/ viernes 31 de julio de 2020

La utopía

Tinta para un Atabal

La manera en que cada artista escénico solventa su vida económica es muy variable. Además de las actividades propias de la profesión, muchos artistas se desempeñan en actividades diversas –asociadas al arte o no– para alcanzar una estabilidad económica. Hay también quien elige vivir únicamente del arte, con todas las dificultades e incertidumbre que acarrea esta decisión, a sabiendas de que los ensayos no son remunerados, es decir, que el pago por la labor de meses llega hasta la etapa de funciones, especialmente para las actrices y actores, y suele estar a expensas de la cantidad de público que acudió a las funciones, o en el caso de estar trabajando para un proyecto institucional, esperar a que tal institución libere el recurso económico. En fin, las circunstancias pueden ser también diversas pero lo que es innegable es que para un artista independiente es complicado tener seguridad económica, ya no digamos médica, de vivienda, etcétera.

En un sistema capitalista en donde la producción es lo que importa, no hay tiempo para los procesos y, por lo tanto, no hay lugar para el arte. El teatro es un arte que requiere de tiempo, pruebas y errores; además, es colectivo: se requieren muchos elementos humanos para su realización y esto implica muchas consideraciones, particularmente temporales.

En una realidad utópica las y los artistas podríamos, sin pertenecer a la Compañía Nacional de Teatro o al Carro de Comedias de la UNAM que están subsidiadas por el gobierno, tener acceso a un sueldo fijo no solo por producir sino por ejercer nuestra profesión ¿Qué significa esto en el campo del teatro? Significa entrenarnos, entrenar el cuerpo, la voz, la mente, la creatividad. Significa leer, ver películas, ver teatro, escuchar música, escribir, tomar talleres, experimentar, intercambiar experiencias, conocimientos. Desde luego la creación, la producción es parte del ejercicio teatral, pero más que parte es el resultado. El problema del sistema en el que estamos inmersos es que nos obliga a mantener un ritmo de vida en el que no cabe todo lo anterior y, sin embargo, sí se nos exige producir, por lo tanto se genera material artístico que en el mejor de los casos integra y genera conocimientos, experiencias, reflexiones: arte; pero que en el peor de los casos tan solo replica fórmulas, contenidos, discursos.

El confinamiento al que nos hemos visto obligados por la pandemia de Covid-19 nos ha puesto en condiciones muy complicadas no solo a nivel de salud sino económica, emocional y psicológicamente. En particular, a los artistas escénicos nos ha arrebatado el motivo principal de nuestra profesión que es el compartir, la posibilidad de generar la experiencia escénica con todas sus riquezas, el diálogo, el público, el contacto. Sin embargo, y sin que esto compense en absoluto las ausencias, creo que este encierro, esta pausa a la dinámica, nos ha permitido dar más tiempo a los aspectos que mencioné arriba y que no solo enriquecen sino que motivan la creación.

En mi experiencia, todos esos minutos en traslados, en salidas, en trámites, en reuniones se fueron distribuyendo a lo largo de la cuarentena en minutos más de lectura, de ver películas y series pendientes, de experimentar desde la cocina hasta el estudio con dibujos, maquillaje, cámaras, letras. Ha sido, a pesar de los pesares, un espacio de renovación y aprendizaje.

Foto: Cortesía | verdeoscuro.org

La oferta de talleres en línea se ha ampliado junto con el tiempo de la cuarentena y aunque es verdad que no hay nada como las sesiones presenciales, esta posibilidad nos ha permitido conectarnos con creadores de distintas partes del país o del mundo y, por tanto, acceder a técnicas, experiencias y conocimientos muy diversos. Es peculiar el fenómeno de lo digital pues, aunque es un recurso al que hace mucho tiempo tenemos acceso, no lo habíamos explotado de la manera en que hoy lo hacemos y tiene grandes virtudes.

De entre todas las iniciativas que han surgido, quiero compartir una que me ha parecido sumamente asertiva en su proceder, generosa y profesional: Títeres resistiendo al coronavirus. A través de una de las plataformas más utilizadas de redes sociales, Facebook, podemos tener acceso a esta página que publica clases y charlas en vivo con distintos especialistas del mundo de los títeres. La página se creó casi con el inicio de la cuarentena y hoy en día no solo sigue activa, sino que la participación de artistas de todo el mundo se ha diversificado de manera notable. En la información de la página podemos encontrar lo siguiente:

“La necesidad de buscar nuevas formas de creación, contacto y resistencia ante esta emergencia que, si bien nos obliga a buscar otros caminos, también nos muestra la solidaridad que existe entre los artistas que son uno de los sectores más afectados en esta crisis sanitaria”.

