/ miércoles 4 de noviembre de 2020

Repensar la pobreza

El libro de cabecera

El pasado martes 27 de octubre Luisa María Alcalde, secretaria del Trabajo y Previsión Social (STPS), presumió que de agosto a la fecha, se habían recuperado 400 mil de 1 millón 117 mil empleos que se perdieron desde el inicio de la pandemia por Covid-19. Con la bonhomía de quien a la primera provocación invoca al pueblo para alimentar el mito demagógico del trabajador, la funcionaria no explica la estrategia ni presenta ningún dato para sustentar semejante hazaña, sólo lo atribuye a la “resiliencia del pueblo mexicano” (*).

No obstante, según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de agosto a septiembre sólo se recuperaron 206 mil 240 puestos de trabajo, equivalentes al 18% de lo que perdió. Cierto, falta el mes de octubre, pero si la secretaria tiene razón sólo en octubre se habría generado la insólita cantidad de 193 mil puestos de trabajo. Para tener una perspectiva de las declaraciones de la funcionaria, en octubre del 2019, sin tiempos de pandemia, sólo se pudieron crear 160 mil puestos de trabajo; además esta cifra no fue tan buena como los años anteriores, donde se supone que estábamos peor.

Pero concedamos que la secretaria tiene razón. Imaginemos que en agosto, septiembre y octubre se crearon 400 mil puestos de trabajo, sin preguntarnos si son eventuales o por tiempo indefinido, formales o informales. No obstante, deberíamos de tener en cuenta dos factores: 1) Tendencialmente, durante el mes de noviembre la generación de empleos es de las más baja durante el año; 2) Asimismo, en diciembre se presenta un recorte en los puestos de trabajo, lo cual no garantiza que los supuestos 400 mil empleos recuperados se mantengan al final de este funesto 2020.

Aunque no es novedad, llama la atención la manera alegórica con la que la secretaria Alcalde se refiere a la “resiliencia del pueblo mexicano”. Si bien los gobiernos (sobre todo los de corte populista) se decantan por narrativas bucólicas cuando se refieren al pueblo, las políticas gubernamentales destinadas a ayudarles muchas veces fracasan porque los idealismos de ciertos sectores del pueblo se fundamentan en suposiciones erradas con respecto a sus circunstancias y su conducta.

La anterior es una de las principales tesis que se proponen en Repensar la pobreza. Un giro radical en la lucha contra la desigualdad global. (Penguin Random House, 2012) de los economistas Abhijit Banerjee (Bombay, 1961) y Esther Duflo (París, 1972). Para los autores, ganadores del premio Nobel en Economía en 2019, repensar la pobreza supone dar un giro revolucionario en el modo de abordar la lucha global contra la pobreza. De modo similar al modo sistemático en que la imagen idílica del pueblo aparece en el discurso demagógico del gobierno federal, si los pobres aparecen de algún modo en el discurso público, suele ser como si se tratara de los personajes de alguna anécdota edificante o de algún episodio trágico, como alguien a quien admirar o por quien sentir pena, pero jamás como una fuente de conocimiento ni como personas a quienes se deba consultar lo que piensan, lo que desean, lo que hacen.

No es lo mismo economía de la pobreza con una economía pobre; tampoco austeridad republicana con pauperización de la economía. Por ejemplo, Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuario, se refirió el miércoles 28 de octubre a las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador respecto a la supuesta corrupción en los seguros del sector agropecuario, similar a la que supuestamente existe en los rubros de ciencia, tecnología, cultura y artes. De la Vega señaló que por ese afán de imponer discursos ideológicos, bajo la influencia quizás de las narrartivas del Foro de Sao Paulo, el sector exportador (denominado despectivamente como «agricultura industrial») va a quedar expuesto al cambio climático, plagas y enfermedades. En aras de supuestamente apoyar al campesino, se quiere imponer una visión retrógrada en donde se busca que el agricultor regrese a la parcela. Para de la Vega, desde el gobierno federal “se está poniendo un freno de mano al sector agrícola; nos desmantelan con presupuesto, traemos presiones internacionales, corrientes de pensamiento que están siendo una palanca para frenar a nuestro campo”. Paradójicamente, bajo la consigna de «Primero los pobres», los campesinos más pobres serán las más afectados.

