/ jueves 13 de diciembre de 2018

Una galaxia llamada Nona

La escritora, guionista y actriz presenta en la UAQ “La Dimensión Desconocida”, un memorial de luz que constela la memoria de los caídos: los torturados, las desaparecidas, los asesinados, las olvidadas

Me imagino que la humanidad está hecha de polvo de estrellas: el Calcio en nuestros huesos y dientes, el Hierro en nuestra sangre, el Nitrógeno del ADN, y una estela de Carbono, Potasio, Azufre y Oxígeno que baña de luz nuestros cuerpos y la constelación de mujeres que titilaron este viernes sobre el alma máter.

Aurora Velasco en Leo, Oliva Solís en Géminis, Lynett Cums Yumar en Sagitario y Nona Fernández en Cáncer. Las cuatro, sabias. Las cuatro, brillantes. Pero a la última aún le refulge la violencia en los esmaltes, le centella la oscuridad en la memoria y le deslumbra desde los 2 años con sus apagones de metralla, irradiando a sus hoy 47 la pluma de una detectivesa literaria que no sabe a dónde se está metiendo cada que comienza a trabajar un texto.

Y eso le ha valido el Premio Sor Juana Inés de la Cruz por llevarnos hasta a “La Dimensión Desconocida” (Editorial Penguin Random House, 2016).

“Yo soy una mujer que fue criada en Dictadura y viví mi infancia y mi adolescencia en Dictadura como algo bastante normal. Tiempos extraños, sin duda, pero con cierta normalidad porque, evidentemente, Los Niños de la Dictadura no conocíamos otra cosa”, refiere, me imagino, evocando a los 29.9 millones de infantes que han dado su primer alarido en México desde 2006 a la fecha y que tampoco saben de un panorama distinto al de las Fuerzas Armadas en las calles, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Nona habla de Chile, sí, pero “esto es importante porque, para cualquier persona, la infancia y la adolescencia son tiempos fundacionales: ahí está la semilla, ahí uno se arma, ahí uno sale al mundo, ahí uno toma fuerza, y siempre estamos retornando con cierta nostalgia a estos lugares, intentando comprender el presente personal volviendo a esos escenarios (después de todo, ya lo saben los terapeutas, quienes siempre nos someten a estar volviendo a ‘ese lugar’)”.

Tiempos raros, tiempos medio oscuros, dice la autora chilena, para quien este zodíaco de estrellas caídas ha contribuido a retratar a generaciones que, llegada la adolescencia, se ocuparon de tener cierta lectura de lo que estaba ocurriendo y empezaron a entender que, aunque fuera normal, aunque fuera todos los días, “no estaba bien”.

Llenando los silencios

“Tuvimos padres que tenían miedo, padres que estaban en shock, padres que, simplemente, no estaban o que, en un afán de protegernos, no hablaban. El silencio se impuso como una norma: el no meterse en algo que ‘era complicado’, el no darnos información, el dejarnos en un lugar de inocencia frente a lo que ocurría, sin embargo, uno, cuando ya es adolescente, quiere saber”.

Saber, me imagino, que en el país se han encontrado mil 306 fosas clandestinas desde 2007 y que de ellas se han exhumado cerca de 3 mil 760 cuerpos, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

Nona habla de Chile, sí, pero “entonces empezaron las visitas a los funerales, las visitas a los velorios por las cosas que pasaban y entonces empezamos a intentar armar un puzzle de lo que ocurría y darle un sentido, aunque no lo entendiéremos porque no estaba completo (hasta el día de hoy no lo está)”.

“La generación de nuestros padres ‘fue golpeada por El Golpe’ y no estuvieron tanto como quizá una hubiese querido que estuvieran, sobretodo en el plano de explicar a sus niñas y niños el contexto. Luego, en el año 90, llega la democracia y ahí pensamos que, por fin, las cosas se iban a aclarar, que íbamos a entender, que se nos iba a informar, que se nos iba a contar, que se iba a hacer justicia, que se iba a hacer verdad”.

Pero no fue así.

Travesía a ninguna parte

“Tenemos una democracia bastante especial, una democracia que fue pactada con los militares y, dentro de los millones de pactos que se hicieron, uno muy importante fue ‘hacer justicia en la medida de lo posible’, hacer justicia en algunos ‘casos emblemáticos’, respetar a los militares que ‘habían hecho tanto por la patria’ y no cuestionarlos cómo se debía”.

Se refiere, me imagino, a la propuesta de amnistía y reconciliación nacional de Andrés Manuel López Obrador hacia personas involucradas en actos delictivos, cuyas agrupaciones crecieron más de un 900 por ciento durante las administraciones Presidenciales de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, de acuerdo con el Centro de Investigación y Desarrollo Económicos (CIDE).

