/ jueves 17 de junio de 2021

¿Pienso? ¿Existo? ¿Elijo a mis gobernantes o ellos me eligen a mí?

Punto al que lo lea

¿Pensar sirve de algo en una época en la que no tenemos tiempo para revisar nuestras ideas y preferimos adoptar las que han sido prefabricadas por los medios masivos de información? Sí. Rotundamente sí. Pensar desde una perspectiva crítica en estos tiempos de polarización ideológica es un acto de resistencia en contra de la manipulación aberrante a la que estamos siendo sometidos constantemente. Durante las recientes campañas políticas que se difunden por todos los canales posibles hemos visto a los candidatos perder el aplomo y entregarse a los más penosos espectáculos: Desde la inverosímil consigna “chichis para todas” de la candidata a diputada por el distrito 3, en Sonora, hasta la pelea con Goku que sostuvo la postulante del RSP que busca ser diputada local en Querétaro, el descaro y el exhibicionismo se han convertido en la bandera principal de los políticos actuales.

Karl Jaspers, el filósofo alemán que hizo un crudo recuento de la devastación después de que finalizó la Segunda Guerra Mundial, apremiaba a los ciudadanos a replantear el papel de la filosofía en la política. Para él resultaba indispensable que las personas evitaran a toda costa dejarse llevar por líderes que ofrecían soluciones fáciles y dedicaban demasiado tiempo a vituperar a sus contrincantes. Esas figuras carismáticas expresan, por lo general, discursos vacíos que se basan en las necesidades inmediatas de una población que aceptará cualquier falacia con tal de dirigir su rabia y su disgusto hacia algún “enemigo” tangible. Para Jaspers, existen dos clases de políticos: “el simple político y el verdadero hombre de estado”. La diferencia estriba en que el simple político sólo se preocupa por los “intereses inmediatos”, mientras que el hombre de estado mantiene una actitud ética que concuerda con lo que él considera correcto, lo cual lo convierte en una persona cabal que ha pensado a profundidad acerca de sus motivaciones. El simple político está tan enajenado por el discurso de otros políticos, que es absolutamente incapaz de discernir sus propias ideas de aquellas que adoptó por la necesidad de ascender en la escala del poder. Y los ciudadanos solemos repetir ese comportamiento superficial.

¿Qué es lo que puede hacer el filósofo en medio de esta marejada de insensateces? El hombre de estado trabaja, principalmente, en un territorio práctico, por lo que no siempre tendrá tiempo de analizar a fondo las consecuencias de sus decisiones. Por ello, debe aprender a escuchar a quienes dedican tiempo y cabeza a considerar las dimensiones reales de cada situación. Por su parte, si los filósofos se alejan por completo de la política y se encierran en su burbuja intelectual, abandonarán por completo a sus semejantes y dejarán a sus conciudadanos a la deriva del pensamiento caprichoso y ambicioso de jerarcas que carecen de directrices éticas. Cuando los líderes de estado y los filósofos mantienen un diálogo permanente, es posible que las decisiones se orienten hacia el beneficio de una mayoría y no hacia los intereses de unos cuantos.

