/ jueves 5 de julio de 2018

Aún padecen por las lluvias 4 comunidades

El Marqués, Qro.- Amazcala, San Rafael, Dolores y Santa Cruz tienen en común estar en El Marqués y verse afectadas por las lluvias de la madrugada del día 28.

Pese a que se encuentran en un mismo municipio, tan sólo transitar entre ellas toma alrededor de cinco horas y al llegar, lo primero que argumentan quienes habitan en las casas que resultaron dañadas es que es indispensable contar con obras de infraestructura que impidan nuevas afectaciones

Argumentan que al mismo llegó personal de la Secretaría de Desarrollo Social de Gobierno del Estado (Sedesol) para censar a los afectados, pero que pasaron cinco días y en Amazcala, dicen, regresaron dos veces, la primera para llevarles un trapeador y, la segunda, para entregar una bolsita con 250 gramos de detergente y un bote pequeño de pino, lo que a Isabel le pareció una burla pues dijo, tan sólo en dotar de agua limpia su tinaco le costó 500 pesos, pues el contenido se ensució con la basura arrastrada por la fuerte lluvia que, en su casa, alcanzó un tirante de hasta un metro.

“Estamos pidiendo que le suban al río, que lo acomoden… (colocar una) barda, como de 10 metros y que siga continuando (a lo largo de todo el río, porque sí, ya basta y no más nos dicen que nos traen esto, nos traen lo otro y nomás no nos traen nada y lo que queremos es el río, que nos echen la mano con el río. Más barato les sale”.

Explicó que sus muebles, aparatos electrodomésticos e incluso el maíz que utiliza en la comida que prepara para vender, todo se mojó, pues el nivel del agua alcanzó un metro de altura. Su negocio, al igual que su casa, resultaron afectados, pero las visitas de gobierno, del color que sea, nunca llegan hasta allá. Recuerda que hace ocho años también ingresó el agua a su vivienda y como, en esta ocasión, tuvo que absorber los gastos. Ahora son otros los colores de las administraciones, pero la negativa de apoyo es la misma, aunque en aquella ocasión, en lugar de detergente entregaban chamarras rojas y cuando su esposo se acercó a pedir una, le dijeron que sólo eran para los afectados.

“(Perdí) dos bultitos de maíz (costales de 44 kilos), y mi refri, que se me echó a perder y allá, adentro, mi vitrina, el ropero harto lodo que tenía… nos trajeron un trapeador, un jalador, una cubeta y jabón, ahí está”, declaró al tiempo de levantar la bolsa con el kit de limpieza.

No quiere regalos, insiste mientras muestra las marcas que el agua dejó en sus paredes, lo único que exige es que se coloque una barda alrededor del río, para evitar que vuelva a desbordarse y al tiempo, indica como entre el espacio de la puerta de su casa y el río, su familia colocó los costales que le entregó Protección Civil, esto luego de que entre su casa y el río existen unos 30 centímetros de separación.

Alicia también habla de los estragos que el paso de agua en la comunidad, que en su casa dejaron marcas de un metro, lo que dañó sus muebles, y fue hasta el día siguiente que logró sacarlos. Al ver su casa inundada, decidió ir a dormir con unos vecinos, pues no le gusta la idea de ir al refugio.

“Nomás (me trajeron) una cubeta con un trapeador para limpiar y una bolsa de fab (declara al confundir la marca de detergente), jabón en polvo… el viernes estaban dando escobas y recogedores y el sábado, eso fue lo que nos trajeron. Ayer (lunes), vino una persona, nos dijo que venía en representación de Pancho Domínguez, que venía a reafirmar su compromiso de que nos iba a apoyar, nada más nos dejó una tarjeta”.

Irene afirma que una vitrina y un refrigerador resultaron afectados esa noche, en la que optó por subir lo más alto posible con sus hijos para dormir y que, en una mesa colocó el fogón que tiene en la entrada. Como invirtió toda la noche a sacar agua de su casa, fue a las tres de la mañana que, en ese fogón, tuvo oportunidad de dar de cenar a sus hijos.

