/ jueves 28 de septiembre de 2017

Bajo los almendros. Estampas de amor y muerte de Juan Antonio Isla

Por Diana Rodríguez/EditorialCalygramma

Mejor será no regresar alpueblo,

al edén subvertido que secalla

en la mutilación de lametralla.

Los versos con los que inicio son de Ramón López Velarde,poeta moderno y jerezano. El poema se titula “El retornomaléfico”, aparecido en Zozobra, el segundo libropublicado en vida por el autor en 1919. Y la elección de esteepígrafe resulta de ciertas correspondencias que, dentro del campocultural literario, no dejan de ser por demás ocurrentes. Primeracorrespondencia: el poema está fechado en 1917, es decir, hace,justamente, cien años; segunda correspondencia: en este poemaencontramos el tema de la provincia como un asunto relacionado conla obsesión del eterno retorno, de esa incesante búsqueda por elencuentro con el origen a partir del lugar donde uno aprendió avivir, a mirar y a sentir el mundo. Así, con esta especie decorrespondencias entre asuntos cronológicos y temáticos,celebramos en este 2017 la publicación de la primera novela deJuan Antonio Isla Estrada, y lo hacemos Bajo los almendrosque amueblan el paisaje de nuestra provincia queretana.

Volvamos, pues, al Querétaro de hace cien años, y hagámoslo através de una novela escrita por un queretano; y sí, por extrañoque parezca en nuestros días,  escrita por uno, de los cada vezmenos queretanos que se cuentan en nuestra ciudad. Considerandocomo asidero el contexto de Bajo los almendros. Estampas deamor y muerte, hacia el final de la novela nos encontramos enese todavía convulsionado 1917, año en que Velarde preparaba ellibro de Zozobra instalado ya en la Ciudad de México, yque, mientras tanto, en esta provincia, el personaje de DavidOstolaza entregaba en manos de Venustiano Carranza una propuestapara realizar ciertas modificaciones a la Carta Magna del 57,proyecto que llevaría a convocar en nuestra ciudad la redacciónde la Constitución que tiene vigencia hasta nuestros días. Éstasería, en palabras del autor, la gran contribución de nuestropersonaje en el acontecer de Querétaro, y que, desde luego,representaría los cimientos para la reconstrucción nacional,después de la intestina Revolución Mexicana.

¿Cómo era el Querétaro de inicios de siglo? ¿Cuáles eranlas voces que se entretejían desde nuestra Muy Noble y Real Ciudaddurante el Porfiriato? ¿De qué manera se anunciaba la caídainminente de un proyecto de nación que había llevado a México atener sus grandes vuelos europeos? ¿Qué representaba la vida deprovincia frente al acontecer en la Capital? ¿Cómo se vivió ennuestra ciudad el convulso paso de la mutilación de lametralla, en palabras de Velarde?

Las respuestas a estas cuestiones han encontrado el interés decronistas, historiadores y especialistas que, encargados de ofrecerinformación que dé cuenta de los hechos, han construido el relatooficial de lo sucedido en los días aciagos. Ahora bien, ¿cuál esla razón de recurrir a la literatura para mirar el pasado? En elensayo “El arte de leer”, Camila Henríquez Ureña comienzadiciendo que los aportes que ofrece la literatura al conocimientohumanístico son descubrimiento, no de hechos, sino de cualidadesestéticas, es decir el ensamblaje de un trabajo riguroso con ellenguaje entre la existencia de los límites del espacio y deltiempo. Este modo de conocimiento se fundamenta en la percepción,en el modo en que se mira la realidad, donde el procedimientodiscursivo se entreteje con el procedimiento representativo:“contiene símbolos a través de los cuales se expresa un sentidoy una significación del mundo”.

