/ jueves 2 de septiembre de 2021

Por el rumbo de la Estación

Cartografía del Tiempo y la Memoria

EL ESPACIO

Las recientes intervenciones urbanas que se han materializado en ampliación de banquetas, jardineras, bancas, iluminación recuperación de espacios públicos y otras. Otorgan un nuevo rostro al entorno donde se encuentra La Estación que fuera inaugurada oficialmente en 1904.

Nuevos actores sociales se integran al paisaje citadino. El fenómeno migratorio de los últimos años ha originado cambios y trasformaciones en el entorno, las prácticas y creencias de los vecinos. Una andanza por sus calles, callejones, comercios y mercados nos hablan de la vida cotidiana y las nuevas apropiaciones de los espacios.

OTRA MANERA DE RECORRER LA CIUDAD

Hacia finales del siglo XIX y principio del XX. Aquella zona con vocación agrícola y ganadera se transformó. Las huertas, establos, alfalfares, los merenderos de las tamalerías quedaron atrás cuando se comenzaron a expropiar y comprar terrenos para las obras de infraestructura y equipamiento de la nueva Estación, en este caso del Ferrocarril Nacional. En la prensa de aquel tiempo se relataba cómo en el “simpático barrio de la Otra banda”(La Sombra de Arteaga: 1903) algunos callejones y calles estrechas fueron ampliadas o desaparecieron. En las calles Apolo y Ninfas se practicó un tajo, para que los habitantes tuviesen una “fácil expedita circulación”(Ídem). Así sólo quedaron en el recuerdo los callejones del Desierto, de la Disputa, de las Manzanas, del Nagual y del Risco. La Carrera de San Juan de los Álamos.

Otras calles que existen y nos hablan de aquel pasado son la Calle de la Buena Muerte, que llevaba al Camposanto de San Sebastián. (1ª de Cuauhtémoc), San Roque (2ª de Cuauhtémoc), Morales, (1ª de Primavera, entre Invierno y E. Carranza),Luna (2ª de Primavera, entre E. Carranza y Cuauhtémoc), De Franco (1ª de Primavera Ote., entre Invierno y F. Mata).

Si atendemos a las Actas de Cabildo, encontramos que las obras de construcción de la Estación del Ferrocarril Nacional motivó a los vecinos de la Otra Banda para embellecer sus fincas. Más allá de la especulación de bienes raíces, la información privilegiada y el tráfico de influencias, el Municipio se ocupó del aseo de las calles, y la Dirección General de Correos colocó un buzón y un expendio de timbres postales en las esquinas de Franco y El Camaleón.

OTRA ÉPOCA

Mesones, hoteles, corraletas, cantinas, pulquerías y otros giros proliferaron en la zona. Se convirtió en habitación de diversos grupos humanos, con sus valores, usos y costumbres. Él trajín cotidiano de las locomotoras, de pasajeros, vendedores con sus pregones, de los carros de mulitas, que dieron paso a los tranvías eléctricos que movilizaban personas, enseres, artículos diversos y abastos. Los ferrocarrileros y más tarde los obreros de los Parques Industriales que operaban al norte de la traza urbana, le dieron otras dinámicas. Tanto al uso del espacio como sus propias resignificaciones. El Mercadillo “del Crucero” que se instalaba en las calles de Héroes de Nacozari, El Camaleón, Porfirio Díaz, La Plaza del Pípila -y otras-, más tarde el Mercado de El Tepetate (Benito Juárez, ahora denominado "Del Tepe") quedaron en el imaginario colectivo. Al igual que las señales del ferrocarril: Un silbido “abajo frenos”, dos silbidos “quítese los frenos”, tres silbidos ”váyase para atrás”; silbidos repetidos significaban “peligro”, silbidos cortos y rápidos: “alarma de ganado”.