Al hablar acerca de hombres de estado, pienso, más bien, en una mujer de estado: Angela Merkel, la canciller alemana que desde hace 16 años ha mantenido con soberbia audacia el delicado equilibrio entre la soberanía germana y la unidad europea. Esta lideresa abrió las puertas a los migrantes a partir del 2015 cuando los conflictos en Afganistán, Irak y Siria alcanzaron niveles de violencia atroces. Ella aseveró “sí podemos”, a pesar de que el ala conservadora estaba completamente en contra de que el conflicto humanitario se atendiera de esa forma. Merkel consultaba sus decisiones con expertos de todo tipo, no se dejaba llevar por impulsos y no pensaba en agradar superficialmente a las masas. Ella ha pensado siempre desde perspectivas éticas que han generado fluctuaciones en la aceptación de los ciudadanos a los que ha gobernado con mesura y acierto. Ella, a pesar de haber votado en contra de los matrimonios igualitarios, de ninguna manera se opuso a que se llevaran a cabo los comicios en los que se aprobaron los enlaces civiles entre personas del mismo sexo. La canciller declaró que, a pesar de que ella tenía una idea acerca del matrimonio, estaba en disposición de replantear sus convicciones. Muchos alemanes llegaron a reprocharle a la canciller cierta tibieza al momento de afrontar problemáticas álgidas, pero Merkel demostró que no era falta de coraje lo que la impelía a mantenerse en una posición moderada, ella prefirió siempre entender a cabalidad las situaciones y elegir caminos pacíficos que apoyaran la cohesión social, el respeto entre todos los ciudadanos europeos y la colaboración internacional. Durante el 2008, año en el que se tambalearon las economías de España y Grecia, Merkel impuso ciertas restricciones a los apoyos económicos que podían concederse a esos países, pero lo hizo con la plena consciencia de que, si no se invitaba a los ciudadanos de esas latitudes a buscar soluciones colectivas y duraderas, el apoyo no iba a servir de nada. Angela Merkel está por abandonar su puesto y esto debería preocuparnos a todos, puesto que la mayor parte de los gobernantes europeos están inclinándose hacia la derecha y el neoliberalismo feroz, mismo que violentará los derechos de los inmigrantes y ampliará más la brecha que divide a las clases poderosas de las desprotegidas.

Foto: Cortesía | @rociocano2021

¿Y en México qué está pasando? Sé que actualmente la situación en nuestro país es muy delicada y que cualquier opinión puede desatar odios y arrebatos iracundos, pero me atrevo a manifestar que veo en nuestro presidente a un hombre de estado contra el que están arrojando toda clase de proyectiles arteros los grupos de ultraderecha que han llevado a este país a la ruina económica y la descomposición social. Los embates mediáticos, los ataques constantes y la saña oportunista no han permitido a la sociedad mexicana discernir con claridad el proyecto de nación que se ha intentado poner en funcionamiento. Ningún líder es perfecto, por supuesto, y no todas son virtudes o ventajas, pero gran parte de las medidas que ha llevado a cabo Obrador son contundentes y modifican completamente el panorama de impunidad en el que operaban los millonarios corruptos y los simples políticos que robaban a destajo y establecían contubernios con un gran número de empresarios. Obrador cumplió su palabra al disminuir su sueldo, al despojar a los ex presidentes de sus fueros, al combatir el huachicol, al rodearse de mujeres y hombres competentes como López-Gatell (a quien hemos visto diariamente ofrecer conferencias desde que inició la pandemia), al reforzar el sistema de salud (cuestión que ha podido constatarse durante el periodo de vacunación, organizado e incluyente), al sanear sistemas acendrados de corrupción mediante los cuales se drenaban presupuestos millonarios bajo el velo de organizaciones no gubernamentales.

A veces lamento que muchos intelectuales mantengan posturas inflexibles ante la 4t, cuando podrían aportar valiosos pensamientos a través de los cuales se podría reforzar un proyecto que, sin duda, puede mejorar las condiciones de millones de personas desfavorecidas. Quizás esta brecha entre filósofos y políticos se deba a que, en nuestro país, “el oficio de pensar” ha sido un privilegio de ciertas clases adineradas. Es deseable, pues, que los ciudadanos que antes no podían estudiar carreras universitarias, comiencen a sopesar la posibilidad de acercarse a las humanidades. Necesitamos personas que le dediquen tiempo al ejercicio intelectual. Pensar es una actividad imprescindible sin la cual es imposible alcanzar la libertad, misma que, según Jaspers, depende de que los ciudadanos puedan comunicarse a partir de la ética personal y de convicciones propias. Si seguimos repitiendo las peroratas de un puñado de millonarios capitalistas, derrumbaremos lo que aún queda en pie de nuestra vapuleada patria.

