/ jueves 11 de julio de 2019

"No es lugar para mujeres"

La desigualdad de género en la música clásica es un problema a nivel mundial que se ve reflejada en la poca participación de directoras, compositoras y mujeres artistas; situación que debe encararse para fomentar el desarrollo de la profesión de mujeres, en este entorno

“¿Una mujer dirige este concierto? ¿Qué es esto? ¿Una broma?”. Lo que parecería una frase proveniente de siglos anteriores, es por desgracia algo que escuché por casualidad el año pasado, en una de las salas de concierto más importantes de los Estados Unidos. Si bien al término del evento, la persona que la pronunció no dudó en aplaudir efusivamente en reconocimiento a la calidad de la directora, sus palabras no han dejado de resonar en mi cabeza, ya que son un síntoma y reflejo de un gran problema a nivel mundial que sigue sin resolverse: la desigualdad de género en la música clásica.

Aunque de manera muy tardía, la incorporación de las mujeres a las orquestas sinfónicas ha sido gradual, a partir del último tercio del siglo XX, venciendo la resistencia incluso en bastiones exclusivos para hombres, como lo eran la Filarmónica de Berlín, la de Viena o la de Nueva York, tres de las mejores orquestas a nivel mundial. Un lugar más habitual lo ocupan en la programación de conciertos desde hace tiempo en calidad de solistas, siendo artistas como las sopranos Maria Callas, Danielle de Niese, Cecilia Bartoli y Angela Gheorghiu, las cellistas Jacqueline du Pré y Sol Gabetta, las violinistas Anne-Sophie Mutter y Lisa Batiashvili, las pianistas Martha Argerich, Khatia Buniatishvili y Yuja Wang, entre muchas otras, nombres más familiares para los melómanos e incluso para gente que no acude frecuentemente a conciertos de música clásica. Aun así, el predominio masculino en estos y muchos otros instrumentos es evidente y desequilibrado.

Hilda Paredes. Foto: Cortesía

En situación claramente desfavorable aparecen las compositoras. Apenas el año pasado la organización Drama Música, con sede en el Reino Unido, publicó un estudio donde las cifras son devastadoras: de 1,446 conciertos de música clásica analizados alrededor del mundo y donde se interpretaron 3,524 composiciones, solo 82 obras (un 2.3% del total) fueron de compositoras, y la apabullante mayoría, 3,442 (el 97.6%), de compositores. ¿Por qué existe esta marcada desigualdad? A veces la respuesta de la gente es que no hay tantas compositoras o que estas no son lo suficientemente buenas, pero ambos supuestos son totalmente falsos. A raíz de una breve investigación que realicé con fines de programación para la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro (OFEQ), pude descubrir que hay miles de compositoras a lo largo de la historia y que tan solo en música sinfónica, existen en imprenta cerca de 800 composiciones. ¿No hay acaso suficientes opciones entre estos cientos de obras para que se incorporen más al canon musical, interpretado alrededor del mundo? Aunque compositoras como Clara Schumann, Lili Boulanger, Louise Farrenc, Fannny Mendelssohn, Alma Mahler, Sofia Gubaidúlina, Kaija Saariaho y Hildegard von Bingen comienzan a aparecer de manera más frecuente, otras tantas como Grazyna Bacewicz, Rebecca Clarke, Olga Neuwirth, Unsuk Chin, Roxanna Panufnik, Amy Beach, etc. son raramente programadas.

En el ámbito de la dirección orquestal el panorama tampoco es alentador, aunque en años recientes se ha notado un incremento en la presencia de directoras al frente de las orquestas mundiales, ya sea como invitadas o como titulares de esas agrupaciones. El sitio de internet bachtrack.com, aunque tiene una cobertura limitada de los conciertos y temporadas en América Latina y Asia, publica anualmente estadísticas mundiales y da a conocer en su reporte del año 2018 que sólo 5 mujeres se encuentran entre los 100 directores más activos del planeta: JoAnn Falletta, Marin Alsop, Mirga Gražinytė-Tyla, Karina Canellakis y Susanna Mälkki. Y en el total de las programaciones sinfónicas, las mujeres aparecen como directoras apenas un 6% de las veces.

