/ miércoles 1 de enero de 2020

Tiempo de pastorelas

Tinta para un Atabal

Hasta hace unos pocos años la temporada navideña borraba de los escenarios teatrales de Querétaro cualquier otra manifestación teatral que no tuviera que ver con el tradicional género de la pastorela; las había de todos los tipos: pastorelas cómicas, tradicionales, satíricas, políticas, universitarias, pastorelas de aficionados y un larguísimo etcétera.

Afortunadamente las cosas han ido cambiando y, aunque la principal apuesta de los teatreros queretanos sigue siendo la producción variopinta de pastorelas, ahora podemos tener acceso a otras manifestaciones teatrales que amplían la oferta del Querétaro teatral.

No obstante y para que no se piense que subvaloramos la importancia de las pastorelas, dedicaremos las siguientes líneas a reflexionar sobre el origen y la naturaleza de este bello género teatral.

Foto: Cortesía | Atabal Creación Artística

Fray Pedro de Gante fue un sacerdote franciscano llegado a México en 1523, junto con otros sacerdotes de distintas órdenes religiosas, con la finalidad de comenzar la conquista espiritual de los autóctonos. El franciscano inició una serie de estrategias para lograr evangelizar a los indígenas cuyo dialecto resultaba absolutamente desconocido para los españoles. Dentro de estas estrategias, por ejemplo, Fray Pedro de Gante utilizó el uso de imágenes en un bellísimo catecismo pictográfico, dibujado por los propios indígenas.

En diciembre de 1524, al padre de Gante se le ocurrió festejar la Navidad muy a la manera y costumbre medieval de los franciscanos: con la escenificación de un ‘nacimiento’ con intérpretes reales. Dejó en manos de los indígenas la responsabilidad de la producción de dicho cuadro. Esta decisión fue la más afortunada, dado que los indígenas, auténticos profesionales de la teatralidad, adiestrados en un mundo prehispánico que practicaba el ritual de una manera tan espectacular como prodigiosa, lograron una escenificación impactante que dejó boquiabiertos a los españoles.

A estas escenificaciones los indígenas les llamaban en náhuatl “Nexcuitilles”, que literalmente significa “Cuadro que ejemplifica”. Con estas poderosas y a la vez simples escenificaciones, Fray Pedro de Gante descubrió el lenguaje eficaz y perfecto para continuar con su labor de evangelización y a su vez, iniciaba la primera etapa de un teatro con ideología española y forma escénica indígena: el teatro de evangelización.

Herramienta evangelizadora

Podríamos decir que las pastorelas están emparentadas con el teatro de evangelización dado que se trata de manifestaciones teatrales de origen religioso y carácter festivo que se utilizaban en la festividad de la Navidad. Pero lo cierto es que la pastorela ha desarrollado una serie de características que la fundamentan y la definen; estas características se fueron desarrollando con el paso del tiempo y en épocas muy distintas, por lo cual, es muy difícil determinar una única obra como antepasado directo y a la vez originaria del género.

Por ejemplo, la pastorela tendría relaciones con un género literario llamado ‘égloga’ que se define como una composición poética que idealiza la vida de los pastores y del campo para tratar temas humanos generales, como el amor, y también, desde el nombre ‘pastorela’, podría tener relación con el único género no religioso medieval europeo llamado ‘pastourelles’.

Técnicamente hablando y en un sentido ortodoxo de teoría dramática, la pastorela se definiría como un auto sacramental, un género nombrado así en el Siglo de Oro Español y que no es otra cosa más que una obra de naturaleza didáctica que intenta exponer las virtudes y la naturaleza de los sacramentos de la iglesia católica, en contraposición a los vicios caracterizados en los mismos pastores (el glotón-gula, la vanidosa-orgullo, etc.) y en los demonios que demoran la llegada de los mismos pastores para adorar al Niño Dios recién nacido.

Esta estructura que debió de haberse consolidado en algún momento del siglo XVIII (época en que aparecen las primeras pastorelas ya con todas sus características), se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX (posiblemente hasta la década de los 60).

