/ sábado 11 de agosto de 2018

Medea

El 27 y 28 de julio Sergio Vela ofreció al público queretano su puesta en escena de Medea, obra de Heiner Müller, autor fundacional del edificio contemporáneo del teatro. Fue muy aleccionador escuchar las palabras introductorias que pronunció el director y traductor media hora antes de empezar la función en el foro del Museo de la Ciudad, palabras con las que explicó su necesidad de traducir el texto, del que dijo que en todas las traducciones lleva por título Medea Material, cuando lo que Heiner Müller escribió fue Material de Medea.

La obra que vimos se elaboró, entonces, en torno a Material de Medea, material flanqueado por dos poemas (Ribera despojada y Paisaje con argonautas) que ofrecieron el contexto contemporáneo para una obra cuyas raíces deben buscarse en los siglos anteriores a la Medea que escribió Eurípides.

En la charla previa, Vela dejó en claro su compromiso con la palabra como elemento casi único de la obra de Müller. Nos hizo notar el homenaje que elaboró para la escena hablando (grabadora de por medio) en alemán y obsequiando la traducción al castellano sobre una pantalla frontal y transparente que bañaba con sus letras el cuerpo de la actriz y los músicos. O a la inversa, hablando en castellano y bañando la escena con las letras alemanas. El alemán, obviamente, es el idioma natural de Heiner Müller.

Dijo Vela que, después de Bertold Brecht, lo mejor que le sucedió al teatro alemán del siglo XX fue la literatura dramática de Heiner Müller, en consecuencia, el trabajo de la actriz (Renata Ramos) fue de una contención extrema, sin ningún arrebato sensiblero, pues el texto de Müller no sale del cuerpo normal de una mujer, sino del cuerpo de una Medea abierta en canal. Sale de un cuerpo traicionado por ella y por Jasón. Casi no cuerpo, más bien herida que habla.

Renata Ramos es una mujer de teatro de notable palmarés: actriz por muchos años del grupo Theatre d’ Solei, astro de la escena francesa del siglo XX y, luego de su retorno a México, actriz de la Compañía Nacional que dirige Luis De Tavira. Con tamaña experiencia su trabajo se contuvo con la maestría que hubiese envidiado Bertold Brecht. Y a la hora de danzar, sus movimientos, que seguramente corresponden a las maneras de la tragedia helénica, resultaron espasmódicos, casi una ruina griega que apuntaba con sus manos a la tierra.

El asesinato de los hijos fue resuelto en la tela de una combinación (así llaman los españoles al fondo femenino) que traía impresas en rojo sangre las manos desesperadas de los niños, corderos sacrificiales de la venganza que hizo acto de presencia en forma de pared al rojo vivo enmarcando la silueta de Medea, bruja, hembra, madre, esposa, víctima y victimaria.

A un costado de Medea dos músicos (José Pablo Jiménez Enríquez y Manuel Mejía Armijo) tocaban instrumentos antiquísimos y, para nosotros, exóticos. Uno de ellos –la gaita- era el mismísimo Vellocino de Oro, el objeto sagrado que provocó el desborde de la pasión por el poder, mezclado con la dosis exacta de pasión amorosa como para dar a luz una de las tragedias (clásica y contemporánea) más terribles de la historia del teatro.

He descrito las imágenes que recibí como espectador para dejar en claro que el arte teatral, cuando se propone cotas verdaderamente estéticas, no deja nada librado al azar y a la ocurrencia. Todo lo que hay y sucede en el escenario tiene su razón de ser. Nada es chispazo de la inspiración. Todo es trabajo y armonía.


El 27 y 28 de julio Sergio Vela ofreció al público queretano su puesta en escena de Medea, obra de Heiner Müller, autor fundacional del edificio contemporáneo del teatro. Fue muy aleccionador escuchar las palabras introductorias que pronunció el director y traductor media hora antes de empezar la función en el foro del Museo de la Ciudad, palabras con las que explicó su necesidad de traducir el texto, del que dijo que en todas las traducciones lleva por título Medea Material, cuando lo que Heiner Müller escribió fue Material de Medea.

La obra que vimos se elaboró, entonces, en torno a Material de Medea, material flanqueado por dos poemas (Ribera despojada y Paisaje con argonautas) que ofrecieron el contexto contemporáneo para una obra cuyas raíces deben buscarse en los siglos anteriores a la Medea que escribió Eurípides.

En la charla previa, Vela dejó en claro su compromiso con la palabra como elemento casi único de la obra de Müller. Nos hizo notar el homenaje que elaboró para la escena hablando (grabadora de por medio) en alemán y obsequiando la traducción al castellano sobre una pantalla frontal y transparente que bañaba con sus letras el cuerpo de la actriz y los músicos. O a la inversa, hablando en castellano y bañando la escena con las letras alemanas. El alemán, obviamente, es el idioma natural de Heiner Müller.

Dijo Vela que, después de Bertold Brecht, lo mejor que le sucedió al teatro alemán del siglo XX fue la literatura dramática de Heiner Müller, en consecuencia, el trabajo de la actriz (Renata Ramos) fue de una contención extrema, sin ningún arrebato sensiblero, pues el texto de Müller no sale del cuerpo normal de una mujer, sino del cuerpo de una Medea abierta en canal. Sale de un cuerpo traicionado por ella y por Jasón. Casi no cuerpo, más bien herida que habla.

Renata Ramos es una mujer de teatro de notable palmarés: actriz por muchos años del grupo Theatre d’ Solei, astro de la escena francesa del siglo XX y, luego de su retorno a México, actriz de la Compañía Nacional que dirige Luis De Tavira. Con tamaña experiencia su trabajo se contuvo con la maestría que hubiese envidiado Bertold Brecht. Y a la hora de danzar, sus movimientos, que seguramente corresponden a las maneras de la tragedia helénica, resultaron espasmódicos, casi una ruina griega que apuntaba con sus manos a la tierra.

El asesinato de los hijos fue resuelto en la tela de una combinación (así llaman los españoles al fondo femenino) que traía impresas en rojo sangre las manos desesperadas de los niños, corderos sacrificiales de la venganza que hizo acto de presencia en forma de pared al rojo vivo enmarcando la silueta de Medea, bruja, hembra, madre, esposa, víctima y victimaria.

A un costado de Medea dos músicos (José Pablo Jiménez Enríquez y Manuel Mejía Armijo) tocaban instrumentos antiquísimos y, para nosotros, exóticos. Uno de ellos –la gaita- era el mismísimo Vellocino de Oro, el objeto sagrado que provocó el desborde de la pasión por el poder, mezclado con la dosis exacta de pasión amorosa como para dar a luz una de las tragedias (clásica y contemporánea) más terribles de la historia del teatro.

He descrito las imágenes que recibí como espectador para dejar en claro que el arte teatral, cuando se propone cotas verdaderamente estéticas, no deja nada librado al azar y a la ocurrencia. Todo lo que hay y sucede en el escenario tiene su razón de ser. Nada es chispazo de la inspiración. Todo es trabajo y armonía.


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