/ viernes 3 de enero de 2020

Lo trans existe en la tradición mexicana

Cantautora que se presentará este año en el Vive Latino, habla de la influencia que encontró en tradiciones como las muxes de Oaxaca y las chuntaes de Chiapas

Al lado de artistas como Guns N’ Roses, Ely Guerra, The Cardigans, Andrés Calamaro y Babasónicos, este año La bruja de Texcoco formará parte de la XXI edición del Vive Latino, que se llevará acabo el 14 y 15 de marzo, en el Foro Sol de la Ciudad de México.

Con “De brujas, peteneras y chachalacas”, su primer proyecto discográfico, la artista trans arribará a este festival iberoamericano para dar a conocer su propuesta musical, y visibilizar así la presencia de la transfeminidad en la cultura popular mexicana.

Lanzado en abril del año pasado, este disco fue realizado por la también compositora e instrumentista mexicana, inspirada en “la magia y el poder que tiene el agua, y su relación con la feminidad”, dice en entrevista con DIARIO DE QUERÉTARO, recordando a estas tres deidades femeninas, reconocidas dentro de la tradición por “ causar el mal a los hombres: las peteneras son mujeres de agua, como sirenas, y las chachalacas, que también son brujas, se transforman en aves”.

A través del álbum, asegura, también entreteje sus propias historias, “y no las cotidianas, sino historias de transición en las que hablo del proceso que estoy pasando en relación con mi feminidad. Aunque la lectura que dan las personas hacia mí es masculina, yo también me siento identificada con la feminidad y lo experimento a partir de la música y la tradición”.

Con Té de Malvón, Laabe Muxhe, Suite Aquelarre, Balajú y Nahual Papalotl, la artista hace frente a la representación mainstream de lo masculino como eje de la cultura, reivindica la música popular mexicana, y pone al centro de sus arreglos y composiciones a las identidades trans y queer.

“Se tiende mucho a que las transfeminidades sean vistas como símbolo de show, de risa (...) y no; yo busco darle vuelta a eso (...) En México existen transfeminidades que son parte de la tradición, como las muxes de Juchitán de Zaragoza (Oaxaca); las chuntaes de Chiapas de Corzo; las maringuías del estado de Michoacán , y las feminidades que acompañan al carnaval de la huasteca en Semana Santa. [En suma] la transfeminidad existe en la tradición mexicana, y lo puedes ver en cualquier festividad. Lo que me interesa mucho es llevar esto, exponer la música que acompaña a estas feminidades en la tradición, difundir qué sones utilizan ellas, por qué las utilizan, y sobre todo, el cómo se desenvuelven en sus espacios. (...) Las trans tienen una función importante en sus comunidades, son gente de poder, gente que tiene un sentido de creatividad siempre hacia la belleza”.

De brujas, peteneras y chachalacas

A través del huapango, el son jarocho y el son istmeño, entre otros ritmos regionales que fusiona, La Bruja de Texcoco habla de su transición y de los viajes que ha realizado por el tiempo y la cultura.

Té de Malvón está inspirado en el menjurje hecho a base de flores curadas con mezcal, “yo no podía hablar ni cantar, me enfermé porque no decía lo que sentía, lo somaticé y eso me ayudó”.

Perteneciente al repertorio de la música popular mexicana, Balajú es un son jarocho que narra la travesía de un guerrero que cruza el mar, y habla sobre las fantasías marineras y los deseos de conquista de los hombres, “yo le doy vuelta, y hablo de mis propios viajes, de mi propio sentido de pertenencia, y de cómo de niño yo quería ser una sirena y me veo cantando como si yo fuera una sirena; habla de mis propias batallas, y de mis viajes por mi propio mar”.

Escrito por Santiago Rivera Bernal, Laabe Muxhe es un son istmeño cantado en zapoteco y español, que discurre sobre la vida de una muxe de Juchitán.

Por su parte, Nahual Papalotl, es un homenaje a toda la magia que hay en México, y se encuentra relacionada con los viajes de la instrumentista “y con cómo empecé a identificar y a aprender a tocar. Porque la música tradicional no se aprende en la escuela, sino que se aprende yendo a las comunidades, viajando, conociendo verdaderamente a los músicos que la interpretan”, puntualiza.

Finalmente el track, Suite Aquelarre, presenta la historia de La Bruja de Texcoco, quien a los 24 años “llega a mi vida por medio de un ritual mágico (...) Un brujo respetable en la tradición me dijo: tu eres una mujer, ve tus manos (...) Él abrió en mí algo que tenía muy guardado desde que era niño (...) Esa parte femenina al final no tenía nada de malo; que un niño se vista como quiera, que juegue con muñecas si quiere, es más preocupante la violencia, más preocupante lo que se está viviendo en este país”, advierte.

