La edad en la vida de las personas se mide en años, pero la edad del alma no tiene ninguna unidad de medida, esto lo demuestran la señora Vega de 105 años y doña María de 99 años quienes a pesar de sus años no pierden la capacidad de sonreír, abrazar y mostrar afecto a su alrededor.
En el marco del día del Abuelo buscamos el testimonio de abuelitas centenarias que con experiencia y amor nos puedan algunos consejos, no hay ningún desperdicio en sus palabras y menos cuando viene de alguien tan sabio.
Sentada en una silla de ruedas, las piernas ya no le responden a Tere Vega, pero cuenta con excelente salud, el único sentido que ha ido perdiendo con los años es el oído, hay que hablarle fuerte pero mantiene una lucidez impresionante.
Doña Tere nació en mayo de 1915 en Huimilpan, con 105 años de vida es mayor incluso que la Constitución y ha visto crecer Querétaro de ser un pueblito a la gran ciudad de edificios que hoy en día vemos.
Tiene un hijo que siempre tiene presente, fue mujer de un solo amor y un solo hijo, cuenta que la mayor parte de su vida la paso en el campo de su pueblo, Humilpan, su alimento favorito eran frijoles, quelites y nunca podía faltar el café.
Aunque los especialistas en nutrición recomiendan que ya no tome café, es algo que nadie en el asilo le puede quitar, nadie se atrevería.
Cuenta que al quedar viuda, desde muy joven vendió tortillas hechas a mano para sacar adelante a su único hijo, después pensó que había cumplido su misión en la vida pero cada día que pasa agradece estar viva, así ha llegado hasta los 107 años.
En la capilla haciendo oración encontramos también a la señora María Juana, cumplió 99 y gracias a su excelente salud nadie duda que llegará a los 100 años en abril del próximo año.
Cuando platicamos se escucha el pasar del tren y nos recuerda que nació en la calle de Primavera cerca de la estación del tren, en el corazón de esta ciudad donde sacó adelante a sus dos hijos, a base de la costura de camisas los hizo abogados.
“Ya no me acuerdo del año en que nací, me acuerdo de toda la vida que he vivido en mi Querétaro”.
Es una mujer de mucha fe, muy agradecida pide por todos, desde quien le lleva un vaso de agua o la ayuda a llegar a cualquier lugar, recuerda que el poder de la fe nos mantiene vivos.
Su platillo favorito es el pastel, una mujer que a pesar de su edad no deja de arreglarse, las uñas pintadas y el pelo muy arreglado, su sonrisa es el mayor de sus adornos.
“Dios no se queda con nada, a las personas que nos ayudan se los devuelve”, afirma doña María.
Abraza a todos, sonríe, regresa a la capilla, aunque no nos platica recuerda a muchas amigas que ya descansan aquí, siente su compañía y nos despide con una bendición.
Santiago Ramón, médico español ganador del premio Nobel a principios del siglo pasado, decía que no deben preocuparnos las arrugas del rostro sino las del cerebro, eso nos lo demuestra este par de abuelitas con tanta lucidez recuerdan la vida y los logros más importantes de una vida que aún les depara muchos años más.