/ miércoles 26 de febrero de 2020

¿Por qué nos gusta tanto el cine? Parte II

Vitral

Pero asistir al cine y disfrutar de una película no es un acto tan sencillo ni inocente, al contrario, es un acto complejo que involucra múltiples circunstancias. Señala el autor Román Gubern en su libro Del bisonte a la realidad virtual, (ed. Anagrama, 3ª ed. p. 16-17): “ … el ojo humano no es un perceptor neutro, pasivo, automatizado e inocente, sino un instrumento condicionado y sujeto a un aprendizaje cultural y a un auto aprendizaje … la visión humana tiene una historia … en buena parte condicionada(s) por las convenciones culturales de cada época). Es decir, que cuando nos exponemos a ver una película, entran en juego muchas más acciones de las que suponemos. Se da una compleja elaboración cognitiva en donde convergen factores fisiológicos, socioculturales e individuales. Por eso es importante que estemos muy conscientes de qué películas decidimos ver, dado que todo lo que percibimos tiene un efecto en nuestro ser a nivel de las emociones, intelecto y acciones en el mundo concreto, en el mundo de la vida. “Por eso se aprende a ver y no todo el mundo sabe ver…” (Gubern, p. 18).

Una película y su recepción no pueden interpretarse fuera de un contexto histórico, económico, político e ideológico. No existen las producciones ni los mensajes neutros, y cada quien interpreta las películas dentro de estos marcos interpretativos. Así que cada vez que vemos una película estamos sujetos, lo sepamos o no, a todos estos marcos que dan lugar a una interpretación y que terminan en el típico “sí me gustó la película, o no me gustó”. Es decir, detrás de la pregunta de ¿por qué nos gusta tanto el cine? se encuentra toda esta compleja red de interpretación. El cine nos nutre de ideas, conceptos, lugares, datos, fechas, situaciones.

Ubique cualquier película que haya visto y que le haya gustado mucho. ¿Por qué le gustó? ¿Con qué personaje se identificó? ¿Cuál le cayó mal? ¿Sintió miedo, alegría, placer, tristeza, deseos, terror? ¿Aprendió algo que le pueda ser útil? ¿Ha vivido o quisiera vivir algo parecido? Las historias narradas en el cine, sea cual sea su temática, producen en nosotros grados de identificación o rechazo, encontramos situaciones que son comparadas con las que nosotros mismos vivimos, que se parecen de alguna u otra forma y con las cuales nos comparamos y medimos nuestras propias vidas. Por eso nos gustan, podríamos decir incluso que las necesitamos, si no existieran esas historias hechas cine, las buscaríamos en otros formatos. En el origen son los cuentos, las historias, los relatos, las anécdotas, que son las que dan sentido y forma a lo humano. No seríamos lo que somos sin ellas. La narrativa está ligada inextricablemente a lo humano.

Como menciona Paul Ricoeur en su texto clásico La vida: un relato en busca de narrador: “Aristóteles no dudaba en decir que toda historia bien narrada enseña algo; más bien, decía que la historia revela aspectos universales de la condición humana…” Toda historia contiene en germen una enseñanza, que en términos ideales debería ser gratificante, positiva, aunque no siempre es así. Todos aquellos relatos que forman nuestra propia historia familiar, los relatos de los abuelos, de los padres, de los tíos, contados al calor de una reunión o en una plática informal, son enseñanzas, nos plantean modelos a seguir, conductas específicas ante las diversas situaciones de la vida. Son ejemplos para seguir o para rechazar. Ese es el efecto de toda narración. La línea de lo contado en la película converge con la línea de lo vivido por el espectador, por el cinéfilo, en algo que Gadamer –respecto al texto– ha llamado “fusión de horizontes”, concepto que es igualmente válido para el cine. En esa fusión se alimentan y realimentan tanto la industria cinematográfica como el espectador, no sin contradicciones, dado que ese intercambio no se da en un espacio de neutralidad, sino de complejidad en donde entran todos los aspectos contextuales del entramado social. Parafraseando a Paul Ricoeur, del texto que hemos citado, se puede afirmar que el cine “es una mediación entre el hombre y el mundo, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y sí mismo.” Luego afirma que: “ (para) Aristóteles … la definición misma … del relato …es, (la) “imitación de una acción”, (mimesis praxeos). Debemos, pues, buscar en primer lugar los puntos de apoyo que el relato puede encontrar en la experiencia viva del actuar y del sufrir”.