Nona habla de Chile, sí, pero “fue así como empecé a escribir un poco en contra de las versiones oficiales que se nos empezaron a dar, estas verdades tan, pero tan extremadamente incompletas”.

De ahí la importancia, comenta, de reflexionar lo que como país recordamos y lo que ofrecemos al futuro como una verdad oficial, empuñando las historias que se cruzan en la vida, ya sea por un significativo azar o por un mero accidente, fuera del eclipse que supone dar las cosas por sentado.

“Es como a los niños, cuando se van a la cama, y queda el cuento inconcluso y al día siguiente ellos quieren seguir sabiendo cual era el final, intentando enfocar historias que no tienen un lugar en la Gran Historia, que no están en los museos, que no están en los libros, pero en las que circulan muchos nombres… muchos muertos”.

El corazón de las ficciones

Se refiere, me imagino, a la tasa de 25 personas asesinadas por cada 100 mil habitantes que registra México actualmente, la más elevada en la historia del país y superior a la de Brasil, Argentina, Chile y Colombia, de acuerdo con la Secretaría de Gobernación (Segob) y que, no obstante, se ha traducido en la producción de 20 series sobre narcotraficantes para disfrute de la audiencia internacional.

Nona habla de Chile, sí, pero, “con un material tan delicado, yo sentí que todos los testimonios de las víctimas me cruzaban por el cuerpo… y yo no podía hacer de eso una novela de entretención”.

“Lo que me quedaba a mí, como escritora, era ir organizando todos los materiales que había encontrado, los archivos, las carpetas, los testimonios y entregarlos de la manera más amable posible (porque era todo tremendamente horroroso) para hacer un libro luminoso, pese a todo”.

“Entendí que había escrito un libro para mi generación. Si bien, hablo de algunos de los casos, siempre que intenté reconstituir alguno o que quise investigar quiénes eran esas personas detenidas, qué vida tenían, cómo era su familia, de qué manera era su día a día, siempre aparecían sus hijos al entrar en esas historias, y entendí que yo quise darles un lugar porque ellos son un reflejo mío o yo un reflejo de ellos.

“Es una especie de pataleteo, un reclamo, porque heredamos una historiada mierda… y no, no podemos salir de ella: estamos un poco como atrapados y no podemos reconstituir nuestro presente de manera clara porque seguimos un poco anclados ahí.

“No se avanza”, dice, “tenemos la Constitución de los militares y seguimos anclados a esa especie de dimensión desconocida”.

La galaxia inmóvil

Se refiere, me imagino, al Máximo Documento Normativo que rige la nación desde 1917, el cual ha sido modificado 486 veces desde su publicación y en cuya manufactura participaron 151 hombres y ni una sola mujer, de acuerdo con cifras del Senado de la República.

Nona habla de Chile, sí, pero “el fracaso más absoluto viene cuando escribimos desde el fracaso, desde algo que no está resuelto y desde el blanco y el negro, es decir, ‘los milicos son los malos y los contestatarios son los buenos’; y en general hemos vivido con eso (la Historia se enseña así), pero también está la sociedad civil que lo permitió”.

“Hay algo que empecé a observar muchísimo: la responsabilidad que tenemos nosotros para permitir que algo suceda. Estamos en esa zona gris donde no vemos, vemos lo que queremos ver, donde permitimos que las cosas ocurran, donde a veces sí delatamos, donde de pronto sí informamos o donde, de pronto, no somos capaces de rebelarnos contra algo que sabemos que está mal”.

La luminiscencia viene a recaer por ende sobre la sociedad civil que permitió esto: nosotras, nosotros, quienes nunca ocupamos el lugar de las y los cómplices, pero sí que lo somos cuando en la casa de al lado mentían, robaban, violaban, torturaban, masacraban… y no se decía nada.

“No es tan difícil ser un desgraciado, no es tan difícil ser un cerdo, no es tan difícil ser malvado. Uno nunca se pone en ese lugar. No es fácil, pero hay responsabilidades en esto de quedarse callado, de entender que la maldad está muy cerca y que, si las cosas se vuelven repetir, tengamos un registro de lo que sucedió y que hay un lugar de complicidad en la sociedad civil puede habitar sin ninguna dificultad cuando se calla”.

Se refiere, me imagino, a Chile. Se refiere, me imagino, a México. Pero Nona nunca habló de fronteras en este cuento universal, sino de peregrinajes a la zona gris: una dimensión desconocida que todo lo devora cuando somos menos que espectadores pasivos de la galaxia, evitándonos el contribuir con nuestro brillo a que esta resplandezca en el firmamento.