Foto: Cortesía | Edgardo Moreno Pérez

ENTORNO

Quedan sitios emblemáticos; templos y casas. Calles retorcidas por los desniveles de los cerros de La Trinidad y de San Gregorio. Si tenemos la mirada atenta, en la incursión observamos las diversas tendencias arquitectónicas desde la estación con su estilo “inglés eclético”, o “neoclásico europeo”; el Art Decó, el eclecticismo de construcciones que prevalecen en la vorágine de la especulación y nuevos usos del suelo. Ahí se encuentra otra posibilidad de entablar diálogos con diversas generaciones. De pronto nos encontramos con una intervención urbana, un grafiti, un mural o las intervenciones de los artistas urbanos, incorporadas recientemente al paisaje urbano.

Se encuentran todavía la casa-habitación aprovechando vagones del ferrocarril, pintados con vivos colores, arriates con pensamientos, begonias y malvas. El inmueble de La Estación resignificado, con sus actividades culturales, el baile de danzón y tango, los recién casados en busca de preservar fotográficamente el día de la boda, teniendo como escenario la centenaria construcción, de igual manera los jóvenes con togas y birretes. El turista que baja del tranvía para tomarse la fotografía del recuerdo.

Las cantinas y pulquerías con su música estruendosa y sus fieles parroquianos. Los emigrantes que esperan a la Bestia en busca de un sueño, que por lo regular termina en pesadilla. Los trabajadores en faenas laborales. Las renovadoras de calzado, la botica que se resiste ante el embate de la medicina genérica, la panadería con su tahona, las carnicerías, bazares, la venta de tepache. Las refaccionarias, las tlapalerías y ferretería, las mercerías y las tienditas de la esquina.

Los avisos en las ventanas y puertas donde se venden paletas, se regalan gatos, se colocan cierres y se hacen bastillas, se aplican uñas y maquillaje, se hacen recuerdos para eventos…. Las inserciones de colonias, conjuntos residenciales, condominios, plazas comerciales y la articulación de vialidades cambiaron aquellos paisajes. Donde habitaron pueblos originarios cuyas cosmogonías atribuían valores sagrados a los montes y cerros que se encuentran en ese emplazamiento.

La convivencia, las emociones, la construcción de un espacio colectivo son algunos aspectos de dan sentido de pertenencia. En la Otra Banda, por el rumbo de la Estación encontramos rasgos de los queretanos de ayer y de hoy.

Foto: Cortesía | Edgardo Moreno

EL ESPACIO

Las recientes intervenciones urbanas que se han materializado en ampliación de banquetas, jardineras, bancas, iluminación recuperación de espacios públicos y otras. Otorgan un nuevo rostro al entorno donde se encuentra La Estación que fuera inaugurada oficialmente en 1904.

Nuevos actores sociales se integran al paisaje citadino. El fenómeno migratorio de los últimos años ha originado cambios y trasformaciones en el entorno, las prácticas y creencias de los vecinos. Una andanza por sus calles, callejones, comercios y mercados nos hablan de la vida cotidiana y las nuevas apropiaciones de los espacios.

OTRA MANERA DE RECORRER LA CIUDAD

Hacia finales del siglo XIX y principio del XX. Aquella zona con vocación agrícola y ganadera se transformó. Las huertas, establos, alfalfares, los merenderos de las tamalerías quedaron atrás cuando se comenzaron a expropiar y comprar terrenos para las obras de infraestructura y equipamiento de la nueva Estación, en este caso del Ferrocarril Nacional. En la prensa de aquel tiempo se relataba cómo en el “simpático barrio de la Otra banda”(La Sombra de Arteaga: 1903) algunos callejones y calles estrechas fueron ampliadas o desaparecieron. En las calles Apolo y Ninfas se practicó un tajo, para que los habitantes tuviesen una “fácil expedita circulación”(Ídem). Así sólo quedaron en el recuerdo los callejones del Desierto, de la Disputa, de las Manzanas, del Nagual y del Risco. La Carrera de San Juan de los Álamos.

Otras calles que existen y nos hablan de aquel pasado son la Calle de la Buena Muerte, que llevaba al Camposanto de San Sebastián. (1ª de Cuauhtémoc), San Roque (2ª de Cuauhtémoc), Morales, (1ª de Primavera, entre Invierno y E. Carranza),Luna (2ª de Primavera, entre E. Carranza y Cuauhtémoc), De Franco (1ª de Primavera Ote., entre Invierno y F. Mata).

