/ jueves 24 de febrero de 2022

¿Qué es el teatro etnográfico?

Tinta para un Atabal

Dicen que todo creador o inventor tiene una necesidad que lo impulsa a crear aquello que imaginó, y si esta creación genera un resultado más satisfactorio que lo que la mente maquiló, entonces es cuando viene la osadía de compartir el descubrimiento.

Yo, como toda una Margaret Mead, me aventuré a las peripecias del descubrimiento, de la exploración, al impulso de una intuición, de una inquietud que movió los motores de mis pensamientos, emulando los modos del positivismo científico pero con las formas propias del teatro y la antropología.

El viaje comenzó en el año 2016 cuando tuve la oportunidad de realizar un trabajo de investigación con jóvenes en situación de calle en la ciudad de Querétaro, mismo que fui construyendo guiada por la experiencia del teatro, en específico el teatro comunitario y de la antropología, en especial, la etnografía.

La necesidad de narrar mi transitar con estos jóvenes surge por la inquietud de compartir una nueva experiencia para el teatro, lo que he llamado Teatro etnográfico. Un método de investigación y creación que se teje con los hilos del teatro y de la antropología.

¿Qué es la etnografía? Una metodología de investigación cualitativa que a través de diversas herramientas estudia, analiza, comprende e interpreta la estructura cultural de un grupo social y sus identidades.

Eduardo Restrepo, antropólogo colombiano que ha aportado a la antropología contemporánea una perspectiva anticolonial, afirma que la etnografía o, mejor dicho, la labor etnográfica – como él prefiere llamarle–, es un oficio que implica un saber hacer, es construir relaciones sociales apoyadas en técnicas y herramientas específicas, pero sobre todo es un oficio que implica una práctica diaria y conlleva una ética.

Estas herramientas, como el trabajo de campo, el diario de campo, la observación participante y la descripción densa, me permitieron profundizar en la mirada de la vida cotidiana de estos jóvenes, observar las actividades que como colectivo los identifican; comprender y analizar sus dramas sociales, pero sobre todo construir una relación que me permitiera entrar a su espacio más íntimo.

Después de un año de haberlos conocido viré mi aproximación a través del teatro, en específico el Teatro comunitario y el Teatro del oprimido, ambas propuestas latinoamericanas surgidas como resistencias sociales y políticas hacia la hegemonía de los grupos de poder. Aquí comenzó a gestarse la esencia de mi propuesta.

En este punto de la investigación, el objetivo entonces comenzó a girar hacia los intereses propios del teatro y construir con un lenguaje escénico una historia de ficción a partir de los datos obtenidos con el apoyo de las herramientas etnográficas, abstraer la realidad interpretada con las posibilidades de la ficción escénica.

Fue importante elegir qué de la realidad sería parte de esa ficción construida y es aquí en donde la estética jugó un papel muy importante pues además de definir lo que se va contar, es preciso contemplar el cómo se contará la historia para conectar con el público y lograr una comunicación con ellos a partir de sus sentidos y de su sensibilidad. De esta manera, visibilizar lo investigado pudo potenciarse y dirigirse hacia algunas reflexiones.

Es importante lo que las herramientas etnográficas me permitieron, ya que sistematicé, organicé, elegí la información, edifiqué de una manera ordenada y profunda el conocimiento del grupo y de los fenómenos sociales que lo atravesaban.

A su vez, el teatro me permitió conocer a los jóvenes de otra manera ya que desde el lenguaje metafórico los chicos expresaban de forma más libre sus historias de vida pues la máscara de la ficción siempre sabrá mejor que una exposición directa como la entrevista o el relato.