Las pastorelas de este modelo dramático, inspiraban un fuerte tono solemne, abigarrado en motivos religiosos (recordemos que en todo este tiempo el lugar de representación por excelencia de las pastorelas eran los atrios de las iglesias), que apenas se veía interrumpido con las inocentes graciosadas de pastores y diablos, lo que provocaba el dibujo apenas sutil de una sonrisa en el rostro de los espectadores.

Foto: Cortesía | Atabal Creación Artística

El bien contra el mal

A partir, más o menos de la década de los 70 del siglo pasado, el modelo dramático de la pastorela cambió y se convirtió en tragicomedia. El género de la tragicomedia nos habla de una serie de personajes virtuosos (digamos, la parte seria, aunque ya no solemne) y viciosos (la parte cómica) que inician un viaje para lograr llegar a una meta, teniendo que librar para lograrlo una serie de obstáculos de naturaleza opuesta a la propia (esto es: los personajes virtuosos tendrán que librar obstáculos viciosos y viceversa). La meta es de la misma naturaleza que el del personaje.

¿Les parece familiar la descripción? Por supuesto, porque se trata de la descripción de cualquier pastorela contemporánea, donde los pastores son siempre los personajes virtuosos y los diablos, los viciosos: ambos grupos de personajes funcionarán como el obstáculo de sus contrarios. La meta siempre será alcanzada por los pastores, como el nacimiento del niño Dios, la Vida, el don divino más preciado, mientras que los diablos nunca lograrán su objetivo dado que el vicio es precisamente el proceso de destrucción de la esencia vital.

La pastorela actual podrá haber perdido su encantador halo místico, pero al cambiar de modelo dramático amplió sus posibilidades expresivas en un sinfín de posibilidades, lo que ha logrado el enorme favor de un público cautivo que año con año asiste a ver su pastorela favorita ahora ya en teatros y no en atrios de iglesia solamente. La pastorela como género está más viva que nunca. Festejémosla asistiendo a sus funciones... ¡Feliz año nuevo 2020!

Hasta hace unos pocos años la temporada navideña borraba de los escenarios teatrales de Querétaro cualquier otra manifestación teatral que no tuviera que ver con el tradicional género de la pastorela; las había de todos los tipos: pastorelas cómicas, tradicionales, satíricas, políticas, universitarias, pastorelas de aficionados y un larguísimo etcétera.

Afortunadamente las cosas han ido cambiando y, aunque la principal apuesta de los teatreros queretanos sigue siendo la producción variopinta de pastorelas, ahora podemos tener acceso a otras manifestaciones teatrales que amplían la oferta del Querétaro teatral.

No obstante y para que no se piense que subvaloramos la importancia de las pastorelas, dedicaremos las siguientes líneas a reflexionar sobre el origen y la naturaleza de este bello género teatral.

Foto: Cortesía | Atabal Creación Artística

Fray Pedro de Gante fue un sacerdote franciscano llegado a México en 1523, junto con otros sacerdotes de distintas órdenes religiosas, con la finalidad de comenzar la conquista espiritual de los autóctonos. El franciscano inició una serie de estrategias para lograr evangelizar a los indígenas cuyo dialecto resultaba absolutamente desconocido para los españoles. Dentro de estas estrategias, por ejemplo, Fray Pedro de Gante utilizó el uso de imágenes en un bellísimo catecismo pictográfico, dibujado por los propios indígenas.

En diciembre de 1524, al padre de Gante se le ocurrió festejar la Navidad muy a la manera y costumbre medieval de los franciscanos: con la escenificación de un ‘nacimiento’ con intérpretes reales. Dejó en manos de los indígenas la responsabilidad de la producción de dicho cuadro. Esta decisión fue la más afortunada, dado que los indígenas, auténticos profesionales de la teatralidad, adiestrados en un mundo prehispánico que practicaba el ritual de una manera tan espectacular como prodigiosa, lograron una escenificación impactante que dejó boquiabiertos a los españoles.

