantadas en la época virreinal. En el caso de Europa tiene algunas particularidades, surgidas de la familia esclavista de tipo grecorromana y de corte feudal. Se debe precisar los roles de mujeres en el ámbito rural y urbano. Poner delimitaciones a trabajadoras domésticas, obreras, maestras, manufactureras y vendedoras. Los ámbitos de clases privilegiadas los claustrales y étnicos con sus usos y costumbres. Aquí generalizo, sin embargo haré la acotación puntual en su momento.

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Monacato: La iglesia se encargaba de algunas instituciones de beneficencia; donde las damas de “buena cuna” participaban activamente. También el confesor daba apoyo y consuelo al “sexo débil”. –Algunos solicitaban” a las fieles sus favores–. Para las mujeres fue parte de su entorno las prácticas religiosas; por lo regular en las casas se colocaban altares, en las de mayor poder económico hasta adoratorios o capillas. A principio del siglo XIX, la clausura monacal como alternativa para las mujeres fue trasformada. Se orientó al servicio en centros hospitalarios o de beneficencia; sin necesidad de votos a perpetuidad. Según los datos de Marina Arrom, (Arrom, 2000:64) entre 1790 y 1850 el número de monjas enclaustradas en la Ciudad de México disminuyó casi en un 40% en 1869 fueron exclaustradas 549 aproximadamente. En Querétaro para 1854 fueron censadas 126 religiosas y 10 novicias; (Balbontín, 1993:145-147). En la exclaustración de 1864 el registro fue de 82 religiosas y 12 colegialas. (Ramírez, 1996: 35).

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Usos y costumbres: La mujer indígena, no obstante de los movimientos sociales, continuó con el rol secular. Estar al servicio del esposo, trabajar en la milpa, en el pastoreo, en las labores hogareñas, en la elaboración de artesanías o como sirvienta y desde luego en la procreación. En la segunda mitad del siglo XIX, las condiciones laborales cambiaron, para las mujeres trabajadoras del taller artesanal y el obraje migraron a la producción industrial. Donde fueron incorporadas a una disciplina de trabajo impuesta por el patrón, quien regía la duración de la jornada, el ingreso y salida. Las condiciones salariales eran precarias. la insalubridad de los centros fabriles ocasionaba diversas enfermedades.

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De la marginación al pintoresquismo: Cotidianamente se podía ver a las mujeres en la calle, la plaza, fuera del templo, del teatro o en los paseos públicos ofreciendo variados productos como: flores, dulces, aguas frescas, pulque, comida, bisutería. El colorido tropical fue un tema "exótico" para viajeros, litógrafos y pintores extranjeros, los cuales reprodujeron vestidos y escenas pintorescas. Las mujeres inscritas en los gremios (panaderas, cigarreras, zapateras, tejedoras, entre otros) pugnaban por sus derechos, hasta que la Constitución de 1857 abolió el sistema junto con otras corporaciones. El trabajo urbano más frecuente era el de criada o garbancera. “Podía ser recamarera, chichigua, nodriza, cocinera, pilmama, galopina, aya, ama de leche”. (Salazar: 1987).

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El servicio doméstico y las amigas: También existieron las sirvientas llamadas “de ruego y encargo que atienden las necesidades variadas de muchos amos en una vecindad”. Era frecuente que el dinero ganado por la mujer casada, fuese administrado por el marido. En los conventos cuyas reglas lo permitía, las monjas podían disponer de alguna –o algunas– sirvientas, que invariablemente eran indígenas o mulatas. Las garbanceras se encargaban de todo lo referente a la limpieza y al cuidado de infantes y ancianos, también eran acompañantes de las mujeres solas cuando salían a la calle. Eran “mercurios de los amantes, porque ellas son el telégrafo de que se sirven para enviar sus misivas". (Ídem). Otros oficios femeninos fueron las estanquilleras, vendedoras de tabacos y rapé y demás mercaderías. La partera gozaba de cierto prestigio social, aunque sus labores muchas veces la improvisaban vecinas y comadres. Las maestras, sustituyeron a las “amigas”. La participación femenina en el magisterio era estimada por las cualidades consideradas innatas de su sexo.

