/ jueves 24 de mayo de 2018

Mayo del 68, medio siglo nos contempla

El lema de aquel 2 de mayo de 1968 en París que pasaba, de barricada a barricada era uno: “¡aguantad!”, sea como sea. Los manifestantes aguantaron aquella tarde y su larga noche, hasta que, de madrugada, los últimos “resistentes” se escapaban para refugiarse en las universidades próximas.

Aquella primera sublevación de estudiantes contra la autoridad académica se desarrolló en la Facultad de Letras de Nanterre, en un barrio a las afueras de París que fue germen de todo.

Tras estas alteraciones de la vida académica y del orden público aconsejaron al rector cerrar la universidad.

Pero aquel remedio fue peor, porque aquellos pocos universitarios del extrarradio llevaron la protesta y su propuesta de revolución a La Sorbona, al corazón de París, donde los estudiantes acogieron a sus compañeros de Nanterre y rechazaron de forma activa a la autoridad, con enfrentamientos con la policía.

El primer ministro Georges Pompidou volvía de Irán, donde se hallaba en viaje oficial, para intentar restablecer aquella “agitación estudiantil” que se había convertido en un “movimiento de rebeldía”.

DOS MESES DE REVUELTAS QUE HIZO ARDER PARÍS.

Decretado el Estado de Sitio el 6 de mayo, el enfrentamiento con la fuerza pública alcanzó la máxima gravedad cuatro días después, el 10 de mayo. Fue la jornada conocida como la "noche de las barricadas", que dejó casi mil heridos entre manifestantes y policías.

La madrugada del 10 al 11 de mayo, París se despertó con un barrio, el Latino, convertido en el foco informativo mundial y con varias cifras: 400 heridos, decenas de detenidos y más de 200 vehículos destruidos. Dos días después llegarían a sumar 200 mil manifestantes por las calles de la capital francesa.

Pese a las medidas de apaciguamiento de las autoridades, el orden no volvía a las calles de la ciudad. La “noche de las barricadas” confirmó una de las esperanzas de los estudiantes: la revolución se había extendido.

El 15 de mayo, el mundo obrero se unió a los estudiantes y comenzó la ocupación de las fábricas Renault en todo París. Los líderes estudiantiles de ideología marxista, maoísta, trotskista o revolucionaria, que hasta entonces lucharon por sus ideologías, se reunieron para examinar la situación.

El movimiento de protesta universitario y las huelgas se extendieron a todos los sectores de la sociedad. Los estudiantes habían arrastrado, además, a los obreros a su rebelión contra la autoridad, pero se quedaron solos cuando los sindicatos sintieron el apoyo del Gobierno, quien les ofreció importantes mejoras laborales y sociales, mientras mantenía la acción policial contra los estudiantes.

Todo ello provocó días de desconcierto, con el país prácticamente paralizado y una escasez de productos de primera necesidad y con las calles atestadas de basura.

El conflicto se extendió al resto de Francia con distinta intensidad y a otras universidades y países, ya que contó con el apoyo de las fuerzas políticas de izquierda y de los sindicatos, que convocaron la mayor huelga general conocida en Francia, seguida de más manifestaciones.

Aunque inicialmente hubo comités de fábricas que rechazaron lo pactado entre los sindicatos, la patronal y el Gobierno, posteriormente lo aceptaron, rompiendo el frente común con los estudiantes, lo que supuso el fin de las protestas.

Se llegó incluso a amenazar los fundamentos del poder, personificado por un hombre considerado, padre de la Patria, el general Charles de Gaulle que era el presidente de Francia en aquellos días.

El caos -estupendo para unos, horrible para otros- , duraría hasta el mes de junio, cuando De Gaulle restableció la situación al convocar elecciones. Al final ganó en las urnas la derecha por mayoría, derrotando a los partidos de la izquierda.

Y mientras, muchos de los intelectuales forjaron o derivaron su ideario al problema de Argelia, que concluyó con la independencia del país africano. Al otro lado del Atlántico, los hechos tuvieron su resonancia cuando los estudiantes californianos protestaron contra la guerra de Vietnam y, en México, con los enfrentamientos universitarios de julio que culminarían en la matanza de octubre en la Plaza de Tlatelolco.

PROTAGONISTAS EN FRANCIA.