A estas escenificaciones los indígenas les llamaban en náhuatl “Nexcuitilles”, que literalmente significa “Cuadro que ejemplifica”. Con estas poderosas y a la vez simples escenificaciones, Fray Pedro de Gante descubrió el lenguaje eficaz y perfecto para continuar con su labor de evangelización y a su vez, iniciaba la primera etapa de un teatro con ideología española y forma escénica indígena: el teatro de evangelización.

Herramienta evangelizadora

Podríamos decir que las pastorelas están emparentadas con el teatro de evangelización dado que se trata de manifestaciones teatrales de origen religioso y carácter festivo que se utilizaban en la festividad de la Navidad. Pero lo cierto es que la pastorela ha desarrollado una serie de características que la fundamentan y la definen; estas características se fueron desarrollando con el paso del tiempo y en épocas muy distintas, por lo cual, es muy difícil determinar una única obra como antepasado directo y a la vez originaria del género.

Por ejemplo, la pastorela tendría relaciones con un género literario llamado ‘égloga’ que se define como una composición poética que idealiza la vida de los pastores y del campo para tratar temas humanos generales, como el amor, y también, desde el nombre ‘pastorela’, podría tener relación con el único género no religioso medieval europeo llamado ‘pastourelles’.

Técnicamente hablando y en un sentido ortodoxo de teoría dramática, la pastorela se definiría como un auto sacramental, un género nombrado así en el Siglo de Oro Español y que no es otra cosa más que una obra de naturaleza didáctica que intenta exponer las virtudes y la naturaleza de los sacramentos de la iglesia católica, en contraposición a los vicios caracterizados en los mismos pastores (el glotón-gula, la vanidosa-orgullo, etc.) y en los demonios que demoran la llegada de los mismos pastores para adorar al Niño Dios recién nacido.

Esta estructura que debió de haberse consolidado en algún momento del siglo XVIII (época en que aparecen las primeras pastorelas ya con todas sus características), se mantuvo hasta bien entrado el siglo XX (posiblemente hasta la década de los 60).

Las pastorelas de este modelo dramático, inspiraban un fuerte tono solemne, abigarrado en motivos religiosos (recordemos que en todo este tiempo el lugar de representación por excelencia de las pastorelas eran los atrios de las iglesias), que apenas se veía interrumpido con las inocentes graciosadas de pastores y diablos, lo que provocaba el dibujo apenas sutil de una sonrisa en el rostro de los espectadores.

Foto: Cortesía | Atabal Creación Artística

El bien contra el mal

A partir, más o menos de la década de los 70 del siglo pasado, el modelo dramático de la pastorela cambió y se convirtió en tragicomedia. El género de la tragicomedia nos habla de una serie de personajes virtuosos (digamos, la parte seria, aunque ya no solemne) y viciosos (la parte cómica) que inician un viaje para lograr llegar a una meta, teniendo que librar para lograrlo una serie de obstáculos de naturaleza opuesta a la propia (esto es: los personajes virtuosos tendrán que librar obstáculos viciosos y viceversa). La meta es de la misma naturaleza que el del personaje.

¿Les parece familiar la descripción? Por supuesto, porque se trata de la descripción de cualquier pastorela contemporánea, donde los pastores son siempre los personajes virtuosos y los diablos, los viciosos: ambos grupos de personajes funcionarán como el obstáculo de sus contrarios. La meta siempre será alcanzada por los pastores, como el nacimiento del niño Dios, la Vida, el don divino más preciado, mientras que los diablos nunca lograrán su objetivo dado que el vicio es precisamente el proceso de destrucción de la esencia vital.

La pastorela actual podrá haber perdido su encantador halo místico, pero al cambiar de modelo dramático amplió sus posibilidades expresivas en un sinfín de posibilidades, lo que ha logrado el enorme favor de un público cautivo que año con año asiste a ver su pastorela favorita ahora ya en teatros y no en atrios de iglesia solamente. La pastorela como género está más viva que nunca. Festejémosla asistiendo a sus funciones... ¡Feliz año nuevo 2020!

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