/ jueves 23 de enero de 2020

Poesía sinfónica sobre la vida y la muerte

La cita es hoy a las 20:00 horas, en el Teatro de la Ciudad. Los costos son de 90 pesos, 110 pesos y 160 pesos, y podrán adquirirse a través de www.ticketportal.com.mx o directamente en taquilla

La poesía y la música se conjurarán esta noche, como parte del tercer concierto de temporada de la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro (OFEQ), cuyo programa ha sido inspirado en la emocionalidad y los claroscuros de la vida y la muerte.

Con “Sinfonía inacabada”, de Franz Schubert (1797- 1898), los músicos arrancarán su repertorio; continuando con “Valse triste”, de Jean Sibelius, y para terminar, el poema sinfónico “Muerte y transfiguración” de Richard Strauss (1864- 1949).

“Las tres obras giran en torno a esta dialéctica, que es un tema importantísimo para el hombre del siglo XIX y principios del siglo XX”, afirma Jesús Almanza, director invitado desde hace dos presentaciones, quien luego de un ensayo general, se reunió con DIARIO DE QUERÉTARO para conversar acerca de estas piezas, que inmortalizaron a sus autores dentro de la historia de la música clásica.

“Por supuesto que es una obra concluida, pero la tradición marcaba que una sinfonía debía tener 4 o 3 movimientos, y Schubert la dejó en dos”, refiere Almanza sobre la “Sinfonía inacabada” , del músico austriaco, cuyo trabajo es ubicado a principios del Romanticismo; un movimiento dentro de las artes y la filosofía cuyo precepto sostiene la existencia de realidades que solo pueden ser captadas a través de la emoción, el sentimiento y la intuición.

“ Schubert fue uno de los grandes melodistas de la historia. Uno de sus pasatiempos era musicalizar los poemas de los escritores de la época, y esto lo hacia en las tabernas. Con él inicia el lieder (breve composición para voz y piano, antecesor de la canción moderna), e inaugura una nueva manera de hacer acordes, nos lleva desde la ternura hasta momentos de una gran tensión”, detalla Almanza sobre el compositor, quien tras ser diagnosticado con sífilis, se cree que abandonó y regaló esta obra.

En cuanto al “Valse triste” de Sibelius, el director señala que se trata de una pieza escrita por el finlandés casi al término del Romanticismo. “Se trata quizás la obra más conocida de este compositor, realizada alrededor de 1903. Es un vals un tanto expresionista que tiene un trasfondo muy dramático: un hijo que está cuidando a su madre moribunda, se queda dormido por el cansancio. Por la fiebre, ella empieza a tener alucinaciones en las que se ve en un gran salón bailando un vals con un hermoso vestido blanco. De pronto la danza se torna cada vez más frenética, hasta que comienzan a escucharse unos golpes tras la puerta: es la muerte que viene por ella. Así, y con tres lánguidos acordes, Sibelius describe al espíritu abandonando su cuerpo”.

Sobre la obra de Strauss, Almanza dice que se trata de un poema sinfónico para orquesta, en el que se hilan los pensamientos de un artista momentos antes de su muerte.

“Empieza a recordar instantes en su niñez y juventud, así como momentos en los que se enfrenta a un gran ideal y lo defiende, y la transición hacia la muerte, que él llama: la transfiguración. En ese momento el compositor usa una tonalidad en Do Mayor, que quizás sea para los músicos la más transparente, simple y sencilla. Es como entrar a un lago: el tiempo se detiene, es el momento en que uno trasciende y llega la muerte del cuerpo”, explica Almanza, y asevera que la obra fue dedicada por el autor a su amigo, el compositor y director alemán Friedrich Rosch.

La poesía y la música se conjurarán esta noche, como parte del tercer concierto de temporada de la Orquesta Filarmónica del Estado de Querétaro (OFEQ), cuyo programa ha sido inspirado en la emocionalidad y los claroscuros de la vida y la muerte.

Con “Sinfonía inacabada”, de Franz Schubert (1797- 1898), los músicos arrancarán su repertorio; continuando con “Valse triste”, de Jean Sibelius, y para terminar, el poema sinfónico “Muerte y transfiguración” de Richard Strauss (1864- 1949).

“Las tres obras giran en torno a esta dialéctica, que es un tema importantísimo para el hombre del siglo XIX y principios del siglo XX”, afirma Jesús Almanza, director invitado desde hace dos presentaciones, quien luego de un ensayo general, se reunió con DIARIO DE QUERÉTARO para conversar acerca de estas piezas, que inmortalizaron a sus autores dentro de la historia de la música clásica.

“Por supuesto que es una obra concluida, pero la tradición marcaba que una sinfonía debía tener 4 o 3 movimientos, y Schubert la dejó en dos”, refiere Almanza sobre la “Sinfonía inacabada” , del músico austriaco, cuyo trabajo es ubicado a principios del Romanticismo; un movimiento dentro de las artes y la filosofía cuyo precepto sostiene la existencia de realidades que solo pueden ser captadas a través de la emoción, el sentimiento y la intuición.

“ Schubert fue uno de los grandes melodistas de la historia. Uno de sus pasatiempos era musicalizar los poemas de los escritores de la época, y esto lo hacia en las tabernas. Con él inicia el lieder (breve composición para voz y piano, antecesor de la canción moderna), e inaugura una nueva manera de hacer acordes, nos lleva desde la ternura hasta momentos de una gran tensión”, detalla Almanza sobre el compositor, quien tras ser diagnosticado con sífilis, se cree que abandonó y regaló esta obra.

En cuanto al “Valse triste” de Sibelius, el director señala que se trata de una pieza escrita por el finlandés casi al término del Romanticismo. “Se trata quizás la obra más conocida de este compositor, realizada alrededor de 1903. Es un vals un tanto expresionista que tiene un trasfondo muy dramático: un hijo que está cuidando a su madre moribunda, se queda dormido por el cansancio. Por la fiebre, ella empieza a tener alucinaciones en las que se ve en un gran salón bailando un vals con un hermoso vestido blanco. De pronto la danza se torna cada vez más frenética, hasta que comienzan a escucharse unos golpes tras la puerta: es la muerte que viene por ella. Así, y con tres lánguidos acordes, Sibelius describe al espíritu abandonando su cuerpo”.

Sobre la obra de Strauss, Almanza dice que se trata de un poema sinfónico para orquesta, en el que se hilan los pensamientos de un artista momentos antes de su muerte.

“Empieza a recordar instantes en su niñez y juventud, así como momentos en los que se enfrenta a un gran ideal y lo defiende, y la transición hacia la muerte, que él llama: la transfiguración. En ese momento el compositor usa una tonalidad en Do Mayor, que quizás sea para los músicos la más transparente, simple y sencilla. Es como entrar a un lago: el tiempo se detiene, es el momento en que uno trasciende y llega la muerte del cuerpo”, explica Almanza, y asevera que la obra fue dedicada por el autor a su amigo, el compositor y director alemán Friedrich Rosch.

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