Y es precisamente la mirada de Juan Antonio Isla la que, en estaocasión, nos presenta este modo de vivir la ciudad, regresandotemporalmente en el tiempo y erigiendo frente a nuestros ojos unQuerétaro de inicios del siglo pasado, con sus filiaciones yobsesiones, que toman forma en la vida familiar de la provincia,trastocada por un contexto histórico y sus vicisitudes políticasy sociales. Estos son algunos de los temas que Juan Antonio Islareconstruye como trasfondo de la trama que surgió, quizás, desdehace mucho tiempo entre sus inquietudes, historia mediante la cualse encargó de delinear y trastocar aquellos temas que seguramenteestaban presentes en el aire –ya sea por los relatos de lainfancia o por la investigación histórica reciente–, pero queahora quedan fijos, para la posteridad, a través de laescritura.

Dos familias son las elegidas para evidenciar los claroscurosdel Querétaro del fin de siglo: los Ostolaza y los Lobato, unidos,precisamente, por David, el redentor de las discordias familiares,y por ende políticas y pasionales, que se entrelazan en estanovela. Como herencia del boom latinoamericano y de los relatosfundacionales, esta historia nos confronta con la intimidad de unafamilia que se ve trastocada por la tragedia; una desgracia quebien podría encontrar su analogía con la propia tragedia que elpaís veía venir: la guerra civil. Muerte y enredos, venganza yenfermedad, son variaciones en las que los personajes estaránllevando al límite el anuncio del fin inminente –delPorfiriato–, pero, al mismo tiempo, el llamado necesario de unaesperanza que pudiera traer de vuelta la paz en sus vidas.

Cuando pensamos en el concepto de familia, es común referir ala imagen del árbol: el árbol genealógico, aquél que echa raízen tierra fértil para que, con el paso del tiempo, éste comiencea acrecentarse en ramas y follaje: del tronco más prominente yvasto, a las ramas más jóvenes e indefensas. Este árbolgenealógico se instala en la fecunda ciudad de provincia. Bellosfueron los años joviales de don Diego Ostolaza y María de Ávila,su esposa, quienes, tras formar un sólido hogar, encontrarían lafatalidad muy pronto, con la muerte de su primogénito, Santiago,el hombre de familia que había dejado sus estudios de medicinapara hacerse cargo de la hacienda familiar. A partir de estesuceso, se desencadena la fatalidad de los Ostolaza, que ventemblar y desaparecer su linaje de la manera más inclemente. Comoantítesis, la familia de los Lobato servirá como eje de lavenganza, debido a las rencillas políticas y a los intereses tandistintos representados en los gobernantes de la ciudad. Unencuentro amoroso servirá como antídoto para curar las asperezasentre dichas familias. Nuevamente David Ostolaza, nuestropersonaje, será el indicado para reconciliar los afanes políticosde sus antecesores al llegar a ser gobernador de Querétaro.

A lo largo de los capítulos de la novela, Juan Antonio Islairá presentando la historia de cada uno de los integrantes deestas familias, pero no de manera lineal, sino a partir de diversossaltos en el tiempo, con capítulos breves, que permiten al lectorir armando el rompecabezas de las microhistorias que se entrelazande manera paralela. Entonces, el lector encontrará a cada uno delos personajes cabalmente delineados para comprender, ya sea por sucarácter o por las adversidades del momento histórico, lasacciones que los obligan a sucumbir ante la tragedia familiar.

Y así comienza el desfile de familiar: Santiago y su muerte enmanos de los hermanos Piñeira; Alberto y la ofrenda de su vida enun cuarto de hotel a la Virgen de Guadalupe; Omar y sus excesosintelectuales y carnales que lo llevarán a la propiadesintegración corporal; Evita con su silencio y caridadrecompensada en sus encuentros místicos; David y su amor condenadocon Emigdia Lobato; y la más pequeña, Malena, que no tardará encorrer a los brazos del pintor romántico que la hará escapar desu casa en busca de la Ciudad Luz, París... Todos ellos, losOstolaza, quienes crecieron bajo el techo y la protección de donDiego, gobernador de Querétaro, y María, la mujer a la que lacontención de la tragedia familiar hizo engordar y engordar hastaquedar sin palabra alguna.

