/ viernes 7 de mayo de 2021

“Las paradojas del mérito”

Literatura y filosofía

A continuación se presenta el cuento “Las paradojas del mérito” de Francisco Dolores Olguín; estudiante de posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), quien en la materia “Teoría de la justicia”– impartida por este columnista–, llevó a la literatura la reflexión de las lecturas y el diálogo en clase. Aquí el texto:

Aquella mañana Tom despertó estremecido, como quien lee una historia de Kafka y la sueña. No era tan distinto, en realidad. Había soñado con la Justicia y, luego de platicar con ella un rato, ésta le daba la primicia.

- Estoy muy cansada y tomaré unas vacaciones, pero para poder hacerlo necesito de tu ayuda.

- ¿De mi ayuda?

-Sí –dijo la Justicia-, no sabía a quién acudir y platicando con mi amiga la Injusticia, se le ocurrió que podías ser tú. Otras personas también te recomendaron; tu maestra de preescolar, tu exnovia, tu jefe y tus amigos. Así que aquí estoy, quiero que seas la Justicia por unos días para que pueda yo descansar.

- Pero, es que… ¿yo? ¿Cómo podría? ¿No puede ser alguien más?

- No –contestó la Justicia-, ya he preparado mis maletas, tienes que ser tú. A partir de mañana inicia tu turno. Trata de ser puntual, muchas personas no pueden esperar tanto.

Tom recordaba ese sueño, estaba inquieto y quería reírse pensando en la locura que eso significaba. Pero de pronto a lado de su cama estaba un maletín que ponía “Justicia”.

Tom lo tomó, lo abrió y encontró una nota con instrucciones:

Querido Tom;

Te dejo algunos libros, todos ellos hablan sobre mí. Espero te sirvan. Como consejo, te puede decir que siempre tengas presente la igualdad. Suerte y gracias.

Justicia.

El rostro de Tom palideció, ¿acaso no había sido un sueño? Se dejó caer en su cama y se dijo que seguramente era una broma.

- Sí –dijo Tom-, una broma, eso es, una broma de John.

Más tranquilo, Tom se alistó para salir y dejó el maletín de la Justicia sobre su cama.

Al salir de casa, perecía un día normal, el sol brillaba, los pájaros cantaban, los vecinos discutían…¿los vecinos discutían? Eso sí era diferente. El tono subía y Tom intervino.

¿Qué sucede aquí?

Los vecinos contaron lo sucedido. Discutían debido a las cuotas que como vecinos debían aportar para la limpieza y seguridad del fraccionamiento. Uno de ellos se ocupaba de su jardín y ocasionalmente de las áreas comunes, el otro no hacía ninguna de tales cosas.

Tom reflexionó un rato y les hizo ver como cada uno contribuía en diferente medida y creyendo ver una suerte de mérito de por medio, propuso que el vecino que solía ocuparse del orden del fraccionamiento viera reducida la cuota que le era exigida, siempre que continuara haciendo méritos para ello, mientras que el otro debía aportar su cuota con normalidad. Tom le sugirió hacer méritos para hacer menos.

A los vecinos les pareció razonable todo aquello y así lo pactaron. Tom se despidió y siguió su camino. Antes de alejarse lo suficiente escuchó a sus vecinos “que suerte tener a alguien justo cerca”.

Eso hizo recordar a Tom el encargo que creyó soñar.

Al llegar a la oficina, la plantilla secretarial se había sindicalizado improvisadamente y exigían un aumento salarial. Ellas estaban en su derecho y Tom tenía la facultad para hacerlo pues era el jefe de área.

Ellas prometían quedarse tiempo extra si hacía falta a cambió de un 4% de aumento. Todas las secretarias apoyaban la propuesta, menos una de ellas.

Claudia era una joven madre soltera y su tiempo no podía ofrecer. Al salir del trabajo debía recoger a sus hijos de la escuela, pasar por la casa de su madre que ya casi no podía ver y alimentarla, luego ocuparse de las labores de casa, tomar clases nocturnas y antes de acabar el día revisar las tareas de sus hijos.

Tom creyó que aumentar el sueldo a Claudia sería injusto para sus compañeras, pues mientras ellas trabajarían una jornada más larga ello seguiría con su horario rutinario y si bien era excelente y muy rápida en su trabajo, no daría ese mérito extraordinario. A trabajo igual, salario igual –se dijo Tom-.

Si bien le parecía razonable lo que había dicho, lo cierto era que sentía insatisfacción con su decisión. Le parecía que esa misma mañana su criterio del mérito había resultado suficiente y justo pues sus dos vecinos, en teoría, eran iguales. No pensaba lo mismo de las secretarias de la oficina, cada una vivía circunstancias especiales y no podía exigirle a todas lo mismo, para Claudia era imposible un mayor esfuerzo.

Una llamada interrumpió sus reflexiones.

- Diga.

- Señor Campbell, le comunico que el Comité de Centro de Justicia lo ha seleccionado para fungir como miembro del jurado popular. Es importante que se presente el día de mañana las diez de mañana en nuestras instalaciones. Le pedimos que guarde discreción.