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Construcción de imaginarios y prácticas sociales: Los valores transmitidos y recreados en el seno de la familia eran reforzados con la educación y la enseñanza. No se esperaba que la mujer al acceder a un sistema de estudios cambiara su papel preestablecido; en cambio se le inducía a que asumiera su misión. Cuyo eje rector y cohesionador se encontraba en la religión, que orientaba su discurso ideológico al ideal de la mujer. Donde ésta no tenía un papel protagónico en la esfera social pero sí al interior de la casa. La mujer piadosa, abnegada, recatada, preparada para el matrimonio. Adquiriendo destrezas para las labores domésticas y habilidades para el trabajo de agujas. Donde sería la señora "bien casada, esposa perfecta".

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Mujer objeto: En el imaginario, la mujer era un objeto, sin tomar en cuenta el tejido social. Era tutelada por el jefe de familia y después por el marido –o los hermanos–. El Código Civil de 1872 aprobado en el Estado de Querétaro, indicaba que en el matrimonio, el marido tenía la obligación de proporcionar alimento y protección a su esposa, mientras que ella a su vez tenía la obligación de obedecer a su marido “así en lo doméstico como en la educación de los hijos y en la administración de los bienes”. Las diferencias en las condiciones tanto femeninas como masculinas, hicieron asumir que cada cual debería tener una educación e <ilustración> "adecuada a sus particularidades biológicas y emocionales". Se tiene como aceptado que la mujer de manera innata tiene carencias; el riesgo es que al “ilustrarse” pueda adoptar un papel autónomo y hasta dominante. (Bermúdez, 1991:127).

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Educación ¿Para qué? La educación de las mujeres fue un tema de discusión que se encuentra expresado en las diversas revistas, periódicos y folletines a lo largo del siglo XIX. Se recalcaba en ser cuidadosos con las lecturas que llegaba a manos de las mujeres a fin de no provocar “malas ideas”. El gobierno de la Reforma, estableció la educación laica, gratuita y obligatoria. En 1861 durante la breve administración del licenciado Benito Juárez, fue suprimida la enseñanza del catecismo de las escuelas públicas. Sin embargo, en los programas educativos encontraremos que: “las niñas de los sectores privilegiados aprendían elementos de lenguaje, aritmética, leyes y moral mientras las de los sectores populares se familiarizaba con un oficio o las labores domésticas”. (Tuñón, 1991:237-252) Fernando Maximiliano en 1865 reformó la educación para que los contenidos no establecieran diferencia de sexo. (Moreno, 1994:39-47)

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La mujer como resguardo de los valores: Para el ámbito social, la familia era la conservadora de la religión y el apellido paterno. Se practicaban acuerdos matrimoniales para consolidar fortunas y supuestos blasones heráldicos o para rescatar arruinados padres y con ellos “el buen nombre”. El dinero y el poder influyeron para que las mujeres de la oligarquía asumieran las actitudes que de ellas se esperaban. La mujer considerada de "alcurnia" –en esa sociedad estamental– era educada con más rigurosidad que la mujer de las otras clases. La familia las preparaba para el matrimonio o para el claustro, con la finalidad de servir ya sea a dios o a su marido. Las mujeres clase medias impulsaron los cambios, solicitando participación social y política; así como el cambio en la educación y su incursión en profesiones solo ejercidas por los hombres. Mestizas e indígenas, estuvieron al servicio de las niñas de familias empoderadas. Todas debían cuidar -dentro de su ámbito social, la “moral y las buenas costumbres". Conceptos tales, como la conservación de la honra estaban muy permeados en la sociedad del siglo XIX. Así que si un pretendiente se le consideraba “estar por debajo” del nivel social de la mujer; no se aceptaba el enlace sacramental. La otra opción era el rapto, por medio del cual los padres accederían, antes de la deshonra familiar. Las mujeres eran víctimas de la seducción, solicitación, mal trato, agresión intrafamiliar, violación y otras acciones similares que transgredían su dignidad y sus derechos humanos y civiles. ¡Doble moral!