Al lado de artistas como Guns N’ Roses, Ely Guerra, The Cardigans, Andrés Calamaro y Babasónicos, este año La bruja de Texcoco formará parte de la XXI edición del Vive Latino, que se llevará acabo el 14 y 15 de marzo, en el Foro Sol de la Ciudad de México.

Con “De brujas, peteneras y chachalacas”, su primer proyecto discográfico, la artista trans arribará a este festival iberoamericano para dar a conocer su propuesta musical, y visibilizar así la presencia de la transfeminidad en la cultura popular mexicana.

Lanzado en abril del año pasado, este disco fue realizado por la también compositora e instrumentista mexicana, inspirada en “la magia y el poder que tiene el agua, y su relación con la feminidad”, dice en entrevista con DIARIO DE QUERÉTARO, recordando a estas tres deidades femeninas, reconocidas dentro de la tradición por “ causar el mal a los hombres: las peteneras son mujeres de agua, como sirenas, y las chachalacas, que también son brujas, se transforman en aves”.

A través del álbum, asegura, también entreteje sus propias historias, “y no las cotidianas, sino historias de transición en las que hablo del proceso que estoy pasando en relación con mi feminidad. Aunque la lectura que dan las personas hacia mí es masculina, yo también me siento identificada con la feminidad y lo experimento a partir de la música y la tradición”.

Con Té de Malvón, Laabe Muxhe, Suite Aquelarre, Balajú y Nahual Papalotl, la artista hace frente a la representación mainstream de lo masculino como eje de la cultura, reivindica la música popular mexicana, y pone al centro de sus arreglos y composiciones a las identidades trans y queer.

“Se tiende mucho a que las transfeminidades sean vistas como símbolo de show, de risa (...) y no; yo busco darle vuelta a eso (...) En México existen transfeminidades que son parte de la tradición, como las muxes de Juchitán de Zaragoza (Oaxaca); las chuntaes de Chiapas de Corzo; las maringuías del estado de Michoacán , y las feminidades que acompañan al carnaval de la huasteca en Semana Santa. [En suma] la transfeminidad existe en la tradición mexicana, y lo puedes ver en cualquier festividad. Lo que me interesa mucho es llevar esto, exponer la música que acompaña a estas feminidades en la tradición, difundir qué sones utilizan ellas, por qué las utilizan, y sobre todo, el cómo se desenvuelven en sus espacios. (...) Las trans tienen una función importante en sus comunidades, son gente de poder, gente que tiene un sentido de creatividad siempre hacia la belleza”.

De brujas, peteneras y chachalacas

A través del huapango, el son jarocho y el son istmeño, entre otros ritmos regionales que fusiona, La Bruja de Texcoco habla de su transición y de los viajes que ha realizado por el tiempo y la cultura.

Té de Malvón está inspirado en el menjurje hecho a base de flores curadas con mezcal, “yo no podía hablar ni cantar, me enfermé porque no decía lo que sentía, lo somaticé y eso me ayudó”.

Perteneciente al repertorio de la música popular mexicana, Balajú es un son jarocho que narra la travesía de un guerrero que cruza el mar, y habla sobre las fantasías marineras y los deseos de conquista de los hombres, “yo le doy vuelta, y hablo de mis propios viajes, de mi propio sentido de pertenencia, y de cómo de niño yo quería ser una sirena y me veo cantando como si yo fuera una sirena; habla de mis propias batallas, y de mis viajes por mi propio mar”.

Escrito por Santiago Rivera Bernal, Laabe Muxhe es un son istmeño cantado en zapoteco y español, que discurre sobre la vida de una muxe de Juchitán.

Por su parte, Nahual Papalotl, es un homenaje a toda la magia que hay en México, y se encuentra relacionada con los viajes de la instrumentista “y con cómo empecé a identificar y a aprender a tocar. Porque la música tradicional no se aprende en la escuela, sino que se aprende yendo a las comunidades, viajando, conociendo verdaderamente a los músicos que la interpretan”, puntualiza.

Finalmente el track, Suite Aquelarre, presenta la historia de La Bruja de Texcoco, quien a los 24 años “llega a mi vida por medio de un ritual mágico (...) Un brujo respetable en la tradición me dijo: tu eres una mujer, ve tus manos (...) Él abrió en mí algo que tenía muy guardado desde que era niño (...) Esa parte femenina al final no tenía nada de malo; que un niño se vista como quiera, que juegue con muñecas si quiere, es más preocupante la violencia, más preocupante lo que se está viviendo en este país”, advierte.

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