Al colgar el teléfono, resonó su sueño. Tendré que hacer justicia –se dijo-.

Su día continuó. Tom no podía evitar hacer lo que siempre hizo, con los mismos criterios y siempre después cuestionándose por sentir que no era lo correcto.

Esa noche, en sus sueños, vio la ley que Kafka describió, vio a todos aquellos cuya vista no fue respetada, pero a haber nacido, vio a su secretaria Claudia, vio la desigualdad, la explotación. En eso estaba la justica o mejor dicho, era ahí donde no estaba.

Eso del mérito no había resultado como esperaba, Apenas ayer su novia lo había rechazado, su amiga resentida y hasta su perro parecía molesto con él. Quiso pensar en cada uno y como dar “a cada quien lo que le corresponde”. Justicia para las mujeres, para las minorías, para los animales, para los olvidados. Eso hacía una teoría universal o casuista.

De pronto Tom lo entendió, ser la Justicia es difícil.

Tienes razón –dijo una voz conocida-. Era la Justicia, por eso en adelante yo me ocuparé. Solo te dejé un día y está sufriendo demasiado, creo que jamás te pusiste a reflexionar si eras una persona justa ni lo que le pasaba al mundo era justo o no.

Es que…el mérito no ha bastado, a veces no basta, quise ver en él un concepto de justicia y encontré muchas concepciones. Estoy confundido. No sé qué hacer…

Lo sé –respondió la Justicia-. Por eso te di esta tarea. En realidad, no tomé ningunas vacaciones, el mundo sería un caos si lo hubiera hecho, ni siquiera creíste que fuera real tu misión. Simplemente quise mostraste que a veces nuestra concepción debe cambiar, que uno debe considera las condiciones. Si todos fueran iguales entonces quizá los méritos que uno hace día con día serían suficientes, pero ninguno es igual a otro. Siempre hay diferencias.

En ese momento, Tom despertó sobresaltado. Notaba un ambiente familiar pero también extraño. Se dio cuenta que en realidad nada había ocurrido. Fue directo a su escritorio, ahí seguía su borrador, el del libro que hace mucho había empezado. Lo había nombra “La Justicia” pero ahora dudaba de todo cuanto había escrito, debía darle otro nombre: Más allá del mérito, escribió. Tenía por delante una obra que escribir, pero sabía que esta vez no sólo lo haría con tinta, sino también con sus actos.

A veces es necesario asumir la responsabilidad de hacernos cargo para darnos cuenta de que lo que pensamos no es nunca suficiente. Era del juicio y con lo aprendido, Tom quería hacer lo justo.

A continuación se presenta el cuento “Las paradojas del mérito” de Francisco Dolores Olguín; estudiante de posgrado de la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Querétaro (UAQ), quien en la materia “Teoría de la justicia”– impartida por este columnista–, llevó a la literatura la reflexión de las lecturas y el diálogo en clase. Aquí el texto:

Aquella mañana Tom despertó estremecido, como quien lee una historia de Kafka y la sueña. No era tan distinto, en realidad. Había soñado con la Justicia y, luego de platicar con ella un rato, ésta le daba la primicia.

- Estoy muy cansada y tomaré unas vacaciones, pero para poder hacerlo necesito de tu ayuda.

- ¿De mi ayuda?

-Sí –dijo la Justicia-, no sabía a quién acudir y platicando con mi amiga la Injusticia, se le ocurrió que podías ser tú. Otras personas también te recomendaron; tu maestra de preescolar, tu exnovia, tu jefe y tus amigos. Así que aquí estoy, quiero que seas la Justicia por unos días para que pueda yo descansar.

- Pero, es que… ¿yo? ¿Cómo podría? ¿No puede ser alguien más?

- No –contestó la Justicia-, ya he preparado mis maletas, tienes que ser tú. A partir de mañana inicia tu turno. Trata de ser puntual, muchas personas no pueden esperar tanto.

Tom recordaba ese sueño, estaba inquieto y quería reírse pensando en la locura que eso significaba. Pero de pronto a lado de su cama estaba un maletín que ponía “Justicia”.

Tom lo tomó, lo abrió y encontró una nota con instrucciones:

Querido Tom;

Te dejo algunos libros, todos ellos hablan sobre mí. Espero te sirvan. Como consejo, te puede decir que siempre tengas presente la igualdad. Suerte y gracias.

Justicia.

El rostro de Tom palideció, ¿acaso no había sido un sueño? Se dejó caer en su cama y se dijo que seguramente era una broma.

- Sí –dijo Tom-, una broma, eso es, una broma de John.

Más tranquilo, Tom se alistó para salir y dejó el maletín de la Justicia sobre su cama.

Al salir de casa, perecía un día normal, el sol brillaba, los pájaros cantaban, los vecinos discutían…¿los vecinos discutían? Eso sí era diferente. El tono subía y Tom intervino.

¿Qué sucede aquí?

Los vecinos contaron lo sucedido. Discutían debido a las cuotas que como vecinos debían aportar para la limpieza y seguridad del fraccionamiento. Uno de ellos se ocupaba de su jardín y ocasionalmente de las áreas comunes, el otro no hacía ninguna de tales cosas.