Como decíamos antes, como antítesis de los Ostolaza, en lanovela encontramos a los Lobato, familia que goza de cierta corduray de una declarada rivalidad con don Diego Ostolaza y sudescendencia. Los relatos sobre Felisa y don Hernán Lobato nosremiten al Querétaro de las haciendas, La Cañada, la Fábrica deHércules, los globos aerostáticos en la ciudad, a laconstrucción de la estatua de La Corregidora, entre otrashistorias relacionadas con sus hijas, Emigdia y Elena. Para,finalmente, redimir la desgracia y el infortunio de los Ostolaza apartir del enamoramiento entre el Romeo y la Julieta de lahistoria.

Además, en esta novela encontraremos la historia de cómo unchino terminó en tierras queretanas después de ser víctima de unterrible suceso en el norte del país; de los bailes y lasreuniones en El Casino, de la influencia de Porfirio Díaz enQuerétaro, los viajes y las bodas, los dimes y diretes entre lapolítica y sus actores, así como los escándalos de la vidaprivada.

Sin embargo, no podemos dejar a un lado un hecho significativodel relato: y es que el inicio de la trama se establece en elmóvil de un asesinato. De pronto, la bonanza y la gloria de unafamilia de buenas costumbres, se ve transgredida por las clasesbajas que claman justicia por mano propia. Los hermanos Piñeirocometen un acto atroz que, no sólo los llevará a su propiamuerte, sino que con ello, la venganza se engendrará en la vida delos habitantes de la ciudad. Así como la novela inicia con unasesinato, llevado a cabo por las mismas manos que trabajan latierra de los hacendados, éstos últimos serán testigos delderrumbe de sus grandes esperanzas. La sed de justicia llevaría,pues, a tomar las armas en un país que hacía poco tiempo seencontraba vislumbrado por su progreso y desarrollo, pero quehabía sido incapaz de mirar las necesidades del otro. Ante lallegada de la muerte como representación de la justicia, latragedia no sólo haría estragos en la vida de las familias sinoen toda una nación.

Finalmente, quisiera hacer mención de un capítulo que, por suimportancia dentro del ámbito literario, desearía traer a cuenta.El Querétaro decimonónico no pudo escapar de la vida literariagestada a partir del periódico, medio que permitió un crecimientoexponencial, no sólo por su carácter informativo, sino por ser elvínculo de difusión para la producción artística del país. Esentonces cuando, a través del relato sobre la fundación de laGaceta de Querétaro, aparecen los nombres de queretanosque figuraron en el ámbito nacional, y que fueron ampliamentereconocidos por sus pares, pero que han permanecido en el olvidoentre las generaciones actuales. Me refiero a Heriberto Frías,José Dolores Frías y Alberto Leduc, personajes que encuentran enesta historia una especie de homenaje y reconocimiento, cuando setrata de la vida cultural en Querétaro. Y aquí es donde aparecela tercera correspondencia: la amistad de José Dolores Frías, elVate Frías, con Ramón López Velarde, provincianos losdos, unidos por las mismas preocupaciones en la poesía y quienesencontrarían la muerte de manera trágica y todavía jóvenes.Resulta sorprendente ver la cantidad y calidad de lascolaboraciones que entregaban a diario en diversos periódicos,tanto locales como nacionales.

Y, quisiera aventurarme a pensar que, de una u otra manera, JuanAntonio Isla es también heredero de esta tradición, al considerarque su trayectoria como editorialista, siempre relacionada con laspublicaciones periódicas, tarde o temprano, lo llevaría a echar raíz de esta bella y trágica historia familiar, sembradaBajo los almendros de una provincia del bajío mexicano.Regresemos, pues, al edén subvertido de López Velarde,que esta tarde no se calla, sino que nos deja la lectura de estanovela como remembranza de los árboles que siguen reverdeciendo entierras queretanas ¡Enhorabuena!