Si atendemos a las Actas de Cabildo, encontramos que las obras de construcción de la Estación del Ferrocarril Nacional motivó a los vecinos de la Otra Banda para embellecer sus fincas. Más allá de la especulación de bienes raíces, la información privilegiada y el tráfico de influencias, el Municipio se ocupó del aseo de las calles, y la Dirección General de Correos colocó un buzón y un expendio de timbres postales en las esquinas de Franco y El Camaleón.

OTRA ÉPOCA

Mesones, hoteles, corraletas, cantinas, pulquerías y otros giros proliferaron en la zona. Se convirtió en habitación de diversos grupos humanos, con sus valores, usos y costumbres. Él trajín cotidiano de las locomotoras, de pasajeros, vendedores con sus pregones, de los carros de mulitas, que dieron paso a los tranvías eléctricos que movilizaban personas, enseres, artículos diversos y abastos. Los ferrocarrileros y más tarde los obreros de los Parques Industriales que operaban al norte de la traza urbana, le dieron otras dinámicas. Tanto al uso del espacio como sus propias resignificaciones. El Mercadillo “del Crucero” que se instalaba en las calles de Héroes de Nacozari, El Camaleón, Porfirio Díaz, La Plaza del Pípila -y otras-, más tarde el Mercado de El Tepetate (Benito Juárez, ahora denominado "Del Tepe") quedaron en el imaginario colectivo. Al igual que las señales del ferrocarril: Un silbido “abajo frenos”, dos silbidos “quítese los frenos”, tres silbidos ”váyase para atrás”; silbidos repetidos significaban “peligro”, silbidos cortos y rápidos: “alarma de ganado”.

Foto: Cortesía | Edgardo Moreno Pérez

ENTORNO

Quedan sitios emblemáticos; templos y casas. Calles retorcidas por los desniveles de los cerros de La Trinidad y de San Gregorio. Si tenemos la mirada atenta, en la incursión observamos las diversas tendencias arquitectónicas desde la estación con su estilo “inglés eclético”, o “neoclásico europeo”; el Art Decó, el eclecticismo de construcciones que prevalecen en la vorágine de la especulación y nuevos usos del suelo. Ahí se encuentra otra posibilidad de entablar diálogos con diversas generaciones. De pronto nos encontramos con una intervención urbana, un grafiti, un mural o las intervenciones de los artistas urbanos, incorporadas recientemente al paisaje urbano.

Se encuentran todavía la casa-habitación aprovechando vagones del ferrocarril, pintados con vivos colores, arriates con pensamientos, begonias y malvas. El inmueble de La Estación resignificado, con sus actividades culturales, el baile de danzón y tango, los recién casados en busca de preservar fotográficamente el día de la boda, teniendo como escenario la centenaria construcción, de igual manera los jóvenes con togas y birretes. El turista que baja del tranvía para tomarse la fotografía del recuerdo.

Las cantinas y pulquerías con su música estruendosa y sus fieles parroquianos. Los emigrantes que esperan a la Bestia en busca de un sueño, que por lo regular termina en pesadilla. Los trabajadores en faenas laborales. Las renovadoras de calzado, la botica que se resiste ante el embate de la medicina genérica, la panadería con su tahona, las carnicerías, bazares, la venta de tepache. Las refaccionarias, las tlapalerías y ferretería, las mercerías y las tienditas de la esquina.

Los avisos en las ventanas y puertas donde se venden paletas, se regalan gatos, se colocan cierres y se hacen bastillas, se aplican uñas y maquillaje, se hacen recuerdos para eventos…. Las inserciones de colonias, conjuntos residenciales, condominios, plazas comerciales y la articulación de vialidades cambiaron aquellos paisajes. Donde habitaron pueblos originarios cuyas cosmogonías atribuían valores sagrados a los montes y cerros que se encuentran en ese emplazamiento.

La convivencia, las emociones, la construcción de un espacio colectivo son algunos aspectos de dan sentido de pertenencia. En la Otra Banda, por el rumbo de la Estación encontramos rasgos de los queretanos de ayer y de hoy.

Foto: Cortesía | Edgardo Moreno

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