/ viernes 25 de septiembre de 2020

Un potencial insospechado

Una nueva temática se va haciendo presente en la literatura mexicana. Si bien no es algo novedoso, el tema de la narrativa que retrata los bajos fondos, el mundo de los de abajo, los sin casa, los sin amor, los excluidos, los otros que, finalmente somos nosotros, aparece ahora con más fuerza, con fuerza desgarradora.

Así por ejemplo, el excelente guionista de cine Guillermo Arriaga ha sido galardonado con el Premio Alfaguara por su novela “Salvar el fuego”. Sin embargo su obra es pastosa, densa, farragosa, con demasiada paja. Mejor su libro “El salvaje”. En otro nivel hacia abajo está la obra de Élmer Mendoza, muy exitoso pero no deja de ser una literatura, por decirlo de alguna manera, de segunda división.

Los personajes y circunstancias de esta literatura son seres de la vida cotidiana en un país que vive desde hace décadas una violencia inaudita, una criminalidad que ya es parte de nuestra realidad diaria, a la que ya, desgraciadamente, nos hemos acostumbrado y en la que ya nada nos sorprende. Los narcos se han apoderado de grandes zonas del país, ahora también de los temas literarios. Y quizá no podía ser de otra manera.

Ataques a individuos, entre otros a mujeres a quienes las bañan de odio y quedan desfiguradas de por vida, ataques a militares y civiles, todos contra todos, nadie se salva en este país en donde campea la pobreza y para acabarla de joder, la demagogia y el populismo, fórmulas para terminar de configurar un escenario del drama cotidiano. El paisaje mexicano se desfigura.

Besar a Francisco y otros cuentos

En ese contexto aparece un libro de 14 breves relatos que lleva por título Besar a Francisco y otros cuentos, del escritor Carlos David Campos. La edición es del Fondo Editorial de Querétaro (Gobierno del Estado, 2020) y es una agradable sorpresa. Veamos porqué:

El autor describe una realidad dramática de ese mundo atrapado en un submundo, el de la miseria de la vida cotidiana, la realidad llena de violencia, en donde los valores ya no existen, dejaron de ser vigentes, son cosas del pasado. Carlos es capaz de hablar por sí, por los demás, da voz creíble a sus personajes y emana dolor y purulencia, obsesión enfermiza (besar la estatua de un poeta y traductor es algo mórbido de verdad), pero también destellos de ternura.

Foto: Cortesía | Fondo Editorial de Querétaro

Para Carlos Campos lo importante de su ejercicio escritural está en las voces que dan sentido a sus relatos, en ellas encuentra un lenguaje descarnado, sin eufemismos, metáforas duras; voces que cobran vida en un mundo periférico y marginal.

Campos suelta su mano y escribe como un conocedor de las palabras, pero también como un autor diestro en entender el alma humana y darle materia con adjetivos y expresiones sin atenuantes, sin rubor.

Campos no describe, no entra en detalles, retrata a sus protagonistas en el diálogo y a través de sus voces construye el escenario y da vida a las tramas dolorosas en donde se asoma la nausea, el vómito, la costra. Inventa olores, nada agradables por cierto, para contextualizar sus entornos, para subrayar a sus personajes, al mismo tiempo que es capaz de hacer poesía, en contraste con los paisajes lúgubres, y es capaz de crear situaciones de humor y de jugar a las cajas chinas, encerrando cuentos dentro de otros cuentos.

Llaman la atención de manera especial el cuento “Tres caídas” que es un poema de celebración apóstata, de provocadora y burlona mirada a los ritos de quienes adoran la historia sagrada.

El relato que da nombre al libro retrata a un personaje inverosímil, con una enfermedad asombrosa y el colmo es que termina besando a la escultura de un hombre que en vida fue lo más lejano a un individuo guapo y de buenos modales. La intencionalidad de Carlos Campos es evidente: hacer extremo el morbo de un personaje original y aparentemente imposible.

Me congratulo de la prosa de este escritor. Tiene un potencial insospechado. Conoce del lenguaje y sabe de la vida, de esa vida en donde los seres luchan desesperadamente para sobrevivir… y en una de esas lo logran. Ahora que, si recrea esos ambientes sórdidos, será capaz de hurgar en otros entornos y dar voz a quienes los habitan. La literatura es un ejercicio fascinante de inventiva inmensa. No hay límites, las palabras son los actores, los horizontes infinitos.