Violinista Anne-Sophie Mutter al recibir el premio de Música Polar. / Reuters

Ya en pleno siglo XXI, ¿debemos de ver como normales todas las estadísticas anteriormente nombradas y seguir pensando que la música no es lugar para mujeres? La respuesta debe ser un contundente no. Por suerte, ya se han emprendido diversas acciones para corregir esta situación. Casas editoriales y centros educativos han empezado a reestructurar sus publicaciones, libros de texto y programas de estudios para hacer visibles y sacar del olvido las grandes contribuciones de las mujeres al campo de la música. Se han creado programas específicos para directoras de orquesta como la Taki Concordia Conducting Fellowship, el Institute for Women Conductors de la Ópera de Dallas o incluso el concurso La Maestra con sede en París, los cuales buscan ser plataformas de desarrollo y oportunidad para las mujeres. Y en cuanto a compositoras, instituciones y proyectos dedicados a la investigación, promoción y lucha por la visibilidad de su obra, han surgido alrededor del mundo. Además, un reciente programa europeo, Keychange, que agrupa a 45 festivales y conferencias internacionales ha fijado el objetivo de que para el año 2022 exista una total igualdad de programación de compositores vivos de ambos géneros, en sus conciertos.

Y a todo esto, ¿cómo es la situación de este tema en México? Por desgracia, y a pesar del gran talento que existe, ni siquiera estamos al nivel de las estadísticas mundiales antes presentadas, situación en parte agravada por las condiciones socioeconómicas del país. Hablando desde mi experiencia como Director Titular de la OFEQ puedo constatar que en muchas ocasiones los costos de renta y/o adquisición de los materiales para su ejecución son un factor que limita su inclusión en la programación de las agrupaciones sinfónicas, ya que a diferencia de muchos de sus contrapartes masculinos la mayoría de las ediciones son de reciente publicación y no se encuentran en el dominio público, así como la poca familiaridad del público con estas obras, lo cual se puede reflejar en los ingresos por concierto de las orquestas. A pesar de ello, hemos logrado emprender acciones con el fin de combatir este abismo tan marcado: así, de nueve estrenos mundiales que realizamos en la primera mitad del año, tres de ellos fueron de compositoras. Y nuestra meta es que, al ser la Filarmónica de Querétaro una institución tanto cultural como educativa, en el futuro próximo al menos esa proporción se vea reflejada también en la programación general de la orquesta.

OFEQ estrenó “Tierra de Fuego”, composición de Lilia Vázquez. / Cortesía

Hago aquí un breve paréntesis para animar al lector a que conozca las obras de las compositoras mexicanas, entre las que se encuentran (sin un orden específico) Gabriela Ortiz, Hilda Paredes, Marcela Rodríguez, Georgina Derbez, Claudia Herrerías, Lilia Vázquez, Leticia Armijo, María Granillo, Ana Paola Santillán, Ana Lara, Liliana Zamora, Andrea Chamizo y Diana Syrse, quienes tienen una activa carrera dentro y fuera del país y sus obras son fácilmente accesibles por medio de producciones discográficas, así como vía internet.

En el rubro de la dirección orquestal encontramos solo dos directoras de orquesta mexicanas con actividad profesional regular: Alondra de la Parra, titular de la Orquesta Sinfónica de Queensland (Australia), y Gabriela Díaz Alatriste, titular de la Orquesta Sinfónica Mexiquense. Por ello, desde la OFEQ pusimos en marcha a inicios de este año el programa “Jóvenes directores emergentes”, donde anualmente se selecciona a una directora, junto a un director, para proporcionarles experiencia al frente de una orquesta profesional y contribuir con ello al desarrollo de la profesión así como a la incorporación de las mujeres a este entorno.

Por suerte, en México los casos de mujeres integrantes de orquestas sinfónicas así como de las que se presentan como solistas van en aumento, aunque aún queda bastante por hacer para lograr una verdadera equidad en estos espacios.

Es de esperar que los esfuerzos a nivel nacional e internacional se incrementen, ya que es momento de atajar el problema de manera continua y no solamente hablar de él una vez al año, el 8 de marzo. Este ha sido nombrado el siglo de la mujer y todos debemos contribuir, a que finalmente se consiga su verdadero reconocimiento, apreciación e inclusión, sin que el ámbito de la música sea una excepción. No es cuestión de feminismo, solo de sentido común y voluntad.