Foto: Cortesía | Edgar Luna

Los protagonistas de la historia

Los vi por primera vez un día a las siete de la mañana; caminaba por la avenida Pasteur y la imagen me impactó. Un grupo de personas de todas las edades despertaba en su campamento montado afuera de una tienda de azulejos. Practicaban una rutina que me pareció era habitual en sus vidas: recoger cobijas, cambiarse de ropa, bostezar, inhalar solvente, guardar una casa de campaña, tomar agua, quizá comer lo que sobró de la noche y prepararse para iniciar el día. Guardé esa imagen junto con el deseo de trabajar con ellos. Un año después ya estaba acompañándolos en sus espacios.

Son Serafín, Dulce, Olivia, Nicolasa, Lupita, Chichilo, Santos; ellos y ellas son su rap, son sus enamoramientos, sus familias, sus orígenes indígenas, son sus mamás que venden botanas y elotes afuera del Gómez Morín.

El teatro significó un espacio de expresión, pero también de sanación al poner en escena todo aquello de lo que no se atrevían a hablar; el teatro significó un espacio simbólico que proyectaba lo que pude haber observado con apoyo de la antropología, otro espacio que desentraña desde los ritos y los símbolos y fue en este punto de fusión donde pude hacer más complejas mis reflexiones y análisis. De ahí es de donde parto para construir la propuesta del Teatro etnográfico.

¿Qué es entonces el teatro etnográfico? Es una metodología de investigación y creación que observa, analiza, registra y reproduce desde la ficción a partir de un lenguaje estético, prácticas culturales y comportamientos sociales. Fusiona diversas perspectivas del teatro y la antropología para construir un proceso de indagación que pueda derivar en un producto escénico.

El teatro etnográfico implica un arduo trabajo de investigación, pero sobre todo de intervención, en un espacio específico o con un grupo social determinado. Una indagación constante acompañada de una mirada minuciosa implica una interpretación y un proceso creativo de abstracción para visibilizar de manera aguda y profunda aquello que se investigó.

Es un proceso creativo para estudiar, analizar, comprender fenómenos sociales y transferirlos a la escena con la intención de construir un diálogo con el espectador a partir de un lenguaje escénico; es una manera de profundizar en la mirada y el lenguaje creativo.

Dicen que todo creador o inventor tiene una necesidad que lo impulsa a crear aquello que imaginó, y si esta creación genera un resultado más satisfactorio que lo que la mente maquiló, entonces es cuando viene la osadía de compartir el descubrimiento.

Yo, como toda una Margaret Mead, me aventuré a las peripecias del descubrimiento, de la exploración, al impulso de una intuición, de una inquietud que movió los motores de mis pensamientos, emulando los modos del positivismo científico pero con las formas propias del teatro y la antropología.

El viaje comenzó en el año 2016 cuando tuve la oportunidad de realizar un trabajo de investigación con jóvenes en situación de calle en la ciudad de Querétaro, mismo que fui construyendo guiada por la experiencia del teatro, en específico el teatro comunitario y de la antropología, en especial, la etnografía.

La necesidad de narrar mi transitar con estos jóvenes surge por la inquietud de compartir una nueva experiencia para el teatro, lo que he llamado Teatro etnográfico. Un método de investigación y creación que se teje con los hilos del teatro y de la antropología.

¿Qué es la etnografía? Una metodología de investigación cualitativa que a través de diversas herramientas estudia, analiza, comprende e interpreta la estructura cultural de un grupo social y sus identidades.

Eduardo Restrepo, antropólogo colombiano que ha aportado a la antropología contemporánea una perspectiva anticolonial, afirma que la etnografía o, mejor dicho, la labor etnográfica – como él prefiere llamarle–, es un oficio que implica un saber hacer, es construir relaciones sociales apoyadas en técnicas y herramientas específicas, pero sobre todo es un oficio que implica una práctica diaria y conlleva una ética.

Estas herramientas, como el trabajo de campo, el diario de campo, la observación participante y la descripción densa, me permitieron profundizar en la mirada de la vida cotidiana de estos jóvenes, observar las actividades que como colectivo los identifican; comprender y analizar sus dramas sociales, pero sobre todo construir una relación que me permitiera entrar a su espacio más íntimo.