Para el filósofo francés, André Glucksmann (1937-2015) se trató de una profunda crítica cultural, social y política del capitalismo, “que ha quedado para algunos como revulsivo de la modernidad y para otros como el pecado original de los males del mundo”.

Contaba este intelectual en su evocador libro, 'Una rabieta infantil', a modo de memorias reflexivas, que él se hizo famoso por el escándalo organizado por la crítica comunista cuando se atrevió a criticar el pensamiento prosoviético.

Años después no dudó en reconocer a Nicolas Sarkozy (1955) cuando se postulaba a presidente en las elecciones de 2007 así: “Cuando tenía 18 años vi a los socialistas mandar a 500.000 soldados a la última guerra colonial en Argelia y luego, cómo el Partido Comunista aprobaba la represión de Budapest. Desde entonces, lo que es o no de izquierdas, procede de mi conciencia. Hoy Sarkozy da las soluciones más eficaces contra la miseria”.

Para Edgar Morin (1921), filósofo comunista y sociólogo francés participante como estudiante de aquellos días, que escribía en el diario francés Le Monde, lo calificaba ya como "comuna estudiantil", y algo que “fue más que una simple protesta, pero menos que una revolución”.

Para Alain Touraine (1925), por entonces profesor de sociología en la universidad de Nanterre, y que tuvo como alumnos a ‘Dani el rojo’ y Alain Geismar, las dos cabezas pensantes del movimiento, junto a Edgar Morin, -y conocidos como los cuatro de Nanterre-, aquella juventud francesa quería romper los valores establecidos.

Ahora, medio siglo después, a sus 93 años, Touraine, sumergido aún en la publicación de ensayos, tiene claro que mayo del 68 supuso la erupción de los movimientos sociales frente al ideal de la revolución proletaria: “Es innegable que aquellos hechos fueron la semilla de los avances sociales, como la liberación de la mujer, el protagonismo creciente de la sociedad civil y la consolidación de los derechos sindicales”, pero matiza que “la parte proletaria de la revuelta no fue tan relevante pues quedó sumergida por la masa estudiantil".

"Tuvimos la grandeza de ver lo malo que era el comunismo, que había causado ya mucho daño en el siglo XX", asegura el intelectual, que ha dedicado buena parte de sus esfuerzos al estudio de la sociología del trabajo.

El lema de aquel 2 de mayo de 1968 en París que pasaba, de barricada a barricada era uno: “¡aguantad!”, sea como sea. Los manifestantes aguantaron aquella tarde y su larga noche, hasta que, de madrugada, los últimos “resistentes” se escapaban para refugiarse en las universidades próximas.

Aquella primera sublevación de estudiantes contra la autoridad académica se desarrolló en la Facultad de Letras de Nanterre, en un barrio a las afueras de París que fue germen de todo.

Tras estas alteraciones de la vida académica y del orden público aconsejaron al rector cerrar la universidad.

Pero aquel remedio fue peor, porque aquellos pocos universitarios del extrarradio llevaron la protesta y su propuesta de revolución a La Sorbona, al corazón de París, donde los estudiantes acogieron a sus compañeros de Nanterre y rechazaron de forma activa a la autoridad, con enfrentamientos con la policía.

El primer ministro Georges Pompidou volvía de Irán, donde se hallaba en viaje oficial, para intentar restablecer aquella “agitación estudiantil” que se había convertido en un “movimiento de rebeldía”.

DOS MESES DE REVUELTAS QUE HIZO ARDER PARÍS.

Decretado el Estado de Sitio el 6 de mayo, el enfrentamiento con la fuerza pública alcanzó la máxima gravedad cuatro días después, el 10 de mayo. Fue la jornada conocida como la "noche de las barricadas", que dejó casi mil heridos entre manifestantes y policías.

La madrugada del 10 al 11 de mayo, París se despertó con un barrio, el Latino, convertido en el foco informativo mundial y con varias cifras: 400 heridos, decenas de detenidos y más de 200 vehículos destruidos. Dos días después llegarían a sumar 200 mil manifestantes por las calles de la capital francesa.

Pese a las medidas de apaciguamiento de las autoridades, el orden no volvía a las calles de la ciudad. La “noche de las barricadas” confirmó una de las esperanzas de los estudiantes: la revolución se había extendido.

El 15 de mayo, el mundo obrero se unió a los estudiantes y comenzó la ocupación de las fábricas Renault en todo París. Los líderes estudiantiles de ideología marxista, maoísta, trotskista o revolucionaria, que hasta entonces lucharon por sus ideologías, se reunieron para examinar la situación.