Aunque no conozco bien la dinámica que han construido para la selección y organización del contenido, es evidente que se ha tejido una red que aun en estos tiempos difíciles ya está dando frutos. En una charla cibernética que tuve hace unas semanas con una maravillosa colega argentina, titiritera de corazón, ella me comentó, a propósito de tal plataforma, que nunca antes hubo tanto material reunido sobre títeres. Reafirmé con este comentario lo valioso del material que se está reuniendo en la página y la propagación que está logrando. Puedo decir que en toda ocasión que me he conectado a charlas veo, entre los oyentes conectados a la transmisión, a colegas conocidos que, al igual que yo, están aprovechando todo el contenido compartido y, sobra mencionarlo, a miles más no solo de México sino de todas partes del mundo.

Títeres resistiendo al coronavirus es una plataforma mexicana totalmente gratuita organizada por, merece mencionarlo, Jimena Montes de Oca, Paolina Orta y Edwin Torrez.

Existen otras tantas iniciativas teatrales como consecuencia de la crisis, algunas gratuitas, otras con costo, pero muchas –y esa diversidad es muy importante– nos dan la oportunidad de ejercer desde la contemplación hasta el ejercicio creativo, sin una obligación productiva, en cualquier campo del teatro o del arte que nos interese ahondar o explorar: los títeres, la dramaturgia, la dirección, la iluminación.

Estamos, y no sabemos por cuanto tiempo más estaremos, en crisis sanitaria. Quizá lo más acertado es aceptar esta realidad, como lo hicieron a tan poco tiempo de iniciada la cuarentena los organizadores de Títeres resistiendo al coronavirus. Aceptar nos permite accionar de acuerdo a las circunstancias que se nos presentan y que no podemos modificar y ante las cuales podemos generar nuevos movimientos. Podemos transmitir las grabaciones de nuestras obras de teatro, grabar monólogos en casa, hacer improvisaciones vía zoom, pero todos sabemos que eso no es el teatro, que es un “mientras tanto”, una necesidad, quizá, pero efímera a fin de cuentas. Hacer teatro frente a la cámara no es el “nuevo movimiento”. El nuevo movimiento del que hablo es abrazar la pausa, transformarla, ponerle pausa a la producción para darle lugar a la escucha, la pausa para contemplar, la pausa para aprender, para pensar, para crear. Quizá si logramos generar este nuevo movimiento, podremos generar cuando volvamos a la “nueva normalidad” una que sea más solidaria, justa y equilibrada en nuestros procesos artísticos así como con el público que, sobre todo, es al que aspiramos volver a tocar.


La manera en que cada artista escénico solventa su vida económica es muy variable. Además de las actividades propias de la profesión, muchos artistas se desempeñan en actividades diversas –asociadas al arte o no– para alcanzar una estabilidad económica. Hay también quien elige vivir únicamente del arte, con todas las dificultades e incertidumbre que acarrea esta decisión, a sabiendas de que los ensayos no son remunerados, es decir, que el pago por la labor de meses llega hasta la etapa de funciones, especialmente para las actrices y actores, y suele estar a expensas de la cantidad de público que acudió a las funciones, o en el caso de estar trabajando para un proyecto institucional, esperar a que tal institución libere el recurso económico. En fin, las circunstancias pueden ser también diversas pero lo que es innegable es que para un artista independiente es complicado tener seguridad económica, ya no digamos médica, de vivienda, etcétera.

En un sistema capitalista en donde la producción es lo que importa, no hay tiempo para los procesos y, por lo tanto, no hay lugar para el arte. El teatro es un arte que requiere de tiempo, pruebas y errores; además, es colectivo: se requieren muchos elementos humanos para su realización y esto implica muchas consideraciones, particularmente temporales.

En una realidad utópica las y los artistas podríamos, sin pertenecer a la Compañía Nacional de Teatro o al Carro de Comedias de la UNAM que están subsidiadas por el gobierno, tener acceso a un sueldo fijo no solo por producir sino por ejercer nuestra profesión ¿Qué significa esto en el campo del teatro? Significa entrenarnos, entrenar el cuerpo, la voz, la mente, la creatividad. Significa leer, ver películas, ver teatro, escuchar música, escribir, tomar talleres, experimentar, intercambiar experiencias, conocimientos. Desde luego la creación, la producción es parte del ejercicio teatral, pero más que parte es el resultado. El problema del sistema en el que estamos inmersos es que nos obliga a mantener un ritmo de vida en el que no cabe todo lo anterior y, sin embargo, sí se nos exige producir, por lo tanto se genera material artístico que en el mejor de los casos integra y genera conocimientos, experiencias, reflexiones: arte; pero que en el peor de los casos tan solo replica fórmulas, contenidos, discursos.