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A Manera de Reflexión: Ser mujer en el siglo XIX fue un sinónimo de objeto, propiedad del marido, o de la tutela del padre o los hermanos. Viviendo en un ámbito de injusticia y sumisión, de tener que regir su conducta por normas y cánones sociales y religiosos. Las inercias seculares siguieron orientando los roles femeninos. No obstante de los cambios y transformaciones que trajo consigo las diversas revoluciones sociales, industriales, científicas e ideológicas. La sociedad a través de las instituciones mantuvo y recreó los atavismos, estereotipos y patrones de las sociedades esclavistas, feudales y agro-alfareras. El imaginario del decimonono establecía, regulaba y reclamaba que las mujeres siguieran las "escalas de valores y comportamiento", que de ellas se esperaba. No todas las mujeres se sujetaron a las imposiciones, pero el costo fue el del aislamiento social. Las creencias, ideologías, cosmovisiones de la sociedad han determinado el papel de la mujer en el pasado y en el presente. No se trata de victimizar a la mujer, que a lo largo de la historia ha sido objeto de marginación, sumisión, violencia, malos tratos, desprecio por su condición femenina que conlleva una fuerte carga discriminatoria. Pero sí reivindicar sus derechos. ¡Se hace tarde! (Benedetti Dixi).

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Desde Anbanica - Teocalhueyacan. Marzo de MMXX.

"¡Ni una mujer menos, ni una muerta más!" #Ni Una Menos

Abordaje: La agresión, el asesinato, el feminicidio, la impunidad –entre otros agravios– han puesto a las mujeres en pie de lucha. Visibilizar la violencia de género es la consigna para que el 9 de marzo de 2020 se lleve a cabo "Un día sin mujeres" convocado por diversos colectivos; ¡un paro nacional de mujeres! Las construcciones que se han desarrollado a través del tiempo en torno a lo femenino y feminista, a la historia del género y de los grupos emergentes. Ha planteado un trabajo interdisciplinar para analizar los fenómenos sociales, el poder, la política, la economía, el cuerpo, la sexualidad y otros tópicos.

Aquí propongo una visión decimonónica para acercarnos a comprender la lucha, la protesta, la reivindicación de la mujer en el siglo XXI. El tema es basto y amplio, por lo cual limitaré la exposición a las siguientes preguntas: ¿Cuáles eran los roles de la mujer en el momento histórico y social del siglo XIX? ¿Cuál el imaginario colectivo sobre la mujer? ¿Cómo se construyó esa idea? Advierto que solamente es una muestra de un universo amplio.

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Cambios y continuidades: Las inercias de los roles que asumían las mujeres, encuentran su origen –para el caso de los mexicanos– en las estrategias de organización y producción de diversos grupos étnicos y las implantadas en la época virreinal. En el caso de Europa tiene algunas particularidades, surgidas de la familia esclavista de tipo grecorromana y de corte feudal. Se debe precisar los roles de mujeres en el ámbito rural y urbano. Poner delimitaciones a trabajadoras domésticas, obreras, maestras, manufactureras y vendedoras. Los ámbitos de clases privilegiadas los claustrales y étnicos con sus usos y costumbres. Aquí generalizo, sin embargo haré la acotación puntual en su momento.

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Monacato: La iglesia se encargaba de algunas instituciones de beneficencia; donde las damas de “buena cuna” participaban activamente. También el confesor daba apoyo y consuelo al “sexo débil”. –Algunos solicitaban” a las fieles sus favores–. Para las mujeres fue parte de su entorno las prácticas religiosas; por lo regular en las casas se colocaban altares, en las de mayor poder económico hasta adoratorios o capillas. A principio del siglo XIX, la clausura monacal como alternativa para las mujeres fue trasformada. Se orientó al servicio en centros hospitalarios o de beneficencia; sin necesidad de votos a perpetuidad. Según los datos de Marina Arrom, (Arrom, 2000:64) entre 1790 y 1850 el número de monjas enclaustradas en la Ciudad de México disminuyó casi en un 40% en 1869 fueron exclaustradas 549 aproximadamente. En Querétaro para 1854 fueron censadas 126 religiosas y 10 novicias; (Balbontín, 1993:145-147). En la exclaustración de 1864 el registro fue de 82 religiosas y 12 colegialas. (Ramírez, 1996: 35).