“Vinieron (de gobierno), dijeron que nos iban a ayudar, pero hasta el momento no nos han traído nada… La estufa sí está jalando, ya la lavé bien y como que sí… La otra vez vinieron de este lado (señala la parte posterior de su casa) y nos llevaron (al refugio), pero ahora nadien, ni quién se parara, nadien”.

También de Amazcala, Norma indica que su casa no se vio tan afectada, pues el tirante en avenida San Isidro sólo alcanzó los 40 centímetros, aunque del módulo de policía, y las casas frente a él, sí tuvieron acumulaciones de un metro. Estima que las autoridades sí dieron atención inmediata a los vecinos que se vieron afectados.

Zenaida muestra las marcas de acumulación de agua, que se extendió 20 metros de distancia en la entrada de su casa y hasta un metro de alto y, recuerda que al día siguiente, resultó imposible tratar de salir a la calle. Pese a lo que debió pasar, no se encuentra contabilizada entre los afectados.

“El susto que pasamos, andábamos alzando todas las cosas, ahorita tenemos toda la ropa en bolsas, pusimos el refri arriba de una mesa, acomodamos todas las cosas porque nos habían dicho que se iba a venir más agua. Ahorita todavía no acomodamos las cosas… que iban a ayudar a todos los que se les echaron a perder sus cosas, dándoles como un vale para que lo cambiaran… estaban hablando con las afectadas”.

En La Cruz, J. León detalló que tres de sus camas se dañaron, al igual que el “refrigerador grande”, ropa y zapatos, pues sólo le dio tiempo a su familia de sacar los papeles importantes.

“Vinieron las personas de SEDESOL, pero nada más a evaluar, vinieron al otro día que nos inundamos… ojalá que nos ayuden… dijeron que venían a evaluar… hace seis años, también que llovió, se nos echó a perder todo, vino la señorita de Protección Civil de El Marqués, sacó videos y no nos ayudó”, lamenta al exigir que se construya una barda, para evitar que vuelvan a registrarse afectaciones.

Aseveró que no importa el color del gobierno en turno, la ayuda siempre se queda en promesa y, lo que es peor: en la primera inundación la calle era de tierra, se programaron obras de infraestructura y, pese a la advertencia de los vecinos (él incluido), la calle se construyó con un declive que obliga a que el agua se encauce hacia las casas.

“El río está muy chiquillo, no da abasto, necesita que lo hagan más hondo y lo ademen, o sea, que le pongan tipo barda, como aquella, en las orillas y en este pedacito, la corriente viene de allá pa’aca, fue hace como cuatro años que hicieron esta obra de aquí… el piso, se hace todo el charco aquí, entran los tres niveles (de gobierno)”.

SENTÍ QUE ME MORÍA

En Santa Cruz, muestra “las señas” que el agua dejó en su casa. Fue a mitad de la noche que se despertó y, como el peso de los años, dijo, no la dejan mover, simplemente se hizo bolita en sus cobijas mojadas, mientras que la lluvia se apoderaba de su casa, llegando a casi un metro de altura, mojando “sus cobijitas”.

Fueron sus hijos y vecinos los que, al día siguiente, llegaron para “echar el agua para afuera”, y que como ella, otros vecinos también se vieron afectados.

“No puedo caminar, pero ellos anduvieron ahí echándola pa’fuera y sí… Estuve llorando, para qué lo niego, pus toda la noche, fijese, mi camita aquí, mire, sí se mojó… (tengo) 76 años…. Es la primera vez… en toda mi vida que he estado aquí… Aquí no vino nadie…. Desperté, dije: “madre mía ¿qué pasó? Estaba el agua todo acá y como yo no puedo pararme, no’más me hice bolita en la cama y mis cobijitas… dije: me voy a’hogar aquí, sin quién me auxilie, pero ya luego llegaron mis hijos y mis vecinos. Sí nos ayudamos”.

Norberta afirma que no sólo las casas en las que ingresó el agua se afectaron, pues los habitantes de San Gabriel permanecieron incomunicados por un día, luego de que el único camino se inundó, impidiendo que los niños fueran a la escuela y los adultos salieran a trabajar.

Entre esas marcas que el agua dejó en sus hogares, la esperanza de los habitantes de las comunidades afectadas es que se construya una obra que impida nuevos estragos, que los hagan preocuparse por la seguridad de ellos y sus familias.