Una nueva temática se va haciendo presente en la literatura mexicana. Si bien no es algo novedoso, el tema de la narrativa que retrata los bajos fondos, el mundo de los de abajo, los sin casa, los sin amor, los excluidos, los otros que, finalmente somos nosotros, aparece ahora con más fuerza, con fuerza desgarradora.

Así por ejemplo, el excelente guionista de cine Guillermo Arriaga ha sido galardonado con el Premio Alfaguara por su novela “Salvar el fuego”. Sin embargo su obra es pastosa, densa, farragosa, con demasiada paja. Mejor su libro “El salvaje”. En otro nivel hacia abajo está la obra de Élmer Mendoza, muy exitoso pero no deja de ser una literatura, por decirlo de alguna manera, de segunda división.

Los personajes y circunstancias de esta literatura son seres de la vida cotidiana en un país que vive desde hace décadas una violencia inaudita, una criminalidad que ya es parte de nuestra realidad diaria, a la que ya, desgraciadamente, nos hemos acostumbrado y en la que ya nada nos sorprende. Los narcos se han apoderado de grandes zonas del país, ahora también de los temas literarios. Y quizá no podía ser de otra manera.

Ataques a individuos, entre otros a mujeres a quienes las bañan de odio y quedan desfiguradas de por vida, ataques a militares y civiles, todos contra todos, nadie se salva en este país en donde campea la pobreza y para acabarla de joder, la demagogia y el populismo, fórmulas para terminar de configurar un escenario del drama cotidiano. El paisaje mexicano se desfigura.

Besar a Francisco y otros cuentos

En ese contexto aparece un libro de 14 breves relatos que lleva por título Besar a Francisco y otros cuentos, del escritor Carlos David Campos. La edición es del Fondo Editorial de Querétaro (Gobierno del Estado, 2020) y es una agradable sorpresa. Veamos porqué:

El autor describe una realidad dramática de ese mundo atrapado en un submundo, el de la miseria de la vida cotidiana, la realidad llena de violencia, en donde los valores ya no existen, dejaron de ser vigentes, son cosas del pasado. Carlos es capaz de hablar por sí, por los demás, da voz creíble a sus personajes y emana dolor y purulencia, obsesión enfermiza (besar la estatua de un poeta y traductor es algo mórbido de verdad), pero también destellos de ternura.

Foto: Cortesía | Fondo Editorial de Querétaro

Para Carlos Campos lo importante de su ejercicio escritural está en las voces que dan sentido a sus relatos, en ellas encuentra un lenguaje descarnado, sin eufemismos, metáforas duras; voces que cobran vida en un mundo periférico y marginal.

Campos suelta su mano y escribe como un conocedor de las palabras, pero también como un autor diestro en entender el alma humana y darle materia con adjetivos y expresiones sin atenuantes, sin rubor.

Campos no describe, no entra en detalles, retrata a sus protagonistas en el diálogo y a través de sus voces construye el escenario y da vida a las tramas dolorosas en donde se asoma la nausea, el vómito, la costra. Inventa olores, nada agradables por cierto, para contextualizar sus entornos, para subrayar a sus personajes, al mismo tiempo que es capaz de hacer poesía, en contraste con los paisajes lúgubres, y es capaz de crear situaciones de humor y de jugar a las cajas chinas, encerrando cuentos dentro de otros cuentos.

Llaman la atención de manera especial el cuento “Tres caídas” que es un poema de celebración apóstata, de provocadora y burlona mirada a los ritos de quienes adoran la historia sagrada.

El relato que da nombre al libro retrata a un personaje inverosímil, con una enfermedad asombrosa y el colmo es que termina besando a la escultura de un hombre que en vida fue lo más lejano a un individuo guapo y de buenos modales. La intencionalidad de Carlos Campos es evidente: hacer extremo el morbo de un personaje original y aparentemente imposible.

Me congratulo de la prosa de este escritor. Tiene un potencial insospechado. Conoce del lenguaje y sabe de la vida, de esa vida en donde los seres luchan desesperadamente para sobrevivir… y en una de esas lo logran. Ahora que, si recrea esos ambientes sórdidos, será capaz de hurgar en otros entornos y dar voz a quienes los habitan. La literatura es un ejercicio fascinante de inventiva inmensa. No hay límites, las palabras son los actores, los horizontes infinitos.

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