“¿Una mujer dirige este concierto? ¿Qué es esto? ¿Una broma?”. Lo que parecería una frase proveniente de siglos anteriores, es por desgracia algo que escuché por casualidad el año pasado, en una de las salas de concierto más importantes de los Estados Unidos. Si bien al término del evento, la persona que la pronunció no dudó en aplaudir efusivamente en reconocimiento a la calidad de la directora, sus palabras no han dejado de resonar en mi cabeza, ya que son un síntoma y reflejo de un gran problema a nivel mundial que sigue sin resolverse: la desigualdad de género en la música clásica.

Aunque de manera muy tardía, la incorporación de las mujeres a las orquestas sinfónicas ha sido gradual, a partir del último tercio del siglo XX, venciendo la resistencia incluso en bastiones exclusivos para hombres, como lo eran la Filarmónica de Berlín, la de Viena o la de Nueva York, tres de las mejores orquestas a nivel mundial. Un lugar más habitual lo ocupan en la programación de conciertos desde hace tiempo en calidad de solistas, siendo artistas como las sopranos Maria Callas, Danielle de Niese, Cecilia Bartoli y Angela Gheorghiu, las cellistas Jacqueline du Pré y Sol Gabetta, las violinistas Anne-Sophie Mutter y Lisa Batiashvili, las pianistas Martha Argerich, Khatia Buniatishvili y Yuja Wang, entre muchas otras, nombres más familiares para los melómanos e incluso para gente que no acude frecuentemente a conciertos de música clásica. Aun así, el predominio masculino en estos y muchos otros instrumentos es evidente y desequilibrado.

Hilda Paredes. Foto: Cortesía

En situación claramente desfavorable aparecen las compositoras. Apenas el año pasado la organización Drama Música, con sede en el Reino Unido, publicó un estudio donde las cifras son devastadoras: de 1,446 conciertos de música clásica analizados alrededor del mundo y donde se interpretaron 3,524 composiciones, solo 82 obras (un 2.3% del total) fueron de compositoras, y la apabullante mayoría, 3,442 (el 97.6%), de compositores. ¿Por qué existe esta marcada desigualdad? A veces la respuesta de la gente es que no hay tantas compositoras o que estas no son lo suficientemente buenas, pero ambos supuestos son totalmente falsos. A raíz de una breve investigación que realicé con fines de programación para la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro (OFEQ), pude descubrir que hay miles de compositoras a lo largo de la historia y que tan solo en música sinfónica, existen en imprenta cerca de 800 composiciones. ¿No hay acaso suficientes opciones entre estos cientos de obras para que se incorporen más al canon musical, interpretado alrededor del mundo? Aunque compositoras como Clara Schumann, Lili Boulanger, Louise Farrenc, Fannny Mendelssohn, Alma Mahler, Sofia Gubaidúlina, Kaija Saariaho y Hildegard von Bingen comienzan a aparecer de manera más frecuente, otras tantas como Grazyna Bacewicz, Rebecca Clarke, Olga Neuwirth, Unsuk Chin, Roxanna Panufnik, Amy Beach, etc. son raramente programadas.

En el ámbito de la dirección orquestal el panorama tampoco es alentador, aunque en años recientes se ha notado un incremento en la presencia de directoras al frente de las orquestas mundiales, ya sea como invitadas o como titulares de esas agrupaciones. El sitio de internet bachtrack.com, aunque tiene una cobertura limitada de los conciertos y temporadas en América Latina y Asia, publica anualmente estadísticas mundiales y da a conocer en su reporte del año 2018 que sólo 5 mujeres se encuentran entre los 100 directores más activos del planeta: JoAnn Falletta, Marin Alsop, Mirga Gražinytė-Tyla, Karina Canellakis y Susanna Mälkki. Y en el total de las programaciones sinfónicas, las mujeres aparecen como directoras apenas un 6% de las veces.