El Marqués, Qro.- Amazcala, San Rafael, Dolores y Santa Cruz tienen en común estar en El Marqués y verse afectadas por las lluvias de la madrugada del día 28.

Pese a que se encuentran en un mismo municipio, tan sólo transitar entre ellas toma alrededor de cinco horas y al llegar, lo primero que argumentan quienes habitan en las casas que resultaron dañadas es que es indispensable contar con obras de infraestructura que impidan nuevas afectaciones

Argumentan que al mismo llegó personal de la Secretaría de Desarrollo Social de Gobierno del Estado (Sedesol) para censar a los afectados, pero que pasaron cinco días y en Amazcala, dicen, regresaron dos veces, la primera para llevarles un trapeador y, la segunda, para entregar una bolsita con 250 gramos de detergente y un bote pequeño de pino, lo que a Isabel le pareció una burla pues dijo, tan sólo en dotar de agua limpia su tinaco le costó 500 pesos, pues el contenido se ensució con la basura arrastrada por la fuerte lluvia que, en su casa, alcanzó un tirante de hasta un metro.

“Estamos pidiendo que le suban al río, que lo acomoden… (colocar una) barda, como de 10 metros y que siga continuando (a lo largo de todo el río, porque sí, ya basta y no más nos dicen que nos traen esto, nos traen lo otro y nomás no nos traen nada y lo que queremos es el río, que nos echen la mano con el río. Más barato les sale”.

Explicó que sus muebles, aparatos electrodomésticos e incluso el maíz que utiliza en la comida que prepara para vender, todo se mojó, pues el nivel del agua alcanzó un metro de altura. Su negocio, al igual que su casa, resultaron afectados, pero las visitas de gobierno, del color que sea, nunca llegan hasta allá. Recuerda que hace ocho años también ingresó el agua a su vivienda y como, en esta ocasión, tuvo que absorber los gastos. Ahora son otros los colores de las administraciones, pero la negativa de apoyo es la misma, aunque en aquella ocasión, en lugar de detergente entregaban chamarras rojas y cuando su esposo se acercó a pedir una, le dijeron que sólo eran para los afectados.

“(Perdí) dos bultitos de maíz (costales de 44 kilos), y mi refri, que se me echó a perder y allá, adentro, mi vitrina, el ropero harto lodo que tenía… nos trajeron un trapeador, un jalador, una cubeta y jabón, ahí está”, declaró al tiempo de levantar la bolsa con el kit de limpieza.

No quiere regalos, insiste mientras muestra las marcas que el agua dejó en sus paredes, lo único que exige es que se coloque una barda alrededor del río, para evitar que vuelva a desbordarse y al tiempo, indica como entre el espacio de la puerta de su casa y el río, su familia colocó los costales que le entregó Protección Civil, esto luego de que entre su casa y el río existen unos 30 centímetros de separación.

Alicia también habla de los estragos que el paso de agua en la comunidad, que en su casa dejaron marcas de un metro, lo que dañó sus muebles, y fue hasta el día siguiente que logró sacarlos. Al ver su casa inundada, decidió ir a dormir con unos vecinos, pues no le gusta la idea de ir al refugio.

“Nomás (me trajeron) una cubeta con un trapeador para limpiar y una bolsa de fab (declara al confundir la marca de detergente), jabón en polvo… el viernes estaban dando escobas y recogedores y el sábado, eso fue lo que nos trajeron. Ayer (lunes), vino una persona, nos dijo que venía en representación de Pancho Domínguez, que venía a reafirmar su compromiso de que nos iba a apoyar, nada más nos dejó una tarjeta”.

Irene afirma que una vitrina y un refrigerador resultaron afectados esa noche, en la que optó por subir lo más alto posible con sus hijos para dormir y que, en una mesa colocó el fogón que tiene en la entrada. Como invirtió toda la noche a sacar agua de su casa, fue a las tres de la mañana que, en ese fogón, tuvo oportunidad de dar de cenar a sus hijos.

“Vinieron (de gobierno), dijeron que nos iban a ayudar, pero hasta el momento no nos han traído nada… La estufa sí está jalando, ya la lavé bien y como que sí… La otra vez vinieron de este lado (señala la parte posterior de su casa) y nos llevaron (al refugio), pero ahora nadien, ni quién se parara, nadien”.