Por Diana Rodríguez/EditorialCalygramma

Mejor será no regresar alpueblo,

al edén subvertido que secalla

en la mutilación de lametralla.

Los versos con los que inicio son de Ramón López Velarde,poeta moderno y jerezano. El poema se titula “El retornomaléfico”, aparecido en Zozobra, el segundo libropublicado en vida por el autor en 1919. Y la elección de esteepígrafe resulta de ciertas correspondencias que, dentro del campocultural literario, no dejan de ser por demás ocurrentes. Primeracorrespondencia: el poema está fechado en 1917, es decir, hace,justamente, cien años; segunda correspondencia: en este poemaencontramos el tema de la provincia como un asunto relacionado conla obsesión del eterno retorno, de esa incesante búsqueda por elencuentro con el origen a partir del lugar donde uno aprendió avivir, a mirar y a sentir el mundo. Así, con esta especie decorrespondencias entre asuntos cronológicos y temáticos,celebramos en este 2017 la publicación de la primera novela deJuan Antonio Isla Estrada, y lo hacemos Bajo los almendrosque amueblan el paisaje de nuestra provincia queretana.

Volvamos, pues, al Querétaro de hace cien años, y hagámoslo através de una novela escrita por un queretano; y sí, por extrañoque parezca en nuestros días,  escrita por uno, de los cada vezmenos queretanos que se cuentan en nuestra ciudad. Considerandocomo asidero el contexto de Bajo los almendros. Estampas deamor y muerte, hacia el final de la novela nos encontramos enese todavía convulsionado 1917, año en que Velarde preparaba ellibro de Zozobra instalado ya en la Ciudad de México, yque, mientras tanto, en esta provincia, el personaje de DavidOstolaza entregaba en manos de Venustiano Carranza una propuestapara realizar ciertas modificaciones a la Carta Magna del 57,proyecto que llevaría a convocar en nuestra ciudad la redacciónde la Constitución que tiene vigencia hasta nuestros días. Éstasería, en palabras del autor, la gran contribución de nuestropersonaje en el acontecer de Querétaro, y que, desde luego,representaría los cimientos para la reconstrucción nacional,después de la intestina Revolución Mexicana.

¿Cómo era el Querétaro de inicios de siglo? ¿Cuáles eranlas voces que se entretejían desde nuestra Muy Noble y Real Ciudaddurante el Porfiriato? ¿De qué manera se anunciaba la caídainminente de un proyecto de nación que había llevado a México atener sus grandes vuelos europeos? ¿Qué representaba la vida deprovincia frente al acontecer en la Capital? ¿Cómo se vivió ennuestra ciudad el convulso paso de la mutilación de lametralla, en palabras de Velarde?

Las respuestas a estas cuestiones han encontrado el interés decronistas, historiadores y especialistas que, encargados de ofrecerinformación que dé cuenta de los hechos, han construido el relatooficial de lo sucedido en los días aciagos. Ahora bien, ¿cuál esla razón de recurrir a la literatura para mirar el pasado? En elensayo “El arte de leer”, Camila Henríquez Ureña comienzadiciendo que los aportes que ofrece la literatura al conocimientohumanístico son descubrimiento, no de hechos, sino de cualidadesestéticas, es decir el ensamblaje de un trabajo riguroso con ellenguaje entre la existencia de los límites del espacio y deltiempo. Este modo de conocimiento se fundamenta en la percepción,en el modo en que se mira la realidad, donde el procedimientodiscursivo se entreteje con el procedimiento representativo:“contiene símbolos a través de los cuales se expresa un sentidoy una significación del mundo”.