Violinista Anne-Sophie Mutter al recibir el premio de Música Polar. / Reuters

Ya en pleno siglo XXI, ¿debemos de ver como normales todas las estadísticas anteriormente nombradas y seguir pensando que la música no es lugar para mujeres? La respuesta debe ser un contundente no. Por suerte, ya se han emprendido diversas acciones para corregir esta situación. Casas editoriales y centros educativos han empezado a reestructurar sus publicaciones, libros de texto y programas de estudios para hacer visibles y sacar del olvido las grandes contribuciones de las mujeres al campo de la música. Se han creado programas específicos para directoras de orquesta como la Taki Concordia Conducting Fellowship, el Institute for Women Conductors de la Ópera de Dallas o incluso el concurso La Maestra con sede en París, los cuales buscan ser plataformas de desarrollo y oportunidad para las mujeres. Y en cuanto a compositoras, instituciones y proyectos dedicados a la investigación, promoción y lucha por la visibilidad de su obra, han surgido alrededor del mundo. Además, un reciente programa europeo, Keychange, que agrupa a 45 festivales y conferencias internacionales ha fijado el objetivo de que para el año 2022 exista una total igualdad de programación de compositores vivos de ambos géneros, en sus conciertos.

Y a todo esto, ¿cómo es la situación de este tema en México? Por desgracia, y a pesar del gran talento que existe, ni siquiera estamos al nivel de las estadísticas mundiales antes presentadas, situación en parte agravada por las condiciones socioeconómicas del país. Hablando desde mi experiencia como Director Titular de la OFEQ puedo constatar que en muchas ocasiones los costos de renta y/o adquisición de los materiales para su ejecución son un factor que limita su inclusión en la programación de las agrupaciones sinfónicas, ya que a diferencia de muchos de sus contrapartes masculinos la mayoría de las ediciones son de reciente publicación y no se encuentran en el dominio público, así como la poca familiaridad del público con estas obras, lo cual se puede reflejar en los ingresos por concierto de las orquestas. A pesar de ello, hemos logrado emprender acciones con el fin de combatir este abismo tan marcado: así, de nueve estrenos mundiales que realizamos en la primera mitad del año, tres de ellos fueron de compositoras. Y nuestra meta es que, al ser la Filarmónica de Querétaro una institución tanto cultural como educativa, en el futuro próximo al menos esa proporción se vea reflejada también en la programación general de la orquesta.

OFEQ estrenó “Tierra de Fuego”, composición de Lilia Vázquez. / Cortesía

Hago aquí un breve paréntesis para animar al lector a que conozca las obras de las compositoras mexicanas, entre las que se encuentran (sin un orden específico) Gabriela Ortiz, Hilda Paredes, Marcela Rodríguez, Georgina Derbez, Claudia Herrerías, Lilia Vázquez, Leticia Armijo, María Granillo, Ana Paola Santillán, Ana Lara, Liliana Zamora, Andrea Chamizo y Diana Syrse, quienes tienen una activa carrera dentro y fuera del país y sus obras son fácilmente accesibles por medio de producciones discográficas, así como vía internet.

En el rubro de la dirección orquestal encontramos solo dos directoras de orquesta mexicanas con actividad profesional regular: Alondra de la Parra, titular de la Orquesta Sinfónica de Queensland (Australia), y Gabriela Díaz Alatriste, titular de la Orquesta Sinfónica Mexiquense. Por ello, desde la OFEQ pusimos en marcha a inicios de este año el programa “Jóvenes directores emergentes”, donde anualmente se selecciona a una directora, junto a un director, para proporcionarles experiencia al frente de una orquesta profesional y contribuir con ello al desarrollo de la profesión así como a la incorporación de las mujeres a este entorno.

Por suerte, en México los casos de mujeres integrantes de orquestas sinfónicas así como de las que se presentan como solistas van en aumento, aunque aún queda bastante por hacer para lograr una verdadera equidad en estos espacios.

Es de esperar que los esfuerzos a nivel nacional e internacional se incrementen, ya que es momento de atajar el problema de manera continua y no solamente hablar de él una vez al año, el 8 de marzo. Este ha sido nombrado el siglo de la mujer y todos debemos contribuir, a que finalmente se consiga su verdadero reconocimiento, apreciación e inclusión, sin que el ámbito de la música sea una excepción. No es cuestión de feminismo, solo de sentido común y voluntad.

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