¿Pensar sirve de algo en una época en la que no tenemos tiempo para revisar nuestras ideas y preferimos adoptar las que han sido prefabricadas por los medios masivos de información? Sí. Rotundamente sí. Pensar desde una perspectiva crítica en estos tiempos de polarización ideológica es un acto de resistencia en contra de la manipulación aberrante a la que estamos siendo sometidos constantemente. Durante las recientes campañas políticas que se difunden por todos los canales posibles hemos visto a los candidatos perder el aplomo y entregarse a los más penosos espectáculos: Desde la inverosímil consigna “chichis para todas” de la candidata a diputada por el distrito 3, en Sonora, hasta la pelea con Goku que sostuvo la postulante del RSP que busca ser diputada local en Querétaro, el descaro y el exhibicionismo se han convertido en la bandera principal de los políticos actuales.

Karl Jaspers, el filósofo alemán que hizo un crudo recuento de la devastación después de que finalizó la Segunda Guerra Mundial, apremiaba a los ciudadanos a replantear el papel de la filosofía en la política. Para él resultaba indispensable que las personas evitaran a toda costa dejarse llevar por líderes que ofrecían soluciones fáciles y dedicaban demasiado tiempo a vituperar a sus contrincantes. Esas figuras carismáticas expresan, por lo general, discursos vacíos que se basan en las necesidades inmediatas de una población que aceptará cualquier falacia con tal de dirigir su rabia y su disgusto hacia algún “enemigo” tangible. Para Jaspers, existen dos clases de políticos: “el simple político y el verdadero hombre de estado”. La diferencia estriba en que el simple político sólo se preocupa por los “intereses inmediatos”, mientras que el hombre de estado mantiene una actitud ética que concuerda con lo que él considera correcto, lo cual lo convierte en una persona cabal que ha pensado a profundidad acerca de sus motivaciones. El simple político está tan enajenado por el discurso de otros políticos, que es absolutamente incapaz de discernir sus propias ideas de aquellas que adoptó por la necesidad de ascender en la escala del poder. Y los ciudadanos solemos repetir ese comportamiento superficial.

¿Qué es lo que puede hacer el filósofo en medio de esta marejada de insensateces? El hombre de estado trabaja, principalmente, en un territorio práctico, por lo que no siempre tendrá tiempo de analizar a fondo las consecuencias de sus decisiones. Por ello, debe aprender a escuchar a quienes dedican tiempo y cabeza a considerar las dimensiones reales de cada situación. Por su parte, si los filósofos se alejan por completo de la política y se encierran en su burbuja intelectual, abandonarán por completo a sus semejantes y dejarán a sus conciudadanos a la deriva del pensamiento caprichoso y ambicioso de jerarcas que carecen de directrices éticas. Cuando los líderes de estado y los filósofos mantienen un diálogo permanente, es posible que las decisiones se orienten hacia el beneficio de una mayoría y no hacia los intereses de unos cuantos.

