/ lunes 4 de febrero de 2019

McJesus o la trampa del arte contemporáneo

El libro de cabecera

El pasado 20 de enero, el periódico El País publicó una nota de Lourdes Baeza, corresponsal en Jerusalén, titulada “El Museo de Arte de Haifa retira el polémico McJesus”, en donde se daba cuenta de que el museo había “cedido a las presiones y tras una semana de tensión este jueves ha retirado la polémica obra McJesus, una escultura a tamaño natural en la que podía verse al payaso emblema de la cadena de restaurantes de comida rápida, Mc Donalds, crucificado”.

En la misma nota se recupera la declaración del vocero del museo: “Estuvo expuesta seis meses al público en los que la vieron numerosas personas, incluidos varios grupos de congregaciones cristianas, sin que recibiésemos ninguna queja”.

Desde el mes de agosto del año pasado, la exposición titulada Bienes Sagrados, además del McJesus, incluía a Barbie y Ken, representados como la Virgen de Guadalupe y Jesús de Nazareth, respectivamente. La muestra es una colección de obras dedicadas a criticar la excesiva comercialización de la sociedad moderna y la manera en la que la religión se ha sometido ante la cultura del consumismo, de acuerdo al colectivo de artistas que participaba en la muestra.

Las protestas iniciaron el pasado 11 de enero, después de que en Facebook se publicaron algunas fotografías de la muestra, entre ellas el McJesus del artista finlandés Jani Leinoden. De acuerdo al periódico The Times of Israel, desde ese día cientos de manifestantes árabes cristianos se enfrentaron con la policía en Haifa, en medio de llamamietos para eliminar la obra de arte que algunos habían calificado de ofensiva.

En medio de la polémica, el museo declaró que “trabaja con dedicación contra intentos como éste, para que los israelies que aprecian el arte puedan continuar teniendo acceso al mismo”. El mismo director del museo, Nissim Tal, abogó por defender la libertad de expresión; en su momento, anunció que se colocaría un cartel en la entrada explicando que la exposición podía contener material ofensivo.

Luego, la trampa. El propio Leinonen, contradiciéndo la opinión del director, solicitó al museo que retirara de manera inmediata su McJesus. Leinonen es miembro activo del movimiento palestino Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), señalados por su antisemitismo y porque algunos de sus miembros formaron parte de la organización terrorista Frente Popular para la Liberación de Palestina.

Quizas desde su nacimiento, es decir, hace 200 años, el concepto de arte se ha debatido entre dos enfoques: la noción de el arte por el arte y la noción de arte comprometido.

La noción de arte comprometido, en la cual nos abocaremos para comprender el caso McJesus, se fundamenta en la idea de que el arte, como cualquier actividad o proceso humano, no puede ser concebido como un fenómeno neutral en términos políticos o sociales. En esta lógica, se plantea a priori el compromiso político que deben tener los artistas con su contexto. Bajo esta premisa, los proyectos que se generan a partir de la noción de arte comprometido se vinculan muy estrechamente con el acontecer político y social. De hecho, y como ocurre en el caso del McJesus, los proyectos emanados del arte comprometido encuentran su razón de ser en la medida en la que promueven procesos de índole política y social. Es entonces cuando la obra no es un fin en sí mismo, sino un medio para propiciar sentidos sociales y políticos en un contexto determinado, en Israel, como en el caso que nos ocupa.

Cuando el artista asume una supuesta neutralidad ante las manifestaciones políticas y sociales, apelando a la noción de el arte por el arte, puede en sí mismo legitimarse como un instrumento de violencia simbólica, es decir, “una acción racional en donde el dominador ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente directa en contras de los ‘dominados’, los cuales no la evidencian o no son conscientes de dichas prácticas en su contra, con lo cual se convierten en cómplices de la dominación a la que están sometidos” (Pierre Bourdieu, Sobre la televisión, Anagrama, 2005. Pp. 21-22).

Cuando el artista, como en el caso de Lainonen, se asume como una fuente de discurso político, frecuentemente lo hace para construirse a sí mismo una legitimidad a la medida del orden social y político en donde inserta su obra, ya sea en beneficio de los intereses de su comunidad o para conflagrar mediante el discurso de odio y el antisemitismo, como en el caso del McJesus, pastiche oportunista que, a lo mucho, no pasará de interpretarse como una trampa de la provocación antisemita que entró por la puerta ancha del arte contemporáneo.

En lugar de la sospechosa y esnobista pureza o de un arte comprometido que devenga en militancia a la menor provocación, sería deseable que hablaramos de una autonomía relativa del ámbito artístico en relación dialéctica con los ámbitos político, económico y cultural. Ante la inegable determinación que nos impone la coyuntura del contexto global y local, es justo contar con un margen de acción autónomo que nos permita interactuar, dialogar y criticar a partir de la lógica y los intereses que la propia dinámica del universo artístico-cultural demanda.