El confinamiento al que nos hemos visto obligados por la pandemia de Covid-19 nos ha puesto en condiciones muy complicadas no solo a nivel de salud sino económica, emocional y psicológicamente. En particular, a los artistas escénicos nos ha arrebatado el motivo principal de nuestra profesión que es el compartir, la posibilidad de generar la experiencia escénica con todas sus riquezas, el diálogo, el público, el contacto. Sin embargo, y sin que esto compense en absoluto las ausencias, creo que este encierro, esta pausa a la dinámica, nos ha permitido dar más tiempo a los aspectos que mencioné arriba y que no solo enriquecen sino que motivan la creación.

En mi experiencia, todos esos minutos en traslados, en salidas, en trámites, en reuniones se fueron distribuyendo a lo largo de la cuarentena en minutos más de lectura, de ver películas y series pendientes, de experimentar desde la cocina hasta el estudio con dibujos, maquillaje, cámaras, letras. Ha sido, a pesar de los pesares, un espacio de renovación y aprendizaje.

Foto: Cortesía | verdeoscuro.org

La oferta de talleres en línea se ha ampliado junto con el tiempo de la cuarentena y aunque es verdad que no hay nada como las sesiones presenciales, esta posibilidad nos ha permitido conectarnos con creadores de distintas partes del país o del mundo y, por tanto, acceder a técnicas, experiencias y conocimientos muy diversos. Es peculiar el fenómeno de lo digital pues, aunque es un recurso al que hace mucho tiempo tenemos acceso, no lo habíamos explotado de la manera en que hoy lo hacemos y tiene grandes virtudes.

De entre todas las iniciativas que han surgido, quiero compartir una que me ha parecido sumamente asertiva en su proceder, generosa y profesional: Títeres resistiendo al coronavirus. A través de una de las plataformas más utilizadas de redes sociales, Facebook, podemos tener acceso a esta página que publica clases y charlas en vivo con distintos especialistas del mundo de los títeres. La página se creó casi con el inicio de la cuarentena y hoy en día no solo sigue activa, sino que la participación de artistas de todo el mundo se ha diversificado de manera notable. En la información de la página podemos encontrar lo siguiente:

“La necesidad de buscar nuevas formas de creación, contacto y resistencia ante esta emergencia que, si bien nos obliga a buscar otros caminos, también nos muestra la solidaridad que existe entre los artistas que son uno de los sectores más afectados en esta crisis sanitaria”.

Aunque no conozco bien la dinámica que han construido para la selección y organización del contenido, es evidente que se ha tejido una red que aun en estos tiempos difíciles ya está dando frutos. En una charla cibernética que tuve hace unas semanas con una maravillosa colega argentina, titiritera de corazón, ella me comentó, a propósito de tal plataforma, que nunca antes hubo tanto material reunido sobre títeres. Reafirmé con este comentario lo valioso del material que se está reuniendo en la página y la propagación que está logrando. Puedo decir que en toda ocasión que me he conectado a charlas veo, entre los oyentes conectados a la transmisión, a colegas conocidos que, al igual que yo, están aprovechando todo el contenido compartido y, sobra mencionarlo, a miles más no solo de México sino de todas partes del mundo.

Títeres resistiendo al coronavirus es una plataforma mexicana totalmente gratuita organizada por, merece mencionarlo, Jimena Montes de Oca, Paolina Orta y Edwin Torrez.

Existen otras tantas iniciativas teatrales como consecuencia de la crisis, algunas gratuitas, otras con costo, pero muchas –y esa diversidad es muy importante– nos dan la oportunidad de ejercer desde la contemplación hasta el ejercicio creativo, sin una obligación productiva, en cualquier campo del teatro o del arte que nos interese ahondar o explorar: los títeres, la dramaturgia, la dirección, la iluminación.

Estamos, y no sabemos por cuanto tiempo más estaremos, en crisis sanitaria. Quizá lo más acertado es aceptar esta realidad, como lo hicieron a tan poco tiempo de iniciada la cuarentena los organizadores de Títeres resistiendo al coronavirus. Aceptar nos permite accionar de acuerdo a las circunstancias que se nos presentan y que no podemos modificar y ante las cuales podemos generar nuevos movimientos. Podemos transmitir las grabaciones de nuestras obras de teatro, grabar monólogos en casa, hacer improvisaciones vía zoom, pero todos sabemos que eso no es el teatro, que es un “mientras tanto”, una necesidad, quizá, pero efímera a fin de cuentas. Hacer teatro frente a la cámara no es el “nuevo movimiento”. El nuevo movimiento del que hablo es abrazar la pausa, transformarla, ponerle pausa a la producción para darle lugar a la escucha, la pausa para contemplar, la pausa para aprender, para pensar, para crear. Quizá si logramos generar este nuevo movimiento, podremos generar cuando volvamos a la “nueva normalidad” una que sea más solidaria, justa y equilibrada en nuestros procesos artísticos así como con el público que, sobre todo, es al que aspiramos volver a tocar.


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