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Usos y costumbres: La mujer indígena, no obstante de los movimientos sociales, continuó con el rol secular. Estar al servicio del esposo, trabajar en la milpa, en el pastoreo, en las labores hogareñas, en la elaboración de artesanías o como sirvienta y desde luego en la procreación. En la segunda mitad del siglo XIX, las condiciones laborales cambiaron, para las mujeres trabajadoras del taller artesanal y el obraje migraron a la producción industrial. Donde fueron incorporadas a una disciplina de trabajo impuesta por el patrón, quien regía la duración de la jornada, el ingreso y salida. Las condiciones salariales eran precarias. la insalubridad de los centros fabriles ocasionaba diversas enfermedades.

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De la marginación al pintoresquismo: Cotidianamente se podía ver a las mujeres en la calle, la plaza, fuera del templo, del teatro o en los paseos públicos ofreciendo variados productos como: flores, dulces, aguas frescas, pulque, comida, bisutería. El colorido tropical fue un tema "exótico" para viajeros, litógrafos y pintores extranjeros, los cuales reprodujeron vestidos y escenas pintorescas. Las mujeres inscritas en los gremios (panaderas, cigarreras, zapateras, tejedoras, entre otros) pugnaban por sus derechos, hasta que la Constitución de 1857 abolió el sistema junto con otras corporaciones. El trabajo urbano más frecuente era el de criada o garbancera. “Podía ser recamarera, chichigua, nodriza, cocinera, pilmama, galopina, aya, ama de leche”. (Salazar: 1987).

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El servicio doméstico y las amigas: También existieron las sirvientas llamadas “de ruego y encargo que atienden las necesidades variadas de muchos amos en una vecindad”. Era frecuente que el dinero ganado por la mujer casada, fuese administrado por el marido. En los conventos cuyas reglas lo permitía, las monjas podían disponer de alguna –o algunas– sirvientas, que invariablemente eran indígenas o mulatas. Las garbanceras se encargaban de todo lo referente a la limpieza y al cuidado de infantes y ancianos, también eran acompañantes de las mujeres solas cuando salían a la calle. Eran “mercurios de los amantes, porque ellas son el telégrafo de que se sirven para enviar sus misivas". (Ídem). Otros oficios femeninos fueron las estanquilleras, vendedoras de tabacos y rapé y demás mercaderías. La partera gozaba de cierto prestigio social, aunque sus labores muchas veces la improvisaban vecinas y comadres. Las maestras, sustituyeron a las “amigas”. La participación femenina en el magisterio era estimada por las cualidades consideradas innatas de su sexo.

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Construcción de imaginarios y prácticas sociales: Los valores transmitidos y recreados en el seno de la familia eran reforzados con la educación y la enseñanza. No se esperaba que la mujer al acceder a un sistema de estudios cambiara su papel preestablecido; en cambio se le inducía a que asumiera su misión. Cuyo eje rector y cohesionador se encontraba en la religión, que orientaba su discurso ideológico al ideal de la mujer. Donde ésta no tenía un papel protagónico en la esfera social pero sí al interior de la casa. La mujer piadosa, abnegada, recatada, preparada para el matrimonio. Adquiriendo destrezas para las labores domésticas y habilidades para el trabajo de agujas. Donde sería la señora "bien casada, esposa perfecta".

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Mujer objeto: En el imaginario, la mujer era un objeto, sin tomar en cuenta el tejido social. Era tutelada por el jefe de familia y después por el marido –o los hermanos–. El Código Civil de 1872 aprobado en el Estado de Querétaro, indicaba que en el matrimonio, el marido tenía la obligación de proporcionar alimento y protección a su esposa, mientras que ella a su vez tenía la obligación de obedecer a su marido “así en lo doméstico como en la educación de los hijos y en la administración de los bienes”. Las diferencias en las condiciones tanto femeninas como masculinas, hicieron asumir que cada cual debería tener una educación e <ilustración> "adecuada a sus particularidades biológicas y emocionales". Se tiene como aceptado que la mujer de manera innata tiene carencias; el riesgo es que al “ilustrarse” pueda adoptar un papel autónomo y hasta dominante. (Bermúdez, 1991:127).