Abhijit Banerjee y Esther Duflo (quienes además de ser colegas, son matrimonio desde 2015) opinan que para avanzar “debemos dejar atrás el hábito de reducir a los pobres a personajes de tira cómica y dedicar un tiempo a entender la verdad de sus vidas, en toda su complejidad y riqueza”. Lo que este par de economistas confirma es que la etnografía y los estudios sociales funcionan si apelan a una visión más pragmática y con el rigor de las metodologías de las ciencias sociales, en lugar de decantarse por una visión idologizante y de tradición politiquera, que sigue elucubrando fantasías a costa de un marxismo inútil y trasnochado.

El rigor científico arrojará lo que a muchos funcionarios o pseudocientíficos sociales les causa aversión: datos. La mayoría de las veces, el peso de la evidencia sustentada en datos obliga a revisar el modo de abandonar las teorías que se traen consigo a modo de sesgos cognitivos o por la propia inercia que se pergeña desde las tradiciones de las ciencias sociales latinoamericanas. Lo que Banerjee y Duflo intentan es entender exactamante por qué fallan los intentos anteriores y cómo se pueden hacer adaptaciones y ajustes para describir mejor el mundo.

Las personas que viven en la pobreza son iguales a nosotros en casi todo: tenemos los mismos deseos y debilidades, los pobres no son menos racionales que nadie (en realidad ocurre al revés). Precisamente porque los pobres tienen tan poco para sobrevivir, con frecuencia encontramos que son mucho más cuidadosos en sus decisiones: tienen que actuar como sofisticados economistas simplemente para sobrevivir.

El debate de la pobreza no puede ser resuelto de forma abstracta entre las posturas básicas: 1) los países son pobres porque son calurosos, poco fértiles, están infestados de malaria o por la corrupción de gobiernos anteriores, lo que se lo conoce como “trampa de la pobreza”; o 2) los países son pobres porque no acceden a apertura de mercados, a incentivos adecuados sin necesidad de limosnas. Se necesitan evidencias, pero desafortunadamente los datos que se suelen utilizar para responder a la pregunta «¿cómo acabamos con la pobreza?» no inspiran confianza, como los otros datos que tiene y ofrece la STPS o los que se utilizaron para la eliminación de los fideicomisos, entre ellos los que se utilizaban para la investigación en el sector agrícola.

@doctorsimulacro





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El pasado martes 27 de octubre Luisa María Alcalde, secretaria del Trabajo y Previsión Social (STPS), presumió que de agosto a la fecha, se habían recuperado 400 mil de 1 millón 117 mil empleos que se perdieron desde el inicio de la pandemia por Covid-19. Con la bonhomía de quien a la primera provocación invoca al pueblo para alimentar el mito demagógico del trabajador, la funcionaria no explica la estrategia ni presenta ningún dato para sustentar semejante hazaña, sólo lo atribuye a la “resiliencia del pueblo mexicano” (*).

No obstante, según datos del Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) de agosto a septiembre sólo se recuperaron 206 mil 240 puestos de trabajo, equivalentes al 18% de lo que perdió. Cierto, falta el mes de octubre, pero si la secretaria tiene razón sólo en octubre se habría generado la insólita cantidad de 193 mil puestos de trabajo. Para tener una perspectiva de las declaraciones de la funcionaria, en octubre del 2019, sin tiempos de pandemia, sólo se pudieron crear 160 mil puestos de trabajo; además esta cifra no fue tan buena como los años anteriores, donde se supone que estábamos peor.

Pero concedamos que la secretaria tiene razón. Imaginemos que en agosto, septiembre y octubre se crearon 400 mil puestos de trabajo, sin preguntarnos si son eventuales o por tiempo indefinido, formales o informales. No obstante, deberíamos de tener en cuenta dos factores: 1) Tendencialmente, durante el mes de noviembre la generación de empleos es de las más baja durante el año; 2) Asimismo, en diciembre se presenta un recorte en los puestos de trabajo, lo cual no garantiza que los supuestos 400 mil empleos recuperados se mantengan al final de este funesto 2020.

Aunque no es novedad, llama la atención la manera alegórica con la que la secretaria Alcalde se refiere a la “resiliencia del pueblo mexicano”. Si bien los gobiernos (sobre todo los de corte populista) se decantan por narrativas bucólicas cuando se refieren al pueblo, las políticas gubernamentales destinadas a ayudarles muchas veces fracasan porque los idealismos de ciertos sectores del pueblo se fundamentan en suposiciones erradas con respecto a sus circunstancias y su conducta.