Los relatos están vivos, vienen de la vida y vuelven a ella, por eso los relatos, entre ellos los cinematográficos, son fundamentales, y por eso gustan y nos apasionan. Y todos los géneros tienen ese efecto: la ciencia ficción, el drama, la comedia. No se piense que sólo las películas de corte realista responde a estas condiciones. No, aún la película más descabellada responde a una situación contextual, es un producto histórico-social, que viene de lo real y vuelve a ello.

Las películas son divertimento, solaz, fuga, encuentro, alimento y motivo para desarrollar la imaginación. Tienen el poder de los sueños, pueden representar cualquier cosa imaginable. Y así como los sueños son la representación de los anhelos más profundos, de lo escondido, de la representación de lo imposible, del terror y las pesadillas, así también el cine. Como diría Marshall MxLuhan, el cine viene a ser una extensión de los sueños y la imaginación . La identificación con alguno o algunos de los personajes revela quiénes somos o cómo nos imaginamos, la empatía y las neuronas espejo trabajan a todo, permitiéndonos asemejarnos e influirnos por el físico y los ideales de cada personaje.

Ese misterio que guarda el cine, esa magia, merece ser disfrutada plácidamente, pero también habrá tiempo antes y después para reflexionar el porqué elegimos ciertas películas, ciertas temáticas, ciertos actores, porque detrás de cada elección hay un mundo complejo de significaciones, de historias, de contextos sociales y de anhelos personales que empujan a cada elección. En la medida en que estemos conscientes de ello, el cine nos puede alimentar más y más en todos los aspectos, y comprenderemos a cabalidad por qué nos gusta tanto el cine.


https://escritosdealfonsofrancotiscareno.blogspot.com

Pero asistir al cine y disfrutar de una película no es un acto tan sencillo ni inocente, al contrario, es un acto complejo que involucra múltiples circunstancias. Señala el autor Román Gubern en su libro Del bisonte a la realidad virtual, (ed. Anagrama, 3ª ed. p. 16-17): “ … el ojo humano no es un perceptor neutro, pasivo, automatizado e inocente, sino un instrumento condicionado y sujeto a un aprendizaje cultural y a un auto aprendizaje … la visión humana tiene una historia … en buena parte condicionada(s) por las convenciones culturales de cada época). Es decir, que cuando nos exponemos a ver una película, entran en juego muchas más acciones de las que suponemos. Se da una compleja elaboración cognitiva en donde convergen factores fisiológicos, socioculturales e individuales. Por eso es importante que estemos muy conscientes de qué películas decidimos ver, dado que todo lo que percibimos tiene un efecto en nuestro ser a nivel de las emociones, intelecto y acciones en el mundo concreto, en el mundo de la vida. “Por eso se aprende a ver y no todo el mundo sabe ver…” (Gubern, p. 18).

Una película y su recepción no pueden interpretarse fuera de un contexto histórico, económico, político e ideológico. No existen las producciones ni los mensajes neutros, y cada quien interpreta las películas dentro de estos marcos interpretativos. Así que cada vez que vemos una película estamos sujetos, lo sepamos o no, a todos estos marcos que dan lugar a una interpretación y que terminan en el típico “sí me gustó la película, o no me gustó”. Es decir, detrás de la pregunta de ¿por qué nos gusta tanto el cine? se encuentra toda esta compleja red de interpretación. El cine nos nutre de ideas, conceptos, lugares, datos, fechas, situaciones.