También de Amazcala, Norma indica que su casa no se vio tan afectada, pues el tirante en avenida San Isidro sólo alcanzó los 40 centímetros, aunque del módulo de policía, y las casas frente a él, sí tuvieron acumulaciones de un metro. Estima que las autoridades sí dieron atención inmediata a los vecinos que se vieron afectados.

Zenaida muestra las marcas de acumulación de agua, que se extendió 20 metros de distancia en la entrada de su casa y hasta un metro de alto y, recuerda que al día siguiente, resultó imposible tratar de salir a la calle. Pese a lo que debió pasar, no se encuentra contabilizada entre los afectados.

“El susto que pasamos, andábamos alzando todas las cosas, ahorita tenemos toda la ropa en bolsas, pusimos el refri arriba de una mesa, acomodamos todas las cosas porque nos habían dicho que se iba a venir más agua. Ahorita todavía no acomodamos las cosas… que iban a ayudar a todos los que se les echaron a perder sus cosas, dándoles como un vale para que lo cambiaran… estaban hablando con las afectadas”.

En La Cruz, J. León detalló que tres de sus camas se dañaron, al igual que el “refrigerador grande”, ropa y zapatos, pues sólo le dio tiempo a su familia de sacar los papeles importantes.

“Vinieron las personas de SEDESOL, pero nada más a evaluar, vinieron al otro día que nos inundamos… ojalá que nos ayuden… dijeron que venían a evaluar… hace seis años, también que llovió, se nos echó a perder todo, vino la señorita de Protección Civil de El Marqués, sacó videos y no nos ayudó”, lamenta al exigir que se construya una barda, para evitar que vuelvan a registrarse afectaciones.

Aseveró que no importa el color del gobierno en turno, la ayuda siempre se queda en promesa y, lo que es peor: en la primera inundación la calle era de tierra, se programaron obras de infraestructura y, pese a la advertencia de los vecinos (él incluido), la calle se construyó con un declive que obliga a que el agua se encauce hacia las casas.

“El río está muy chiquillo, no da abasto, necesita que lo hagan más hondo y lo ademen, o sea, que le pongan tipo barda, como aquella, en las orillas y en este pedacito, la corriente viene de allá pa’aca, fue hace como cuatro años que hicieron esta obra de aquí… el piso, se hace todo el charco aquí, entran los tres niveles (de gobierno)”.

SENTÍ QUE ME MORÍA

En Santa Cruz, muestra “las señas” que el agua dejó en su casa. Fue a mitad de la noche que se despertó y, como el peso de los años, dijo, no la dejan mover, simplemente se hizo bolita en sus cobijas mojadas, mientras que la lluvia se apoderaba de su casa, llegando a casi un metro de altura, mojando “sus cobijitas”.

Fueron sus hijos y vecinos los que, al día siguiente, llegaron para “echar el agua para afuera”, y que como ella, otros vecinos también se vieron afectados.

“No puedo caminar, pero ellos anduvieron ahí echándola pa’fuera y sí… Estuve llorando, para qué lo niego, pus toda la noche, fijese, mi camita aquí, mire, sí se mojó… (tengo) 76 años…. Es la primera vez… en toda mi vida que he estado aquí… Aquí no vino nadie…. Desperté, dije: “madre mía ¿qué pasó? Estaba el agua todo acá y como yo no puedo pararme, no’más me hice bolita en la cama y mis cobijitas… dije: me voy a’hogar aquí, sin quién me auxilie, pero ya luego llegaron mis hijos y mis vecinos. Sí nos ayudamos”.

Norberta afirma que no sólo las casas en las que ingresó el agua se afectaron, pues los habitantes de San Gabriel permanecieron incomunicados por un día, luego de que el único camino se inundó, impidiendo que los niños fueran a la escuela y los adultos salieran a trabajar.

Entre esas marcas que el agua dejó en sus hogares, la esperanza de los habitantes de las comunidades afectadas es que se construya una obra que impida nuevos estragos, que los hagan preocuparse por la seguridad de ellos y sus familias.

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