La anterior es una de las principales tesis que se proponen en Repensar la pobreza. Un giro radical en la lucha contra la desigualdad global. (Penguin Random House, 2012) de los economistas Abhijit Banerjee (Bombay, 1961) y Esther Duflo (París, 1972). Para los autores, ganadores del premio Nobel en Economía en 2019, repensar la pobreza supone dar un giro revolucionario en el modo de abordar la lucha global contra la pobreza. De modo similar al modo sistemático en que la imagen idílica del pueblo aparece en el discurso demagógico del gobierno federal, si los pobres aparecen de algún modo en el discurso público, suele ser como si se tratara de los personajes de alguna anécdota edificante o de algún episodio trágico, como alguien a quien admirar o por quien sentir pena, pero jamás como una fuente de conocimiento ni como personas a quienes se deba consultar lo que piensan, lo que desean, lo que hacen.

No es lo mismo economía de la pobreza con una economía pobre; tampoco austeridad republicana con pauperización de la economía. Por ejemplo, Bosco de la Vega, presidente del Consejo Nacional Agropecuario, se refirió el miércoles 28 de octubre a las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador respecto a la supuesta corrupción en los seguros del sector agropecuario, similar a la que supuestamente existe en los rubros de ciencia, tecnología, cultura y artes. De la Vega señaló que por ese afán de imponer discursos ideológicos, bajo la influencia quizás de las narrartivas del Foro de Sao Paulo, el sector exportador (denominado despectivamente como «agricultura industrial») va a quedar expuesto al cambio climático, plagas y enfermedades. En aras de supuestamente apoyar al campesino, se quiere imponer una visión retrógrada en donde se busca que el agricultor regrese a la parcela. Para de la Vega, desde el gobierno federal “se está poniendo un freno de mano al sector agrícola; nos desmantelan con presupuesto, traemos presiones internacionales, corrientes de pensamiento que están siendo una palanca para frenar a nuestro campo”. Paradójicamente, bajo la consigna de «Primero los pobres», los campesinos más pobres serán las más afectados.

Abhijit Banerjee y Esther Duflo (quienes además de ser colegas, son matrimonio desde 2015) opinan que para avanzar “debemos dejar atrás el hábito de reducir a los pobres a personajes de tira cómica y dedicar un tiempo a entender la verdad de sus vidas, en toda su complejidad y riqueza”. Lo que este par de economistas confirma es que la etnografía y los estudios sociales funcionan si apelan a una visión más pragmática y con el rigor de las metodologías de las ciencias sociales, en lugar de decantarse por una visión idologizante y de tradición politiquera, que sigue elucubrando fantasías a costa de un marxismo inútil y trasnochado.

El rigor científico arrojará lo que a muchos funcionarios o pseudocientíficos sociales les causa aversión: datos. La mayoría de las veces, el peso de la evidencia sustentada en datos obliga a revisar el modo de abandonar las teorías que se traen consigo a modo de sesgos cognitivos o por la propia inercia que se pergeña desde las tradiciones de las ciencias sociales latinoamericanas. Lo que Banerjee y Duflo intentan es entender exactamante por qué fallan los intentos anteriores y cómo se pueden hacer adaptaciones y ajustes para describir mejor el mundo.

Las personas que viven en la pobreza son iguales a nosotros en casi todo: tenemos los mismos deseos y debilidades, los pobres no son menos racionales que nadie (en realidad ocurre al revés). Precisamente porque los pobres tienen tan poco para sobrevivir, con frecuencia encontramos que son mucho más cuidadosos en sus decisiones: tienen que actuar como sofisticados economistas simplemente para sobrevivir.

El debate de la pobreza no puede ser resuelto de forma abstracta entre las posturas básicas: 1) los países son pobres porque son calurosos, poco fértiles, están infestados de malaria o por la corrupción de gobiernos anteriores, lo que se lo conoce como “trampa de la pobreza”; o 2) los países son pobres porque no acceden a apertura de mercados, a incentivos adecuados sin necesidad de limosnas. Se necesitan evidencias, pero desafortunadamente los datos que se suelen utilizar para responder a la pregunta «¿cómo acabamos con la pobreza?» no inspiran confianza, como los otros datos que tiene y ofrece la STPS o los que se utilizaron para la eliminación de los fideicomisos, entre ellos los que se utilizaban para la investigación en el sector agrícola.

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