Me imagino que la humanidad está hecha de polvo de estrellas: el Calcio en nuestros huesos y dientes, el Hierro en nuestra sangre, el Nitrógeno del ADN, y una estela de Carbono, Potasio, Azufre y Oxígeno que baña de luz nuestros cuerpos y la constelación de mujeres que titilaron este viernes sobre el alma máter.

Aurora Velasco en Leo, Oliva Solís en Géminis, Lynett Cums Yumar en Sagitario y Nona Fernández en Cáncer. Las cuatro, sabias. Las cuatro, brillantes. Pero a la última aún le refulge la violencia en los esmaltes, le centella la oscuridad en la memoria y le deslumbra desde los 2 años con sus apagones de metralla, irradiando a sus hoy 47 la pluma de una detectivesa literaria que no sabe a dónde se está metiendo cada que comienza a trabajar un texto.

Y eso le ha valido el Premio Sor Juana Inés de la Cruz por llevarnos hasta a “La Dimensión Desconocida” (Editorial Penguin Random House, 2016).

“Yo soy una mujer que fue criada en Dictadura y viví mi infancia y mi adolescencia en Dictadura como algo bastante normal. Tiempos extraños, sin duda, pero con cierta normalidad porque, evidentemente, Los Niños de la Dictadura no conocíamos otra cosa”, refiere, me imagino, evocando a los 29.9 millones de infantes que han dado su primer alarido en México desde 2006 a la fecha y que tampoco saben de un panorama distinto al de las Fuerzas Armadas en las calles, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Nona habla de Chile, sí, pero “esto es importante porque, para cualquier persona, la infancia y la adolescencia son tiempos fundacionales: ahí está la semilla, ahí uno se arma, ahí uno sale al mundo, ahí uno toma fuerza, y siempre estamos retornando con cierta nostalgia a estos lugares, intentando comprender el presente personal volviendo a esos escenarios (después de todo, ya lo saben los terapeutas, quienes siempre nos someten a estar volviendo a ‘ese lugar’)”.

Tiempos raros, tiempos medio oscuros, dice la autora chilena, para quien este zodíaco de estrellas caídas ha contribuido a retratar a generaciones que, llegada la adolescencia, se ocuparon de tener cierta lectura de lo que estaba ocurriendo y empezaron a entender que, aunque fuera normal, aunque fuera todos los días, “no estaba bien”.

Llenando los silencios

“Tuvimos padres que tenían miedo, padres que estaban en shock, padres que, simplemente, no estaban o que, en un afán de protegernos, no hablaban. El silencio se impuso como una norma: el no meterse en algo que ‘era complicado’, el no darnos información, el dejarnos en un lugar de inocencia frente a lo que ocurría, sin embargo, uno, cuando ya es adolescente, quiere saber”.

Saber, me imagino, que en el país se han encontrado mil 306 fosas clandestinas desde 2007 y que de ellas se han exhumado cerca de 3 mil 760 cuerpos, de acuerdo con la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

Nona habla de Chile, sí, pero “entonces empezaron las visitas a los funerales, las visitas a los velorios por las cosas que pasaban y entonces empezamos a intentar armar un puzzle de lo que ocurría y darle un sentido, aunque no lo entendiéremos porque no estaba completo (hasta el día de hoy no lo está)”.

“La generación de nuestros padres ‘fue golpeada por El Golpe’ y no estuvieron tanto como quizá una hubiese querido que estuvieran, sobretodo en el plano de explicar a sus niñas y niños el contexto. Luego, en el año 90, llega la democracia y ahí pensamos que, por fin, las cosas se iban a aclarar, que íbamos a entender, que se nos iba a informar, que se nos iba a contar, que se iba a hacer justicia, que se iba a hacer verdad”.

Pero no fue así.

Travesía a ninguna parte

“Tenemos una democracia bastante especial, una democracia que fue pactada con los militares y, dentro de los millones de pactos que se hicieron, uno muy importante fue ‘hacer justicia en la medida de lo posible’, hacer justicia en algunos ‘casos emblemáticos’, respetar a los militares que ‘habían hecho tanto por la patria’ y no cuestionarlos cómo se debía”.

Se refiere, me imagino, a la propuesta de amnistía y reconciliación nacional de Andrés Manuel López Obrador hacia personas involucradas en actos delictivos, cuyas agrupaciones crecieron más de un 900 por ciento durante las administraciones Presidenciales de Felipe Calderón Hinojosa y Enrique Peña Nieto, de acuerdo con el Centro de Investigación y Desarrollo Económicos (CIDE).