Y es precisamente la mirada de Juan Antonio Isla la que, en estaocasión, nos presenta este modo de vivir la ciudad, regresandotemporalmente en el tiempo y erigiendo frente a nuestros ojos unQuerétaro de inicios del siglo pasado, con sus filiaciones yobsesiones, que toman forma en la vida familiar de la provincia,trastocada por un contexto histórico y sus vicisitudes políticasy sociales. Estos son algunos de los temas que Juan Antonio Islareconstruye como trasfondo de la trama que surgió, quizás, desdehace mucho tiempo entre sus inquietudes, historia mediante la cualse encargó de delinear y trastocar aquellos temas que seguramenteestaban presentes en el aire –ya sea por los relatos de lainfancia o por la investigación histórica reciente–, pero queahora quedan fijos, para la posteridad, a través de laescritura.

Dos familias son las elegidas para evidenciar los claroscurosdel Querétaro del fin de siglo: los Ostolaza y los Lobato, unidos,precisamente, por David, el redentor de las discordias familiares,y por ende políticas y pasionales, que se entrelazan en estanovela. Como herencia del boom latinoamericano y de los relatosfundacionales, esta historia nos confronta con la intimidad de unafamilia que se ve trastocada por la tragedia; una desgracia quebien podría encontrar su analogía con la propia tragedia que elpaís veía venir: la guerra civil. Muerte y enredos, venganza yenfermedad, son variaciones en las que los personajes estaránllevando al límite el anuncio del fin inminente –delPorfiriato–, pero, al mismo tiempo, el llamado necesario de unaesperanza que pudiera traer de vuelta la paz en sus vidas.

Cuando pensamos en el concepto de familia, es común referir ala imagen del árbol: el árbol genealógico, aquél que echa raízen tierra fértil para que, con el paso del tiempo, éste comiencea acrecentarse en ramas y follaje: del tronco más prominente yvasto, a las ramas más jóvenes e indefensas. Este árbolgenealógico se instala en la fecunda ciudad de provincia. Bellosfueron los años joviales de don Diego Ostolaza y María de Ávila,su esposa, quienes, tras formar un sólido hogar, encontrarían lafatalidad muy pronto, con la muerte de su primogénito, Santiago,el hombre de familia que había dejado sus estudios de medicinapara hacerse cargo de la hacienda familiar. A partir de estesuceso, se desencadena la fatalidad de los Ostolaza, que ventemblar y desaparecer su linaje de la manera más inclemente. Comoantítesis, la familia de los Lobato servirá como eje de lavenganza, debido a las rencillas políticas y a los intereses tandistintos representados en los gobernantes de la ciudad. Unencuentro amoroso servirá como antídoto para curar las asperezasentre dichas familias. Nuevamente David Ostolaza, nuestropersonaje, será el indicado para reconciliar los afanes políticosde sus antecesores al llegar a ser gobernador de Querétaro.

A lo largo de los capítulos de la novela, Juan Antonio Islairá presentando la historia de cada uno de los integrantes deestas familias, pero no de manera lineal, sino a partir de diversossaltos en el tiempo, con capítulos breves, que permiten al lectorir armando el rompecabezas de las microhistorias que se entrelazande manera paralela. Entonces, el lector encontrará a cada uno delos personajes cabalmente delineados para comprender, ya sea por sucarácter o por las adversidades del momento histórico, lasacciones que los obligan a sucumbir ante la tragedia familiar.

Y así comienza el desfile de familiar: Santiago y su muerte enmanos de los hermanos Piñeira; Alberto y la ofrenda de su vida enun cuarto de hotel a la Virgen de Guadalupe; Omar y sus excesosintelectuales y carnales que lo llevarán a la propiadesintegración corporal; Evita con su silencio y caridadrecompensada en sus encuentros místicos; David y su amor condenadocon Emigdia Lobato; y la más pequeña, Malena, que no tardará encorrer a los brazos del pintor romántico que la hará escapar desu casa en busca de la Ciudad Luz, París... Todos ellos, losOstolaza, quienes crecieron bajo el techo y la protección de donDiego, gobernador de Querétaro, y María, la mujer a la que lacontención de la tragedia familiar hizo engordar y engordar hastaquedar sin palabra alguna.