El movimiento de protesta universitario y las huelgas se extendieron a todos los sectores de la sociedad. Los estudiantes habían arrastrado, además, a los obreros a su rebelión contra la autoridad, pero se quedaron solos cuando los sindicatos sintieron el apoyo del Gobierno, quien les ofreció importantes mejoras laborales y sociales, mientras mantenía la acción policial contra los estudiantes.

Todo ello provocó días de desconcierto, con el país prácticamente paralizado y una escasez de productos de primera necesidad y con las calles atestadas de basura.

El conflicto se extendió al resto de Francia con distinta intensidad y a otras universidades y países, ya que contó con el apoyo de las fuerzas políticas de izquierda y de los sindicatos, que convocaron la mayor huelga general conocida en Francia, seguida de más manifestaciones.

Aunque inicialmente hubo comités de fábricas que rechazaron lo pactado entre los sindicatos, la patronal y el Gobierno, posteriormente lo aceptaron, rompiendo el frente común con los estudiantes, lo que supuso el fin de las protestas.

Se llegó incluso a amenazar los fundamentos del poder, personificado por un hombre considerado, padre de la Patria, el general Charles de Gaulle que era el presidente de Francia en aquellos días.

El caos -estupendo para unos, horrible para otros- , duraría hasta el mes de junio, cuando De Gaulle restableció la situación al convocar elecciones. Al final ganó en las urnas la derecha por mayoría, derrotando a los partidos de la izquierda.

Y mientras, muchos de los intelectuales forjaron o derivaron su ideario al problema de Argelia, que concluyó con la independencia del país africano. Al otro lado del Atlántico, los hechos tuvieron su resonancia cuando los estudiantes californianos protestaron contra la guerra de Vietnam y, en México, con los enfrentamientos universitarios de julio que culminarían en la matanza de octubre en la Plaza de Tlatelolco.

PROTAGONISTAS EN FRANCIA.

Para el filósofo francés, André Glucksmann (1937-2015) se trató de una profunda crítica cultural, social y política del capitalismo, “que ha quedado para algunos como revulsivo de la modernidad y para otros como el pecado original de los males del mundo”.

Contaba este intelectual en su evocador libro, 'Una rabieta infantil', a modo de memorias reflexivas, que él se hizo famoso por el escándalo organizado por la crítica comunista cuando se atrevió a criticar el pensamiento prosoviético.

Años después no dudó en reconocer a Nicolas Sarkozy (1955) cuando se postulaba a presidente en las elecciones de 2007 así: “Cuando tenía 18 años vi a los socialistas mandar a 500.000 soldados a la última guerra colonial en Argelia y luego, cómo el Partido Comunista aprobaba la represión de Budapest. Desde entonces, lo que es o no de izquierdas, procede de mi conciencia. Hoy Sarkozy da las soluciones más eficaces contra la miseria”.

Para Edgar Morin (1921), filósofo comunista y sociólogo francés participante como estudiante de aquellos días, que escribía en el diario francés Le Monde, lo calificaba ya como "comuna estudiantil", y algo que “fue más que una simple protesta, pero menos que una revolución”.

Para Alain Touraine (1925), por entonces profesor de sociología en la universidad de Nanterre, y que tuvo como alumnos a ‘Dani el rojo’ y Alain Geismar, las dos cabezas pensantes del movimiento, junto a Edgar Morin, -y conocidos como los cuatro de Nanterre-, aquella juventud francesa quería romper los valores establecidos.

Ahora, medio siglo después, a sus 93 años, Touraine, sumergido aún en la publicación de ensayos, tiene claro que mayo del 68 supuso la erupción de los movimientos sociales frente al ideal de la revolución proletaria: “Es innegable que aquellos hechos fueron la semilla de los avances sociales, como la liberación de la mujer, el protagonismo creciente de la sociedad civil y la consolidación de los derechos sindicales”, pero matiza que “la parte proletaria de la revuelta no fue tan relevante pues quedó sumergida por la masa estudiantil".

"Tuvimos la grandeza de ver lo malo que era el comunismo, que había causado ya mucho daño en el siglo XX", asegura el intelectual, que ha dedicado buena parte de sus esfuerzos al estudio de la sociología del trabajo.

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