Ubique cualquier película que haya visto y que le haya gustado mucho. ¿Por qué le gustó? ¿Con qué personaje se identificó? ¿Cuál le cayó mal? ¿Sintió miedo, alegría, placer, tristeza, deseos, terror? ¿Aprendió algo que le pueda ser útil? ¿Ha vivido o quisiera vivir algo parecido? Las historias narradas en el cine, sea cual sea su temática, producen en nosotros grados de identificación o rechazo, encontramos situaciones que son comparadas con las que nosotros mismos vivimos, que se parecen de alguna u otra forma y con las cuales nos comparamos y medimos nuestras propias vidas. Por eso nos gustan, podríamos decir incluso que las necesitamos, si no existieran esas historias hechas cine, las buscaríamos en otros formatos. En el origen son los cuentos, las historias, los relatos, las anécdotas, que son las que dan sentido y forma a lo humano. No seríamos lo que somos sin ellas. La narrativa está ligada inextricablemente a lo humano.

Como menciona Paul Ricoeur en su texto clásico La vida: un relato en busca de narrador: “Aristóteles no dudaba en decir que toda historia bien narrada enseña algo; más bien, decía que la historia revela aspectos universales de la condición humana…” Toda historia contiene en germen una enseñanza, que en términos ideales debería ser gratificante, positiva, aunque no siempre es así. Todos aquellos relatos que forman nuestra propia historia familiar, los relatos de los abuelos, de los padres, de los tíos, contados al calor de una reunión o en una plática informal, son enseñanzas, nos plantean modelos a seguir, conductas específicas ante las diversas situaciones de la vida. Son ejemplos para seguir o para rechazar. Ese es el efecto de toda narración. La línea de lo contado en la película converge con la línea de lo vivido por el espectador, por el cinéfilo, en algo que Gadamer –respecto al texto– ha llamado “fusión de horizontes”, concepto que es igualmente válido para el cine. En esa fusión se alimentan y realimentan tanto la industria cinematográfica como el espectador, no sin contradicciones, dado que ese intercambio no se da en un espacio de neutralidad, sino de complejidad en donde entran todos los aspectos contextuales del entramado social. Parafraseando a Paul Ricoeur, del texto que hemos citado, se puede afirmar que el cine “es una mediación entre el hombre y el mundo, entre el hombre y el hombre, entre el hombre y sí mismo.” Luego afirma que: “ (para) Aristóteles … la definición misma … del relato …es, (la) “imitación de una acción”, (mimesis praxeos). Debemos, pues, buscar en primer lugar los puntos de apoyo que el relato puede encontrar en la experiencia viva del actuar y del sufrir”.

Los relatos están vivos, vienen de la vida y vuelven a ella, por eso los relatos, entre ellos los cinematográficos, son fundamentales, y por eso gustan y nos apasionan. Y todos los géneros tienen ese efecto: la ciencia ficción, el drama, la comedia. No se piense que sólo las películas de corte realista responde a estas condiciones. No, aún la película más descabellada responde a una situación contextual, es un producto histórico-social, que viene de lo real y vuelve a ello.

Las películas son divertimento, solaz, fuga, encuentro, alimento y motivo para desarrollar la imaginación. Tienen el poder de los sueños, pueden representar cualquier cosa imaginable. Y así como los sueños son la representación de los anhelos más profundos, de lo escondido, de la representación de lo imposible, del terror y las pesadillas, así también el cine. Como diría Marshall MxLuhan, el cine viene a ser una extensión de los sueños y la imaginación . La identificación con alguno o algunos de los personajes revela quiénes somos o cómo nos imaginamos, la empatía y las neuronas espejo trabajan a todo, permitiéndonos asemejarnos e influirnos por el físico y los ideales de cada personaje.

Ese misterio que guarda el cine, esa magia, merece ser disfrutada plácidamente, pero también habrá tiempo antes y después para reflexionar el porqué elegimos ciertas películas, ciertas temáticas, ciertos actores, porque detrás de cada elección hay un mundo complejo de significaciones, de historias, de contextos sociales y de anhelos personales que empujan a cada elección. En la medida en que estemos conscientes de ello, el cine nos puede alimentar más y más en todos los aspectos, y comprenderemos a cabalidad por qué nos gusta tanto el cine.


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