Como decíamos antes, como antítesis de los Ostolaza, en lanovela encontramos a los Lobato, familia que goza de cierta corduray de una declarada rivalidad con don Diego Ostolaza y sudescendencia. Los relatos sobre Felisa y don Hernán Lobato nosremiten al Querétaro de las haciendas, La Cañada, la Fábrica deHércules, los globos aerostáticos en la ciudad, a laconstrucción de la estatua de La Corregidora, entre otrashistorias relacionadas con sus hijas, Emigdia y Elena. Para,finalmente, redimir la desgracia y el infortunio de los Ostolaza apartir del enamoramiento entre el Romeo y la Julieta de lahistoria.

Además, en esta novela encontraremos la historia de cómo unchino terminó en tierras queretanas después de ser víctima de unterrible suceso en el norte del país; de los bailes y lasreuniones en El Casino, de la influencia de Porfirio Díaz enQuerétaro, los viajes y las bodas, los dimes y diretes entre lapolítica y sus actores, así como los escándalos de la vidaprivada.

Sin embargo, no podemos dejar a un lado un hecho significativodel relato: y es que el inicio de la trama se establece en elmóvil de un asesinato. De pronto, la bonanza y la gloria de unafamilia de buenas costumbres, se ve transgredida por las clasesbajas que claman justicia por mano propia. Los hermanos Piñeirocometen un acto atroz que, no sólo los llevará a su propiamuerte, sino que con ello, la venganza se engendrará en la vida delos habitantes de la ciudad. Así como la novela inicia con unasesinato, llevado a cabo por las mismas manos que trabajan latierra de los hacendados, éstos últimos serán testigos delderrumbe de sus grandes esperanzas. La sed de justicia llevaría,pues, a tomar las armas en un país que hacía poco tiempo seencontraba vislumbrado por su progreso y desarrollo, pero quehabía sido incapaz de mirar las necesidades del otro. Ante lallegada de la muerte como representación de la justicia, latragedia no sólo haría estragos en la vida de las familias sinoen toda una nación.

Finalmente, quisiera hacer mención de un capítulo que, por suimportancia dentro del ámbito literario, desearía traer a cuenta.El Querétaro decimonónico no pudo escapar de la vida literariagestada a partir del periódico, medio que permitió un crecimientoexponencial, no sólo por su carácter informativo, sino por ser elvínculo de difusión para la producción artística del país. Esentonces cuando, a través del relato sobre la fundación de laGaceta de Querétaro, aparecen los nombres de queretanosque figuraron en el ámbito nacional, y que fueron ampliamentereconocidos por sus pares, pero que han permanecido en el olvidoentre las generaciones actuales. Me refiero a Heriberto Frías,José Dolores Frías y Alberto Leduc, personajes que encuentran enesta historia una especie de homenaje y reconocimiento, cuando setrata de la vida cultural en Querétaro. Y aquí es donde aparecela tercera correspondencia: la amistad de José Dolores Frías, elVate Frías, con Ramón López Velarde, provincianos losdos, unidos por las mismas preocupaciones en la poesía y quienesencontrarían la muerte de manera trágica y todavía jóvenes.Resulta sorprendente ver la cantidad y calidad de lascolaboraciones que entregaban a diario en diversos periódicos,tanto locales como nacionales.

Y, quisiera aventurarme a pensar que, de una u otra manera, JuanAntonio Isla es también heredero de esta tradición, al considerarque su trayectoria como editorialista, siempre relacionada con laspublicaciones periódicas, tarde o temprano, lo llevaría a echar raíz de esta bella y trágica historia familiar, sembradaBajo los almendros de una provincia del bajío mexicano.Regresemos, pues, al edén subvertido de López Velarde,que esta tarde no se calla, sino que nos deja la lectura de estanovela como remembranza de los árboles que siguen reverdeciendo entierras queretanas ¡Enhorabuena!

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