Tom reflexionó un rato y les hizo ver como cada uno contribuía en diferente medida y creyendo ver una suerte de mérito de por medio, propuso que el vecino que solía ocuparse del orden del fraccionamiento viera reducida la cuota que le era exigida, siempre que continuara haciendo méritos para ello, mientras que el otro debía aportar su cuota con normalidad. Tom le sugirió hacer méritos para hacer menos.

A los vecinos les pareció razonable todo aquello y así lo pactaron. Tom se despidió y siguió su camino. Antes de alejarse lo suficiente escuchó a sus vecinos “que suerte tener a alguien justo cerca”.

Eso hizo recordar a Tom el encargo que creyó soñar.

Al llegar a la oficina, la plantilla secretarial se había sindicalizado improvisadamente y exigían un aumento salarial. Ellas estaban en su derecho y Tom tenía la facultad para hacerlo pues era el jefe de área.

Ellas prometían quedarse tiempo extra si hacía falta a cambió de un 4% de aumento. Todas las secretarias apoyaban la propuesta, menos una de ellas.

Claudia era una joven madre soltera y su tiempo no podía ofrecer. Al salir del trabajo debía recoger a sus hijos de la escuela, pasar por la casa de su madre que ya casi no podía ver y alimentarla, luego ocuparse de las labores de casa, tomar clases nocturnas y antes de acabar el día revisar las tareas de sus hijos.

Tom creyó que aumentar el sueldo a Claudia sería injusto para sus compañeras, pues mientras ellas trabajarían una jornada más larga ello seguiría con su horario rutinario y si bien era excelente y muy rápida en su trabajo, no daría ese mérito extraordinario. A trabajo igual, salario igual –se dijo Tom-.

Si bien le parecía razonable lo que había dicho, lo cierto era que sentía insatisfacción con su decisión. Le parecía que esa misma mañana su criterio del mérito había resultado suficiente y justo pues sus dos vecinos, en teoría, eran iguales. No pensaba lo mismo de las secretarias de la oficina, cada una vivía circunstancias especiales y no podía exigirle a todas lo mismo, para Claudia era imposible un mayor esfuerzo.

Una llamada interrumpió sus reflexiones.

- Diga.

- Señor Campbell, le comunico que el Comité de Centro de Justicia lo ha seleccionado para fungir como miembro del jurado popular. Es importante que se presente el día de mañana las diez de mañana en nuestras instalaciones. Le pedimos que guarde discreción.

Al colgar el teléfono, resonó su sueño. Tendré que hacer justicia –se dijo-.

Su día continuó. Tom no podía evitar hacer lo que siempre hizo, con los mismos criterios y siempre después cuestionándose por sentir que no era lo correcto.

Esa noche, en sus sueños, vio la ley que Kafka describió, vio a todos aquellos cuya vista no fue respetada, pero a haber nacido, vio a su secretaria Claudia, vio la desigualdad, la explotación. En eso estaba la justica o mejor dicho, era ahí donde no estaba.

Eso del mérito no había resultado como esperaba, Apenas ayer su novia lo había rechazado, su amiga resentida y hasta su perro parecía molesto con él. Quiso pensar en cada uno y como dar “a cada quien lo que le corresponde”. Justicia para las mujeres, para las minorías, para los animales, para los olvidados. Eso hacía una teoría universal o casuista.

De pronto Tom lo entendió, ser la Justicia es difícil.

Tienes razón –dijo una voz conocida-. Era la Justicia, por eso en adelante yo me ocuparé. Solo te dejé un día y está sufriendo demasiado, creo que jamás te pusiste a reflexionar si eras una persona justa ni lo que le pasaba al mundo era justo o no.

Es que…el mérito no ha bastado, a veces no basta, quise ver en él un concepto de justicia y encontré muchas concepciones. Estoy confundido. No sé qué hacer…

Lo sé –respondió la Justicia-. Por eso te di esta tarea. En realidad, no tomé ningunas vacaciones, el mundo sería un caos si lo hubiera hecho, ni siquiera creíste que fuera real tu misión. Simplemente quise mostraste que a veces nuestra concepción debe cambiar, que uno debe considera las condiciones. Si todos fueran iguales entonces quizá los méritos que uno hace día con día serían suficientes, pero ninguno es igual a otro. Siempre hay diferencias.

En ese momento, Tom despertó sobresaltado. Notaba un ambiente familiar pero también extraño. Se dio cuenta que en realidad nada había ocurrido. Fue directo a su escritorio, ahí seguía su borrador, el del libro que hace mucho había empezado. Lo había nombra “La Justicia” pero ahora dudaba de todo cuanto había escrito, debía darle otro nombre: Más allá del mérito, escribió. Tenía por delante una obra que escribir, pero sabía que esta vez no sólo lo haría con tinta, sino también con sus actos.

A veces es necesario asumir la responsabilidad de hacernos cargo para darnos cuenta de que lo que pensamos no es nunca suficiente. Era del juicio y con lo aprendido, Tom quería hacer lo justo.

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