Al hablar acerca de hombres de estado, pienso, más bien, en una mujer de estado: Angela Merkel, la canciller alemana que desde hace 16 años ha mantenido con soberbia audacia el delicado equilibrio entre la soberanía germana y la unidad europea. Esta lideresa abrió las puertas a los migrantes a partir del 2015 cuando los conflictos en Afganistán, Irak y Siria alcanzaron niveles de violencia atroces. Ella aseveró “sí podemos”, a pesar de que el ala conservadora estaba completamente en contra de que el conflicto humanitario se atendiera de esa forma. Merkel consultaba sus decisiones con expertos de todo tipo, no se dejaba llevar por impulsos y no pensaba en agradar superficialmente a las masas. Ella ha pensado siempre desde perspectivas éticas que han generado fluctuaciones en la aceptación de los ciudadanos a los que ha gobernado con mesura y acierto. Ella, a pesar de haber votado en contra de los matrimonios igualitarios, de ninguna manera se opuso a que se llevaran a cabo los comicios en los que se aprobaron los enlaces civiles entre personas del mismo sexo. La canciller declaró que, a pesar de que ella tenía una idea acerca del matrimonio, estaba en disposición de replantear sus convicciones. Muchos alemanes llegaron a reprocharle a la canciller cierta tibieza al momento de afrontar problemáticas álgidas, pero Merkel demostró que no era falta de coraje lo que la impelía a mantenerse en una posición moderada, ella prefirió siempre entender a cabalidad las situaciones y elegir caminos pacíficos que apoyaran la cohesión social, el respeto entre todos los ciudadanos europeos y la colaboración internacional. Durante el 2008, año en el que se tambalearon las economías de España y Grecia, Merkel impuso ciertas restricciones a los apoyos económicos que podían concederse a esos países, pero lo hizo con la plena consciencia de que, si no se invitaba a los ciudadanos de esas latitudes a buscar soluciones colectivas y duraderas, el apoyo no iba a servir de nada. Angela Merkel está por abandonar su puesto y esto debería preocuparnos a todos, puesto que la mayor parte de los gobernantes europeos están inclinándose hacia la derecha y el neoliberalismo feroz, mismo que violentará los derechos de los inmigrantes y ampliará más la brecha que divide a las clases poderosas de las desprotegidas.

Foto: Cortesía | @rociocano2021

¿Y en México qué está pasando? Sé que actualmente la situación en nuestro país es muy delicada y que cualquier opinión puede desatar odios y arrebatos iracundos, pero me atrevo a manifestar que veo en nuestro presidente a un hombre de estado contra el que están arrojando toda clase de proyectiles arteros los grupos de ultraderecha que han llevado a este país a la ruina económica y la descomposición social. Los embates mediáticos, los ataques constantes y la saña oportunista no han permitido a la sociedad mexicana discernir con claridad el proyecto de nación que se ha intentado poner en funcionamiento. Ningún líder es perfecto, por supuesto, y no todas son virtudes o ventajas, pero gran parte de las medidas que ha llevado a cabo Obrador son contundentes y modifican completamente el panorama de impunidad en el que operaban los millonarios corruptos y los simples políticos que robaban a destajo y establecían contubernios con un gran número de empresarios. Obrador cumplió su palabra al disminuir su sueldo, al despojar a los ex presidentes de sus fueros, al combatir el huachicol, al rodearse de mujeres y hombres competentes como López-Gatell (a quien hemos visto diariamente ofrecer conferencias desde que inició la pandemia), al reforzar el sistema de salud (cuestión que ha podido constatarse durante el periodo de vacunación, organizado e incluyente), al sanear sistemas acendrados de corrupción mediante los cuales se drenaban presupuestos millonarios bajo el velo de organizaciones no gubernamentales.

A veces lamento que muchos intelectuales mantengan posturas inflexibles ante la 4t, cuando podrían aportar valiosos pensamientos a través de los cuales se podría reforzar un proyecto que, sin duda, puede mejorar las condiciones de millones de personas desfavorecidas. Quizás esta brecha entre filósofos y políticos se deba a que, en nuestro país, “el oficio de pensar” ha sido un privilegio de ciertas clases adineradas. Es deseable, pues, que los ciudadanos que antes no podían estudiar carreras universitarias, comiencen a sopesar la posibilidad de acercarse a las humanidades. Necesitamos personas que le dediquen tiempo al ejercicio intelectual. Pensar es una actividad imprescindible sin la cual es imposible alcanzar la libertad, misma que, según Jaspers, depende de que los ciudadanos puedan comunicarse a partir de la ética personal y de convicciones propias. Si seguimos repitiendo las peroratas de un puñado de millonarios capitalistas, derrumbaremos lo que aún queda en pie de nuestra vapuleada patria.

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