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Educación ¿Para qué? La educación de las mujeres fue un tema de discusión que se encuentra expresado en las diversas revistas, periódicos y folletines a lo largo del siglo XIX. Se recalcaba en ser cuidadosos con las lecturas que llegaba a manos de las mujeres a fin de no provocar “malas ideas”. El gobierno de la Reforma, estableció la educación laica, gratuita y obligatoria. En 1861 durante la breve administración del licenciado Benito Juárez, fue suprimida la enseñanza del catecismo de las escuelas públicas. Sin embargo, en los programas educativos encontraremos que: “las niñas de los sectores privilegiados aprendían elementos de lenguaje, aritmética, leyes y moral mientras las de los sectores populares se familiarizaba con un oficio o las labores domésticas”. (Tuñón, 1991:237-252) Fernando Maximiliano en 1865 reformó la educación para que los contenidos no establecieran diferencia de sexo. (Moreno, 1994:39-47)

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La mujer como resguardo de los valores: Para el ámbito social, la familia era la conservadora de la religión y el apellido paterno. Se practicaban acuerdos matrimoniales para consolidar fortunas y supuestos blasones heráldicos o para rescatar arruinados padres y con ellos “el buen nombre”. El dinero y el poder influyeron para que las mujeres de la oligarquía asumieran las actitudes que de ellas se esperaban. La mujer considerada de "alcurnia" –en esa sociedad estamental– era educada con más rigurosidad que la mujer de las otras clases. La familia las preparaba para el matrimonio o para el claustro, con la finalidad de servir ya sea a dios o a su marido. Las mujeres clase medias impulsaron los cambios, solicitando participación social y política; así como el cambio en la educación y su incursión en profesiones solo ejercidas por los hombres. Mestizas e indígenas, estuvieron al servicio de las niñas de familias empoderadas. Todas debían cuidar -dentro de su ámbito social, la “moral y las buenas costumbres". Conceptos tales, como la conservación de la honra estaban muy permeados en la sociedad del siglo XIX. Así que si un pretendiente se le consideraba “estar por debajo” del nivel social de la mujer; no se aceptaba el enlace sacramental. La otra opción era el rapto, por medio del cual los padres accederían, antes de la deshonra familiar. Las mujeres eran víctimas de la seducción, solicitación, mal trato, agresión intrafamiliar, violación y otras acciones similares que transgredían su dignidad y sus derechos humanos y civiles. ¡Doble moral!

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A Manera de Reflexión: Ser mujer en el siglo XIX fue un sinónimo de objeto, propiedad del marido, o de la tutela del padre o los hermanos. Viviendo en un ámbito de injusticia y sumisión, de tener que regir su conducta por normas y cánones sociales y religiosos. Las inercias seculares siguieron orientando los roles femeninos. No obstante de los cambios y transformaciones que trajo consigo las diversas revoluciones sociales, industriales, científicas e ideológicas. La sociedad a través de las instituciones mantuvo y recreó los atavismos, estereotipos y patrones de las sociedades esclavistas, feudales y agro-alfareras. El imaginario del decimonono establecía, regulaba y reclamaba que las mujeres siguieran las "escalas de valores y comportamiento", que de ellas se esperaba. No todas las mujeres se sujetaron a las imposiciones, pero el costo fue el del aislamiento social. Las creencias, ideologías, cosmovisiones de la sociedad han determinado el papel de la mujer en el pasado y en el presente. No se trata de victimizar a la mujer, que a lo largo de la historia ha sido objeto de marginación, sumisión, violencia, malos tratos, desprecio por su condición femenina que conlleva una fuerte carga discriminatoria. Pero sí reivindicar sus derechos. ¡Se hace tarde! (Benedetti Dixi).

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