Nona habla de Chile, sí, pero “fue así como empecé a escribir un poco en contra de las versiones oficiales que se nos empezaron a dar, estas verdades tan, pero tan extremadamente incompletas”.

De ahí la importancia, comenta, de reflexionar lo que como país recordamos y lo que ofrecemos al futuro como una verdad oficial, empuñando las historias que se cruzan en la vida, ya sea por un significativo azar o por un mero accidente, fuera del eclipse que supone dar las cosas por sentado.

“Es como a los niños, cuando se van a la cama, y queda el cuento inconcluso y al día siguiente ellos quieren seguir sabiendo cual era el final, intentando enfocar historias que no tienen un lugar en la Gran Historia, que no están en los museos, que no están en los libros, pero en las que circulan muchos nombres… muchos muertos”.

El corazón de las ficciones

Se refiere, me imagino, a la tasa de 25 personas asesinadas por cada 100 mil habitantes que registra México actualmente, la más elevada en la historia del país y superior a la de Brasil, Argentina, Chile y Colombia, de acuerdo con la Secretaría de Gobernación (Segob) y que, no obstante, se ha traducido en la producción de 20 series sobre narcotraficantes para disfrute de la audiencia internacional.

Nona habla de Chile, sí, pero, “con un material tan delicado, yo sentí que todos los testimonios de las víctimas me cruzaban por el cuerpo… y yo no podía hacer de eso una novela de entretención”.

“Lo que me quedaba a mí, como escritora, era ir organizando todos los materiales que había encontrado, los archivos, las carpetas, los testimonios y entregarlos de la manera más amable posible (porque era todo tremendamente horroroso) para hacer un libro luminoso, pese a todo”.

“Entendí que había escrito un libro para mi generación. Si bien, hablo de algunos de los casos, siempre que intenté reconstituir alguno o que quise investigar quiénes eran esas personas detenidas, qué vida tenían, cómo era su familia, de qué manera era su día a día, siempre aparecían sus hijos al entrar en esas historias, y entendí que yo quise darles un lugar porque ellos son un reflejo mío o yo un reflejo de ellos.

“Es una especie de pataleteo, un reclamo, porque heredamos una historiada mierda… y no, no podemos salir de ella: estamos un poco como atrapados y no podemos reconstituir nuestro presente de manera clara porque seguimos un poco anclados ahí.

“No se avanza”, dice, “tenemos la Constitución de los militares y seguimos anclados a esa especie de dimensión desconocida”.

La galaxia inmóvil

Se refiere, me imagino, al Máximo Documento Normativo que rige la nación desde 1917, el cual ha sido modificado 486 veces desde su publicación y en cuya manufactura participaron 151 hombres y ni una sola mujer, de acuerdo con cifras del Senado de la República.

Nona habla de Chile, sí, pero “el fracaso más absoluto viene cuando escribimos desde el fracaso, desde algo que no está resuelto y desde el blanco y el negro, es decir, ‘los milicos son los malos y los contestatarios son los buenos’; y en general hemos vivido con eso (la Historia se enseña así), pero también está la sociedad civil que lo permitió”.

“Hay algo que empecé a observar muchísimo: la responsabilidad que tenemos nosotros para permitir que algo suceda. Estamos en esa zona gris donde no vemos, vemos lo que queremos ver, donde permitimos que las cosas ocurran, donde a veces sí delatamos, donde de pronto sí informamos o donde, de pronto, no somos capaces de rebelarnos contra algo que sabemos que está mal”.

La luminiscencia viene a recaer por ende sobre la sociedad civil que permitió esto: nosotras, nosotros, quienes nunca ocupamos el lugar de las y los cómplices, pero sí que lo somos cuando en la casa de al lado mentían, robaban, violaban, torturaban, masacraban… y no se decía nada.

“No es tan difícil ser un desgraciado, no es tan difícil ser un cerdo, no es tan difícil ser malvado. Uno nunca se pone en ese lugar. No es fácil, pero hay responsabilidades en esto de quedarse callado, de entender que la maldad está muy cerca y que, si las cosas se vuelven repetir, tengamos un registro de lo que sucedió y que hay un lugar de complicidad en la sociedad civil puede habitar sin ninguna dificultad cuando se calla”.

Se refiere, me imagino, a Chile. Se refiere, me imagino, a México. Pero Nona nunca habló de fronteras en este cuento universal, sino de peregrinajes a la zona gris: una dimensión desconocida que todo lo devora cuando somos menos que espectadores pasivos de la galaxia, evitándonos el contribuir con nuestro brillo a que esta resplandezca en el firmamento.

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