Después de un año de haberlos conocido viré mi aproximación a través del teatro, en específico el Teatro comunitario y el Teatro del oprimido, ambas propuestas latinoamericanas surgidas como resistencias sociales y políticas hacia la hegemonía de los grupos de poder. Aquí comenzó a gestarse la esencia de mi propuesta.

En este punto de la investigación, el objetivo entonces comenzó a girar hacia los intereses propios del teatro y construir con un lenguaje escénico una historia de ficción a partir de los datos obtenidos con el apoyo de las herramientas etnográficas, abstraer la realidad interpretada con las posibilidades de la ficción escénica.

Fue importante elegir qué de la realidad sería parte de esa ficción construida y es aquí en donde la estética jugó un papel muy importante pues además de definir lo que se va contar, es preciso contemplar el cómo se contará la historia para conectar con el público y lograr una comunicación con ellos a partir de sus sentidos y de su sensibilidad. De esta manera, visibilizar lo investigado pudo potenciarse y dirigirse hacia algunas reflexiones.

Es importante lo que las herramientas etnográficas me permitieron, ya que sistematicé, organicé, elegí la información, edifiqué de una manera ordenada y profunda el conocimiento del grupo y de los fenómenos sociales que lo atravesaban.

A su vez, el teatro me permitió conocer a los jóvenes de otra manera ya que desde el lenguaje metafórico los chicos expresaban de forma más libre sus historias de vida pues la máscara de la ficción siempre sabrá mejor que una exposición directa como la entrevista o el relato.

Foto: Cortesía | Edgar Luna

Los protagonistas de la historia

Los vi por primera vez un día a las siete de la mañana; caminaba por la avenida Pasteur y la imagen me impactó. Un grupo de personas de todas las edades despertaba en su campamento montado afuera de una tienda de azulejos. Practicaban una rutina que me pareció era habitual en sus vidas: recoger cobijas, cambiarse de ropa, bostezar, inhalar solvente, guardar una casa de campaña, tomar agua, quizá comer lo que sobró de la noche y prepararse para iniciar el día. Guardé esa imagen junto con el deseo de trabajar con ellos. Un año después ya estaba acompañándolos en sus espacios.

Son Serafín, Dulce, Olivia, Nicolasa, Lupita, Chichilo, Santos; ellos y ellas son su rap, son sus enamoramientos, sus familias, sus orígenes indígenas, son sus mamás que venden botanas y elotes afuera del Gómez Morín.

El teatro significó un espacio de expresión, pero también de sanación al poner en escena todo aquello de lo que no se atrevían a hablar; el teatro significó un espacio simbólico que proyectaba lo que pude haber observado con apoyo de la antropología, otro espacio que desentraña desde los ritos y los símbolos y fue en este punto de fusión donde pude hacer más complejas mis reflexiones y análisis. De ahí es de donde parto para construir la propuesta del Teatro etnográfico.

¿Qué es entonces el teatro etnográfico? Es una metodología de investigación y creación que observa, analiza, registra y reproduce desde la ficción a partir de un lenguaje estético, prácticas culturales y comportamientos sociales. Fusiona diversas perspectivas del teatro y la antropología para construir un proceso de indagación que pueda derivar en un producto escénico.

El teatro etnográfico implica un arduo trabajo de investigación, pero sobre todo de intervención, en un espacio específico o con un grupo social determinado. Una indagación constante acompañada de una mirada minuciosa implica una interpretación y un proceso creativo de abstracción para visibilizar de manera aguda y profunda aquello que se investigó.

Es un proceso creativo para estudiar, analizar, comprender fenómenos sociales y transferirlos a la escena con la intención de construir un diálogo con el espectador a partir de un lenguaje escénico; es una manera de profundizar en la mirada y el lenguaje creativo.

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