/ sábado 12 de junio de 2021

Rincones queretanos | Ex Convento de Capuchinas

Su fundación se aprobó el 18 de septiembre de 1717, por el Rey Felipe V. Mariano de las Casas construyó la enfermería del lugar

Querétaro guarda inimaginables acontecimientos históricos que cambiaron el rumbo del país, eventos políticos y sociales han marcado el estado y conocer sus leyendas, tradiciones y cultura es un agasajo.

El Convento de Capuchinas a decir de la placa que yace a las afueras de lo que hoy es el Museo de la Ciudad, el lugar se comenzó a construir en 1721 a la llegada de las monjas Clarisas Capuchinas provenientes del Convento de San Felipe de Jesús, en la Ciudad de México su fundación fue promovida por el Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien protagoniza uno de los pasajes de las leyendas queretanas donde se dice que el Marqués se enamoró perdidamente de la hermosa monja Sor Marcela, quien le pidió abastecer de agua a la ciudad y él por el gran amor que le tenía mandó construir el acueducto que por muchos años proporcionó el vital líquido a los queretanos.

En 1864 las religiosas fueron enclaustradas debido a las Leyes de Reforma y en 1867 marca otra parte de la historia de México, el lugar fungió como última morada del emperador Maximiliano de Habsburgo.

Hoy el lugar ha sido dividido y en la parte de la esquina que hace las calles de Hidalgo y Guerrero se encuentra el templo de Capuchinas que aún conserva reliquias de hace varios siglos atrás, después se encuentra el Museo de la Ciudad, donde anteriormente eran las oficinas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y finalmente el Museo de la Restauración que fue la parte que sirvió de acuartelamiento del Archiduque de Austria y aún conserva la cama y algunos muebles de aquella época.

A decir del libro “Leyendas de Querétaro” del historiador José Guadalupe Ramírez Álvarez el lugar registra un hecho de la “Gárgola Suicida” en 1745, cuando el templo de San Agustín terminaba su construcción y una familia adinerada vivía frente al templo de Capuchinas, al hija pasaba los días sentada en el marco de una de las ventanas de su casa admirando el recién construido templo. Recorría con la mirada cada detalle del templo y lo contemplaba a placer mientras dirigía una silenciosa oración hasta llegar a la gárgola que emergía sobre el pórtico, entonces apartaba la mirada y cerraba la ventana.

Se dice que una tarde mientras observaba como de costumbre apareció ante ella un apuesto joven y sus miradas se cruzaron intensamente. Ella sintió un gran interés por el apuesto caballero y así transcurrieron varios días donde el enamorado la comenzaba a pretender pero ella rehuía a su mirada y cerraba la ventana. La historia se repitió por varios días, pero incluso cuando el joven se acercaba a ella a declararle su amor, ella cubría su rostro con un fino pañuelo de encaje y terminaba la conversación sin decir una palabra.

Foto: Tamara Medina | Diario de Querétaro

Desesperado el joven decidió cambiar su estrategia, se acercó a ella y le dijo que no volvería a visitarla, pero que subiría hasta la gárgola y si ella no agitaba su pañuelo para pedirle que volviera, se lanzaría al vacío por el desconsuelo de no conseguir su amor.

Poco después de cerrar su ventana nuevamente, la joven volvió a buscarlo, y lo vio en la gárgola. Preocupada corrió a su cuarto a buscar su pañuelo, pero mientras lo hacía se escuchó un terrible crujido. La enorme gárgola de cantera no pudo soportar el peso del joven y se fue abajo llevándose con ella al enamorado joven.

Se dice que la mujer no pudo soportar ver a su amado en medio del charco de sangre y cerrando para siempre su ventana y viviendo con la culpa por la muerte de su gran amor.

Querétaro guarda inimaginables acontecimientos históricos que cambiaron el rumbo del país, eventos políticos y sociales han marcado el estado y conocer sus leyendas, tradiciones y cultura es un agasajo.

El Convento de Capuchinas a decir de la placa que yace a las afueras de lo que hoy es el Museo de la Ciudad, el lugar se comenzó a construir en 1721 a la llegada de las monjas Clarisas Capuchinas provenientes del Convento de San Felipe de Jesús, en la Ciudad de México su fundación fue promovida por el Marqués de la Villa del Villar del Águila, quien protagoniza uno de los pasajes de las leyendas queretanas donde se dice que el Marqués se enamoró perdidamente de la hermosa monja Sor Marcela, quien le pidió abastecer de agua a la ciudad y él por el gran amor que le tenía mandó construir el acueducto que por muchos años proporcionó el vital líquido a los queretanos.

En 1864 las religiosas fueron enclaustradas debido a las Leyes de Reforma y en 1867 marca otra parte de la historia de México, el lugar fungió como última morada del emperador Maximiliano de Habsburgo.

Hoy el lugar ha sido dividido y en la parte de la esquina que hace las calles de Hidalgo y Guerrero se encuentra el templo de Capuchinas que aún conserva reliquias de hace varios siglos atrás, después se encuentra el Museo de la Ciudad, donde anteriormente eran las oficinas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y finalmente el Museo de la Restauración que fue la parte que sirvió de acuartelamiento del Archiduque de Austria y aún conserva la cama y algunos muebles de aquella época.

A decir del libro “Leyendas de Querétaro” del historiador José Guadalupe Ramírez Álvarez el lugar registra un hecho de la “Gárgola Suicida” en 1745, cuando el templo de San Agustín terminaba su construcción y una familia adinerada vivía frente al templo de Capuchinas, al hija pasaba los días sentada en el marco de una de las ventanas de su casa admirando el recién construido templo. Recorría con la mirada cada detalle del templo y lo contemplaba a placer mientras dirigía una silenciosa oración hasta llegar a la gárgola que emergía sobre el pórtico, entonces apartaba la mirada y cerraba la ventana.

Se dice que una tarde mientras observaba como de costumbre apareció ante ella un apuesto joven y sus miradas se cruzaron intensamente. Ella sintió un gran interés por el apuesto caballero y así transcurrieron varios días donde el enamorado la comenzaba a pretender pero ella rehuía a su mirada y cerraba la ventana. La historia se repitió por varios días, pero incluso cuando el joven se acercaba a ella a declararle su amor, ella cubría su rostro con un fino pañuelo de encaje y terminaba la conversación sin decir una palabra.

Foto: Tamara Medina | Diario de Querétaro

Desesperado el joven decidió cambiar su estrategia, se acercó a ella y le dijo que no volvería a visitarla, pero que subiría hasta la gárgola y si ella no agitaba su pañuelo para pedirle que volviera, se lanzaría al vacío por el desconsuelo de no conseguir su amor.

Poco después de cerrar su ventana nuevamente, la joven volvió a buscarlo, y lo vio en la gárgola. Preocupada corrió a su cuarto a buscar su pañuelo, pero mientras lo hacía se escuchó un terrible crujido. La enorme gárgola de cantera no pudo soportar el peso del joven y se fue abajo llevándose con ella al enamorado joven.

Se dice que la mujer no pudo soportar ver a su amado en medio del charco de sangre y cerrando para siempre su ventana y viviendo con la culpa por la muerte de su gran amor.

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