@doctorsimulacro

El pasado 20 de enero, el periódico El País publicó una nota de Lourdes Baeza, corresponsal en Jerusalén, titulada “El Museo de Arte de Haifa retira el polémico McJesus”, en donde se daba cuenta de que el museo había “cedido a las presiones y tras una semana de tensión este jueves ha retirado la polémica obra McJesus, una escultura a tamaño natural en la que podía verse al payaso emblema de la cadena de restaurantes de comida rápida, Mc Donalds, crucificado”.

En la misma nota se recupera la declaración del vocero del museo: “Estuvo expuesta seis meses al público en los que la vieron numerosas personas, incluidos varios grupos de congregaciones cristianas, sin que recibiésemos ninguna queja”.

Desde el mes de agosto del año pasado, la exposición titulada Bienes Sagrados, además del McJesus, incluía a Barbie y Ken, representados como la Virgen de Guadalupe y Jesús de Nazareth, respectivamente. La muestra es una colección de obras dedicadas a criticar la excesiva comercialización de la sociedad moderna y la manera en la que la religión se ha sometido ante la cultura del consumismo, de acuerdo al colectivo de artistas que participaba en la muestra.

Las protestas iniciaron el pasado 11 de enero, después de que en Facebook se publicaron algunas fotografías de la muestra, entre ellas el McJesus del artista finlandés Jani Leinoden. De acuerdo al periódico The Times of Israel, desde ese día cientos de manifestantes árabes cristianos se enfrentaron con la policía en Haifa, en medio de llamamietos para eliminar la obra de arte que algunos habían calificado de ofensiva.

En medio de la polémica, el museo declaró que “trabaja con dedicación contra intentos como éste, para que los israelies que aprecian el arte puedan continuar teniendo acceso al mismo”. El mismo director del museo, Nissim Tal, abogó por defender la libertad de expresión; en su momento, anunció que se colocaría un cartel en la entrada explicando que la exposición podía contener material ofensivo.

Luego, la trampa. El propio Leinonen, contradiciéndo la opinión del director, solicitó al museo que retirara de manera inmediata su McJesus. Leinonen es miembro activo del movimiento palestino Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS), señalados por su antisemitismo y porque algunos de sus miembros formaron parte de la organización terrorista Frente Popular para la Liberación de Palestina.

Quizas desde su nacimiento, es decir, hace 200 años, el concepto de arte se ha debatido entre dos enfoques: la noción de el arte por el arte y la noción de arte comprometido.

La noción de arte comprometido, en la cual nos abocaremos para comprender el caso McJesus, se fundamenta en la idea de que el arte, como cualquier actividad o proceso humano, no puede ser concebido como un fenómeno neutral en términos políticos o sociales. En esta lógica, se plantea a priori el compromiso político que deben tener los artistas con su contexto. Bajo esta premisa, los proyectos que se generan a partir de la noción de arte comprometido se vinculan muy estrechamente con el acontecer político y social. De hecho, y como ocurre en el caso del McJesus, los proyectos emanados del arte comprometido encuentran su razón de ser en la medida en la que promueven procesos de índole política y social. Es entonces cuando la obra no es un fin en sí mismo, sino un medio para propiciar sentidos sociales y políticos en un contexto determinado, en Israel, como en el caso que nos ocupa.

Cuando el artista asume una supuesta neutralidad ante las manifestaciones políticas y sociales, apelando a la noción de el arte por el arte, puede en sí mismo legitimarse como un instrumento de violencia simbólica, es decir, “una acción racional en donde el dominador ejerce un modo de violencia indirecta y no físicamente directa en contras de los ‘dominados’, los cuales no la evidencian o no son conscientes de dichas prácticas en su contra, con lo cual se convierten en cómplices de la dominación a la que están sometidos” (Pierre Bourdieu, Sobre la televisión, Anagrama, 2005. Pp. 21-22).

Cuando el artista, como en el caso de Lainonen, se asume como una fuente de discurso político, frecuentemente lo hace para construirse a sí mismo una legitimidad a la medida del orden social y político en donde inserta su obra, ya sea en beneficio de los intereses de su comunidad o para conflagrar mediante el discurso de odio y el antisemitismo, como en el caso del McJesus, pastiche oportunista que, a lo mucho, no pasará de interpretarse como una trampa de la provocación antisemita que entró por la puerta ancha del arte contemporáneo.

En lugar de la sospechosa y esnobista pureza o de un arte comprometido que devenga en militancia a la menor provocación, sería deseable que hablaramos de una autonomía relativa del ámbito artístico en relación dialéctica con los ámbitos político, económico y cultural. Ante la inegable determinación que nos impone la coyuntura del contexto global y local, es justo contar con un margen de acción autónomo que nos permita interactuar, dialogar y criticar a partir de la lógica y los intereses que la propia dinámica del universo artístico-cultural demanda.

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